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lunes, 4 de agosto de 2014

Carta abierta de jóvenes cubanos al Papa Francisco






En estos días  ha comenzado a circular entre los católicos cubanos una carta muy crítica con el gobierno de la isla y con  la actitud de la Iglesia Católica Cubana, que cinco jóvenes del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) hicieron llegar al Santo Padre a través de la familia del destacado líder opositor Oswaldo Payá.
Los firmantes son jóvenes católicos de entre 24 y 29 años, egresados de distintos centros de Educación Superior de Cuba.

“El temor es ridículo, y puede servir de arma a los enemigos de la libertad”.
Venerable P. Félix Varela


Su Santidad, Papa Francisco:

Nos dirigimos a usted con sumo respeto, cariño y agradecidos por el tiempo que ha destinado a leer esta carta.
Somos jóvenes católicos cubanos que cada día hacemos el intento de responder a los clamores que brotan y salpican nuestra conciencia desde la áspera realidad de nuestra Cuba amadísima. Desde los albores de nuestra juventud ingresamos a las filas del Movimiento Cristiano Liberación (MCL), un movimiento cívico - pacífico que inspirado en el humanismo cristiano y en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, ha buscado por más de 25 años la liberación que Cuba quiere y necesita.
Amamos a la Iglesia, hemos crecido en sus predios bajo el influjo de la espiritualidad ignaciana. Por tal razón acudimos a Usted con la intención de manifestarle nuestro dolor y preocupación por cómo algunos Obispos cubanos rodeados de laicos pro-oficialistas, entre otros con particulares privilegios, se pronuncian y actúan a nombre de la Iglesia ante el drama humano que hemos vivido los cubanos por más de medio siglo.
Cada vez más espacios eclesiales derivan en una caricatura de lo plural, para serlo sólo en el sustrato de fondo y el denominador común de legitimar al gobierno, de pedir más votos de confianza para la junta político-militar que gobierna dictando y esperar que el nuevo ¨líder¨ sucesor en la dinastía de los hermanos Castro enmiende los ¨errores justificados¨ de 55 años de desgobierno y un país devastado, en la omisión cómplice a las diarias violaciones a los derecho humanos y las acciones represivas despóticas e impunes de la Seguridad del Estado contra la oposición pacífica, en mendigar tímidas reformas sin transparencia y así poder nadar en todas las aguas, en la indefinición y el lenguaje confuso que decora y maquilla para no llamar claras realidades por su nombre, y aun así auto presentarse como auténticos practicantes del diálogo y tendedores de puentes.
Quizás haya que recordarles a nuestros pastores que tanto para dialogar como para mediar se requiere identidad clara e indispensable autonomía para poder expresarla sin ambages en la búsqueda colegiada de la verdad con los otros, apertura y reconocimiento a todas las partes, dosis adecuadas de moderación, pero con transparencia, rigor y respeto por la verdad. Y esto, en una dictadura enquistada en más de cinco décadas de absolutismo, siempre cuesta, y solo lo hacen bien quienes logran superar los miedos conquistando la libertad interior en el absoluto desprendimiento de no tener nada que proteger y nada que ambicionar.
Los que conocemos desde dentro y bastamente la realidad de la Iglesia en Cuba, sabemos que desde los salones del Palacio Apostólico habanero se establece el rejuego político y las prácticas excluyentes de la Iglesia, y que su confusa política sin carácter ni constancia, de tira y encoje, de coqueteos e intercambio de guiños, de la peor diplomacia consistente en sacrificar la integridad de la verdad llana y desnuda dicha con el único presupuesto del debido respeto para sustituirla por elogios forzados a fin de darse el permiso de una crítica que ni siquiera toca fondo, y así mantener el equilibrio en la balanza, tiene el sello del ilustre purpurado que lo habita. Está atada a los mismos temores, presiones, chantajes, compromisos, sentido del límite, protección de intereses y pactos tácitos o explícitos, que marcan su relación actual con el Estado, cuyo timonel ha sido, durante décadas, el cardenal Ortega.
Sujetos a los vaivenes de esta complejísima relación, la precaria autonomía de las publicaciones católicas y los centros de formación al servicio de laicos y consagrados, está mucho más allá de la presumible buena voluntad de sus realizadores y los convierte en voceros no ya del Arzobispo, sino de quien domina en aquella relación, los mismos que permiten que sigan existiendo y circulando, mientras no sobrepase el umbral de tolerancia o en última instancia, deje de servir, a la larga, a sus denostables propósitos. La disyuntiva es clara: o se enajenan de la realidad proscribiendo el tema socio-político como un tabú, en un país donde nada es apolítico, sino más bien profundamente politizado e ideologizado, o reclaman insumos de apoyo al Cambio-Fraude impulsado por el gobierno. ¿De qué pretenden convencernos ahora? Si es el propio Raúl Castro el que habla de sus propias reformas aclarando que son para más Socialismo, y los cubanos sabemos muy bien qué significa eso. Además, ¿alguien nos ha preguntado como ciudadanos, si lo que queremos hoy es más Socialismo? ¿Y cuál Socialismo? ¿Cómo nos quieren convencer, a los cubanos que vivimos dentro y fuera de Cuba sufriendo exclusiones y desventajas, que están avanzando en la implementación de leyes que nos permitan reencontrarnos como quisiéramos? ¿Que este marco actual de opresión, sin derechos ni trasparencia, es el camino de la transición? ¿De cuál transición se trata? La gradualidad sólo tiene sentido si hay perspectivas trasparentes de libertad y derechos. No hablen más por el pueblo, queremos que se alce y escuche nuestra propia voz. No basta con que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba: lo primero es que Cuba se abra a los propios cubanos. Pactar con nuestros gobernantes, como han hecho muchos gobiernos e instituciones democráticos, sin importar que ellos no representen a la ciudadanía, es perpetuar la opresión.
Basta de decidir y pensar por mí e imponerme una ideología de Estado que no me representa. Basta de obligarme a jugar la farsa política pasando por encima de mis principios y condición de hombre libre, bajo la amenaza de perderlo todo: estudios, trabajo, a veces la familia y los amigos, también la libertad y hasta la vida. Por eso es el miedo el principio rector de esta sociedad, el miedo y la mentira; y sostener una sociedad de máscaras y simulación durante décadas crea hombres débiles, esquivos, de verdades a medias, incapaces de hacerle frente y ponerle nombre al mal que nos corroe por dentro. Así vivimos los cubanos.
Quisiéramos que la Iglesia que peregrina en Cuba se atreviera a echar los mercaderes del templo, a los que en virtud de pactos tácitos posponen el cuidado de la persona ante la significación abstracta de los números. Quisiéramos una iglesia dispuesta a no aceptar como privilegio, lo que se le debe reconocer a título de derecho, a cambio de su silencio. Una iglesia que con su voz profética y su testimonio de vida en la verdad en una sociedad carcomida por una cultura del miedo y la mentira, comparta la cruz de la incomprensión, la soledad, la humillación, las privaciones, las calumnias y persecuciones que sufrimos los que nos hemos propuesto romper con el vicio del autoengaño devenido en demencia colectiva. Una iglesia que no se ufane de tener sus bancos saturados de cómoda mediocridad; de arrastrar multitudes tras imágenes que no salvan, capaces de despertar poco más que epidérmicas devociones, mientras lo más precioso de su identidad se diluye y licúa en una seudo-religión de masas; de recuperar espacios e inmuebles para la misión, para luego, con la confianza puesta más en los medios humanos que en Dios y el oportunísimo esplendor de su mensaje, anunciar un seudo-Evangelio privado de su contenido moral y social más iluminador para nuestro pueblo, por ser considerado demasiado ¨subversivo¨ contra el orden establecido. Una iglesia que remueva las conciencias anestesiadas por el temor y la costumbre, ante la irracionalidad, la disfuncionalidad y el absurdo impuestos por un longevo poder absoluto y arbitrario, porque confronte a cada hombre invitándolo a contemplarse en el espejo de la vida y obra de Jesús de Nazaret. Una iglesia que volviendo a creer en el valor de la pobreza, de lo poco, lo pequeño, lo gradual, lo débil, lo anónimo, ofrezca en sus comunidades pequeñas, pero de cristianos coherentes y llenos de ardor, algo fascinantemente diferente y poderosamente cautivador, y ya no más de lo mismo que pulula en los ambientes viciados.
Esa iglesia, encarnada y solidaria, la hemos tenido por años en las personas de algunos valientes y excepcionales obispos, en incontables sacerdotes, religiosas y misioneros, muchos de los cuales hemos visto partir con dolor: desterrados, despedidos por obispos y superiores, o renunciando voluntariamente antes de someterse a reglas pervertidas y pervertidoras. Es esa iglesia menguante y en peligro de extinción la que ha obrado auténticos milagros, gracias a la cual todavía jóvenes y familias como nosotros optamos por permanecer, asumiendo peligros y privaciones, resistiendo cada día la tentación de sumarnos al éxodo masivo de un pueblo que huye en estampida a cualquier parte donde pueda tener una vida más digna, un trabajo honrado, conocer la libertad, luchar por sus sueños, aspirar a la prosperidad y a la felicidad. Esa Iglesia nos reveló con su vida y no sólo con sus discursos, el significado profundo y las implicaciones personales de los misterios centrales de nuestra fe: la Encarnación, el Calvario, la Pascua, la Resurrección. En ella advertimos cómo podíamos ser realmente sacerdotes, profetas y reyes. Porque de esa iglesia aprendimos a buscar y desear la voluntad de Dios como nuestro mayor tesoro, hoy todavía nos atrevemos a nadar contra corriente desoyendo aun los consejos cercanos de voces amigas, a veces susurradas en los propios templos y sacristías, incluso de quienes deben hablar en nombre de Dios, hasta los gritos desesperados de nuestras madres angustiosas, que nos imploran renunciar, huir, escapar, ocuparnos solo de nosotros y de nuestras familias, con mil argumentos incontestables desde el llano pragmatismo de los hechos y los cálculos de fuerza, o componiendo acrobáticas argucias con supuestas razones de fe que terminan desvaneciéndose a los pies del Crucificado. Porque esa iglesia nos enseñó a creer contra toda evidencia y a esperar contra toda esperanza, hoy nuestra vida quiere seguir siendo una respuesta a la pregunta y a la llamada de Dios: ¿dónde están estos responsables?, para continuar siendo, al menos, una voz en el desierto, una luz en la oscuridad, un signo de esperanza, en medio de la aparente esterilidad, a pesar del agobio y del cansancio. Porque los cubanos necesitamos la ayuda de Jesús en la Cruz para mirar con amor estos cincuenta años donde se nos ha oprimido psicológica y físicamente, y atrevernos a decir: ¡Ya no más!
Los cubanos necesitamos una iglesia que nos ayude a vencer el miedo. El miedo que es origen de la desidia y la desesperanza que embarga a los jóvenes y a la sociedad en su conjunto. Necesitamos una iglesia que nos ayude a dar los primeros pasos de la Liberación, esos primeros pasos que siempre empiezan en la persona y terminan por ser un grito más fuerte que uno mismo y que es preciso compartir.
Una iglesia servidora tiene que ser un espacio de libertad, donde la reconciliación no se convierta en amnesia histórica disfrazada de bondad de los justos. Tiene que ser el lugar de la libre expresión, no para hacer política en el templo, sino para encontrar las palabras que cuenten nuestra historia desde abajo, sin las cifras victoriosas, intentando que la memoria sea reconstruida. Necesitamos una iglesia Madre, que trabaje por la verdad sin ambigüedades, que no confunda el amor a los enemigos con el oportunismo político. Una iglesia que nos ayude a nombrar este dolor para ofrecerlo y actuar, sin que nos quiten la voz.
¡Cuente con nosotros Santo Padre! ¡Dios lo bendiga y lo guarde! Un fuerte abrazo desde el Caribe,
Erick Alvarez Gil, 28 años,
Ingeniero en Telecomunicaciones y Electrónica, parroquia San Francisco de Paula.
Anabel Alpízar Ravelo, 29 años,
Licenciada en Comunicación Social, expulsada de su trabajo, capilla Jesús María.
Luis Alberto Mariño Fernández,
27 años, Licenciado en Composición Musical, parroquia Salvador del Mundo.
María de Lourdes Mariño Fernández,
29 años, Licenciada en Historia del Arte, parroquia Salvador del Mundo.
Manuel Robles Villamarín,
24 años, Técnico informático, expulsado de la universidad, parroquia Siervas de María.
Tomado de:
https://www.facebook.com/uncubano.libre/posts/362128933938795:0
Un Cubano Libre.

sábado, 9 de mayo de 2009

Hoy quiero decirles que...

Hoy quiero decirles que... Desde acá, desde esta vieja ciudad donde vivo exiliada desde hace años puedo “ver” los barcos que se alejan en alta mar o los que llegan cargados de esperanzas a los puertos de los pueblos de mi tierra. Pueblos en los que la gente vive indiferente esperando lo que no acaba de llegar y que algunos, ya cansados, creen que morirán sin verlo.Desde acá puedo mirar los ojitos tristes del niño parado detrás de una vidriera contemplando el juguete que desea y que sus padres no pueden comprarle porque cuesta más que todo el salario en pesos cubanos con los que le han pagado por un mes de trabajo, cualquiera que sea el oficio o la profesión que desempeñe en su puesto laboral.Qué más da cual sea el trabajo realizado si de todas formas el salario medio no alcanza para comprar un simple juguete a un niño que sueña con abrazar una pelota de verdad; una de esas pelotas grandes, llenas de franjas de colores, de esas que se ven tan bonitas reposando a los pies o en las manos de los turistas sin rostros definidos...Turistas que se ven en cualquier portada de revista o en cualquier folleto, donde se anuncian y hasta se venden los paquetes de turismo a las hermosas playas cubanas, a sus elegantes hoteles con sus lujosas piscinas construidas con todo el glamur de la modernidad sofisticada, rendidora del culto a la buena vida y a la magia de los sueños imposibles de alcanzar para la gran mayoría, los que se conocen como “cubanos de a pie”.Desde acá se puede ver la cara con la expresión marcada por la frustración del maestro que se esforzó inútilmente durante años creyendo que cumplía una misión sagrada, al querer educar al hombre nuevo, al "ser perfecto" para una sociedad perfecta, distinta a todas.El hombre nuevo, idealizado desde su concepción teórica como ser superior... Hombre nuevo carente de valores humanos, ciego defensor de una ideología que propicia el culto desmedido a la personalidad del líder. Ideología que sólo ha servido para esclavizar a pueblos y a sociedades enteras, y que hoy parece que muchos pueblos de América Latina se empeñan en abrazar y hasta se ufanan de copiar los moldes fidelistas impuestos en Cuba por más de cincuenta años. Ideología que ha creado un hombre nuevo hecho de arcilla, de la arcilla con la que se funden los mediocres los pusilánimes, los inactivos carentes de opiniones y de acciones propias, los indiferentes, los apáticos y los cómodos seguidores de consignas, los muertos en vida, buenos para nada.En Cuba el tal experimento del hombre nuevo del siglo XXI ha dado frutos negativos aunque por suerte para la humanidad, muchos se les escaparon de las manos a sus supuestos formadores o educadores. Los escapados son los que hoy forman las nuevas generaciones de cubanos dignos y los vemos por doquier, afanados, luchando por romper las cadenas con las que quisieron atarlos para privarlos de un mejor destino.Desde acá puedo ver esos rostros sin caretas enfrentados con dignidad a la realidad de la búsqueda del pan de cada día de una manera honrada y decorosa, sin doblegar la frente, sin complicidad ni miedos aunque actúen cautelosos para burlar las leyes absurdas impuestas por los amos entronizados en el poder por la fuerza desde hace medio siglo. Desde acá también observo que en ellos se vislumbra el amanecer de un nuevo día.Observo el panorama con sana envidia y con regocijo aplaudo sus pasos disfrutando a plenitud sus canciones atrevidas, sus cuadros, sus poemas, sus obras de teatro, sus retos cuestionando la vida cotidiana, algunos ya aprendieron a escribir sin miedos sobre el diario vivir de los cubanos publicando blogs que burlan la censura , y sobre todo, admiro y respeto a los cientos de presos en las ergástulas castristas que no se rinden y prefieren morir, para que se respeten los derechos humanos en Cuba, antes que mendingarle un perdón o hacer una “mea culpa” para que los liberen de sus condenas.Desde mi condición de exiliada puedo escuchar el silencio de las Damas de Blanco desfilando por las calles de La Habana o sus voces reclamando justicia frente al mundo. Siento un profundo respeto por ellas y desde acá, siento la urgencia de unir mi voz a sus reclamos, aunque no sepa como hacerlo, el caso es, por lo menos intentarlo.También puedo ver cómo han pasado los años y muchos ancianos hoy se arrepienten de su ceguera cuando, al compás de la sordina de las tardes mustias, se mecen en sus viejos sillones o permanecen sentados inermes en un viejo balcón o detrás de una ventana, mientras sus mentes vagan recorriendo los caminos transitados... Caminos que desde el comienzo han estado lleno de tropezones y de sufrimientos en los que se incluyen los fusilamientos, las condenas en los campos de la UMAP, los actos de repudio, la discriminación y la exclusión por falsos conceptos ideológicos y políticos, la separación de las familias, la muerte de los hijos, hermanos y sobrinos, en campos de batallas en países lejanos; el hambre y las carencias de las cosas más elementales... Caminos donde la falta de libertades civiles, las violaciones constantes de los sagrados derechos humanos, el odio, la envidia, los resentimientos, las frustraciones, la doble moral, la corrupción política y la represión, han terminado asfixiando a los seres humanos, condenándolos a una vida llena de vicisitudes y carencias, sin esperanzas de alcanzar mejores niveles de vida. Estoy segura que ni el más experto de los especialistas en estudios sociales, pudo imaginar alguna vez que se podría llegar a ese estado tan deplorable de miseria económica y humana, en un país que otrora fuera tan distinto, tan próspero y tan alegre.Muchas veces me domina la tristeza porque sé que hoy nuestro destino, sería diferente si todos nos hubiéramos unidos en el momento preciso, y nos hubiéramos enfrentado al monstruo desde un inicio.
Han pasado muchos años y aun recuerdo la firme decisión de mi hermano cuando me dijo: “Yo no te acompaño, yo me quedo. Ellos son los que sobran, ellos son los que tienen que irse”. Fui tonta al no entender aquel mensaje. Como muchos, hice lo más fácil. Quizás actué por egoísmo, por cobardía, por inmadurez, o por estupidez, sin saber que también al hacerlo, perdía mis derechos más elementales como ciudadana cubana. Les di el gusto de irme y dejarles a su disposición lo que por ley también me pertenece.
Han pasado los años y todo allá ha empeorado. Desde acá puedo decir que me siento mutilada. Que me duele ver como andan las cosas en mi patria y cómo desde aquí casi no puedo hacer nada por cambiarlas.Allá cada día la bestia es más salvaje castigando en las cárceles a los mas valientes, a los que se arriesgan a gritar a los cuatro vientos: “Queremos libertad, queremos que se respeten nuestros derechos humanos, queremos elecciones libres, queremos otros partidos políticos, queremos cambios, no queremos más autoritarismo, no queremos mas fidelismo ni socialismo, no queremos más dictaduras, queremos justicia paz y libertad en una Cuba con todos, por todos, y para todos los cubanos.”.No miento cuando digo que desde acá siento la carga de mi culpa y la de otros como yo. De nada vale lamentarse pero es de humanos hacer un recuento y pensar en lo vivido, comparar y dudar y hasta tener el valor de reconocer nuestros errores, aunque sea un poco tarde para empezar de nuevo.He llegado a la conclusión de que Ellos, los presos políticos, los dignos hijos de Cuba, están en esas celdas por nosotros, porque les fallamos, porque no estuvimos a su lado cuando más nos necesitaron, porque dejamos que fueran solos a cumplir sus injustas condenas. Hicimos lo que hacen otros millones que se tapan los ojos y los oídos para no ver lo que pasa. Somos culpables por nuestra indiferencia, por nuestra apatía y por el conformismo cobarde que nos ata y nos vuelve incapaces, y nos convierte en cómplices de quienes ostentan por la fuerza el poder.Pienso que somos victimas del miedo a inmolarnos, somos el resultado humano de quienes han vivido en la zozobra de no saber qué hacer o decir por temor al vecino o el familiar cercano que puede ser un informante delator. El temor impuesto por las represalias oscilantes entre el perder el empleo, y no tener donde ganarse los cuatro quilos prietos para comprar el mendrugo de pan que venden por la libreta de racionamiento, hasta ir preso, o ser fusilado si te juzgan y te declaran un enemigo o un traidor de tu pueblo.A veces me desesperan los días como hoy, cuando sintonizo la radio o la TV y escucho las noticias que hablan de estas verdades que llevo clavadas en el alma. Aunque quiera huir de mí misma y me empecine en creer que otros son los culpables, de mis y de nuestras desgracias, bien sé que nos moriremos de penas sin ver los ansiados cambios si todos seguimos atados a nuestras debilidades, a nuestros miedos, a nuestras frustraciones...Todo esto que hoy escribo he querido decirlo desde hace mucho tiempo, pero mis manos y mi voz se apretaban en mi pecho y mis neuronas no daban el salto necesario para romper las barreras del silencio. Ojala puedan entender que a pesar de los años y de las miles de cosas que hoy me separan de mi tierra, aun la recuerdo con amor y con una gran nostalgia. Nostalgia propia de los que añoramos nuestras raíces, de los que vivimos exiliados en tierras extrañas y todo nos resulta ajeno, como si estuviéramos de paso, viviendo en una latitud que no nos pertenece, que no es nuestra. Aunque asimilemos la cultura del país donde residimos, y nos adaptemos a las nuevas condiciones de vida, no hay formas de escapar de ese sentimiento de no pertenencia, de no identificación plena con lo que nos rodea. No hay formas de escapar de ese deseo de regresar al lugar de origen, al punto de partida donde iniciamos nuestras vidas.
Esperanza E Serrano
Fort Myers
Fl, 2009