Me persiguen los recuerdos de paisajes sombríos;
de árboles muertos y de cataratas secas,
de pueblos desiertos con pasos perdidos,
siluetas huyendo de la la luz en la sombra.
¡Caprichos; absurdos impuestos negando la muerte!
No encuentro las huellas en el largo camino.
Mi casa está vacía. Mi patio está muerto.
Los niños andan escondidos temiendo los castigos
porque han encontrado el pan en bolsillos ajenos.
Los padres se mueren de penas y culpas,
porque el cocotero se ha quedado seco.
Siento que ha llegado la hora de sacudir el polvo.
Escucho los rezos a Dios Santo y miro:
Las palmas caídas por el luto del silencio,
las aguas del río bajando lentamente,
nauseabundas, cargadas de muertos en vida.
Penosos susurros de generaciones dormidas
anidan los muros y calles y las cárceles gimen,
y los niños lloran, y los jóvenes buscan
anhelos perdidos y sueños ocultos más allá de todo.
Los vecinos corren con sus pies descalzos, escondiendo
sus rostros para no ver a las blancas palomas marchando,
pidiendo justicia, reclamando clemencia para padres e hijos,
esposos y hermanos encerrados en celdas oscuras
por hablar libremente proponiendo cambios,
cambios que el tirano no acepta, y amordaza y reprime
y encierra a cubanos violando sus derechos humanos.
Mi pueblo está dormido.
Le han regalado una pequeña bolsa
de caramelos de cambios
para entretener el hambre,
parece que llevan una dosis
para adormecer el alma.
Camino entre el ayer y el mañana ...perdida en mí misma.
He escuchado por mi pueblo el rumor
de que ya no hay gatos maullando, ni perros ladrando,
ni pájaros en sus nidos, ni peces en los ríos,
ni caguamas en las costas...
Dicen que se han robado la luna y los sueños
y la sonrisa de mayo y hasta la del nuevo año.
¡La ventisca de enero ha acabado con todo!
Alguien que se cree jocoso me dice que Adan y Eva
caminan desnudos por las calles de mi pueblo,
donde no hay manzanas aunque abundan las serpientes.
Me niego a creerlo mientras el bache del camino
se roba la sonrisa del visitante ajeno, que se cree en la gloria,
porque vacaciona en el paraíso con muchachas frescas..
Lindas cubanas que alquilan sus cuerpos
para llevar la harina al horno y calentar la mesa.
¿Adónde fue a parar la sangre y el clamor
de las cubanas, mambises huestes?
¿Adónde está mi pueblo regado por el mundo?
¿Adónde está mi pueblo regado por el mundo?
¿Adónde va mi pueblo sin rumbo, tan perdido?
Reclinada en mi almohada no encuentro una sonrisa
y una lágrima se esconde tras una lluvia de piedras.
Piedras lacerando, martillando mi frente,
revoloteando agresivas una, y otra vez,
y otra vez, y otra vez...
sobre mi cansada vida lejos de mi gente.
Mis manos buscan lo imposible tratando de alejarlas,
y ellas siguen cayendo, destrozando mi cara,
piedra tras piedra y no encuentro la calma,
¿A dónde va mi pueblo, a dónde tan perdido?
Esperanza E. Serrano
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