El 4
de julio es considerado el día de la Independencia de los Estados Unidos en
conmemoración y celebración por el 4 de julio de 1776 ,día en que fue firmada
la Declaración de la Independencia de las trece colonias de la metrópoli
inglesa en América.
Declaración que fue escrita y firmada por todos los miembros del Congreso
Continental en Philadelfia, Pensylvania. El Congreso Continental, en dicha
Declaración de Independencia explica detalladamente las causas por las cuales
las trece colonias consideran que deben independizarse de Inglaterra y la
decisión unánime de hacerlo de inmediato.
Una vez firmada la Declaración, las trece colonias se declaran como Estados
Unidos de América.
Oficialmente el 4 de julio fue declarado como el Día de la Independencia de
Estados Unidos de América ( Independent Day) en 1941.
Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.
Cuando en el curso
de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los
vínculos políticos que lo han ligado a otro y tomar entre las naciones de la
tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios de
esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige
que declare las causas que lo impulsan a la separación.
Sostenemos que
estas verdades son evidentes en sí mismas: que todos los hombres son creados
iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que
entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para
garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que
derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando
quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el
pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno
que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a
su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.
La prudencia, claro está, aconsejará que no se cambie por motivos leves y
transitorios gobiernos de antiguo establecidos; y, en efecto, toda la
experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer,
mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas
a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones,
dirigida invariablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al
pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese
gobierno y establecer nuevos resguardos para su futura seguridad. Tal ha sido
el paciente sufrimiento de estas colonias; tal es ahora la necesidad que las
obliga a reformar su anterior sistema de gobierno La historia del actual Rey de
la Gran Bretaña es una historia de repetidos agravios y usurpaciones,
encaminados todos directamente hacia el establecimiento de una tiranía absoluta
sobre estos estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un
mundo imparcial.
El Rey se ha
negado a aprobar las leyes más favorables y necesarias para el bienestar
público.
Ha prohibido a sus
gobernadores sancionar leyes de importancia inmediata y apremiante, a menos que
su ejecución se suspenda hasta obtener su asentimiento; y una vez suspendidas
se ha negado por completo a prestarles atención.
Se ha rehusado a
aprobar otras leyes convenientes a grandes comarcas pobladas, a menos que esos
pueblos renuncien al derecho de ser representados en la Legislatura; derecho
que es inestimable para el pueblo y terrible sí, para los tiranos.
Ha convocado a los
cuerpos legislativos en sitios desusados, incómodos y distantes del asiento de
sus documentos públicos, con la sola idea de fatigarlos para cumplir con sus
medidas.
En repetidas
ocasiones ha disuelto las Cámaras de Representantes, por oponerse con firmeza
viril a sus intromisiones en los derechos del pueblo.
Durante mucho
tiempo, y después de esas disoluciones, se ha negado a permitir la elección de
otras Cámaras; por lo cual, los poderes legislativos, cuyo aniquilamiento es
imposible, han retornado al pueblo, sin limitación para su ejercicio;
permaneciendo el Estado, mientras tanto, expuesto a todos los peligros de una
invasión exterior y a convulsiones internas.
Ha tratado de
impedir que se pueblen estos Estados, dificultando, con ese propósito, las
Leyes de Naturalización de Extranjeros; rehusando aprobar otras para fomentar
su inmigración y elevando las condiciones para las Nuevas Adquisiciones de
Tierras.
Ha entorpecido la
administración de justicia al no aprobar las leyes que establecen los poderes
judiciales.
Ha hecho que los
jueces dependan solamente de su voluntad, para poder desempeñar sus cargos y en
cuanto a la cantidad y pago de sus emolumentos.
Ha fundado una
gran diversidad de oficinas nuevas, enviando a un enjambre de funcionarios que
acosan a nuestro pueblo y menguan su sustento.
En tiempos de paz,
ha mantenido entre nosotros ejércitos permanentes, sin el consentimiento de
nuestras legislaturas.
Ha influido para
que la autoridad militar sea independiente de la civil y superior a ella.
Se ha asociado con
otros para someternos a una jurisdicción extraña a nuestra constitución y no
reconocida por nuestras leyes; aprobando sus actos de pretendida legislación:
Para acuartelar,
entre nosotros, grandes cuerpos de tropas armadas.
Para protegerlos,
por medio de un juicio ficticio, del castigo por los asesinatos que pudiesen
cometer entre los habitantes de estos Estados.
Para suspender
nuestro comercio con todas las partes del mundo.
Para imponernos
impuestos sin nuestro consentimiento.
Para privarnos, en
muchos casos, de los beneficios de un juicio por jurado.
Para
transportarnos más allá de los mares, con el fin de ser juzgados por supuestos
agravios.
Para abolir en una
provincia vecina el libre sistema de las leyes inglesas, estableciendo en ella
un gobierno arbitrario y extendiendo sus límites, con el objeto de dar un
ejemplo y disponer de un instrumento adecuado para introducir el mismo gobierno
absoluto en estas Colonias.
Para suprimir
nuestras Cartas Constitutivas, abolir nuestras leyes más valiosas y alterar en
su esencia las formas de nuestros gobiernos.
Para suspender
nuestras propias legislaturas y declararse investido con facultades para
legislarnos en todos los casos, cualesquiera que éstos sean.
Ha abdicado de su
gobierno en estos territorios al declarar que estamos fuera de su protección y
al emprender una guerra contra nosotros.
Ha saqueado
nuestros mares, asolado nuestras costas, incendiado nuestras ciudades y
destruido la vida de nuestro pueblo.
Al presente, está
transportando grandes ejércitos de extranjeros mercenarios para completar la
obra de muerte, desolación y tiranía, ya iniciada en circunstancias de crueldad
y perfidia que apenas si encuentran paralelo en las épocas más bárbaras, y por
completo indignas del Jefe de una Nación civilizada.
Ha obligado a
nuestros conciudadanos, aprehendidos en alta mar, a que tomen armas contra su
país, convirtiéndolos así en los verdugos de sus amigos y hermanos, o a morir
bajo sus manos.
Ha provocado
insurrecciones intestinas entre nosotros y se ha esforzado por lanzar sobre los
habitantes de nuestras fronteras a los inmisericordes indios salvajes, cuya
conocida disposición para la guerra se distingue por la destrucción de vidas,
sin considerar edades, sexos ni condiciones.
En cada etapa de
estas opresiones, hemos pedido justicia en los términos más humildes: a
nuestras repetidas peticiones se ha contestado solamente con repetidos
agravios. Un Príncipe, cuyo caracter está así señalado con cada uno de los
actos que pueden definir a un tirano, no es digno de ser el gobernante de un
pueblo libre.
Tampoco hemos
dejado de dirigirnos a nuestros hermanos británicos. Los hemos prevenido de
tiempo en tiempo de las tentativas de su poder legislativo para englobarnos en
una jurisdicción injustificable. Les hemos recordado las circunstancias de
nuestra emigración y radicación aquí. Hemos apelado a su innato sentido de
justicia y magnanimidad, y los hemos conjurado, por los vínculos de nuestro
parentesco, a repudiar esas usurpaciones, las cuales interrumpirían
inevitablemente nuestras relaciones y correspondencia. También ellos han sido
sordos a la voz de la justicia y de la consanguinidad. Debemos, pues, convenir
en la necesidad, que establece nuestra separación y considerarlos, como
consideramos a las demás colectividades humanas: enemigos en la guerra, en la
paz, amigos.
Por lo tanto, los
Representantes de los Estados Unidos de América, convocados en Congreso
General, apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras
intenciones, en nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas Colonias,
solemnemente hacemos público y declaramos: Que estas Colonias Unidas son, y
deben serlo por derecho, Estados Libres e Independientes; que quedan libres de
toda lealtad a la Corona Británica, y que toda vinculación política entre ellas
y el Estado de la Gran Bretaña queda y debe quedar totalmente disuelta; y que,
como Estados Libres o Independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra,
concertar la paz, concertar alianzas, establecer el comercio y efectuar los
actos y providencias a que tienen derecho los Estados independientes.
Y en apoyo de esta
Declaración, con absoluta confianza en la protección de la Divina Providencia,
empeñamos nuestra vida, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor.
Firmantes:
Nueva Hampshire: Josiah Bartlett,
William Whipple, Matthew Thornton.
Massachusetts: Samuel Adams, John
Adams, John Hancock, Robert Treat Paine, Elbridge Gerry.
Rhode Island: Stephen Hopkins,
William Ellery.
Connecticut: Roger Sherman,
Samuel Huntington, William Williams, Oliver Wolcott.
Nueva York: William Floyd,
Philip Livingston, Francis Lewis, Lewis Morris.
Nueva Jersey: Richard Stockton,
John Witherspoon, Francis Hopkinson, John Hart, Abraham Clark.
Pensilvania: Robert Morris,
Benjamin Rush, Benjamin Franklin, John Morton, George Clymer, James Smith,
George Taylor, James Wilson, George Ross.
Delaware: George Read, Caesar
Rodney, Thomas McKean.
Maryland: Samuel Chase,
William Paca, Thomas Stone, Charles Carroll of Carrollton.
Virginia: George Wythe,
Richard Henry Lee, Thomas Jefferson, Benjamin Harrison, Thomas Nelson, Jr.,
Francis Lightfoot Lee, Carter Braxton.
Carolina del Norte: William Hooper,
Joseph Hewes, John Penn.
Carolina del Sur: Edward Rutledge, Thomas
Heyward, Jr., Thomas Lynch, Jr., Arthur Middleton.
Georgia: Button Gwinnett,
Lyman Hall, George Walton.