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miércoles, 24 de septiembre de 2014

¿Quienes compran casas en Cuba?

 Teóricamente, un cubano tendría que reunir 694 años de salario íntegro para poder pagar una casa en La Habana

 
LA HABANA, Cuba.- Gran mito de la “revolución“ cubana el que todos en la isla tienen acceso a una vivienda digna. Mito poco hablado, poco debatido y poco analizado. ¿Qué tiene que hacer un cubano para comprarse una casa? ¿Cuánto cuesta una casa en Cuba? ¿Qué pasa con el cubano que no tiene casa? ¿Quiénes compran?
Nuestra burbuja inmobiliaria
En el 2011, el decreto ley 288 eliminó la prohibición de la compraventa de casas en Cuba. Desde entonces, el mercado inmobiliario se ha disparado al igual que los precios, creando una burbuja inmobiliaria en medio de un país con un caos salarial.
Antes, los cubanos debían acudir a vías ilegales para vender una propiedad. La más común era un falso matrimonio con divorcio exprés para donar legalmente la propiedad vendida, y que todo quedara en regla. Ahora, aunque las vías legales se han flexibilizado, siguen existiendo irregularidades y la misma especulación.
Según estudio minucioso que hicimos de cómo se mueve el mercado inmobiliario en La Habana, una casa o apartamento promedio en condiciones medianamente decentes, no cuesta menos de 150,000 dólares. Se pueden encontrar propiedades desde 10,000 hasta 2 millones de dólares. Para vender una casa, sólo se necesita pagar al Gobierno previamente el impuesto del 4% del valor declarado y en un notario con todos los papeles en regla se puede efectuar la compraventa.
El gran problema radica en que el Estado valora las casas a un bajo precio en pesos cubanos (sin paridad al dólar), en dependencia de la zona y los metros cuadrados, y este valor es el que se declara y simbólicamente se hace la transferencia de propiedad. Luego, debajo del mantel, se cobra lo que verdaderamente cuesta la casa en pesos convertibles o dólares.
El Gobierno no permite que los bancos (todos estatales) hagan préstamos con el fin de comprar una propiedad. Por lo tanto, no existe el crédito ni la hipoteca; las casas se compran en efectivo y se paga la totalidad del precio al momento de la compra. Aquí es donde nace la propaganda oficial que dice que “Cuba es el único país en el mundo donde no existe la crisis hipotecaria“.
Pero… ¿Quién compra?
El salario promedio en Cuba, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), es de 18 dólares al mes. En teoría, un cubano tendría que reunir 694 años de salario íntegro para poder pagar una casa en La Habana.
Sin embargo, los cubanos emigrados (en su gran mayoría en La Florida), están enviando dinero a la familia en la isla para comprar propiedades.
-Muchos están viniendo de Miami a comprar en Cuba, incluso, la semana pasada atendí a uno que volvió para comprar la misma casa que el Gobierno le decomisó cuando se fue definitivo del país-, contaba María Antonia, abogada de vivienda en Habana Vieja.
No existe una persona en Cuba que con su salario pueda comprarse una casa.
Otro potencial comprador es el turista que adquiere una vivienda en Cuba poniendo la propiedad a nombre de un cubano de confianza. Aunque es muy común esta práctica, no existe ningún espacio legal que proteja los derechos de los foráneos.
-Se están vendiendo muchas casas de las que fueron decomisadas a sus dueños originales a principios de la década del 60 por Fidel Castro. Sus nuevos dueños hoy se están haciendo ricos-, Contaba Maria Antonia
¿Quién vende?
La mayor parte de las personas que venden sus viviendas lo hacen para ganar algún dinero y mudarse a alguna más chica. Otros las venden antes de emigrar definitivamente de Cuba. Algo que se está viendo frecuentemente en la actualidad, es al damnificado por huracán o derrumbe que recibe del Gobierno un apartamento de bajo costo y lo vende, para así tener algo de dinero o poder emigrar.
Este negocio no se detiene, a pesar de la crisis económica que afecta a Cuba. Cada día se venden muchas casas y el precio tiende a todo menos a bajar. Grandes sumas de dinero en efectivo son manejadas en la isla; pero como decíamos arriba: esto sólo sucede en la burbuja. La inmensa mayoría de los cubanos ni siquiera han considerado alguna vez la posibilidad de comprarse una casa.
-Aquí vivimos nueve personas: mi marido, mis dos hijos, mi padre, mi suegra, el hermano de mi suegra y un tío mío con su mujer-, explica Yanelis sobre su apartamento de 40 metros cuadrados, de un solar en Centro Habana.
Es muy común ver viviendo en tan poco espacio a tanta gente. Esto se debe al déficit de vivienda que existe y a los altos índices de inmigración proveniente de otras provincias. En una casa donde normalmente deberían vivir dos personas, hoy viven hasta 15.
Muchos familiares de otras provincias vienen a La Habana a intentar mejorar su nivel de vida, pero aquí son considerados “ilegales“ y no tienen derecho de trabajar, estudiar o residir. Al ser identificados por la policía, son multados y deportados a sus respectivos lugares, para “evitar el crecimiento poblacional desproporcionado“, según explica la ley.
Comprarse una casa en Cuba es un sueño para la población trabajadora y un privilegio para la nueva clase pudiente que está naciendo gracias a la comunidad exiliada cubana. Las extremas diferencias sociales cada vez son más crudas y se alejan a paso acelerado de cualquier doctrina política remotamente parecida al socialismo.

Acerca del Autor

Yusnaby Pérez
Yusnaby Pérez
Bloguero y escritor cubano. Amante de la democracia, la libertad y los Derechos Humanos. Defensor de la pluralidad de criterios y modos de expresión. La Habana, Cuba.
Tomado de:http://www.cubanet.org


domingo, 7 de septiembre de 2014

Carta del Papa Francisco a Monseñor Dionisio García por el aniversario de la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre Patrona de Cuba

  La misiva, con fecha del 8 de septiembre, se comenzó a divulgar a menos de 24 horas del 402 aniversario del hallazgo de la imagen de la virgen en la bahía de Nipe, en el oriente de Cuba, una celebración que reúne a los católicos y personas de f’e en Cuba y la diáspora.
Texto completo de la carta del Papa Francisco, dirigida a Monseñor Dionisio García, arzobispo de Santiago de Cuba y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC).
Excmo. Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo metropolitano de Santiago de Cuba
Presidente de la Conferencia de Obispos católicos de Cuba
Vaticano, 8 de septiembre de 2014
Querido Hermano:
Hace pocos días, la Venerada Imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre fue colocada en los Jardines Vaticanos. Su presencia constituye un recuerdo evocador del afecto y la vitalidad de la Iglesia que peregrina en esas luminosas tierras del Caribe, que, desde hace más de cuatro siglos, se dirige a la Madre de Dios con ese hermoso título. Desde las montañas de El Cobre, y ahora desde la Sede de Pedro, esa pequeña y bendita figura de María, engrandece el alma de quienes la invocan con devoción, pues Ella nos conduce a Jesús, su divino Hijo.
Hoy que se celebra con fervor la fiesta de María Santísima, la Virgen Mambisa, me uno a todos los cubanos, que ponen sus ojos en su Inmaculado Corazón, para pedirle favores, encomendarle a sus seres queridos e imitarla en su humildad y entrega a Cristo, de quien fue la primera y mejor de sus discípulos.
Cada vez que leo la Escritura Santa, en los pasajes en que se habla de Nuestra Señora, me llaman la atención tres verbos. Quisiera detenerme en ellos, con el propósito de invitar a los pastores y fieles de Cuba a ponerlos en práctica.
El primero es alegrarse. Fue la primera palabra que el arcángel Gabriel dirigió a la Virgen: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). La vida del que ha descubierto a Jesús se llena de un gozo interior tan grande, que nada ni nadie puede robárselo. Cristo da a los suyos la fuerza necesaria para no estar tristes ni agobiarse, pensando que los problemas no tienen solución. Apoyado en esta verdad, el cristiano no duda que aquello que se hace con amor, engendra una serena alegría, hermana de esa esperanza que rompe la barrera del miedo y abre las puertas a un futuro prometedor. «Yo soy la Virgen de la Caridad», fue lo que leyeron lo tres Juanes en la tablilla que flotaba en la Bahía de Nipe. Qué lindo sería si todo cubano, especialmente la gente joven, pudiera decir lo mismo: «Yo soy un hombre de la caridad»: vivo para amar de veras, y así no quedar atrapado en la espiral nociva del ojo por ojo, diente por diente. Qué alegría siente el que ama auténticamente, con hechos diarios, y no es de los que abunda en palabras vacías, que se lleva el viento.
El segundo verbo es levantarse. Con Jesús en su seno, dice san Lucas que María se levantó y con prontitud fue a servir a su prima Isabel, que en su ancianidad iba a ser madre (cf. Lc 1,39-45). Ella cumplió la voluntad de Dios poniéndose a disposición de quien lo necesitaba. No pensó en sí misma, se sobrepuso a las contrariedades y se dio a los demás. La victoria es de aquellos que se levantan una y otra vez, sin desanimarse. Si imitamos a María, no podemos quedarnos de brazos caídos, lamentándonos solamente, o tal vez escurriendo el bulto para que otros hagan lo que es responsabilidad propia. No se trata de grandes cosas, sino de hacerlo todo con ternura y misericordia. María siempre estuvo con su pueblo en favor de los pequeños. Ella conoció la soledad, la pobreza y el exilio, y aprendió a crear fraternidad y hacer de cualquier lugar en donde germine el bien la propia casa. A Ella le suplicamos que nos dé un alma de pobre que no tenga soberbia, un corazón puro que vea a Dios en el rostro de los desfavorecidos, una paciencia fuerte que no se arredre ante las dificultades de la vida.
El tercer verbo es perseverar. María, que había experimentado la bondad de Dios, proclamó las grandezas que él había hecho con Ella (cf. Lc 1,46-55). Ella no confió en sus propias fuerzas, sino en Dios, cuyo amor no tiene fin. Por eso permaneció junto a su Hijo, al que todos habían abandonado; rezó sin desfallecer junto a los apóstoles y demás discípulos, para que no perdieran el ánimo (cf. Hch 1,14). También nosotros estamos llamados a permanecer en el amor de Dios y a permanecer amando a los demás. En este mundo, en el que se desechan los valores imperecederos y todo es mudable, en donde triunfa el usar y tirar, en el que parece que se tiene miedo a los compromisos de por vida, la Virgen nos alienta a ser hombres y mujeres constantes en el buen obrar, que mantienen su palabra, que son siempre fieles. Y esto porque confiamos en Dios y ponemos en Él el centro de nuestra vida y la de aquellos a quienes queremos.
Tener alegría y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante las adversidades, permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los que están oprimidos por penas y aflicciones: he aquí las lecciones importantes que nos enseña la Virgen de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana. En sus maternas manos pongo a los pastores, comunidades religiosas y fieles de Cuba, para que Ella aliente su compromiso evangelizador y su voluntad de hacer del amor el cimiento de la sociedad. Así no faltará alegría para vivir, ánimo para servir y perseverancia en las buenas obras.
A los hijos de la Iglesia en Cuba les pido, por favor, que recen por mí pues lo necesito.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide siempre.
Fraternalmente,
Francisco PP.
Fuente: Radio Vaticano
Tomado de: 
http://cafefuerte.com/cuba/ 

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