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sábado, 9 de mayo de 2009

Hoy quiero decirles que...

Hoy quiero decirles que... Desde acá, desde esta vieja ciudad donde vivo exiliada desde hace años puedo “ver” los barcos que se alejan en alta mar o los que llegan cargados de esperanzas a los puertos de los pueblos de mi tierra. Pueblos en los que la gente vive indiferente esperando lo que no acaba de llegar y que algunos, ya cansados, creen que morirán sin verlo.Desde acá puedo mirar los ojitos tristes del niño parado detrás de una vidriera contemplando el juguete que desea y que sus padres no pueden comprarle porque cuesta más que todo el salario en pesos cubanos con los que le han pagado por un mes de trabajo, cualquiera que sea el oficio o la profesión que desempeñe en su puesto laboral.Qué más da cual sea el trabajo realizado si de todas formas el salario medio no alcanza para comprar un simple juguete a un niño que sueña con abrazar una pelota de verdad; una de esas pelotas grandes, llenas de franjas de colores, de esas que se ven tan bonitas reposando a los pies o en las manos de los turistas sin rostros definidos...Turistas que se ven en cualquier portada de revista o en cualquier folleto, donde se anuncian y hasta se venden los paquetes de turismo a las hermosas playas cubanas, a sus elegantes hoteles con sus lujosas piscinas construidas con todo el glamur de la modernidad sofisticada, rendidora del culto a la buena vida y a la magia de los sueños imposibles de alcanzar para la gran mayoría, los que se conocen como “cubanos de a pie”.Desde acá se puede ver la cara con la expresión marcada por la frustración del maestro que se esforzó inútilmente durante años creyendo que cumplía una misión sagrada, al querer educar al hombre nuevo, al "ser perfecto" para una sociedad perfecta, distinta a todas.El hombre nuevo, idealizado desde su concepción teórica como ser superior... Hombre nuevo carente de valores humanos, ciego defensor de una ideología que propicia el culto desmedido a la personalidad del líder. Ideología que sólo ha servido para esclavizar a pueblos y a sociedades enteras, y que hoy parece que muchos pueblos de América Latina se empeñan en abrazar y hasta se ufanan de copiar los moldes fidelistas impuestos en Cuba por más de cincuenta años. Ideología que ha creado un hombre nuevo hecho de arcilla, de la arcilla con la que se funden los mediocres los pusilánimes, los inactivos carentes de opiniones y de acciones propias, los indiferentes, los apáticos y los cómodos seguidores de consignas, los muertos en vida, buenos para nada.En Cuba el tal experimento del hombre nuevo del siglo XXI ha dado frutos negativos aunque por suerte para la humanidad, muchos se les escaparon de las manos a sus supuestos formadores o educadores. Los escapados son los que hoy forman las nuevas generaciones de cubanos dignos y los vemos por doquier, afanados, luchando por romper las cadenas con las que quisieron atarlos para privarlos de un mejor destino.Desde acá puedo ver esos rostros sin caretas enfrentados con dignidad a la realidad de la búsqueda del pan de cada día de una manera honrada y decorosa, sin doblegar la frente, sin complicidad ni miedos aunque actúen cautelosos para burlar las leyes absurdas impuestas por los amos entronizados en el poder por la fuerza desde hace medio siglo. Desde acá también observo que en ellos se vislumbra el amanecer de un nuevo día.Observo el panorama con sana envidia y con regocijo aplaudo sus pasos disfrutando a plenitud sus canciones atrevidas, sus cuadros, sus poemas, sus obras de teatro, sus retos cuestionando la vida cotidiana, algunos ya aprendieron a escribir sin miedos sobre el diario vivir de los cubanos publicando blogs que burlan la censura , y sobre todo, admiro y respeto a los cientos de presos en las ergástulas castristas que no se rinden y prefieren morir, para que se respeten los derechos humanos en Cuba, antes que mendingarle un perdón o hacer una “mea culpa” para que los liberen de sus condenas.Desde mi condición de exiliada puedo escuchar el silencio de las Damas de Blanco desfilando por las calles de La Habana o sus voces reclamando justicia frente al mundo. Siento un profundo respeto por ellas y desde acá, siento la urgencia de unir mi voz a sus reclamos, aunque no sepa como hacerlo, el caso es, por lo menos intentarlo.También puedo ver cómo han pasado los años y muchos ancianos hoy se arrepienten de su ceguera cuando, al compás de la sordina de las tardes mustias, se mecen en sus viejos sillones o permanecen sentados inermes en un viejo balcón o detrás de una ventana, mientras sus mentes vagan recorriendo los caminos transitados... Caminos que desde el comienzo han estado lleno de tropezones y de sufrimientos en los que se incluyen los fusilamientos, las condenas en los campos de la UMAP, los actos de repudio, la discriminación y la exclusión por falsos conceptos ideológicos y políticos, la separación de las familias, la muerte de los hijos, hermanos y sobrinos, en campos de batallas en países lejanos; el hambre y las carencias de las cosas más elementales... Caminos donde la falta de libertades civiles, las violaciones constantes de los sagrados derechos humanos, el odio, la envidia, los resentimientos, las frustraciones, la doble moral, la corrupción política y la represión, han terminado asfixiando a los seres humanos, condenándolos a una vida llena de vicisitudes y carencias, sin esperanzas de alcanzar mejores niveles de vida. Estoy segura que ni el más experto de los especialistas en estudios sociales, pudo imaginar alguna vez que se podría llegar a ese estado tan deplorable de miseria económica y humana, en un país que otrora fuera tan distinto, tan próspero y tan alegre.Muchas veces me domina la tristeza porque sé que hoy nuestro destino, sería diferente si todos nos hubiéramos unidos en el momento preciso, y nos hubiéramos enfrentado al monstruo desde un inicio.
Han pasado muchos años y aun recuerdo la firme decisión de mi hermano cuando me dijo: “Yo no te acompaño, yo me quedo. Ellos son los que sobran, ellos son los que tienen que irse”. Fui tonta al no entender aquel mensaje. Como muchos, hice lo más fácil. Quizás actué por egoísmo, por cobardía, por inmadurez, o por estupidez, sin saber que también al hacerlo, perdía mis derechos más elementales como ciudadana cubana. Les di el gusto de irme y dejarles a su disposición lo que por ley también me pertenece.
Han pasado los años y todo allá ha empeorado. Desde acá puedo decir que me siento mutilada. Que me duele ver como andan las cosas en mi patria y cómo desde aquí casi no puedo hacer nada por cambiarlas.Allá cada día la bestia es más salvaje castigando en las cárceles a los mas valientes, a los que se arriesgan a gritar a los cuatro vientos: “Queremos libertad, queremos que se respeten nuestros derechos humanos, queremos elecciones libres, queremos otros partidos políticos, queremos cambios, no queremos más autoritarismo, no queremos mas fidelismo ni socialismo, no queremos más dictaduras, queremos justicia paz y libertad en una Cuba con todos, por todos, y para todos los cubanos.”.No miento cuando digo que desde acá siento la carga de mi culpa y la de otros como yo. De nada vale lamentarse pero es de humanos hacer un recuento y pensar en lo vivido, comparar y dudar y hasta tener el valor de reconocer nuestros errores, aunque sea un poco tarde para empezar de nuevo.He llegado a la conclusión de que Ellos, los presos políticos, los dignos hijos de Cuba, están en esas celdas por nosotros, porque les fallamos, porque no estuvimos a su lado cuando más nos necesitaron, porque dejamos que fueran solos a cumplir sus injustas condenas. Hicimos lo que hacen otros millones que se tapan los ojos y los oídos para no ver lo que pasa. Somos culpables por nuestra indiferencia, por nuestra apatía y por el conformismo cobarde que nos ata y nos vuelve incapaces, y nos convierte en cómplices de quienes ostentan por la fuerza el poder.Pienso que somos victimas del miedo a inmolarnos, somos el resultado humano de quienes han vivido en la zozobra de no saber qué hacer o decir por temor al vecino o el familiar cercano que puede ser un informante delator. El temor impuesto por las represalias oscilantes entre el perder el empleo, y no tener donde ganarse los cuatro quilos prietos para comprar el mendrugo de pan que venden por la libreta de racionamiento, hasta ir preso, o ser fusilado si te juzgan y te declaran un enemigo o un traidor de tu pueblo.A veces me desesperan los días como hoy, cuando sintonizo la radio o la TV y escucho las noticias que hablan de estas verdades que llevo clavadas en el alma. Aunque quiera huir de mí misma y me empecine en creer que otros son los culpables, de mis y de nuestras desgracias, bien sé que nos moriremos de penas sin ver los ansiados cambios si todos seguimos atados a nuestras debilidades, a nuestros miedos, a nuestras frustraciones...Todo esto que hoy escribo he querido decirlo desde hace mucho tiempo, pero mis manos y mi voz se apretaban en mi pecho y mis neuronas no daban el salto necesario para romper las barreras del silencio. Ojala puedan entender que a pesar de los años y de las miles de cosas que hoy me separan de mi tierra, aun la recuerdo con amor y con una gran nostalgia. Nostalgia propia de los que añoramos nuestras raíces, de los que vivimos exiliados en tierras extrañas y todo nos resulta ajeno, como si estuviéramos de paso, viviendo en una latitud que no nos pertenece, que no es nuestra. Aunque asimilemos la cultura del país donde residimos, y nos adaptemos a las nuevas condiciones de vida, no hay formas de escapar de ese sentimiento de no pertenencia, de no identificación plena con lo que nos rodea. No hay formas de escapar de ese deseo de regresar al lugar de origen, al punto de partida donde iniciamos nuestras vidas.
Esperanza E Serrano
Fort Myers
Fl, 2009

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