'Ecuestre'. (GEANDY PAVÓN)
| Nueva Jersey | 12 de Noviembre de 2016 - 08:34 CET.
La estatua de José Martí en el Central Park de Nueva York, obra de la escultora norteamericana Anna Vaughn Hyatt Huntington, es tal vez la única escultura ecuestre del héroe independentista. Su creadora tomó como modelo una imagen creada por el pintor cubano Esteban Valderrama. Huntington usó una reproducción fotográfica del cuadro de Valderrama. La obra original, un óleo de gran formato, fue destruida por el propio autor después de recibir un sinnúmero de críticas y objeciones a su representación de la muerte de Martí.
Huntington trabajando en la cabeza del monumento a Martí en el Parque Central de Nueva York, en su estudio de Connecticut.
Un informe de 1938 de la Comisión Central Pro-Monumento consignaba: "El lienzo original, de gran 'tamaño, no existe ya: el señor Valderrama lo destruyó ante la insistencia de una crítica incomprensiva que señalaba caprichosos errores de inexactitud histórica, los cuales no existían; pero que en todo caso se referían a detalles de nula importancia. La conciencia artística del señor Valderrama es tan severa que, además de documentarse cuanto le fue dable, se trasladó a Dos Ríos y alojóse allí y todos sus bocetos fueron hechos a la hora de la trágica caída del Apóstol, colocando el modelo en la posición que los biógrafos declaran que ocupaba Martí y utilizando la luz en la dirección adecuada. Eligió, además, el mes de mayo, no obstante ser de lluvias y propenso a plagas en nuestros campos, y mal alojado, con todas las dificultades del transporte, llevó a cabo su obra sin otra ambición ni estímulo que su grande amor al Maestro y su fervor artístico, sin propósito alguno de lucro. Del lienzo solo quedan dos fragmentos: la cabeza del Apóstol, que tiene un gran vigor y está tratada de manera admirable y uno de los caballos que, también, es un acierto."
Huntington terminó la estatua en 1958, a la edad de 82 años. La escultura de Martí fue su último proyecto de escala monumental. Es a partir de esa obra concluida que se inicia la historia siguiente, cuyos detalles pueden encontrarse en un reportaje de Gay Talese publicado en 1964 en The New York Times: "Cubans Fail in Attempt to Place Marti Statue".
El pedestal vacío
La escultura de bronce fundido costó 200.000 dólares de la época y fue presentada como un tributo de la artista Anna Vaughn Huntington y su multimillonario esposo Archer Milton Huntington, no al pueblo de Cuba, sino específicamente al Gobierno de Fulgencio Batista en la ciudad de Nueva York. Batista, en agradecimiento, donó 100.000 dólares para la construcción del pedestal de granito negro de una altura aproximada de cinco metros por 2,5 metros en cada lateral, cuyo diseño fue obra de la firma de arquitectos Clarke & Rapuano.
Pero en 1959, cuando estaba todo listo para colocar el monumento sobre el pedestal, triunfó la revolución cubana, y la entrada de los rebeldes en La Habana hizo que el Gobierno estadounidense detuviera el proyecto hasta poder determinar el curso que tomaría la joven revolución. Robert Moses, entonces comisionado de Parques de la ciudad de Nueva York, recibió una orden del Departamento de Estado de no erigir la estatua sobre el pedestal hasta nuevo aviso, dado el riesgo de que la inauguración del monumento pudiera leerse como un respaldo al Gobierno revolucionario de Fidel Castro.
La escultura fue trasladada entonces a unos almacenes en el sur del Bronx y custodiada por guardias de seguridad hasta 1965.
Casi seis años estuvo el pedestal vacío entre los monumentos de Bolívar y San Martín, confundiendo a turistas y locales con inscripciones en inglés y en español refiriéndose a un héroe invisible.
En su lado oeste podía leerse: "JOSE MARTI: APOSTLE OF CUBAN INDEPENDENCE / LEADER OF THE PEOPLES OF AMERICA / AND DEFENDER OF HUMAN DIGNITY / HIS LITERACY GENIUS VIED WITH HIS / POLITICAL FORESIGHT. HE WAS BORN / IN HAVANA ON JANUARY 28, 1853 / FOR FIFTEEN YEARS OF HIS EXILE HE LIVED IN THE CITY OF NEW YORK. / HE DIED IN ACTION AT DOS RIOS IN / ORIENTE PROVINCE ON MAY 19, 1895".
Y en el lado este la inscripción en español: "JOSE MARTI: APOSTOL DE LA INDEPENDENCIA / DE CUBA GUIA DE LOS PUEBLOS / AMERICANOS Y PALADIN DE LA / DIGNIDAD HUMANA SU GENIO / LITERARIO RIVALIZA CON SU / CLARIVIDENCIA POLITICA NACIO / EN HABANA EL 28 DE ENERO DE / 1853. VIVIO QUINCE ANOS DE SU / DESTIERRO EN LA CIUDAD DE NUEVA / YORK MURIO EN EL COMBATE DE / DOS RIOS PROVINCIA DE ORIENTE / EL 19 DE MAYO DE 1895".
Mientras tanto, los exiliados anticastristas hacían lobby en el Ayuntamiento de Nueva York —bajo el gobierno del alcalde Robert F. Wagner— para la instalación del monumento. Argumentaban que Martí era lo contrario de Castro, que era el George Washington cubano, que el monumento era una obra en honor a la libertad de Cuba frente al comunismo, que se trataba de un monumento al exilio…
Sin embargo, ningún razonamiento fue suficiente para lograr convencer a las autoridades. De manera que llegó el mes de septiembre de 1964 y el objetivo de los exiliados consistió en inaugurar el monumento el 10 de octubre, cuando se cumplía un aniversario del Grito de Yara de 1868.
Frustrados ante la negativa del alcalde y del Departamento de Estado, decidieron protestar de una manera muy singular.
La puesta en escena
El grupo de cubanos exiliados logró establecer contacto con los empleados del taller de Huntington en Connecticut, convenciéndolos para obtener de ellos un vaciado en yeso de un modelo de la escultura. El vaciado medía aproximadamente dos metros de altura y había servido de maqueta para la obra definitiva en bronce, de seis metros de altura.
Se habían propuesto instalar furtivamente la escultura de yeso sobre el pedestal de mármol negro en la Avenida de las Américas. La operación debería ser ejecutada en la madrugada del 10 de octubre de 1964. El modelo de yeso fue trasladado en una furgoneta, los exiliados se reunieron a las 12:30 am del día anterior, y luego se acuartelaron en la residencia del líder del grupo, Enrique Abascal, en la West 72 Street.
A las 2:00 am del 10 de octubre, el grupo de 15 hombres se reagrupó en la calle 67 para subir y reensamblar las cuatro partes de la escultura en la furgoneta. Hicieron, al parecer, mucho ruido, y discutieron mucho, por lo que terminaron despertando a una parte del vecindario, que decidió llamar a la policía. Y no tardaron en escucharse sirenas y alcanzaron a ver cómo seis patrullas de la NYPD bajaban por la calle 67 en dirección al grupo.
El doctor José M. M. García-Mazás, a nombre de quien estaban los papeles de la furgoneta rentada, fue el encargado de hablar con el sargento de la policía.
Luego de inspeccionarlo todo, el sargento dio a los agentes la inexplicable orden de retirarse.
Aproximadamente a las 3:00 am el grupo de exiliados volvió a reunirse, esta vez frente al pedestal en el Central Park. A esas horas el lugar estaba completamente desierto, solo un par de borrachos merodeaban.
El grupo de exiliados trató de subir la estatua al pedestal, pero no lo conseguió. Es obvio que no habían calculado la enorme dificultad que implica subir a una altura de cinco metros una figura de yeso de unas 600 libras. Lo intentaron una y otra vez, pero les fue imposible. Y, a eso de las 4:00 am, exhaustos y frustrados, llegaron a una solución aprobada unánimemente: quizás la escultura entera era demasiado pesada, pero al menos un pedazo se podría instalar.
Fue así como decidieron decapitar la estatua y colocar solamente la cabeza de José Martí sobre el pedestal.
El 10 de octubre de 1964 amaneció en el Central Park de Nueva York una cabeza blanca sobre un pedestal negro, custodiada por Simón Bolívar y José de San Martín. Abajo, tendido en el suelo, quedaban un caballo y un jinete sin cabeza.
No es descabellado pensar que la protesta tuviera el efecto esperado porque, ocho meses más tarde, el martes 18 de mayo de 1965, a las 11:00 am, se inauguraba finalmente el monumento a José Martí en el Central Park. La ceremonia estuvo presidida por Newbold Morris, el comisionado de Parques de la ciudad. La artista Anna Hyatt Huntington resultó galardonada con el City Medallion por Richard C. Patterson, comisionado de Eventos Públicos, en representación del alcalde de Nueva York. Y, entre los invitados a la ceremonia, se encontraba una amplia representación del exilio cubano.
Una pequeña exégesis
Es inevitable el sentido metafórico de esta historia. El Martí centauro, inseparable de la bestia, el Martí ecuestre, es una construcción demasiado densa. El poeta es una cabeza sin cuerpo que canta, como el Orfeo asesinado en el monte Pangeo, adonde había subido para encontrarse con Apolo, de cara al sol, y de quien solo su cabeza pudo entrar al Olimpo después de ser decapitado por las ménades.
No en balde Esteban Valderrama destruyó su cuadro. No es casual que la imagen de un Martí heroico y a la vez moribundo se convirtiera en una fuente de controversias y malentendidos. Paradójicamente, es la tradición la que ha definido la estética revolucionaria. El héroe revolucionario no es un héroe caído, es por el contrario un héroe triunfante. Resulta mucho más llevadero el mártir que el héroe, pensando ambas definiciones en su sentido más estricto.
El Martí mártir es un testigo, es decir, alguien cuya muerte —y aún después de desaparecer físicamente— continúa dando testimonio de su fe, de su idea del mundo. Los héroes, en cambio, son criaturas larger than life. Los héroes, por definición, tienen un origen divino, una carga metafísica que pesa más que el yeso o el bronce.
Tanto los exiliados de este episodio como el propio Valderrama tuvieron que recurrir a una solución puramente iconoclasta: mutilar a Martí para despojarse de esa pesada carga que se activa al conjugar en una misma figura al héroe y al mártir.
Esa conjugación del héroe-mártir, esa extraña mezcla de padre fundador, guerrero, poeta, pensador y apóstol, todo ese fardo sobre los hombros de un único individuo, han hecho de Martí el fundador de una tradición revolucionaria que llega hasta nuestros días, sin permitir un espacio a ningún otro proyecto político que se salga de esos márgenes. Todos, absolutamente todos, los que han aspirado al poder político en Cuba, han reclamado su origen revolucionario, desde Tomás Estrada Palma, pasando por Machado y Batista, hasta Fidel Castro. Los exiliados anticastristas de esta historia también se veían a sí mismos como revolucionarios.
El cuerpo del héroe sobre un caballo, esa imagen patética y romántica, es la revolución; la cabeza, decapitada y sola, es la libertad.
Hace 58 años, Anna Vaughn Hyatt Huntington decidió regalar una estatua de José Martí a la dictadura de Fulgencio Batista. Casi seis décadas después, la actual directora del Museo del Bronx, Holly Block, gestiona, bajo la dirección de una institución pública como lo es ese museo, un grupo denominado "Amigos de José Martí", creado por ella con el único objetivo de recoger fondos por el monto de 2,5 millones de dólares para regalar una réplica de la misma escultura a otra dictadura cubana.
http://www.diariodecuba.com/cuba/