Hoy es uno de esos días en que me he levantado con el corazón "hecho talco". En días como hoy ni yo misma me entiendo. Debería estar feliz y sin embargo estoy triste. No sé si son los años, o si es que extraño mi juventud perdida, en aquella isla que me vio nacer y de la cual tuve que partir un día porque la guerra psicólogica que me perseguía se me hizo insoportable y porque no quería que mis hijas heredaran tantas angustias.
De jovencita "gótica" de nariz respingada que protestaba por todo y se burlaba de la cabezota descomunal de Osvaldo Dorticós, y de otros muchos titeres que desfilaban por La Habana, de muchachita atrevida que se reía amargamente por no llorar de impotencia, ante todas las mentiras que publicaba la prensa, pasé a ser, con el paso del tiempo, la mujer problemática, que no aceptaba ni una charla y mucho menos sobre mentalidad de consumo; charlas tan de modas y siempre impartidas por dirigentes comunistas, o por cuantos oportunistas querian subir a toda costa. ¿Cómo tener mentalidad de consumo en una sociedad donde todo escasea? Además, Nunca tuve un familiar o amistades en el extranjero que me enviaran, aunque fuera, un pañuelo de seda o cinco dolares al final del año.
Oriental discriminada defendí mis derechos como cubana a estudiar en la Universidad que había sido declarada "para todos". Confieso que no fue fácil compartir con muchos de los que allí estudiaban. Interpuse una barrera entre ellos y yo, aunque, confiesoque, muchas veces estuve a punto de arrancarle la cabellera a mas de una cabeza hueca, suerte que me contuve y no llegué a tanto. No obstante, en la Escuela de Letras y Artes de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la Habana , allá por el año 1973, cuando por mis resultados académicos me analizaron entre las posibles candidatas para entrar en las filas de la UJC, denegaron toda posibilidad y como conclusiones me colgaron un cartelito muy de moda: "Diversionista idelógica, revisionista, rebelde sin causa. Cartelito que asumí con dignidad y disfruté hasta el dia 13 de febrero de 1997 en que sali de Cuba.
Bien saben los que me conocieron allá, cuánto me aproveché de esa condición de problematica y de conflictiva ideologica, para manifestar en todo momento y en cualquier lugar sin importarme las consecuencias, lo que sentía, porque de cualquier manera, alli yo era poco menos que un cero a la izquierda.
No sé por qué si tengo tan malos recuerdos de mi patria (no solo por mis experiencias personales, por todo lo malo que viví y por todas las injusticias que presencié y no pude evitar) aun no puedo acostumbrarme a vivir lejos de ella. ¿Será que soy masoquista? No lo sé. Aqui he vivido y vivo mejor que allá. Tengo más cosas materiales, comodidades, oportunidades y facilidades que las que allá tuve, y ni siquiera podía soñar tenerlas. Aqui, hasta me doy el lujo de criticar abiertamente al presidente de los Estados Unidos, y a todos los politicos que considero errados. Publico en mis blogs lo que me da el deseo, sin que nadie me sensure, mientras que en Cuba, solo si usaba un seudónimo me publicaban unas líneas de carácter cultural en el periódico local.
En los concursos de literatura ni siquiera me pasaba por la mente participar con mi nombre. Mis poemas cursis que hablan del amor y de los sentimientos nobles u obscuros de los seres humanos y de las cosas cotidianas, sencillas e irrelevantes, siempre fueron menospreciados. Confieso que esas criticas menospreciativas nunca me hicieron mella porque nunca he pretendido vivir de la literatura, ni aqui, ni alla (me falta tiempo y talento para ello). Pero, como soy tan testaruda antes de salir, les colé un cuento para niños adultos que un jurado, que no me conocía, cometió el error de otorgarle el Primer Premio y la especialista de literatura de la Isla de la Juventud lo usó como modelo en los talleres literarios, ingenuamente sin saber que luego sería condenada por usar un texto escrito por una proscrita, declarada apatrida constitucionalmente. Mi cuento: La niña, el zunzún y los duendes, lo conservo como una buena experiencia porque, de alguna manera, logré burlarme de los que tanto daño me hicieron.
Muchos son los recuerdos amargos que aun conservo en mi memoria sobre mis años y experiencias laborales en Educacion, en el ICRT y en Cultura allá, en la rebautizada Isla de la Juventud, apendice como muncipio especial de la isla grande.
Perdonen mis lectores por esta descarga, pero hoy estoy en bronca conmigo misma y de alguna manera tengo que combatir esta tristeza que solo sabe reclamar que, a pesar de todo, sigo amando a mi patria, a mi terruño natal, al que quizás nunca más vuelva a pisar...
Esperanza, te comprendo.
ResponderEliminarA mi me sucede algo parecido. Durante mas de 15 annios fui rastrero y "traficante" de cuanto caia en mis manos, menos drogas, que nunca las conoci. Te juro que por las noches dormia en sobresaltos.
Llevo 20 annios lejos de aquel infierno. He trabajado duro y tengo, dentro de lo que cabe, como vivir con dignidad a pesar de ser pobrelo, una vejez asegurada, mas sin embargo, no dejo de pensar en la gente de alla, en Cuba y sus miserias.
Al igual que tu, creo que me morire sin volverla a ver.
Un beso
Jacob