Hoy tengo el absurdo sentado en mi costado: En la balanza
Estoy tratando de entender los augurios del pasado...
Hoy camino, desde mi distancia, con la esperanza
de encontrar una sombra que se me ha ido lejos,
no sé si será que se ha perdido con los reflejos,
de alguien que se va muriendo en lontananza,
al caminar en silencio, a través de los espejos..
Afuera se escucha el repique del campanario de la esquina,
_ Creo que se están escapando las palomas de los huertos_
No sé si abrir mi puerta y de una vez clavarme esta espina,
cuando descubra la ausencia de los barcos en los puertos.
No sé por qué me molestan tanto estos detalles
de las goteras que veo correr desde mi almohada.
No sé por qué tengo mi mente vacía, tan alborotada,
si ya sé que todo puede resumirse en esas calles...
Calles inocentes que gritan a los vientos: ¡Piedad!,
piedad para sí mismas; calles ausentes de vida,
desnudas de ellas mismas, y de ti y de mi y de la verdad
escondida, vestida de rejas, rebelde... perseguida...
Calles por donde caminan los cuerpos sin vida,
calles vestidas de harapos sin rostros definidos,
de tristes miradas detrás de las jabas prohibidas,
calles teñidas de miedos y de sueños perdidos.
Aceras repletas de mudos, ciegos y sordos carteles,
de barbas y boinas negras imponiendo ficticias victorias,
carteles barbudos, pegados en los famélicos anaqueles,
con las risas de los asesinos de todas las historias.
Sigo maniatada a la merced de este viento
que me llena de polvo y no tengo un plumero,
ni un trapo de colores para barrer este lamento
extraviado en estos huesos cansados que no quiero.
Afuera sigue la multitud callada y ya no llueve.
El vendaval se ha quedado detenido en la rutina,
con su arrogancia entronizado...¡No se mueve!
Son cincuenta años que no dobla la esquina.
Cincuenta años y no veo el final de esta corrida...
Sigo sentada con el absurdo a mi costado, esperando
una sonrisa, y en lo alto, una paloma blanca volando,
con un desfile de alegrías alumbrando la larga avenida.
¡Que termine esta noche que me tiene sin fuerzas!
¡Que termine el parto de la era que nos arrebató los sueños,
y esos rabos de nubes amontonando escombros pequeños,
y grandes dentro de los cómplices muros de las fortalezas.
y en las fachadas de las calles de silencio donde se pierden
las miríadas de injusticias paridas con el heredero del trono...
Desde mi balanza ya no sé qué pedirle al insensible Crono
para que termine este absurdo que mis labios muerden
por mi ausencia corriendo por un lejano y viejo anden
donde se quedaron mis reflejos de antaño prendidos;
cargados de culpas por el miedo y las dudas: Comprimidos.
Absurdos, absurdos...Absurdos de mis costados ofendidos...
Esperanza E. Serrano.
Florida, 2009
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