La pelea por La Casona,
la residencia oficial del presidente de Venezuela y su familia, según
reza en la Constitución, ha llegado a su capítulo más intenso desde la
muerte del presidente Hugo Chávez hace ocho meses. Sus hijas siguen
instaladas allí, lo que ha provocado diversos altercados con el actual jefe del Estado,
Nicolás Maduro, y su mujer, Cilia Flores. Y es que el nuevo presidente
venezolano no ha podido ocupar todavía esta residencia desde su toma de
posesión el pasado 19 de abril. Maduro duerme algunas noches en el Cuartel de la Montaña,
junto a la tumba de Chávez, para que el espíritu de su antecesor le
inspire, tal y como ha reconocido en sus apariciones televisivas. Otras
lo hace con la «primera combatiente» –como se acostumbra a llamar a su
mujer Cilia–, en otra residencia oficial: La Viñeta.
Las hijas, Rosa Virginia y María Gabriela Chávez, con sus
respectivas familias ya vivían en La Casona cuando Chávez era
presidente, aunque no deberían haberlo hecho porque la ley se lo impedía
al ser las dos mayores de edad y tener sus propios recursos. También por ley deberían haber desalojado la residencia presidencial desde el mismo momento en que juró el nuevo mandatario, Nicolás Maduro.
Sin embargo, ninguna de las dos hijas parece tener prisa por mudarse
del que fue su hogar durante los últimos 15 años. Tiempo suficiente
para acostumbrarse a los privilegios, la buena vida y el lujo de una
mansión decorada con muebles caros, obras de arte y varias decenas de
empleados, entre personal de servicio y miembros del cuerpo de
seguridad.
Parece que las hijas de Chávez son alumnas aventajadas del viceministro para «la felicidad suprema»,
nombrado hace dos semanas, para dedicarse al gozo infinito del pueblo.
Para ellas ha sido suficiente con usurpar los bienes e inmuebles de la
nación, como si fueran propios. Maduro empieza a estar bastante molesto y
ha ordenado ya que se trasladen a una de las casas de la urbanización
Fuerte Tiuna donde viven altos cargos chavistas (miembros del gabinete,
ministros, diputados, oficiales de las Fuerza Armadas bolivarianas) y
donde también se ubica el Ministerio de Defensa.
La primera dama, molesta
Pero aún no se ha visto movimiento de mudanza por parte de
las hijas de Chávez. Se presume que lo harán poco a poco, sin prisas,
para mayor molestia de Cilia Flores,
la nueva primera dama de la República Bolivariana, que ha hecho valer
su posición desde que se casó oficialmente con Maduro en junio pasado.
Parece ser que es ella la que más ha presionado a Nicolás Maduro para
que ambos puedan disfrutar de La Casona.
Rosa Virginia, la hija mayor del difunto, tiene dos hijos
con Jorge Arreaza, yerno de Chávez y designado por Maduro vicepresidente
de la República. La relación conyugal parece que ha naufragado. Rosa Virginia se ha separado de Arreaza y lo ha echado de La Casona, según afirmaron fuentes solventes consultadas por ABC. Arreaza negocia alguna Embajada para alejarse del país y de Rosa Virginia.
La segunda hija de Chávez, María Gabriela, es tan decidida y pragmática
como su hermana mayor. Su cuenta de Twitter @Maby80 lo dice todo. Ha
pasado de un romance a otro con la velocidad del rayo y le cuesta dejar la «dolce vita» que ha llevado hasta ahora. No se le conoce ninguna actividad profesional.
Lo cierto es que las hijas de Chávez han tenido
desavenencias con Maduro. En un homenaje al fallecido, no figuraron en
los actos que se le dedicaron en el Cuartel de la Montaña. Las hijas
rechazan los esoterismos de Maduro cuando se refiere a Chávez, eso de
que su espíritu se le aparece como un pajarito es difícil de digerir...
pero no justifica que se eternicen en La Casona.
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