¿POR QUÉ PUTIN INVADIÓ UCRANIA?
Artículo de René Gómez Manzano 3/1/2022
9:15 PM. Publicado en CubaNet.
LA HABANA, Cuba. – Por fin se produjo la invasión ordenada por el dictador ruso Vladímir Putin en Ucrania. Con ese suceso se cumplió el triste pronóstico que hice en otro artículo publicado en este mismo diario digital. Para los que comparaban las advertencias que durante semanas hicieron los líderes occidentales a los gritos del niño que gritaba falsamente “¡que viene el lobo!”, hay que constatar que la fiera, en definitiva, sí atacó.
En la alocución que dedicó al asunto, el autócrata del Kremlin tergiversó ampliamente la historia del país invadido y las seculares relaciones mantenidas entre este y Rusia. Enardecido, Putin expresó: “Ucrania para nosotros no es solo un país vecino”. A lo que agregó: “ Es una parte integral de nuestra propia historia, cultura, espacio espiritual”.
Con desfachatez infinita, siguió mintiendo: “Comenzaré con el hecho de que la moderna Ucrania fue total y completamente creada por Rusia, más precisamente por la Rusia bolchevique comunista”. ¡Valiente defensor se han buscado los genocidas rojos más conocidos en la historia no por sus nombres, sino por sus alias delincuenciales de “Lenin” y “Stalin”!
Nada dijo Putin sobre el Holodomor (palabra ucraniana que significa “exterminio por hambre”). Se trató de un plan genocida científicamente diseñado por los comunistas soviéticos bajo órdenes de Stalin. Su objetivo era erradicar a los campesinos ucranianos (que eran muy prósperos, dada la gran fertilidad de sus tierras); de paso, castigarlos por sus ansias de independencia y su rechazo a la brutal colectivización de la agricultura. La operación se saldó con la muerte de varios millones de seres humanos.
En su tergiversación descarada de la historia, Putin no aludió a las luchas seculares de los ucranianos para constituirse en un Estado independiente, desde los tiempos de Iván Mazepa, en el tránsito del siglo XVII al XVIII. Tampoco a la separación de Rusia declarada por el país en 1918, ni a un hecho elocuentísimo: ¡En 1991, más del 93% de los habitantes de Ucrania votó a favor de la creación de un Estado soberano!
Pero más allá de las desvergonzadas tergiversaciones históricas perpetradas por el actual inquilino del monumental Kremlin moscovita para justificar su agresión, debemos prestar atención a sus afirmaciones más vinculadas con el momento actual: Aquí conviene resaltar su alusión a la necesidad de “desnazificar” a Ucrania.
Traducido al castellano, esto significaría que, en el mejor de los escenarios posibles, Putin pretende reemplazar el actual gobierno de Kiev por otro que esté plegado a los dictados de Moscú. En el peor de los casos, la pretensión putinesca sería borrar del mapamundi a la República de Ucrania (¿como un primer paso para el restablecimiento de la Unión Soviética?). Esto es lo que indican sus ominosas palabras ya mencionadas y su afirmación sobre que ese país “nunca tuvo una tradición de Estado genuino”.
Aquí se impone la pregunta: ¿Por qué Ucrania? Un comentarista de las redes aludía a la importancia del país. Si tomamos en cuenta solo los Estados “genuinamente europeos” (excluyendo, pues, a Rusia, que tiene la mayor parte de su territorio en Asia), se trataría del país más extenso del Viejo Continente. Es también uno de los que mayor población posee.
Esas afirmaciones son absolutamente ciertas. Pero no creo que sea esa la causa última del actual espasmo imperial de Putin. Tampoco debemos buscar esa motivación en lo que el embajador de Rusia ante las Naciones Unidas, exagerando hasta el absurdo cualquier pequeño acto xenófobo aislado que algún nacionalista ucraniano exaltado haya podido realizar, llamó un “genocidio flagrante”.
Actos análogos a esos han tenido lugar en diversas repúblicas exsoviéticas que cuentan con apreciables bolsones de población rusoparlante. Es lo que sucede, por ejemplo, en los países bálticos. Allí, como resultado de los desplazamientos de población escenificados en la era soviética, hay zonas (como Narva, tercera ciudad de Estonia) en las que resulta casi imposible escuchar alguna conversación que no sea en el idioma de Pushkin.
A los rusoparlantes les desagrada tener un nivel de vida inferior al del resto de la población. Se sienten molestos porque, para ser reconocidos como ciudadanos, necesitan aprobar un examen en el que demuestren conocimientos —siquiera elementales— de la lengua autóctona. Pero aceptan con satisfacción (como era de suponer) el vivir mejor que sus homólogos residentes en la misma Rusia.
Putin no piensa en invadirlos. Verdad es que se trata de Estados miembros de la OTAN. Atacarlos a ellos equivaldría a meterse también con Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania… Pero es que, más allá de ese poderoso elemento disuasorio, ni Estonia, ni Letonia, ni Lituania representan una amenaza para el régimen de Putin.
En el imaginario del mayor país eslavo, ellas se ven como algo extraño, exótico, no ruso. Con Ucrania no pasa lo mismo. No es mentira que esos eslavos sudorientales han sostenido lazos seculares con sus homólogos del Nordeste. Sus idiomas (como sucede con el castellano y el portugués) se parecen tanto que para alguien que hable ruso no resulta difícil seguir el hilo de una conversación en ucraniano. También es verdad que, durante siglos, unos y otros han convivido dentro del mismo Estado.
En esas circunstancias, una Ucrania independiente, democrática y próspera en los marcos de la Unión Europea, representaría un “mal ejemplo” para los rusos. El gobierno de Putin, aunque de dientes para afuera acepta el multipartidismo, en realidad violenta y manipula las instituciones democráticas, al extremo de haber convertido sus “elecciones” en una farsa grotesca, cuyo único fin es ungir y perpetuar el régimen autoritario de Putin.
Tampoco resiste comparación un gobierno que proclama e implementa su respeto por los derechos humanos (como el de Kiev), con el de Putin, que los viola a diestra y siniestra. Esto lo han demostrado los repetidos envenenamientos de opositores, que en algunos casos han desembocado en la muerte de la víctima; y en otros, como el del líder opositor Alexéi Navalny (hoy preso de conciencia), han provocado la indignación y la condena mundiales ante la tentativa de asesinato y la impunidad de los autores.
Esa es —creo— la razón última de la ojeriza que el dictador Putin siente por el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Es tanto su odio y su temor por que el “mal ejemplo” cunda en Rusia, que no ha vacilado ante una aventura bélica que, de producirse una enérgica resistencia de los agredidos, pudiera conducir también a la quiebra de su régimen de opresión, continuismo, corrupción y crimen.
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René de Jesús Gómez Manzano, (La Habana, 19 de diciembre de 1943
Excelente artículo por sus detalles históricos que aclaran las causas de la invasión Rusa a Ucrania.
René es un abogado y disidente cubano con una larga historia como periodista independiente y luchador anticastrista. Actualmente es Presidente de la Corriente Agramontista...Coautor del documento "La Patria es de Todos".
Pd. René, Participó como abogado defensor en la causa que nos llevó a prisión a los miembros del ejecutivo del M.I.D. En el año 1989.
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