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martes, 18 de agosto de 2009

Un comentario de José Alberto Alvarez Bravo, periodista independiente

INSISTO
2009-08-18.
José Alberto Álvarez Bravo, Periodista Independiente
(http://www.miscelaneasdecuba.net/).- El director de un prestigioso medio de comunicación del exilio cubano no quiere ni oir el nombre de Juanes. Perfectamente comprensible, ya que en verdad el tema está sobresaturado.
A pesar de ello, y afrontando el riesgo que implica abordar un tema “gastado”, no puedo evitar sacarme de adentro algunas ideas que me queman.
Para reducir el riesgo de merecer el temible apotegma –más de lo mismo-, debo decir que el sujeto de estas líneas no es el colombiano, sino la mentalidad de algunos de nuestros queridos hermanos del exilio, quienes no deben interpretar mi derecho a expresar libremente mi insignificante opinión como un deseo de polemizar con quienes ven las cosas de otra manera.
Hablando con toda franqueza, creo que oponerse a cambiar de conducta –sobre todo de visión- en relación al “caso cubano”, es reflejo de una percepción tan fosilizada como la de las autoridades de la isla. Da la impresión de que estas personas conciben la política como un dogma inamovible, rígido, momificado. Como si carecieran de imaginación para preguntarse como serían las cosas si, en asuntos medulares, se hubiera actuado en contrario.
Preguntémonos qué sucedería si nadie se hubiera ido de Cuba. Imaginémonos por un momento cuanta presión ejerceríamos, -todos unidos- sobre el régimen de los Castro Es muy probable que estos señores no podrían hacer con el país lo que les viene en gana, como ha sucedido hasta ahora.
Preguntémonos que sucedería si todos los Juanes – y Fulanes, Menganes y Zutanes del mundo- vinieran de pronto a actuar en Cuba, aun bajo el auspicio de los talibanes del régimen.
Preguntémonos quién ha pagado los platos rotos por la política de aislar a nuestros espurios detentadores del poder; con la agravante de que tal vez las motivaciones han sido más económicas –en interés de los perjudicados- que patrióticas.
Preguntémonos que sucedería –nadie lo sabe, nunca se ha demostrado- si de pronto desapareciera esa coartada perfecta, justificativa de la opresión y el desastre que ellos, a su conveniencia, persisten en llamarle bloqueo.
No coincido con quienes opinan que un concierto –u otro evento cualquiera- le otorga legitimidad a la dinastía Castro. A mí me parece que ya “esto” está tan desacreditado, tan caduco como los gerontócratas que se afanan en estirarlo un día más, que ya nada ni nadie, por más que se lo proponga, puede otorgarle legitimidad.
Me imagino de cuántas cosas habrán acusado a Reagan cuando visitó la extinta URSS, y sin embargo hay están los resultados.
Invito a todos los anquilosados del mundo a tomar distancia de sus convicciones- no tiene que ser en público: puertas adentro-, y sólo por un instante imaginarse las cosas al revés. Sin miedo, el acto es inmaterial, reversible y sin testigos.
Por último, la inmovilidad es, precisamente, el lecho de Procusto donde se regenera la dictadura castrista. Las políticas inmovilistas contribuyen a su perpetuación. ¿No es así?

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