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lunes, 27 de julio de 2015

Repatriados cubanos: ¿Vale la pena regresar?




http://www.cubanet.org/wp-content/uploads/2015/07/2103351.jpg 

 Está de moda la repatriación. No se dan cifras, pero se percibe un aumento de casos. Toma altura la marea, surgen contradicciones

Por 

LA HABANA, Cuba. -Miguel Cruz Cruz, ciudadano cubanoamericano y jubilado reasentado en el municipio holguinero de Gibara, recuerda:
“Salí por el éxodo del Mariel para alcanzar libertad y progreso en los Estados Unidos. Por ese ‘delito’ sufrimos actos de repudio, gritos insultantes de ¡gusanos!  Pensábamos que jamás nos reencontraríamos con nuestras familias, vecinos, amigos. Luego fuimos bien acogidos por esa gran nación (Estados Unidos). Tenía veintitrés años. El destierro fue duro, ¡pero triunfamos!  Los gusanos regresamos convertidos en mariposas y con dinero. Ganado con años trabajo, ahorros y jubilación. Desde que me instalé en Cuba, sumo la renta de mi casa en Miami. Pequeño capital con que hago préstamos a bajo interés, sin mediación burocrática del banco estatal, entre familiares y amigos. Invierten en trabajos por cuenta propia, algo menos controlados por el gobierno para poder progresar”.
Está de moda la repatriación. Muchos cubanos, antes los vientos de cambio que soplan, apuestan a un futuro próspero en Cuba y deciden regresar. René López Benítez, abogado independiente, residente en La Habana, explica:
“El Decreto-Ley 302, Modificativo de la Ley 1312 (Ley de Inmigración) del 20 de septiembre de 1976 y los Decretos 305 y 26  (Reglamento de la Ley de Migración) del 12 de octubre de 2012, establecen el procedimiento de repatriación. Primero fueron personas enfermas, desvalidas, sin apoyo familiar; o mayores de sesenta años. Ahora cualquier cubano residente afuera, hasta familias completas. Se exceptúan los cubanos que el gobierno califica como destacados terroristas y enemigos políticos. Esos no pueden regresar ni de visita.”
Precisa López que también pueden optar por repatriarse enfermos clínicamente desahuciados; individuos que sobrepasaron veinticuatro meses de permanencia en Cuba; víctimas de secuestros por otros que salieron ilegalmente; profesionales del Estado que abandonaron sus responsabilidades en el extranjero, pero acreditan motivos justificados por no regresar en término o atender a familiares desvalidos; menores solos sin uno o ambos padres, que presentan Poder Notarial a favor de la persona que asumirá la custodia. Los trámites se realizan en sedes diplomáticas. En la isla en Inmigración del Ministerio del Interior.
El repatriado no podrá reclamar bienes muebles e inmuebles confiscados al abandonar el país, como fue práctica por décadas. Tampoco le devolverán cualquier otra confiscación.
Sin embargo, sí puede acceder a la compraventa de vivienda, solicitar licencia de trabajo por cuenta propia y ser incluido en la añeja Libreta de Abastecimiento para comprar algunos alimentos subvencionados.
La ciudadanía múltiple, práctica internacional, queda implícitamente reconocida con la repatriación, aunque es violatoria de la Constitución de la República que solo admite ciudadanía única. Incongruencia que obligará a modificar la Carta Magna.
Como se conoce, el reingreso de repatriados puede servir al lavado de dinero, posible entrada de dinero sucio y de otros bienes, principalmente desde los Estados Unidos. También facilitar entradas de estafas millonarias de programas estadounidenses como Medicare, hipotecas de inmuebles, seguros. Estos delitos quedan impunes porque no fueron cometidos en la isla, ni existen Convenios de Colaboración, ni Deportación, principalmente con el FBI.
Las autoridades, ante esta nueva realidad, operan contra una clase corrupta, demasiada ostentosa que conmociona al régimen política e ideológicamente. La excesiva ostentación de Gilbert Man estremeció el andamiaje del gobierno que por razón intrínseca de imagen pública no podía tolerar semejante personaje y lanzó el operativo militar contra el repatriado. Actualmente Gilbert Man aún continúa preso en una cárcel de la Isla.  

Acerca del autor
 Reinaldo Emilio Cosano Alén    Reinaldo Emilio Cosano Alén
Reinaldo Emilio Cosano, La Habana, mayo, 1943, licenciado en Filología en la Universidad de La Habana. Ejerció como profesor los últimos veinte años de vida laboral. Fue separado del magisterio por carecer de ''idoneidad política'', según consta en el acta de separación definitiva. Fue miembro del Comité Cubano pro Derechos Humanos, y participó en la Coalición Democrática Cubana. Escribe desde hace más de diez años para CubaNet, a través de la agencia Sindical Press, de la cual es director. e-mail: cosanoalen@yahoo.com

Tomado de https://www.cubanet.org/

miércoles, 27 de mayo de 2015

Ineficiencia estatal, conveniente negocio

 http://www.cubanet.org/wp-content/uploads/2015/05/Vender-no-reporta-beneficios.-Foto-P.-Chang.jpg
                                 Vender no reporta beneficios (foto del autor)
 Empleado del Estado cubano: “El gobierno hace como que nos paga, y nosotros hacemos como que trabajamos”

 
LA HABANA, Cuba. -Los testimonios sobre la mala o nula atención en los comercios estatales cubanos son tan abundantes que ya pocos los tienen en cuenta. Para ofrecer una respuesta a los indignados, la prensa oficial de la isla busca las causas de tales maltratos no en la ineficiencia de la empresa estatal sino en otros factores absurdos, como la mala educación o la falta de profesionalismo, que no ponen al descubierto la esencia corrupta de un sistema que, a pesar de las pruebas de su inutilidad, se mantendrá en pie por voluntad del gobierno, según queda expresado en los Lineamientos del VI Congreso del Partido Comunista.
¿Por qué recibimos un mejor trato en una cafetería o restaurante privado? ¿Por qué a la dependienta y a los administradores de un centro gastronómico estatal les molestan las exigencias de los clientes y por qué no mejoran la calidad de sus ofertas? ¿Por qué se escudan en cualquier justificación para permanecer cerrados o para reducir al mínimo sus horarios de atención al público?
Según Vladimir Rodríguez, dueño de una concurrida paladar en el centro del Vedado, el problema está en los objetivos de cada cual:
“Como dueño de mi negocio busco atraer más clientes, hacer más variadas las ofertas. Escucho las opiniones de las personas, las sugerencias, los atiendo como si fueran reyes porque eso se revierte en ganancias. En un restaurante estatal las ganancias no provienen del consumo y la satisfacción de los clientes sino en aquello bien mezquino que sucede en el almacén, en la venta al mercado negro de todo cuanto llega para ser elaborado y vendido a los clientes, que se vuelven un estorbo. Lo poco que llega a la mesa es solo para justificar el trabajo por si llega un inspector pero tanto los dependientes como el administrador viven del mercado negro. Eso es algo que todo el mundo sabe. (…) Yo trabajé durante años en restaurantes de La Habana, incluso en hoteles lujosos en Varadero, y lo que vi en las cocinas es asqueroso (…). El arroz que los clientes dejaban en el plato volvía a las cazuelas, un trozo de carne, las ensaladas, las aceitunas, todo lo que la gente deja en el plato se vuelve a servir. Esa es la manera de hacer que sobren las cosas. Por eso me fui y abrí mi propio negocio. Yo ni muerto como en un restaurante del Estado, solo dios sabe lo que te sirven”.
Para Iraida, dependienta de una cafetería privada en Arroyo Naranjo, el asunto es más complicado: “Para nadie es un secreto que tanto en las tiendas como en todas las empresas estatales la gente no trabaja, van a como se dice, a luchar, es decir, a robar. Y lo peor es que el gobierno lo sabe y se hace el chivo con tontera [finge ignorar]. (…) ¿Por qué? Porque le conviene. Si arremeten contra el mercado negro la gente se subleva porque todo el mundo vive de eso, hasta ellos. Ahí sí que se acaba la revolución. Prometieron crear un mercado mayorista para los cuentapropistas y hasta ahora seguimos en las mismas, comprando en el mercado negro porque en las tiendas no hay nada o sí, pero escondidas en los almacenes, para que tengas que comprársela al almacenero, que está en arreglo con el gerente y así por ahí para arriba. Ahí te das cuenta que el gobierno está metido en esa maraña (…) si no se beneficia con dinero, al menos lo hace dejando a la gente ‘luchar’ para que vean las ‘bondades del socialismo’. A río revuelto, ganancia de pescadores”.
Los clientes no importan, lo bueno es lo que sucede en los almacenes (foto del autor)
Los clientes no importan, lo bueno es lo que sucede en los almacenes (foto del autor)
Marta Li, dueña de una cafetería en el Vedado, nos ilustra con ejemplos propios lo que ella considera una superioridad de la empresa privada: “En una cafetería del Estado nadie se preocupa por atender bien al cliente porque no se revierte en ganancias. Vendan o no, el salario es el mismo tanto para el administrador como para el vendedor. Ellos están para que les sobre el litro de aceite y el pollo, para revender el queso y los espaguetis, no se venden ellos porque nadie los compraría. Yo, en cambio, tengo que constantemente crear estrategias de venta, mi objetivo es que no se me quede nada ni en las cazuelas ni en las neveras, venderlo todo porque bien caro que lo he pagado. (…) Como estoy cerca de la universidad, yo hago ofertas a los estudiantes que presentan el carnet de estudiante, les rebajo el precio. A veces a quien compra más de una pizza o a un cliente habitual, le regalo una bebida. La gente viene porque sabe que recibirán buena atención. No se trata de rebajar precios sino de dar un buen servicio”.
Una exfuncionaria de una empresa de comercio de La Habana, que no desea ser identificada porque actualmente es dueña de un restaurante, nos narra sus experiencias frente a una empresa estatal:
“Satisfacer al cliente es la última de las prioridades [de una empresa estatal]. Sea de lo que sea. Todos trabajan para robar todo cuanto pueda ser robado y en el menor tiempo posible. Uno entra con buenas intenciones y termina pactando con la corrupción porque no hay otro camino. (…) La economía socialista no tiene ni pies ni cabeza. Cuando estudié [Economía] en la universidad los profesores mismos decían que la economía cubana no hay modo de explicarla. Y cuando tratas de aplicar cualquier modelo te das cuenta que fracasan todos. (…) No es que uno se proponga robar, es que tienes que hacerlo porque todo el mundo está para lo mismo. A mí ni a ninguno de los trabajadores de todas las tiendas que yo atendía, que eran más de veinte, le importaban si los salarios eran bajos o no, ni siquiera el estímulo, el salario era una formalidad, las ganancias verdaderas no están ni siquiera en el mostrador como muchos piensan. Lo que da dinero (…) no llega al mostrador. Y cuidado con hacerte el consciente [honesto] porque terminas cargando la culpa de todo”.
¿Se podrá, como pretenden los dirigentes cubanos, basándose en un par de sospechosas excepciones, demostrar algún día la eficiencia de la empresa estatal socialista? Según las recientes declaraciones de Miguel Díaz-Canel, esa “tarea demostrativa” es uno de los principales empeños de “la dirección del país con el pueblo cubano”. Como si no valiera el medio siglo de fracasos que actualmente padecemos los cubanos, el gobierno se empeña en prolongar un experimento económico detrás del cual se esconde un extenso tejido de corrupción.
Contra ese despropósito, desde hace años es muy común escuchar en las calles una frase que resume la ineficiencia de las empresas estatales: “el gobierno hace como que nos paga, y nosotros hacemos como que trabajamos”.


 Fuera de los comercios, en los portales, la gente revende los productos en mercado negro, a la vista de todos 8foto del autor)
 Fuera de los comercios,en los portales, la gente revende los productos en mercado negro, a la vista de todos (fotos del autor)
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viernes, 24 de abril de 2015

Cuba: ¿A la venta propiedades intervenidas?

El gobierno cubano habría comenzado a desprenderse de inmuebles y negocios expropiados

Olivia Barnet. Al fondo la puerta que unía la farmacia con su casa (foto del autor)
Olivia Barnet. Al fondo la puerta que unía la farmacia con su casa (foto del autor)
LA HABANA, Cuba. – Olivia Barnet Barnet, heredera de un negocio expropiado por el gobierno revolucionario en 1959, hoy día vive en una pequeña parte del inmueble, que le fue cedido a su familia como vivienda. Muestra asombro por lo sucedido recientemente, cuando el gobierno vendió a un ‘cuentapropista’ la otra parte de la propiedad intervenida.
Olivia tiene 81 años. Es la heredera de Dulce Barnet, antigua propietaria de la edificación, dentro de la cual funcionaba una farmacia, también de su propiedad.
Según Olivia, su abuela compró el edificio, localizado en el capitalino barrio de Lawton, y la farmacia con él, a finales de la década del 1940.
En 1960 el gobierno revolucionario intervino el inmueble. A Dulce le dejaron como vivienda la parte de la planta baja que se comunicaba con la farmacia. Aún hoy se conserva la puerta por donde su abuela entraba al negocio desde la casa.
En la farmacia de su abuela se vendía de todo y era la más bonita de Lawton, antes de que fuese expropiada, según comenta, nostálgica, Olivia.
“Se vendía jabón, perfume, medicamentos, de todo. El mostrador por encima era un espejo, y lo demás era de cristal. Usted estaba comprando y podía verse reflejado en el mismo, y arreglarse el peinado si quería”, recuerda Olivia.
Tiempo después de la intervención, funcionarios del gobierno retiraron los espejos que decoraban el mostrador y las puertas de cristal exteriores. También el vandalismo se ensañó con la fachada del lugar.
“En aquél tiempo, por la noche se sentía cómo individuos tiraban piedras. Yo estaba acostada y me levantaba sobresaltada con el ruido de los cristales rotos. Nosotros no sabíamos quiénes tiraban las piedras”.
A la edificación y a la farmacia de San Francisco les aguardó el mismo destino que a la mayoría de las instalaciones cubanas durante la era revolucionaria: décadas de desidia. Pasó de ser la farmacia más bonita de Lawton, a verse tan deslucida como casi todas las demás.
“Después que intervinieron el negocio, no teníamos medios para reparar nada. Todo se fue deteriorando. Ya van dos veces que la farmacia se inunda de aguas sucias por tupición”, asegura Olivia.
Ironías del destino
La revolución cubana de 1959 no sólo expropió las grandes industrias, sino que también intervino los pequeños negocios de los cubanos. Todos, desde el vendedor de pan con croqueta hasta el dueño de un restaurante, perdieron sus negocios.
Más de medio siglo después, ese mismo gobierno se ha visto obligado a reformar la economía. Ha autorizado nuevamente la apertura de pequeños negocios y sus dueños, llamados cuentapropistas, comienzan a expandirse discretamente.
Irónicamente, uno de esos cuentapropistas compró recientemente toda la planta alta de la edificación que perteneció a la abuela de Olivia, y ha logrado hacer en unos meses lo que el gobierno revolucionario no pudo en 50 años.
Edificación y farmacia que pertenecían a la abuela de Olivia (foto del autor)
Edificación y farmacia que pertenecían a la abuela de Olivia (foto del autor)

“Este señor no solo compró la planta alta, sino que arregló y pintó la edificación entera. También arreglará la farmacia, por lo que estamos muy contentos. Es el dueño de Tecnopremier, el negocio de computación que queda en la Calzada de 10 de Octubre y la calle San Francisco”, asegura Iván, dependiente de la farmacia.
Olivia hubiese deseado tener fuerzas y dinero para abrir un pequeño negocio. Le hubiese gustado ser ella la compradora de la planta alta de la propiedad que le intervinieron a su abuela. Así habría recuperado algo del patrimonio familiar.
Y aunque la anciana no se ve en un futuro cercano como dueña de la farmacia, ante la insistente pregunta de si le gustaría serlo, responde:
“Bueno, si mañana esto (el gobierno) se cae, yo no sé si me lo devolverían.”
Artículo relacionado: El día que Fidel Castro eliminó las empresas privadas

Acerca del Autor

Julio Cesar Álvarez
Julio Cesar Álvarez
Julio César Álvarez López (1968) Graduado en 1990 de la Escuela Superior de Contrainteligencia Hermanos Martínez Tamayo. Detenido en 1992 por colaborar con los Grupos de Derechos Humanos y sancionado por un Tribunal Militar a 19 años, de los que cumplió 16, siete de ellos en la Prisión de Máxima Severidad de Camagüey. Salió en libertad condicional en abril de 2008 y cursó estudios de computación y fotografía digital en la iglesia San Juan Bosco. Sabe Inglés y en la actualidad estudia Alemán. Reside en La Habana.
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miércoles, 18 de marzo de 2015

Humor negro: Entrenan sociedad civil oficial para la Cumbre de las Américas

panama
“Hay que cambiar la noción de que Cuba es totalitaria y militarizada”...
 
“Los cubanos que asistan deben estar muy bien preparados,

dijo Abel Prieto, asesor de Raúl.

 Miembros de 170 organizaciones oficiales asistirán al foro alternativo en Panamá.

 Representantes de 170 organizaciones como la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Unión Nacional de Juristas de Cuba, el capítulo cubano de la Red de Defensas de la Humanidad, Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), que el gobierno cubano quiere mostrar a manera de representación de la sociedad civil cubana, preparan sus propuestas para el Foro Social alternativo a la VII Cumbre de las Américas que se celebrará en abril próximo en Panamá.
Cuba organizó reuniones en cuatro paneles, para preparar a los 300 participantes en los ocho ejes temáticos del Foro: gobernabilidad democrática, la participación ciudadana, migración y seguridad, energía, medio ambiente, salud y educación.
“Los cubanos que asistan deben estar muy bien preparados, pues van a encontrar un escenario lastrado que tiene que ver con años de calumnias de que en nuestro país el Estado lo controla todo, que no existe espacio para ningún tipo de sociedad civil”, les advirtió el asesor de Raúl Castro, Abel Prieto.
El ex ministro de cultura les pidió borrar “esa idea ridícula de una sociedad monolítica, militarizada, totalizada, con la peor retórica de la guerra fría. Esa es, sin dudas, una caricatura de nuestra sociedad”.
“Los actores sociales y los representantes de nuestras organizaciones tienen que rebatir esa imagen estereotipada de Cuba”, instruyó el funcionario.
De acuerdo a información publicada en medios de prensa en la isla, esta delegación valora llevar las siguientes propuestas al Foro de la sociedad civil de la VII Cumbre de las Américas:
-revisar el tema de la “edad electoral”, con el fin de obtener una mayor representatividad de los jóvenes en los procesos políticos y sociales.
-denunciar las políticas migratorias diferenciadas e incorporar acciones para mitigar los efectos de la emigración en los países emisores.
-defender el acuerdo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) que declaró a la América Latina como “zona de paz”.
-igualdad de salario para mujeres y hombres.
-defender el concepto de trabajo digno; de la negociación colectiva y la sindicalización y de la participación real de los trabajadores en el continente.
-mostrar la experiencia de Cuba en la prevención y tratamiento de las adicciones a las drogas.
Miembros de la disidencia cubana, que las autoridades oficiales no consideran parte de la sociedad civil han anunciado su intención de asistir a las reuniones que desarrollará en paralelo el Foro social en Panamá.
FUENTE  MARTINOTICIAS

jueves, 11 de diciembre de 2014

Cuba: Vivir en paz cuesta la vida

Vivir en paz cuesta la vida

Descubrieron que no había futuro, estos jóvenes no aguantaron más

suicidio 

LA HABANA, Cuba. -La reciente tragedia del suicidio de Darío Andino León, el joven recluta de 18 años que prefirió quitarse la vida antes de cumplir condena en una cárcel militar cubana por los delitos de deserción e intento de salida ilegal del país, ha llamado la atención sobre un fenómeno social alarmante que está relacionado directamente con la política de un gobierno que condiciona los derechos humanos y las libertades individuales al acatamiento estricto de una ideología oficial fracasada.
Los exilios, las masivas migraciones, las renuncias a la ciudadanía cubana y al derecho a la libre expresión, pasando por los “suicidios sociales”, hasta llegar a la triste realidad de una tasa de natalidad prácticamente en cero debido a la miseria que enfrentan las familias, todos son síntomas de una misma enfermedad: la de un país que solo avanza hacia la total desintegración, como se infiere de los testimonios de personas que han sufrido la pérdida de algún ser querido.
“Esto, por lo que estamos pasando mi mujer y yo, es el pan nuestro de cada día en este país”, concluye rotundamente Orestes Álvarez, un humilde obrero de 54 años que perdió a su hija Olivia hace apenas unos meses.
Una niña huérfana y un hogar desecho es el saldo de un acto desesperado de una pareja de jóvenes para escapar de la miseria y para asegurarle un futuro próspero a su pequeña:

“Entré al cuarto y la encontré colgada de la ventana, con un cinto. Fue horrible. Llevaba horas allí. Como la niña dormía con nosotros no nos dimos cuenta hasta por la mañana. Gracias a Dios que no vio nada. Yo no puedo dejar de pensar en eso, siempre que entro al cuarto la veo tirada ahí, y Magali [la esposa de Orestes] solo sabe llorar. Es por la niña que Magali se ha mantenido fuerte pero yo sé que un día de estos la pierdo también. Está muy mal”.
José Alberto, el yerno de Orestes, había perdido el trabajo por robar dos sacos de pienso. Los había sustraído del almacén de la empresa no para revenderlos sino para alimentar a los animales que criaba en su patio para fines de autoconsumo. Como anteriormente había sido advertido por la policía, debido a un intento de salida ilegal del país, los tribunales se ensañaron con su delito de carácter menor y, lejos de pagar una multa, debió pasar un año en la cárcel. Cuando salió de la prisión no encontró empleo en ningún lugar porque, a donde fuera, los dirigentes de las empresas lo juzgaban como a un criminal. Tuvo que meterse en el mundo de las peleas de perros para subsistir.
Orestes con su nieta (foto del autor)Nos cuenta Orestes: “ya la niña era nacida y él siempre vivía con el miedo a que lo agarraran […]. Por eso empezaron con lo de irse del país porque no querían criar a la niña aquí […]. La primera vez los cogieron y perdieron todo el dinero. El jefe de sector [policía] no le quitaba los ojos de encima, a pesar de que él también cría perros de pelea, es un hijo de puta. Jose andaba como loco buscando hacer dinero, y mi hija también, porque lo que gano yo no es mucho y a esta pobre criatura hay que darle de comer, vestirla, no es nada fácil […]. Como a los meses, armaron una balsa y se lanzaron así, como locos, sin decir nada. […] A Olivia la rescataron casi muerta y la niña estaba deshidratada, por un milagro se salvaron, pero de Jose nadie ha sabido nada […]. Olivia se tiró a morir, no salía de aquí, hasta que la encontré muertecita […]. Nadie hizo nada. Aquí no vino nadie, ni médico ni nadie. Cuando la trajeron solo le mandaron pastillas para dormirla, a pesar de lo que esa niña pasó en el mar. Después empezaron con el lio de las citaciones y la policía, para llevarla a los tribunales por querer llevarse a la niña en balsa, la sofocaron sin consideración. Eso nadie lo vio, nadie dijo nada, y aquí ya van como tres o cuatro casos en este barrio y nadie hace nada. […] No quieren entender que la gente no quiere esto”.
Arriba Orestes con su nieta (foto del autor)

Una especialista en psiquiatría, que atiende una extensa área de salud en el municipio donde reside Orestes Álvarez, nos comenta sobre los casos de suicidio en la localidad pero también nos solicita discreción por temor a perder el empleo:
“Una cosa es lo que sucede en la realidad y otra es lo que reflejan las estadísticas. Ese caso no lo atendí, aunque recuerdo lo que pasó con la muchacha [la hija de Orestes Álvarez]. Aunque aquí no se le puede dar seguimiento a todos los casos. Es imposible. Somos dos especialistas para casi la mitad de este municipio. Yo, sin mentirte, recibo mensualmente entre 30 y 50 casos de intentos de suicidio tan solo en el área de [omitimos el nombre de las localidades]. […] Te hablo solo de intentos y conductas, no de suicidio, y eso ya es alarmante porque esas son las personas que vienen por sí mismas o son adolescentes que algunos padres traen preocupados por las cosas que advierten. […] Es cierto que muchos son adolescentes con desórdenes propios de la edad pero hay un porciento grande de casos como esos que me hablas. Y están los que no llegan a la consulta ni jamás salen a la luz pública porque no pasan del interior de la familia. El suicidio es un tema tabú. Incluso en las instituciones se trata con mucha cautela. Para no ir muy lejos, la semana pasada hubo un soldado, en una unidad de Managua, que tomó pastillas. Según me explicó la doctora que lo atendió, se trató no como un caso psiquiátrico sino como una “intoxicación por fármacos”, así no se refleja en las estadísticas. […] Por suerte no murió pero todos sabemos que no faltará mucho para que vuelva a intentarlo si no recibe tratamiento o si no logra irse de aquí. No aguantan más. No soportan vivir en Cuba. Están agobiados por miles de problemas, los mismos que tú y yo padecemos, o peores, porque hay que viajar a las provincias para saber que La Habana sería un Edén si la comparamos con el infierno de Oriente. […] No quieren verse en el lugar de sus padres, no quieren regresar a sus provincias. No es como en la época de nosotros que no veíamos nada de lo que sucedía afuera, no había revistas ni videos. Ahora ellos ven más allá, comparan, saben que hay otro mundo. El gobierno nos ha dejado empantanados en los años 70 y eso es criminal. No se puede vivir en esta época con cuarenta años de retraso en las mentalidades. […] Yo, que llevo más de veinte años en esto, no sé hasta qué punto clasificar esos casos como suicidio. Son verdaderos asesinatos, y que esto quede entre tú y yo porque me hacen tierra”.
El testimonio de esta psiquiatra tiene puntos de contacto con el de Juan Carlos Porras, un joven holguinero de 23 años que pasó el servicio militar en una unidad militar de La Habana. En los dos años de servicio obligatorio fue testigo de al menos dos actos de suicidio cometidos por soldados y nos da su visión personal sobre un asunto bien complejo:
“Yo jamás había venido a La Habana. Jamás me imaginé lo que vi. La veía en la televisión pero nada más. Eso le sucede a la mayoría de los que venimos a pasar el servicio aquí. En cuanto llegamos comenzamos a chocar con todo. Las cosas en La Habana se ven desde otro punto de vista y comienzas a darte cuenta de todo el trabajo que pasas en donde vives. Mientras estás encerrado en tu pueblo piensas que pasar hambre y vestir mal es normal pero entonces cuando ves a la gente y a los jefes viviendo a full, comiendo y bebiendo, te das cuentas que todo es una burla, una mentira. Comienzas a deprimirte porque sabes que eres un loco si viras pa´trás. Están los que se ponen a luchar y vamos pa´lante hasta que podamos pirarnos [irse del país] pero los hay que se marean, no aguantan. […] En mi batería hubo uno que se dio un tiro. Le robó el arma a otro soldado. Lo mató y después se mató él. Estuvo preso por robar pistolas y bayonetas para venderlas y fugarse en una lancha. Le querían echar como 20 años por lo de las pistolas. […] Era un chamaquito tranquilo, no se metía con nadie, y meterle 20 años era un abuso. […] En la misma unidad, estando yo allí, hubo otro que se empastilló y después se ahorcó en el calabozo. Pero eso fue porque se enredó con el político [oficial ideológico] de la unidad. El tipo era pájaro y lo obligaba a acostarse con él y lo amenazaba con quitarle el pase, retenerle la baja. Lo chantajeaba. El chamaco lo denunció pero no le creyeron. Eso no sale en los periódicos. Después los mismos oficiales comenzaron a burlarse de él y a decirle maricón y esas cosas y no aguantó. Después que se mató y que los padres armaron lio fue que botaron al político pero no le pasó más nada. Anda por ahí. Como todos los militares, siempre salen ganando y no puedes decir nada porque te joden la vida”.
Mirta Padilla, residente en el mismo barrio que Orestes Álvarez, perdió a su sobrino Alejandro Perdomo hace ya tres años. De las circunstancias que lo condujeron al suicidio nos comenta:
Alejandro Perdomo, sobrino de Mirta Padilla. Foto proporcionada por Mirta Padilla
Alejandro Perdomo, sobrino de Mirta Padilla. Foto proporcionada por Mirta Padilla
“Lo crie como a un hijo cuando mi hermana falleció. Hice por él todo lo que estuvo a mi alcance. Mi esposo también fue un padre para Alejandrito pero los niños crecen y quieren hacer su vida y quieren tener cosas, hacer lo suyo. En esta casa somos doce personas y solo hay dos cuartos. Ni yo ni mi esposo podemos arreglar nada. Todos los salarios se van en comida. Y ni así nos alcanza para comer. […] Yo no sabía que él [Alejandro] andaba en líos de drogas. Él nunca me habló de eso. Me daba dinero pero me decía que era por trabajos que hacía por ahí, porque él se graduó de electrónica y era bueno en eso, y también hizo un técnico en computación y leía cantidad, pero no encontraba un buen trabajo, todos pagaban una miseria, así que lo dejó todo. […] Un día llegó la policía y registraron la casa, me dejaron esto patas arriba, y entonces fue que me enteré en lo que andaba metido. Pero él ya se había ido para Pinar del Río con la novia para irse en una lancha. No sé lo que pasó o si alguien chivateó pero los cogieron presos a todos. […] Eran unos cuantos de aquí del barrio y de Los Pinos. Yo no sé lo que pasó pero, como a los dos días, fue que vinieron para decirme que se había dado un tiro. Durante todo ese tiempo no me dijeron nada. No me dejaban hablar con nadie. A la novia la soltaron después, como a los tres días, y me contó que hubo un tiroteo y que como todo estaba muy oscuro ella no vio más a Alejandrito pero ella dice que él le decía todo el tiempo que si los cogían él se mataba. […] Cuando vinieron a decírmelo, yo no lo podía creer, él no era así. Era un muchacho alegre, bueno, él no era un loco ni un enfermo mental”. Frente a las noticias escalofriantes y a los miles de testimonios aún por recoger, ante las comparaciones con otras realidades foráneas y las estadísticas (la mayoría proveniente de estudios nada confiables, debido a la política de secretismo y desinformación que siempre han practicado los dirigentes cubanos) habría que analizar el reciente caso de suicido del soldado Darío Andino León y de muchísimos otros jóvenes no como sucesos aislados sino como parte de las perpetuas inmolaciones, de todo signo, que han caracterizado a la sociedad cubana en los últimos 50 años.

Acerca del Autor

Ernesto Pérez Chang
Ernesto Pérez Chang
Ernesto Pérez Chang (El Cerro, La Habana, 15 de junio de 1971). Escritor. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana. Cursó estudios de Lengua y Cultura Gallegas en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado las novelas: Tus ojos frente a la nada están (2006) y Alicia bajo su propia sombra (2012). A finales de este año 2014, la editorial Silueta, de Miami, publicará su más reciente novela: Comida. Es autor, además, de los libros de relatos: Últimas fotos de mamá desnuda (2000); Los fantasmas de Sade (2002); Historias de seda (2003); Variaciones para ágrafos (2007), El arte de morir a solas (2011) y Cien cuentos letales (2014). Su obra narrativa ha sido reconocida con los premios: David de Cuento, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1999; Premio de Cuento de La Gaceta de Cuba, en dos ocasiones, 1998 y 2008; Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, en su primera convocatoria en 2002; Premio Nacional de la Crítica, en 2007; Premio Alejo Carpentier de Cuento 2011, entre otros. Ha trabajado como editor para numerosas instituciones culturales cubanas como la Casa de las Américas (1997-2008), Editorial Arte y Literatura, el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana. Fue Jefe de Redacción de la revista Unión (2008-20

miércoles, 24 de septiembre de 2014

¿Quienes compran casas en Cuba?

 Teóricamente, un cubano tendría que reunir 694 años de salario íntegro para poder pagar una casa en La Habana

 
LA HABANA, Cuba.- Gran mito de la “revolución“ cubana el que todos en la isla tienen acceso a una vivienda digna. Mito poco hablado, poco debatido y poco analizado. ¿Qué tiene que hacer un cubano para comprarse una casa? ¿Cuánto cuesta una casa en Cuba? ¿Qué pasa con el cubano que no tiene casa? ¿Quiénes compran?
Nuestra burbuja inmobiliaria
En el 2011, el decreto ley 288 eliminó la prohibición de la compraventa de casas en Cuba. Desde entonces, el mercado inmobiliario se ha disparado al igual que los precios, creando una burbuja inmobiliaria en medio de un país con un caos salarial.
Antes, los cubanos debían acudir a vías ilegales para vender una propiedad. La más común era un falso matrimonio con divorcio exprés para donar legalmente la propiedad vendida, y que todo quedara en regla. Ahora, aunque las vías legales se han flexibilizado, siguen existiendo irregularidades y la misma especulación.
Según estudio minucioso que hicimos de cómo se mueve el mercado inmobiliario en La Habana, una casa o apartamento promedio en condiciones medianamente decentes, no cuesta menos de 150,000 dólares. Se pueden encontrar propiedades desde 10,000 hasta 2 millones de dólares. Para vender una casa, sólo se necesita pagar al Gobierno previamente el impuesto del 4% del valor declarado y en un notario con todos los papeles en regla se puede efectuar la compraventa.
El gran problema radica en que el Estado valora las casas a un bajo precio en pesos cubanos (sin paridad al dólar), en dependencia de la zona y los metros cuadrados, y este valor es el que se declara y simbólicamente se hace la transferencia de propiedad. Luego, debajo del mantel, se cobra lo que verdaderamente cuesta la casa en pesos convertibles o dólares.
El Gobierno no permite que los bancos (todos estatales) hagan préstamos con el fin de comprar una propiedad. Por lo tanto, no existe el crédito ni la hipoteca; las casas se compran en efectivo y se paga la totalidad del precio al momento de la compra. Aquí es donde nace la propaganda oficial que dice que “Cuba es el único país en el mundo donde no existe la crisis hipotecaria“.
Pero… ¿Quién compra?
El salario promedio en Cuba, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), es de 18 dólares al mes. En teoría, un cubano tendría que reunir 694 años de salario íntegro para poder pagar una casa en La Habana.
Sin embargo, los cubanos emigrados (en su gran mayoría en La Florida), están enviando dinero a la familia en la isla para comprar propiedades.
-Muchos están viniendo de Miami a comprar en Cuba, incluso, la semana pasada atendí a uno que volvió para comprar la misma casa que el Gobierno le decomisó cuando se fue definitivo del país-, contaba María Antonia, abogada de vivienda en Habana Vieja.
No existe una persona en Cuba que con su salario pueda comprarse una casa.
Otro potencial comprador es el turista que adquiere una vivienda en Cuba poniendo la propiedad a nombre de un cubano de confianza. Aunque es muy común esta práctica, no existe ningún espacio legal que proteja los derechos de los foráneos.
-Se están vendiendo muchas casas de las que fueron decomisadas a sus dueños originales a principios de la década del 60 por Fidel Castro. Sus nuevos dueños hoy se están haciendo ricos-, Contaba Maria Antonia
¿Quién vende?
La mayor parte de las personas que venden sus viviendas lo hacen para ganar algún dinero y mudarse a alguna más chica. Otros las venden antes de emigrar definitivamente de Cuba. Algo que se está viendo frecuentemente en la actualidad, es al damnificado por huracán o derrumbe que recibe del Gobierno un apartamento de bajo costo y lo vende, para así tener algo de dinero o poder emigrar.
Este negocio no se detiene, a pesar de la crisis económica que afecta a Cuba. Cada día se venden muchas casas y el precio tiende a todo menos a bajar. Grandes sumas de dinero en efectivo son manejadas en la isla; pero como decíamos arriba: esto sólo sucede en la burbuja. La inmensa mayoría de los cubanos ni siquiera han considerado alguna vez la posibilidad de comprarse una casa.
-Aquí vivimos nueve personas: mi marido, mis dos hijos, mi padre, mi suegra, el hermano de mi suegra y un tío mío con su mujer-, explica Yanelis sobre su apartamento de 40 metros cuadrados, de un solar en Centro Habana.
Es muy común ver viviendo en tan poco espacio a tanta gente. Esto se debe al déficit de vivienda que existe y a los altos índices de inmigración proveniente de otras provincias. En una casa donde normalmente deberían vivir dos personas, hoy viven hasta 15.
Muchos familiares de otras provincias vienen a La Habana a intentar mejorar su nivel de vida, pero aquí son considerados “ilegales“ y no tienen derecho de trabajar, estudiar o residir. Al ser identificados por la policía, son multados y deportados a sus respectivos lugares, para “evitar el crecimiento poblacional desproporcionado“, según explica la ley.
Comprarse una casa en Cuba es un sueño para la población trabajadora y un privilegio para la nueva clase pudiente que está naciendo gracias a la comunidad exiliada cubana. Las extremas diferencias sociales cada vez son más crudas y se alejan a paso acelerado de cualquier doctrina política remotamente parecida al socialismo.

Acerca del Autor

Yusnaby Pérez
Yusnaby Pérez
Bloguero y escritor cubano. Amante de la democracia, la libertad y los Derechos Humanos. Defensor de la pluralidad de criterios y modos de expresión. La Habana, Cuba.
Tomado de:http://www.cubanet.org


viernes, 1 de agosto de 2014

El problema de Cuba es quirúrgico


Por: Ernesto Aquino Montes
LA HABANA, Cuba -Luego de su arribo al poder, el presidente cubano Raúl Castro implementó un paquete de medidas encaminados a liberar al gobierno de sus responsabilidades con los programas económicos, basados en las “gratuidades” que supuestamente garantiza el socialismo como parte de su política “benefactora y altruista”.
Sin embargo, a pesar de algunas novedades muy polémicas, relacionadas con la política de empleo y los permisos para viajar, el gobierno continúa atrincherado en su viejo proyecto ideológico, mientras el pueblo sigue remendando sus esperanzas de una vida mejor.
Doris Mons Otero, una joven de 26 años, mostraba su descontento mientras explicaba:
-Cuando oigo hablar de cambios, en lo único que pienso es en el cambio que tengo que hacer de mi dinero en Moneda Nacional (MN) a Pesos Cubanos Convertibles (CUC), para poder comprar en las Tiendas Recaudadoras de Divisa (TRD) los productos de primera necesidad como aceite, jabón, máquinas de afeitar, puré de tomate, pasta dental, detergente.
Mons Otero, continúa diciendo:
-No tienes más que ver la Libreta de Racionamiento: cada vez con menos hojas; porque los productos de la Canasta Básica Familiar, en lugar de incrementarse, lo que hacen es desaparecer; del transporte urbano lo único bueno que se puede decir es que ha permitido desarrollar dos prácticas deportivas: el Campo y Pista y el Sumo (tipo de lucha libre japonés), porque para alcanzar una guagua (ómnibus) tienes que correr como un caballo desbocado; y cuando se detienen en la parada, llegan tan abarrotadas que para subir tienes que luchar cuerpo a cuerpo con la gente.
Otro de los entrevistados, Pablo Rodríguez Peñate, carpintero retirado de 71 años, apuntó, entre otras deficiencias que no cambian, el deterioro de los hospitales y el servicio médico en general; el mal estado de los centros escolares y la falta de preparación profesional del personal docente; la apariencia deprimente y la falta de higiene en las instalaciones gastronómicas y la elaboración de los alimentos.
Este es su testimonio:
-Cuando tú vas al médico, para que te atiendan, tienes que entrar con un ‘estímulo’ en efectivo (una meriendita, un par de jabones CUC, una cajita de cigarrillos, también CUC); pero si la cosa es de hacerte un chequeo profundo, Rayos X o que te pasen por el Somatón, entonces la “mordida” no baja de 100.00 CUC (90 dólares), entre los regalitos y el dinerito. ¡Ahora imagínate que el problema tenga que llegar al salón de operaciones! Cuando terminas de curarte, ya estás enfermo de los nervios y comienza un nuevo ciclo de los mismos gastos. ¡No digo yo si la gente tiene que tirarse al mar para escapar de esta locura!
Por su parte, Eduardo Herrera Durán, un médico de 46 años Especialista en Cirugía General, quien labora en el Hospital Calixto García, hizo énfasis en el deterioro general de la higiene en todos los órdenes.
Herrera Durán calificó de “desastrosa, lamentable y vergonzosa” las condiciones de abandono a que está sometida la vida del ciudadano:
-¿Cómo se puede hablar de cambios, cuando la ciudad, que es el centro de la vida política, económica y cultural del país, agoniza sobre escombros que dejan los constantes derrumbes de viejas edificaciones descuidadas, las tupiciones en los sistemas de drenaje albañal, los desechos de todo tipo amontonados en las esquinas por falta de contenedores o insuficiencia en el servicio de recogida de basura?
Según el especialista en Cirugía General, el problema cubano es quirúrgico. Los paliativos no van a detener el proceso degenerativo que sufre la sociedad cubana, como consecuencia de un gobierno que ha impuesto y persiste en imponer políticas fracasadas.
-Sin dudas –concluyó el médico, de 46 años-, los cambios vendrán. La historia no cree en tiranías perpetuas. Pero si antes de desaparecer, el actual gobierno quiere hablar de cambios reales y concretos, será necesario despenalizar la libertad de expresión y asociación, invalidar la actual Constitución y reconocer el derecho de todos a participar en la construcción de un Estado de Derecho. Mientras tanto –dice el médico-, tendremos que seguir lidiando con estos cambios que lo dejan todo igual, y seguir creando conciencia de que somos nosotros los que tenemos que cambiar.
Nota: Todos los entrevistados, aunque ofrecieron su identidad a este reportero, rehusaron ser fotografiados.
http://www.cubanet.org

miércoles, 4 de junio de 2014

Manuel Cuesta Morua impulsa movimiento para reformar la constitución en Cuba

 

 <span class="cutline_leadin">Los opositores </span>cubanos Manuel Cuesta Morúa (izq.), Leonardo Hernández y Rigoberto Hernández, integrantes del grupo disidente cubano Arco Progresista realizan una denuncia el 19 de octubre del 2010 en La Habana. Morúa esta trabajando en un proyecto proyecto para construir un consenso entre los actores políticos y de la sociedad civil, dentro y fuera de Cuba, acerca de una nueva propuesta constitucional.

Los opositores cubanos Manuel Cuesta Morúa (izq.), Leonardo Hernández y Rigoberto Hernández, integrantes del grupo disidente cubano Arco Progresista realizan una denuncia el 19 de octubre del 2010 en La Habana. Morúa esta trabajando en un proyecto para construir un consenso entre los actores políticos y de la sociedad civil, dentro y fuera de Cuba, acerca de una nueva propuesta constitucional.
Alejandro Ernesto / EFE 
Opositor impulsa movimiento para reformar la constitución en Cuba

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Un total de 314 “Mesas de Iniciativa Constitucional” con 2,400 participantes sesionaron el fin de semana en Cuba, como parte de un proyecto para construir un consenso entre los actores políticos y de la sociedad civil, dentro y fuera de la isla, acerca de una nueva propuesta constitucional. Los debates de la denominada Hoja de Ruta Constitucional, impulsada por el opositor Manuel Cuesta Morúa, están acompañados por una recolección de firmas dentro del proyecto Asamblea Constituyente Ahora.
Morúa, quien es líder del movimiento Arco Progresista y actualmente está bajo una medida cautelar, informó que las discusiones se centraron en buscar un consenso sobre si se debe reformar la constitución actual, recuperar la Constitución de 1940 o crear una nueva Carta Magna.
Esta iniciativa llega en un contexto donde una comisión estatal está estudiando a puertas cerradas posibles modificaciones a la constitución.
Aunque las 72 organizaciones que suscriben actualmente esta hoja de ruta son en su mayoría opositoras, en Cuba y en el exilio, Morúa afirmó el martes que “la idea es que el proceso esté abierto a todos los ciudadanos. Se trata de lograr una mayor legitimidad con la participación de ciudadanos que no están vinculados con la oposición. Esta no es una discusión entre grupos opositores y esta primera actividad así lo demostró”.
Morúa puntualizó que entre los 2,400 participantes se encontraban muchas personas que no eran opositoras o activistas pues las mesas debían justamente “abrir la discusión a la ciudadanía en sus comunidades”.
Para evadir el control de las autoridades, que usualmente impiden este tipo de reuniones, no se publicitó de antemano el carácter de estos encuentros ni el lugar en que se realizarían.
El último intento de la sociedad civil para cambiar la constitución cubana, el llamado Proyecto Varela impulsado por el fallecido opositor Oswaldo Payá, fue desestimado por la Asamblea Nacional en el 2002, cuando se presentó avalado por más de 10,000 firmas. El Proyecto Varela abogaba por una nueva ley electoral y convertiría en leyes el derecho a la libre expresión, a la libertad de prensa y a la libertad de asociación, entre otras medidas.
Ese mismo año, la Asamblea Nacional aprobó la Ley de Reforma Constitucional que establece en su Artículo I que “El socialismo y el sistema político y social revolucionario establecido en esta Constitución… es irrevocable, y Cuba no volverá jamás al capitalismo”.
Pero Morúa confía en que a diferencia de los años 90, “la necesidad de cambio es compartida por la mayoría de la población cubana. Nosotros no queremos quedarnos con las 10,000 firmas mínimas que requiere la constitución cubana para pedir cambios sino que queremos generar un movimiento y una cifra crítica de presión para que las autoridades no puedan engavetar la propuesta”.
Armando Chaguaceda, politólogo cubano residente en México, cree que esta iniciativa tiene pocas posibilidades legales de éxito aunque sí constituye una buena estrategia política pues “recupera el tema legal y de derechos de la ciudadanía; apelar al derecho, aunque sea al que está vigente, es altamente subversivo en un contexto como el cubano. Por otra parte, recupera la idea de convivencia entre los cubanos”.
En los últimos años se ha multiplicado el debate en Cuba sobre la necesidad de una reforma de la constitución entre académicos, juristas y otros miembros de la sociedad civil que se presenta como independiente del estado.
En una entrevista reciente, el jurista e historiador de la isla, Julio César Guanche, señaló que la ley fundamental vigente está “desactualizada” en relación a los pactos de derechos humanos de la ONU. A su juicio, es “muy importante ampliar el catálogo de derechos y garantías de la ciudadanía en Cuba”. Para Guanche, la reforma económica que se está realizando en Cuba debería estar acompañada de cambios constitucionales: “La magnitud de los cambios que se están haciendo y se deben hacer merece una nueva constitución”.
En febrero de este año, la revista Espacio Laical, publicada por la Arquidiócesis de La Habana y que lleva años discutiendo sobre el tema, organizó un panel en el que Roberto Veiga, editor de la revista, señaló que los cambios constitucionales deberían incluir mecanismos de control, como el defensor del pueblo, la revisión del artículo 5 que convierte al Partido Comunista “en una fuerza de control, más allá de ser una fuerza política” y la elección directa del jefe de Estado, pues “quien venga a sustituir a Fidel y Raúl no contará con el capital político de estos para su legitimación.”
En un dossier que la revista dedicó en el 2009 a este tema, Veiga también había abogado por la institución del recurso jurídico de habeas corpus. Otro participante, Dimitri Prieto, había pedido insertar la “libertad de movimiento, de religión, de palabra y de prensa, de reunión y manifestación” en un futuro texto.
Aunque según Chaguaceda los límites entre la oposición y quienes conforman esta sociedad civil en la isla son cada día más tenues, parece difícil que miembros de la oposición y de la sociedad civil de la isla trabajen de modo consensuado en la elaboración de una propuesta.
Veiga no cree en “una gran conciliación con pretensiones totalitarias” pues lo que “necesitamos es tantos grupos y propuestas como se pueda y luego propiciar el diálogo entre estos grupos y hacia la sociedad. Pero para eso hace falta que el gobierno cubano abra el espacio público a esta discusión”.
Para Morúa, debates como los de Espacio Laical “se quedan en las élites. De lo que se trata es de la reinvención de la legitimidad ciudadana como mecanismo para impulsar el cambio. Si la discusión ciudadana finalmente determina que hay que reformar la constitución actual y no hacer una nueva, nosotros seguiremos lo que dice la ciudadanía”, concluyó.
Morúa informó que en julio próximo se realizará un evento similar a las “Mesas de Iniciativa Constitucional” en Miami.

ngameztorres@elnuevoherald.com

Puede seguir a Nora Gámez Torres en Twitter en @ngameztorres
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martes, 24 de septiembre de 2013

Tres de Cuba: El diablo embotellado.Derrumbe en la Vibora."Los micrófonos no son de los revolucionarios"

El diablo embotellado 

Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Los progres de Europa han encontrado el modo de materializar su borrachera fidelista mezclando el placer con la penitencia, a través del ron Comandante Fidel, ponzoña líquida, que, por más de un motivo, remite a “El Diablo Embotellado”, aquel relato tan macabro y aleccionador de Robert Louis Stevenson.
Un amigo, residente en España, me trajo una botella de este ron. Y doy fe de que luego del alcolifán o el chispa e´tren, no me había pasado por el gaznate algo tan nauseabundo, capaz de hacerme sentir que tengo un cóctel molotov en el lugar de la cabeza.
Sin embargo, diversos distribuidores internacionales del ron Comandante Fidel (Rones del Mundo, Bodegas Biosca, Uvinum, Bealshop…) lo están vendiendo como la octava maravilla, hecho “con las mejores mieles fermentadas de la caña de azúcar, envejecido en barricas de roble blanco y con todo el vigor, pasión y amor a la patria, del espíritu cubano”. Un globo de marketing con el que parecen querer reafirmar que los milagros existen, siempre que además de fe, quien los espera demuestre estar dispuesto a degustar la metralla como si fuera elixir.
La pócima en cuestión, embasada por la firma ABANESCU, S.L, en La Junquera, Girona, España, se comercializa sobre todo en el viejo continente, al precio de 9.20 euros la botella (de 0.70 Le), cuya etiqueta reproduce la imagen de Fidel Castro, cuando era joven, claro está, a partir de una muy conocida foto con boina que le tomara Liborio Noval, el 7 de diciembre de 1961, en el Cacahual.
A juzgar por la cantidad y el prestigio mercantil de sus distribuidores españoles, así como por el entusiasta aparato de promoción que lo sostiene, este ron debe estar contando actualmente con muy buenos niveles de venta. Además, sus proveedores actúan en un radio de acción que abarca casi todo el mundo, con un eslogan que lo anuncia como “El ron de la Revolución”, y presentado en variedad de ofertas que van desde el ron blanco, refino y superior, hasta el añejo dorado.
Sin embargo, ningún cubano de a pie conoce su existencia, lo cual, a fin de cuenta, es otra prueba del buen proyecto de marketing que se han montado. Un ron que lleve como sostén el nombre y la imagen de Fidel Castro, resultaría desconcertante para nuestra gente, que lo ha oído adoctrinar a la juventud con preguntas como estas que extraigo textualmente de un discurso suyo, pronunciado el 4 de diciembre de 2002, en la Escuela Latinoamericana de Medicina, en La Habana: “¿Cuánto daño puede causar el ron a cualquier sociedad?” “¿Cuántas muertes por irresponsabilidad en accidentes debido a bebidas alcohólicas?”
Por lo demás, es previsible que el propio dictador en jefe tema que al pueblo cubano (conocedor de lo auténtico en materia de ron, aunque no pueda beberlo nunca, por sus precios) se le encendería la chispa del choteo si llegase a probar el de la marca Comandante Fidel, el cual, como muy bien pregona el eslogan, representa el “El ron de la Revolución”: falso, corrosivo, alienante e indigesto.
Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguiente dirección: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0

Derrumbe en La Habana deja a una mujer atrapada entre los escombros.

 Escuela"Pedro María Rodríguez", La Víbora, La Habana. foto Julio César Álvarez

LA HABANA, Cuba, 23 de septiembre de 2013, Redacción, www.cubanet.org.- Un derrumbe parcial de una antigua escuela en ruinas, ocurrido en la mañana de hoy en la capital cubana, tiene atrapada a una mujer entre los escombros, según información desde el lugar de los hechos del periodista Julio César Álvarez.
El periodista de Cubanet indica que se trata de la antigua escuela primaria Pedro María Rodríguez, ubicada en la calle Carmen, entre Cortina y Figueroa, en La Víbora, donde vivían once familias. Alrededor de las nueve y media de la mañana de hoy, cayó parte del edificio. En el momento de redactar esta nota, equipos de salvamento intentaban rescatar el cuerpo atrapado de Isabel Fernández Gutiérrez, de 50 años. También se pudo conocer que otra vecina del lugar tuvo que ser hospitalizada con un ataque de pánico provocado por el estruendo.
La once familias vivían hace años entre las ruinas de la escuela, pero habían solicitado una vivienda a las autoridades en varias ocasiones.
ACTUALIZACIÓN: A media tarde, la familia de Isabel Fernández Gutiérrez no tenía noticias todavía. Al parecer no se había podido recuperar su cuerpo. Funcionarios del gobierno se presentaron en la zona, con dos camiones y un autobús, con el propósito de trasladar a los vecinos hacia un albergue, pero éstos estaban plantados: Decían que, o una vivienda digna, o nada. La situación estaba tensa.
.....

Edmundo y Robertico: El oportunista y el oportuno

| Por Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Edmundo García, acérrimo defensor y soldado extraterritorial de la dictadura cubana,  conduce en Miami – ¡nada menos que en Miami! – un programa de radio que constituye una extensión de la Mesa Redonda. Sus denuestos contra el imperialismo y contra los “contrarrevolucionarios anticubanos”, así como sus rendidas loas al castrismo, son la demostración más fehaciente de que el inefable Edmundo goza de las oportunidades que la libertad de expresión propia de un país democrático le permiten, las que no disfrutamos los opositores pacíficos en Cuba, porque el régimen que tanto él defiende nos las niega.
Edmundo desbarra públicamente contra los críticos del castrismo, visita la Isla para solazarse en restaurantes e instalaciones turísticas en las que la mayoría de sus “compatriotas” no tienen la posibilidad de asomar siquiera la nariz y, tan fresco como una lechuga, se pasea por aquellas norteñas y estas sureñas calles sin ser detenido o reprimido, lo cual –dicho sea de paso– me parece muy bien.
Muchos cubanos se preguntan qué razones impulsarían al señor García a marcharse de su país natal, donde –a juzgar por sus propias declaraciones– rigen el sistema más justo del mundo y el gobierno que cualquier nación democrática envidiaría, para instalarse justamente en la nación más infernal e imperfecta del planeta donde, para más señas, campean rampantes los terroristas y gobiernan los peores enemigos de la Humanidad y de Cuba. Pero esto parece ser un misterio que solo podrían develar el propio bilioso alabardero y –por supuesto– el gobierno cubano. Mientras, Edmundo continúa predicando en calzoncillos, porque él es la viva encarnación del oportunista.
Es por eso que se proyecta en otros y califica de “desafortunada”, “oportunista” e “irrespetuosa” la actuación del artista Robertico Carcassés en la recientemente celebrada gala por la liberación de los espías cubanos que cumplen largas condenas en EE.UU. En la improvisación, Carcassés declaró sus deseos de tener libre acceso a la información, del fin del bloqueo y del auto-bloqueo, de poder elegir al presidente de manera directa (“y no por otra vía”) y pidió “libertad para los cinco y también para María”, lanzando también una frase altamente radiactiva en Cuba: “ni militantes, ni disidentes, cubanos todos con los mismos derechos”.
La audacia del artista consiste no solo en el hecho de haber expresado públicamente los deseos de la inmensa mayoría de los cubanos, sin que ello signifique pertenencia al sector opositor o constituya alguna trasgresión de la legalidad –todo un flagrante desafío a las autoridades de la Isla–, sino en haberlo hecho precisamente en el Protestódromo, frente a la SINA, el escenario castrista-antimperialista por antonomasia, y en el marco de una “actividad” convocada con antelación y con gran fanfarria por los medios oficiales, en la que supuestamente todo el elenco debería responder con fidelidad absoluta a las directrices de la cúpula gobernante.
Y, por supuesto que Robertico Carcassés no fue por ello un oportunista. Muy por el contrario, fue maravillosamente oportuno. Tanto, que –con independencia de que en algún futuro mediato los testaferros del régimen, haciendo uso de sus habituales recursos de convencimiento ideológico, lograran que se desdiga públicamente– sus (nuestras) verdades, grandes como templos, ya fueron dichas. Más aún: es la primera vez que tanta esperanza contenida y tantos anhelos compartidos por millones de cubanos son dichos de viva voz y tan claramente en un escenario oficial. Y esto es lo más peligroso para los dueños de Edmundo García. Si la oposición hubiese tenido el micrófono, no lo hubiese hecho mejor.
Porque, y he aquí lo que debe ser una lección para todos, nada resulta tan impactante y efectivo como expresar sencilla y llanamente las esperanzas de toda una nación, no desde el encendido discurso patriotero o desde los sectores de la oposición –tan demonizados y temidos por el gobierno como poco conocidos por la sociedad–, sin menoscabo del derecho que a éstos les asiste, sino desde la valentía y la vergüenza de un individuo no sujeto a compromisos ideológicos. Eso es honestidad, todo lo contrario del oportunismo. Nos hacen falta en Cuba muchos  Roberticos Carcassés, con o sin micrófonos.
Por unos breves minutos, este artista demostró, quizás sin proponérselo, que las calles, las plazas, las tribunas y los micrófonos no son “de los revolucionarios”, sino de los cubanos. Si solo para eso hubiera valido su audacia, realmente mereció la pena. ¡Bendita sea su manera de aprovechar la oportunidad! Por el regalo de esos instantes de libertad pública ejercida desde los medios oficiales habría que dar las gracias al joven Carcassés, de todo corazón.

sábado, 10 de agosto de 2013

Desempolvando archivos. La Cuba donde nací ya no existe




1. Cuando La Habana era una fiesta / Se acabó la diversión...

El 6 de enero de 1959, día de Reyes, el Diario de la Marina publicó el siguiente anuncio: “La Unión Nacional de Empresarios Cinematográficos de Cuba ha acordado [...] abrir las puertas de todas nuestras salas, absolutamente gratis, a todos los miembros de las valerosas tropas que integran el Ejército de la Libertad, para que disfruten de nuestros espectáculos mientras estén acampados en La Habana.”El negocio del cine se unía así al fervor generado por aquella revolución que prometía devolver las libertades políticas perdidas siete años antes, con el golpe del general Fulgencio Batista.
 La Habana era por aquel entonces una de las capitales mundiales del séptimo arte. La ciudad, alardeaban los cubanos, tenía más cines que Nueva York: 135 salas para una población que no llegaba al millón de habitantes. Grandes estudios como Warner, Twenty Century Fox, Columbia o Metro habían abierto centros de distribución y talleres donde se formaban decenas de técnicos.
El cine no era sólo un motor cultural sino una industria de primer orden.Pero resultó que los dirigentes revolucionarios no supieron apreciar el apoyo del gremio. Resultó, incluso, que eran alérgicos a esa forma de entretenimiento burgués. Y aquellas salas, las señoriales y las modestas de barrio, fueron sucumbiendo a la construcción del socialismo. Hoy apenas sobrevive unaveintena, para una población que rebasa los dos millones. Las demás, enmudecidas, están cayéndose a pedazos, como todo en esa ciudad. Y en la isla. 
 La Habana, dicen ahora pesarosos los cubanos, es un cementerio de cines. Como también es un cementerio de librerías, de mercados, de comercios... De esperanzas.Sobrevive algo de humor, cada día más negro, en espera de la muerte del caudillo, ese desenlace biológico que nunca llega. “Lo tienen " apuntalao" –comentan–, como los edificios de La Habana Vieja.”
 Calle Diez de Octubre con Santos Suárez. El imponente cine Apolo se erige frente a la parada de la guagua. ¿Qué dan ahora? La pregunta desencadena una cascada de reacciones.“¡Uyyy, no! –dice un mulato–. ¡Hace años que está cerrado! Se rompieron las máquinas y más nunca lo abrieron. Un cine hermoso era, con fuente de soda y rositas de maíz.” “Y tenía aire acondicionado –interviene una señora canosa–. Lo dejaron morir, como a todos. Sólo han mantenido los de la calle 23 y la Rampa, en el Vedado.” Y las vecinas, entre suspiros, hacen un repaso de las salas que había en la colonia donde nació la inolvidable Celia Cruz: “El Moderno, el Dora, el Atlas, el Fénix, el Santos Suárez...”, mientras señalan a todos los puntos cardinales. “Ya no hay ni cartelera en el periódico.”
 Algunos blogueros cubanos documentan con fotos el triste destino de los cines más emblemáticos: el Cuatro Caminos es un aparcamiento, como el Shanghai. El Majestic, un almacén. El Rex y el Dúplex, prodigios de la tecnología en los cuarenta, se hunden “en aguas albañales”. El Capitolio es un almacén de construcción. El Campoamor, un estacionamiento de bicicletas. El Cerro Garden, un taller mecánico. Cuatro celebradas salas art decó han corrido suertes dispares: el Infanta se incendió. El Manzanares se vino abajo. El Astral es utilizado por la Unión de la Juventud Comunista, y el América ofrecía, cuando pasamos ante él, un espectáculo humorístico titulado La esquina de Mariconchi.
 El cine había llegado a Cuba con la guerra de independencia y el estreno de la república. La primera sala abrió sus puertas en el Paseo del Prado en enero de 1897. Durante cinco décadas los habaneros devoraron filmes estadounidenses, italianos y franceses, en doble sesión. Las estrellas internacionales se paseaban por la ciudad. En el barrio de Colón, el de los grandes estudios, los niños recogían del suelo los descartes de las películas parafabricar petardos. Y los vendedores esperaban con sus cestos de comida a la salida del pase de medianoche. El cine era parte indisoluble de la vida de La Habana.Hasta que “se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó a parar”. Tenía razón el cantante Carlos Puebla. Se apagaron los proyectores. Se confiscaron las películas. Las productoras abandonaron la isla. Las salas fueron intervenidas por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (icaic). Casi un tercio cerró los primeros años.
   El nuevo gobierno se encargó de seleccionar las películas en función de criterios ideológicos. Cintas soviéticas, checas y polacas subtituladas se adueñaron de las pantallas, aunque nunca se prohibió deltodo el “decadente” cine capitalista. El público desertó. Sin mantenimiento de ninguna clase, el deterioro de las salas fue imparable.Nada queda del eje cinematográfico por excelencia, Paseo del Prado y Parque Central, jalonado por el Fausto (tan caro a Cabrera Infante), el Galatea, el Capitolio, el Montecarlo, el Niza, el Sevilla o el Royal. Han sobrevivido al cinecidio el Yara, el Payret o la gigantesca sala del Karl Marx, antiguo Teatro Blanquita, todos construidos antes de 1959. El régimen revolucionario los ha convertido en una vitrina internacional donde se celebradesde 1979 el festival anual del Nuevo Cine Latinoamericano. El principal responsable de esa estrategia ha sido Alfredo Guevara, el gran santón de la cultura oficial cubana y censor implacable desde la presidencia del icaic, que ocupó durante más de cuarenta años. Guevara pasará a la posteridad por el demoledor retrato que de él hizo Guillermo Cabrera Infante en su relato Delito por bailar el chachachá.




2. El Carmelo de Cabrera Infante




 Guevara vino a interrumpir una tarde las ensoñaciones de Cabrera Infante, que imaginaba entre el humo de su tabaco casamientos inmediatos con cuanta hembra jacarandosa entraba en El Carmelo. En aquella cafetería, toda una institución habanera, el escritor barruntaba lo que se avecinaba en Cuba, mientras observaba las idas y venidas de egregios miembros de la nueva casta política, que acababan de salir de un concierto en el Auditórium, rebautizado Amadeo Roldán tras la Revolución.Entre ellos estaba ese comisario de las artes y las letras, que se abrió paso hasta él “como Bette Davis en Now Voyager”, con su traje de seda y su corbata francesa, con su sonrisa gelatinosa, derramando efluvios de L’Air du Temps. La Dalia, le había apodado Néstor Almendros. De cara a la galería, Guevara ejercía de comunista virtuoso, al que disgustaba sobremanera un Cabrera Infante fuera de su control. Quería, le dijo, unirlo a su causa.Necesitaba su inteligencia. Y que dejara esa revista cultural, Lunes de Revolución, que difundía contenidos inapropiados como el arte “akstrakto”, la literatura “biknik” o el jazz, productos todos del imperialismo. 
 La escéptica respuesta del escritor fue su sentencia: seis meses después, el aparatchik cerraba la revista.Cabrera murió en el exilio y es hoy uno de los muchos autores proscritos en Cuba. Guevara es un anciano (ya murió) al que pasean bajo palio y que se lamenta de que “La Habana está sumergida en la chusmería y en la vacuidad”. Y El Carmelo languidece en la misma esquina de Calzada con la calle D, víctima del perverso sistema de la doble moneda.
Aquí se impone una pequeña digresión técnica para explicar la insólita política del Banco Central. Los cubanos reciben sus salarios en pesos (veinte dólares mensuales en promedio), pero la moneda nacional sólo sirve en las bodegas de alimentos básicos subsidiados por el Estado, en algunos restaurantes baratos, en lo que queda de los cines, en el transporte público o en las tiendas de ropa reciclada. En cambio, la carne de res, la mayoría de las medicinas, la ropa decente, los televisores, los teléfonos celulares y un sinfín de productos se pagan en cuc o peso convertible, también llamado dólar cubano o chavito, en alusión a los billetes del juego del Monopoly. El caso del pollo es de lo más ilustrativo. El gobierno lo trae congelado de Estados Unidos y lo descuartiza con criterios clasistas: manda los muslos a las bodegas en pesos, y destina las pechugas a las tiendas encuc (oficialmente, “tiendas de recuperación de divisas”; popularmente, chopin). Y sólo los cubanos que reciben remesas de sus familiares exiliados, los empleados de empresas mixtas o los que tienen contactos, formales o informales, con el turismo tienen acceso al cuc, que fue creado en 2004 y equivale a 24 pesos nacionales. El resto de la población, incluidos médicos y maestros, sólo dispone de moneda nacional y pasa verdaderas carencias. La brecha social es cada vez más evidente: hay una nueva clase de cubanos, vinculados al establishment, que gastan en un solo almuerzo en restaurantes de lujo lo que otros ganan en varios meses.
 Regresemos ahora a El Carmelo, donde una camarera nos conduce a una sala lúgubre y destartalada, con neones escasos y tan vacía como las bandejas del autoservicio:–¿No tienen nada?–Sí, bueno, antes era bufé, pero ahora servimos en las mesas.–Nos vamos a sentar afuera, en la terraza.–Sí, pero tiene que ser en este lado, que es pago en divisa. Aquel lado es para moneda nacional.–¿Y qué diferencia hay?–Que en moneda nacional se da comida y bebidas nacionales.Su tono no deja lugar a discusión. Nos sentamos en el lugar asignado, también vacío, lejos de los cubanos que ocupan algunas mesas en el otro lado de la terraza. En el área de pagos en pesos cubanos supuestamente tienen para comer arroz, pollo,sopas...–¿No nos había dicho que de este lado se pagaba en divisa?–En divisa no hay comida, sólo emparedados.–¿Hay pollo en moneda nacional y no hay en divisa?–Así es.–¿Y por qué?–No pregunte. No hay respuesta. No funciona, le digo tal cual nos han dicho.–Bueno, pues tomaremos una cerveza.–¿Cristal o Bucanero?–¿Pero no decía que la cerveza nacional era en el otro lado?–Allí no servimos Cristal ni Bucanero sino otra peor, la que tomamos los cubanos.–¿Pero no es la misma fábrica?–Ese ya es un tema que yo no domino.–¿Y si queremos tomar una Cristal, pero estar sentados con los cubanos?–No se puede porque... las sillas son distintas. Oiga, usted no ha venido pa comel, sino pa hacel preguntas, y aquí no se puede preguntar.Finalmente nos informan que podemos pedir comida en pesos y pagarla en divisas. Nos ofrecen arroz con verdura.Sea. Cuesta imaginarse que aquella terraza desolada, cubierta con plástico verde y amueblada con un puñadode mesas metálicas hubiera sido escenario luminoso de la vida social habanera de los cincuenta y refugio de animadas tertulias. No hay agua en el baño, y los manteles rojos lucen manchas de grasa. La comida es un rancho cuartelero. Ni en el peor de sus presagios hubiera imaginado Cabrera Infante la suerte de su santuario. Y Lezama Lima, visitante ocasional de El Carmelo y connotado glotón, penaría sin consuelo.




3. Réquiem por las librerías“




La Habana era la voz de Lezama”, dice Cintio Vitier, el viejo poeta que se convirtió en un triste paladín del poder hace tres décadas. Mucho antes de dedicarse a la propaganda oficialista, Vitier formó parte de la redacción de la revista Orígenes, fundada en 1944 por Lezama y otros intelectuales. Ese grupo tenía sus tertulias en la cafetería La Lluvia de Oro y la librería La Victoria, ambas en la calle Obispo, en el corazón de La Habana Vieja.“En la diminuta trastienda de La Victoria podía uno asistir a las tertulias del autor de Paradiso. Con su enorme tabaco entre los dedos, se solía imponer con su maravillosa conversación”, cuenta el poeta y sacerdote Ángel Gaztelu, otro de los fundadores de la revista. Y cuando un joven escritor le pedía consejos para sus lecturas, Lezama le contestaba: “Muchacho, lee a Proust.”Hoy nadie pide consejo en las pocas librerías que han sobrevivido al vendaval revolucionario. 
La Victoria, ese “punto de reunión de la intelligentzia cubana”, como la describió el dramaturgo Virgilio Piñera, sigue en el nº 366 de Obispo. Tras muchos avatares, el local, en estado ruinoso, ha retomado su antigua función y vende libros usados, cubiertos de polvo. No hay textos de Lezama, pero sí las Obras completas del Che. Una pareja de nórdicos despistados, conducida por el inevitable jinetero que trabaja a comisión, mira unos carteles del guerrillero y se va sin comprar nada.
La Lluvia de Oro también pervive, un poco más adelante, pero el camarero no sabe quién es Lezama. Una orquesta toca son y salsa para los turistas. Es uno más de esos lugares sin gracia que han proliferado en los últimos años para hacerse con las divisas de los visitantes extranjeros.Sólo en Obispo había ocho librerías-editoriales cuando Fidel Castro entró en La Habana en enero de 1959. Todas habían sido fundadas por españoles, entre ellos un exiliado republicano, y todas fueron “intervenidas” por las autoridades y clausuradas en su mayoría.
 El monumental edificio art decó en la esquina de Obispo y Bernaza, construido en 1935, sigue albergando La Moderna Poesía, pero el buque insignia del mundo editorial cubano se ha convertido en un cascarón vacío. Los escaparates son el reflejo fiel de la política cultural del gobierno. En uno dominan los libros de cocina, astrología, autoayuda o decoración. La presencia de la literatura cubana se limita a los dos tomos de las Obras poéticas de Nicolás Guillén y una novela de la joven escritora Ena Lucía Portela. El otro está dedicado a la chemanía: doce títulos sobre el “guerrillero heroico”, en español, francés e inglés.La Moderna Poesía, como el puñado de librerías de La Habana, es más bien un depósito arbitrario de libros donde los dependientes, todos funcionarios del Estado, se aburren soberanamente a la espera del improbable comprador. La presencia de un manual sobre “estrategias de supervivencia empresarial” desconcierta casi tanto como la indigencia de los estantes de literatura cubana, donde faltan la mayoría de los grandes escritores.Con todo, el establecimiento mantiene la noble función para la que fue creado en 1890. De su socia, la librería Cervantes, con la que llegó a abrir sucursales en Sudamérica, no queda rastro.Y el local de su vecina, Ediciones Montero, creada en 1937 y especializada en temas de derecho, lo ocupa hoy el Comité Militar Municipal. El escaparate está tapado con tela verde, y en el cristal hay una foto del Che. En la acera de enfrente, la Librería Internacional ofrece al Che en todos los formatos posibles y la Ateneo Cervantes está invadida por manuales revolucionarios en desuso de los cinco continentes.
Para los aficionados a la lectura, los libreros de ocasión de la Plaza de Armas constituyen el último recurso. Son una veintena e instalan sus puestos cuatro días a la semana en ese hermoso parque.Un primer vistazo puede ser decepcionante: Fidel, el Che y la Revolución copan las estanterías, por obligado protocolo, pero también por negocio. “A los jóvenes europeos lo que más les interesa son las obras del Che”, comenta uno de ellos. Pero las miles de bibliotecas privadas desmanteladas y vendidas en Cuba dan para mucho, y todavía hoy puede encontrarse alguna pequeña joya. Nada de Cabrera Infante, Reinaldo Arenas o Virgilio Piñera, ni de los autores de la nueva generación, como Leonardo Padura y Pedro Juan Gutiérrez, que viven enLa Habana pero publican en el extranjero. Parapetados en sus puestos, los libreros, que además suelen ser lectores, saben sin embargo dónde conseguir la mercancía prohibida.




4. Los vestigios de Galiano




La calle Obispo, arteria cultural y comercial, hervidero de estudiantes y empleados de banca, de funcionarios y gacetilleros a la carrera, cedió protagonismo en los años cuarenta al distrito de Centro Habana, a espaldas del Capitolio. Las calles Galiano, Neptuno y San Rafael, sedes de los primeros grandes almacenes, se convirtieron en el corazón vibrante de la capital moderna. No hay habanero que no evoque la elegancia de sus tiendas, el brillode los escaparates o las meriendas en las amplias cafeterías.Hoy Centro Habana parece una ciudad bombardeada, con pestilentes contenedores de basura y edificios ruinosos donde se hacinan las familias en cuartos oscuros. En este barrio, en la calle Trocadero, tenía Lezama Lima su casa, convertida en museo hace una década. De haberle tocado vivir en esta época, el escritor, después de haberse quedado con hambre en El Carmelo y sin tertulia en Obispo, habría regresado a su vivienda esquivando las montañas de escombros de los inmuebles vecinos.Pero si hay un lugar que representa la destrucción impenitente de la ciudad, ese es la calle Galiano, otrora “torbellino de curvas, de miradas, de piropos ásperos”, como la describiera Jorge Mañach en sus entrañables Estampas de San Cristóbal. 
 Hacia el Malecón, Galiano está salpicada de desperdicios en charcos lodosos. Viejas farolas, hoy decapitadas, jalonan el recorrido. El antiguo Casino Regina, con su portentosa fachada de azulejos,amenaza con derrumbarse, como el bloque de diez pisos del número 310, que ya ha sido desalojado. Justo al lado estaban los grandes almacenes La Ópera, que se vinieron abajo. En la antigua joyería Montané se ha instalado el Comité de Defensa de la Revolución del barrio, cuyo cometido es delatar a los “enemigos” del régimen.
  Galiano llegó a concentrar catorce establecimientos de alhajas. Del espectacular edificio de EL Trianon sólo queda la fachada, que ampara un solar donde se estacionan los bicicarros. Ribas tiene los portones sellados. De la joyería El Cairo se adivina la ubicación por el rótulo incrustado en el suelo de piedra, bajo los soportales: “El templo de los enamorados”.La otra atracción de Galiano eran los grandes almacenes. El Ten Cents, que la cadena estadounidense Woolworth había abierto en 1924, ofrecía mercancías importadas a módicos precios. “Vendían todo lo que puedas imaginar, cinco plantas con mostradores de vidrio y madera. Era precioso –recuerda Martha, que trabajó como administradora cuando fue intervenido tras la Revolución–. Todo lo desbarataron. Fue tristísimo.” Woolworth explicaba con orgullo en sus folletos la filosofía del comercio a gran escala, que les permitía bajar costes. “Nuestra orientación es beneficiosa para las clases populares, que pueden obtener artículos que antes les eran inaccesibles.” En su lugar, la Revolución ha abierto una gran ferretería en divisas y precios fuera del alcance del cubano. La tienda Trasval ocupa dos plantas y vende artículos de plástico, juguetes, herramientas y pequeños electrodomésticos, en su mayoría made in China. Desde martillos –el más barato, de pésima calidad, a 9.60 cuc (11.50 dólares)– hasta un pequeño y vulgar estante de mimbre, a 55 cuc (66 dólares). La gente acude de visita, como a un planeta de fantasía al que se ingresa después de dejar los bolsos y la identificación en una consigna. Para evitar cualquier descuido, su recorrido es seguido por “cámaras de alta tecnología”, según advierten los carteles. Y a la salida un ejército de fornidos vigilantes registra al cliente.Para evitar tan incómodo marcaje, nada como acudir a una tienda en moneda nacional, que no se llaman tiendas sino “unidades de ventas”. 
 Impagable resulta la que hoy ocupa el local del antiguo Bazar Inglés, puerta con puerta con el Trasval. “Cadena exclusiva. Ropa reciclada de primera calidad”, reza la pintura de la pared azul. Todo es siniestro: desde el maniquí del escaparate a las dependientas, pasando por los desechos que cuelgan de cinco percheros: camisas, pantalones y faldas desgastados, posiblemente restos de las pacas de ropa de segunda mano, procedente de Estados Unidos, que se vende en Centroamérica.Tampoco exigen el bolso ni la identificación en la antigua Berens Moda, en la calle Neptuno, cuyo escaparate merece el paso a la posteridad. Veamos: un “blúmer” (braga), tres tarjetas del Che, dos botellas de desinfectante, una junta de cafetera, un peine sucio, una junta de olla, dos cascos de moto, un sobre de “polvo facial”, una cazuela, dos budas chinos de colores y un cartel que reza “Se arreglan pies y manos. Uñas postizas”. Estos son los reductos de los cubanos sin divisas.




5. Lucha de clases en El Encanto




La joya de la corona de la calle Galiano era, sin duda, los almacenes El Encanto, “más que una tienda, una institución nacional”, como decían los anuncios de entonces. Abierta en 1888 por tres inmigrantes asturianos como una modesta sedería, para 1950 ocupaba ya una manzana entera, en la esquina con San Rafael. Las fotos de la época muestran un edificio moderno de siete plantas, con relucientes escaleras mecánicas, amplios vestíbulos con ascensores y “artísticas vitrinas”. La publicidad no exageraba: la fama de El Encanto, templo del refinamiento y el buen gusto, había cruzado fronteras. Christian Dior visitó en 1956 el establecimiento y le dio en exclusiva la representación de sus productos. 
 El Encanto tenía oficinas de compras en todo el mundo, además de sus propios diseñadores de moda. María Félix y John Wayne encargaban ropa a medida y Tyrone Powerrodó un anuncio del almacén.Todo en El Encanto era moderno: el aire acondicionado perfumado, el sistema de control y reposición de mercancía, la venta a crédito, su mecenazgo cultural y, sobre todo, su política de personal. La filosofía del negocio era implicar al millar de empleados, que recibían los mejores salarios del gremio, contaban con servicio médico y club social y podían seguir cursos de ortografía, contabilidad e inglés.Pepe Solís, Aquilino Entrialgo y Bernardo Solís, los fundadores, “bajaron a la tumba seguros de que El Encanto, proyectado al futuro, enlazaría sus nombres perpetuamente a la obra que ellos iniciaron y engrandecieron”, aseguraba un texto de los cincuenta. 
 Sin embargo, el 13 de octubre de 1960, el nuevo gobierno publicó la ley 890 de “expropiación forzosa de todas la empresas industriales y comerciales”. Las huestes milicianas tomaron control de El Encanto, que se convirtió en escenario “de la lucha de clases que en esos años se apreciaba en toda la sociedad”, según la prensa oficial.El 13 de abril de 1961, exactamente seis meses después de la expropiación, cerrado ya el establecimiento, un humo denso y unas llamaradas empezaron a brotar del segundo piso. El fuego se expandió a toda velocidad. Al amanecer, El Encanto había quedado reducido a escombros. Entre las cenizas, los bomberos recuperaron los restos de Fe del Valle, que esa noche hacía su guardia miliciana. Tres días más tarde, fue detenido Carlos González Vidal, un joven empleado católico que había apoyado la Revolución, pero que repudiaba el rumbo comunista que estaba tomando. Interrogado por la G-2, confesó haber provocado el fuego con dos petacas incendiarias, pero sin intención de causar víctimas.Fidel Castro atribuyó el atentado a la cia. En realidad, el cerebro de ese y otros sabotajes no era otro que un ex colaborador suyo, Manuel Ray Rivero, ministro de la Construcción del primer gobierno revolucionario. Opuesto a la orientación totalitaria del régimen, Ray Rivero había fundado el Movimiento Revolucionario del Pueblo (mrp), en cuya “sección obrera” se integró González Vidal.El joven, héroe para algunos, terrorista y mercenario para otros, fue fusilado el 20 de septiembre de 1961 en la Fortaleza de la Cabaña, donde cientos de cubanos cayeron ejecutados por el régimen castrista. Sus últimas palabras, dicen las crónicas, fueron: “¡Viva Cuba Libre! ¡Viva Cristo Rey!” Y Fe del Valle, heroína para unos, “comunista rabiosa” para otros, engrosó el panteón de los Mártires de la Revolución y tiene una estatua en el parque que hoy ocupa el solar de El Encanto.




6. Y Coppelia desplazó a La Gran Vía




Si El Encanto era “la joya” de La Habana, la dulcería La Gran Vía era el “legítimo orgullo para la industria cubana”, según reza el Libro de Cuba, una gigantesca enciclopedia ilustrada sobre la vida republicana publicada en 1953. Sus fundadores eran también españoles, tres hermanos toledanos que habían aterrizado con lo puesto en Güines, allá por los años veinte. Pero quien mejor puede contar la historia es Bartolo Roque, un anciano enjuto y vivaracho de 78 años cuya vida está unida a La Gran Vía;
 “Allí entré chamaquito, con 16, como ayudante de caja. Ellos eran pichones gallegos. El mayor era José García Moyano. Pedro era el más chico. Y Valentín, el mediano. Empezaron haciendo dulces de bodega para los comercios del área campesina. Tenían gran aceptación, porque trabajaban sabroso. Yo fui a verles. Me recibió Pepe. Dígole: quiero aprender un oficio. Díceme: Ven pa ca. Empecé fregando latas, y luego me pusieron con el maestro repostero. Me formé como dulcero en poco tiempo, porque me gustaba y aprendí rápido.”La fama de los dulces se expande por la isla y en los años cuarenta deciden dar el salto a La Habana. Allá se instalan en la calle Santos Suárez. “El negocio marchaba muy bien, así que compraron el solar de enfrente, toda una manzana, e hicieron un parqueo y una tienda, que inauguraron en 1952. Éramos 120 trabajadores.”Bartolo saca una carpeta de viejas fotos. Una pastelería reluciente y luminosa. Las cocinas con los hornos. Cinco elegantes señoritas muy atareadas recogiendo encargos por teléfono. Flota de camionetas de reparto, con sus choferes uniformados. Bartolo haciendo un pastel. Y en otra, 37 operarios y ayudantes, todos con largos delantales y gorros blancos, posan frente a incontables pasteles de nata. “Hacíamos de todo: tartaletas de guayaba y queso, pasteles de carne, pero los cakes eran la gran especialidad. Traían la leche en cántaros, para hacer la nata. La Habana entera compraba allá.” Debe de ser cierto, porque no hay habanero de cierta edad que no suspire y mire al cielo cuando se menciona La Gran Vía.En la siguiente foto, unos dirigentes sindicales hablan a los empleados desde una tarima. “La pastelería fue intervenida muy pronto –recuerda Bartolo–. Los hermanos se marcharon en 1959 a Puerto Rico. Muchos maestros dulceros también se fueron.” Bartolo no. Él apoyó la Revolución y siguió trabajando hasta1984, cuando se alistó en la zafra y un accidente lo dejó con una mano paralizada y una magra pensión de invalidez. “Después del accidente, seguí trabajando como voluntario. No era fácil.” Tesonero como es, dio clases en la escuela de dulcería. Y hoy, ya viudo, acude cada día a la tienda a ayudar en lo que puede.La Gran Vía conserva su local, a unas cuadras de la casa de Bartolo, con el mismo rótulo y el cartelito de madera del año de la fundación. Ahí terminan las similitudes. La otrora rutilante calle Santos Suárez es un estercolero, con la basura apilada alrededor de contenedores a rebosar. En el interior, lleno de humo, unos clientes beben cerveza. Los vecinos compran chucherías, cigarrillos y latas de refrescos. Todo en divisas.El “Mural de Emulación” destaca a los mejores trabajadores, agrupados por “brigadas”. Las vitrinas refrigeradas han dejado paso a cuatro mostradores con cakes de intensos colores amontonados en cajas y cuatro bandejas de pastelillos. “No se hace lo que se debe hacer porque carecemos de materia prima”, dice Bartolo, que culpa de inmediato “al bloqueo”. La animadversión hacia Estados Unidos no se ve matizada por el hecho de que tres de sus seis hijos se hayan marchado allá, y que le ayuden a completar su pensión de 240 pesos mensuales (12 dólares). “Mi mujer fue alguna vez a visitarlos, pero yo no. Yo, como decía el Che, no quiero ni tantito así con ellos.”Como maestro repostero, en los años cincuenta, Bartolo ganaba 81 pesos al mes. “¡Y entonces el peso valía más que el dólar, era una moneda fuerte y reconocida en todo el mundo! –dice sin poder disimular el orgullo–. Entonces, claro, comprábamos más cosas y vivíamos mejor. Mi padre era agricultor, ganaba 40 céntimos la jornada y con eso le daba pa comprar comida pa dos días. Hoy, como todo viene desde China, tiene que salir más caro. A ver si Obama arregla el bloqueo.” El anciano combina su profesión de fe revolucionaria con destellos de nostalgia. “Los dueños eran buena gente. Eran los que mejor pagaban de las dulcerías y se portaban bien con los empleados: te resolvían problemas, te hacían préstamos.” 
 En el Libro de Cuba, los propietarios de La Gran Vía, quizá por sus propios orígenes, dejan patente su rechazo a cualquier connotación elitista: “En esta casa no hay preferencias clasistas. Igual se hace un cake por valor de 1.50 pesos que otro de 500. Todos ellos de la mejor calidad. Lo mismo acuden a la casa los ricos y gentes de la alta sociedad que personas modestas y de condición humilde.”Pero como, en la nueva Cuba, sólo el Estado revolucionario podía contribuir a la felicidad del pueblo, las autoridades se apoderaron de La Gran Vía y decidieron crear su propio símbolo: la heladería Coppelia.
 Al poco tiempo de abrir sus puertas, en junio de 1966, el lugar había adquirido tal fama que cualquier extranjero de visita en La Habana no podía obviar una parada para saborear alguno de los veintiséis sabores en oferta. “Fidel me manda helados Coppelia”, alardeaba Hugo Chávez hace un año. Había hecho lo propio con Ho Chi Minh en los años sesenta, en aras de la solidaridad con Vietnam. 
 Con su forma de platillo volador, rodeado de jardines, Coppelia ocupa dos mil metros cuadrados en pleno corazón de La Habana y tiene capacidad para atender a mil personas a la vez. Fue un encargo de Fidel Castro y se construyó en apenas seis meses. 
La “Catedral del Helado”, que inspiró el título de la más famosa película cubana, Fresa y chocolate, es apenas la sombra de lo que fue. Desde fuera, todo parece igual. Día tras día, de diez de la mañana a diez de la noche, miles de personas, jóvenes en su mayoría, esperan su turno durante horas bajo el sol o la lluvia. “Es que no hay otro lugar en moneda nacional donde sentarse con los amigos o la novia –dice Miguel–. El helado es pura escarcha (agua congelada), pero se pasa el tiempo.” Nadie se queja cuando los guardias de seguridad dan la prioridad a los extranjeros. Nos derivan a una parte más tranquila, un espacio recoleto con una pancarta del Che y media docena de mesas, casi todas libres. Aquí se paga en divisas. ¿Son los mismos helados? “Nooo, este es mucho mejor que el helado nacional y hay más variedad”, nos asegura el dependiente.Ese día sirven chocolate, avellana, naranja-piña y vainilla. Bastante mediocres. Y a precios altos: 3 cuc (3.60 dólares) por dos bolas. En el sector en pesos sólo hay naranja-piña. Cinco bolas cuestan cinco pesos (0.25 dólares), o sea, veinte veces menos. ¿Cuál es la diferencia entre los dos productos? “Los helados de moneda nacional –nos explican– vienen de otra fábrica que se llama Varadero y están hechos con leche en polvo y saborizantes. Los de divisas son de crema de leche y fruta.”Colas y escarcha insípida para los cubanos; prioridad y helado cremoso para la “élite” con divisas. ¿Dónde quedó la “igualdad” que justificó la construcción de Coppelia? . Joseluisito lo explica mejor que nadie en un blog en que los jóvenes manifiestan su solidaridad con Gorki Águila, el roquero encarcelado en dos ocasiones por ridiculizar al hasta ahora intocable “Coma Andante”. “Coppelia –escribe Joseluisito– es el símbolo perfecto de la dictadura socialista. La colectivización, la rebañización, todos al mismo lugar para comer los helados, pobres, mal hechos,con cucharas socialistas, con silencio castrista, todos obligados a sentarse en las mesas que no puedes escoger, todos haciendo colas, todos discriminados, cubanos de un lado, extranjeros del otro. Yo quería sentarme donde me daba la gana, harto de esas colas interminables, quería poder sentarme en cualquier cafésin que nadie me dijera dónde, libre. Esa enorme heladería colectivista me da asco.”




7. Pantomima revolucionaria




30 de diciembre de 1958. Vísperas de la toma de La Habana por los revolucionarios. El Diario de la Marina anuncia: “Aumentan las exportaciones de frutas y vegetales a Estados Unidos. [...] También se han reportado grandes embarques de dulces y confituras [...], de carnes y pescados.”31 de mayo de 2007, año 49 de la Revolución. El órgano oficial Granma informa: “Empresarios estadounidenses concertaron la venta a Cuba de 318,000 toneladas de alimentos y otros productos agrícolas [...]. El 95% de esas importaciones tiene como destino la canasta básica de la población.”Noviembre de 2008, año 50 de la Revolución. Lisette, militante revolucionaria de toda la vida, se lamenta: “Boniato,boniato y boniato. No hay más que boniato. No hay yuca, la fruta bomba (papaya) está amarilla; la piña, ácida. Los tomates, verdes. Las zanahorias, negras. No hay lechuga. Hoy sólo he encontrado acelga.”Lisette está avinagrada porque no encuentra lo que quiere en el mercado de la calle 14. El desabastecimiento es generalizado y, para “resolver” la comida de cada día, hay que recurrir a la “bolsa negra”, a precios mucho más altos. El mercado de la calle 19, el mejor, ofrece un poco más de variedad: un puesto de berenjenas de aspecto muy cansado, otro de berros y otro con tres manojitos de espinacas. La culpa, esta vez, la tienen loshuracanes. En el agromercado de la calle 17 con K, en la parte más noble del antiguo barrio burgués del Vedado, el espectáculo es desolador. Boniatos, otra vez. Minúsculas cabezas de ajo a un peso cada una. Pepinos marchitos.El único mercado bien surtido lo hemos encontrado en la calle Cuba, delante de la iglesia de Belén. Tiene puestos de jamones y salchichones, lomos de res, quesos, estupendos tomates rojos que no se ven en ningún otro lado, plátanos, cocos...Es un atrezo, todo de plástico. Estamos en pleno rodaje de una coproducción hispanocubana sobre la juventud de José Martí. “Se va a llamar El ojo del canario”, explica un extra vestido con harapos, acodado en una esquina.El gran país agrícola que siempre fue Cuba producía en 1958 casi el 80% de los alimentos que consumía la población y era el principal proveedor de hortalizas y tubérculos para Estados Unidos. Hoy es al revés: la isla importa más del 80% de la canasta básica de sus habitantes, sometidos además a una dieta austera y desabrida. La Revolución ha destruido el campo y no ha desarrollado la industria. Cuba vive –muy mal– delturismo, de las exportaciones de níquel, de las remesas de los exiliados y de los subsidios, soviéticos hasta 1991 y venezolanos desde 1999, que compensan el enorme déficit de la balanza comercial.Ante las pruebas fehacientes de su fracaso en todos los sectores, el régimen se ha dedicado a crear una Cuba virtual, de presente heroico y pasado miserable. Los medios de comunicación, el cine, los libros, las escuelas y las universidades, los centros de investigación científica y los museos son instrumentos de propaganda de la llamada “batalla de ideas”, que consiste en fabricar “los logros” de la Revolución. Las “dificultades”, el eufemismo para hablar del hundimiento de la economía, las achacan todas al “bloqueo criminal y genocida impuesto por Estados Unidos a Cuba”. ¿Cómo justificar entonces que “el imperio” sea desde 2003 el principal proveedor de productos alimenticios de la isla, con ventas de 600 millones de dólares al año? A los cubanos de a pie no hay que explicarles nada. Saben que el embargo comercial, decretado por Washington en 1962en el contexto de la Guerra Fría, ha perdido gran parte de su vigencia y que La Habana lo utiliza como cortina de humo para desviar hacia otros la responsabilidad del naufragio.Los subterfugios estadísticos y el valor ficticio de la moneda nacional han ocultado la realidad durante décadas, pero ya nadie se cree los datos oficiales, cuando los hay. El desastre es demasiado obvio. Los indicadores socioeconómicos que ilustran el hundimiento del país están a mano en las páginas web de las organizaciones internacionales y de los centros especializados.Baste señalar que en los años cincuenta, con seis millones de habitantes, Cuba era la tercera potencia económica de América Latina, después de Venezuela y Uruguay, y la trigésima en el mundo. Hoy, la economía cubana es la penúltima del continente, sólo por delante de Haití, y la número 140 en la clasificación internacional.Un repaso de la prensa de antes de la Revolución –había cerca de cien publicaciones en el país, incluyendo unos veinte diarios en La Habana, en español, chino e inglés– da una idea de la prosperidad económica en esa época, más allá de los tradicionales clichés sobre la mafia y la prostitución. La sección de “clasificados” del Diario de la Marina –unas diez páginas cada día–, es particularmente ilustrativa, tanto en “Alquiler de casas”, como en “Venta de automóviles” o “Empleos”.“Se ofrece matrimonio español sin hijos, juntos o separados, ella para cuartos, sabe lavar y planchar, ropa fina, y él para el comedor. Buenas referencias.” Anuncios como este, publicado el 12 de diciembre de 1958, aparecían todos los días en “el periódico más antiguo de habla castellana”, fundado en 1832 y expropiado en 1960 (no le sirvió de mucho ponerse “a la orden de la Revolución y de su líder máximo”). Los inmigrantes españoles competían por los empleos domésticos con la población negra. Coincidían en la misma página las ofertas de trabajo para una “cocinera color”, una “muchacha parda” o una “manejadora española experiencia cuidar bebitos”. En la primera mitad del siglo xx Cuba fue un imán de trabajadores españoles. En 1958 el ingreso por habitante en la isla duplicaba al de la antigua metrópoli. Había desigualdad y mucha miseria en el campo, es cierto, pero también “una gran movilidad social, y el país progresaba económicamente a pesar de los políticos y de la dictadura”, recuerda el editor Pío Serrano, que apoyó la Revolución antes de exiliarse a Madrid en 1974. A partir de 1959 el nuevo régimen decreta la igualdad y acaba con la economía. Cuba se derrumba, mientras España entra en el círculo virtuoso del progreso: el ingreso por habitante alcanza rápidamente al de la antigua colonia y actualmente lo supera siete veces (27,000 dólares frente a 4,000).Si el 25 de marzo de 1952 los diarios cubanos informaban que España había “suprimido el racionamiento de pan”, en Cuba el racionamiento es hoy la regla. No hay prensa que no sea oficialista, no hay anuncios clasificados, no hay ofertas de trabajo. En cambio, hay más de 60 mil médicos, la mitad de ellos en “misiones internacionalistas”.Cuba “vende” sus médicos a cambio de petróleo venezolano y no tiene medicinas ni ambulancias para su propia población, pese a lo cual mantiene vivo el mito de la superioridad de la Revolución en materiade salud. Desde que Carlos Finlay descubriera, a finales del siglo xix, el modo de transmisión de la fiebre amarilla, Cuba siempre ha sido una potencia médica en América Latina. En 1952 la isla ya tenía la tasa de mortalidad infantil más baja de todo el continente y también la esperanza de vida más alta.Había 37 hospitales generales en todo el territorio, y en 1954 fue inaugurado en Topes de Collantes (sierra del Escambray) un centro ultramoderno para tuberculosis que ayudó a acabar con la enfermedad y que, como tantas otras cosas en Cuba, está hoy abandonado.“Esta revolución ha llevado al país cincuenta años atrás –comentaba una vecina de Santos Suárez–. Han logrado tres cosas: destruir todo lo que había construido el capitalismo, romper las familias y acabar. Todas las revoluciones destruyen para construir un orden nuevo. Los dirigentes cubanos, escribió el arquitecto comunista italiano Roberto Segre, se propusieron “borrar las imágenes formales de la sociedad anterior, [...] destruir los símbolos existentes de la estratificación social” y “manifestar visiblemente la capacidad creadora implícita en el pueblo en acción”. El problema es que olvidaron la segunda parte. Si el éxito de una revolución se determina por lo que construye sobre las cenizas del anterior régimen, la cubana es un fracaso lamentable. Su “capacidad creadora” se ha circunscrito a los bloques prefabricados soviéticos o las viviendas chapuceras de las “microbrigadas” de voluntarios, los hoteles de lujo para turistas, ungigantesco mausoleo para el Che, “el primer monumento a Lenin en América” y muchas cárceles. Donde antes había centrales azucareras, fábricas, empresas, tiendas o cines, hoy sólo quedan vestigios, testigos mudos de la pujanza creativa del pasado y del empeño destructivo de un caudillo megalómanoque ha dedicado su vida a “la construcción de ruinas”, según el luminoso oxímoron acuñado por el escritor cubano Antonio José Ponte en su libro La fiesta vigilada (2007).La Habana se llevó la peor parte. La Revolución se ensañó con ella porque representaba todo lo que odiaba. La Habana efervescente de las mil tertulias literarias, abierta a la cultura y a la inteligencia, que recibía a Einstein, a la Pavlova o a María Guerrero; la capital mundial del ajedrez de la mano de Capablanca,la capital de la arquitectura que atrajo a Mies van der Rohe, Franco Albini o Walter Gropius... Aquella ciudad innovadora es hoy un fantasma gris.La Revolución intenta ahora devolverle un poco del esplendor de antaño convirtiendo a La Habana Vieja en un decorado de cartón piedra para el turista. “Esto no tiene arreglo”, se lamentan los cubanos. La xpectaciónpor las reformas anunciadas por Raúl Castro al sustituir a su hermano se ha diluido ante la evidencia. “Fidel sigue mandando y todo está paralizado”, reconoce Gustavo, cuyas simpatías por el régimen no le han borrado el pragmatismo. Todos, castristas y anticastristas, confían en que ocurra algo, pero medio siglo de represión y castración política han hecho del cubano un pueblo apático. “Lo mejor –dicen– es no coger lucha, porque esto se va a caer por su propio peso.” Y expresan su hartazgo a través de una permanente huelga de brazos caídos, escribiendo un blog o huyendo en una balsa. Mientras, siguen esperando el regresode los Reyes Magos, tal y como lo había anunciado en la prensa cubana la juguetería de los Almacenes Ultra: “Imposibilitados de llegar a todos los hogares en su fecha tradicional, con motivo de la situación nacional que ha devuelto la libertad a Cuba, los Reyes Magos prometen su visita el sábado 10 por la noche.” Fue el 8 de enero de 1959, y aún no han vuelto. ~
Bertrand de la Grange y
Maite Rico
Letras Libres.
tomado de