José Manuel Martín Medem. (CRONICON.NET)
Antonio José Ponte
En 1989, cuando fueron fusilados en La Habana el general Arnaldo
Ochoa y el coronel Antonio de la Guardia, el periodista español José
Manuel Martín Medem trabajaba como enviado especial de Radio Nacional de
España (RNE) en El Salvador y Panamá. Unos años después, entre enero de
2001 y marzo de 2005, serviría como corresponsal de Radio Televisión
Española (RTVE) en La Habana. Autor de varios títulos sobre Cuba, entre
ellos uno dedicado a rememorar su estancia habanera, ahora ha publicado
El secreto mejor guardado de Fidel. Los fusilamientos del narcotráfico (Los Libros de la Catarata, Madrid, 2014).
José Manuel Martín Medem habla sobre este libro para DIARIO DE CUBA.
Usted refiere al inicio de su libro cómo Carlos Aldana, quien
fuera jefe del Departamento Ideológico del PCC, juró que se llevaría a
la tumba la conversación de tres horas que Fidel Castro sostuviera con
Antonio de la Guardia. Él había sido testigo de ella. ¿Qué supone que
haya ocurrido en esa conversación?
Ni aseguro que sea cierto lo del supuesto testigo ni supongo el
contenido de la conversación de Fidel con Tony. Solo digo que Carlos
Aldana ha contado que estuvo presente y que no quiere revelar lo que
allí se dijo. Es Ileana de la Guardia, la hija de Tony, la que asegura
desde entonces, en sucesivas declaraciones, que Fidel le prometió a su
padre que no habría fusilamientos si asumía toda la responsabilidad por
la conexión cubana con el Cártel de Medellín.
Si así fue, Fidel no cumplió lo prometido. Y si esa conversación está
grabada, sería el documento fundamental sobre lo sucedido en 1989.
El de Ochoa, incluido en la misma causa judicial aunque sin
vinculaciones con el narcotráfico, parece ser un caso típico de la
historia romana: el general victorioso que regresa al corazón del
Imperio con una tropa que lo ama y se convierte así en un gran peligro
político. ¿Fue ese el caso de Ochoa a los ojos de Fidel Castro?
Tony y su grupo fueron acusados de participar en operaciones de
narcotráfico hacia EEUU con el Cártel de Medellín, a través de Cuba. La
acusación contra Ochoa era la de haber intentado establecer una relación
personal y directa con Pablo Escobar que finalmente no se produjo.
La Fiscalía reconoció que Ochoa no realizó ninguna operación de
narcotráfico. La condena no podía ser la misma bajo acusaciones
diferentes y el Código Penal no permitía aplicarles la pena de muerte.
Pero desde antes del juicio Fidel estableció como un dogma que eran
culpables y que se merecían el fusilamiento.
La cuestión fundamental es por qué se sacó del juicio militar
sumarísimo al ministro del Interior José Abrantes y por qué se incluyó a
Ochoa. Nadie ha demostrado que Ochoa pensase en un golpe de Estado pero
resulta indiscutible, por las evidencias acumuladas, que él estaba muy
molesto con las políticas de Fidel.
Afirma en su libro que Ochoa estaba a favor de las reformas, a favor de una perestroika.
No soy yo quién relaciona a Ochoa con la perestroika, sino los
testimonios recogidos en el libro. Gente muy próxima al General asegura
que él quería discutir con Fidel sobre el futuro de Cuba y proponía
reformas, sobre todo en la gestión económica. También hubo discrepancias
sobre el manejo de la guerra en Angola y la salida negociada. Mi
opinión personal es que la acusación contra Ochoa de "traición a la
Patria" fue un montaje para justificar su fusilamiento.
También se han hecho conjeturas acerca de una posible deserción suya.
No hay ni una prueba ni testimonios o indicios que permitan creer que Ochoa consideró la posibilidad de refugiarse en EEUU.
¿Por qué cree que Fidel Castro no conversó con Ochoa, tal como hiciera con Antonio de la Guardia?
Fidel lo dijo en la sesión del Consejo de Estado en la que se
ratificaron las penas de muerte: "Ochoa no colabora, no quiso asumir
toda la responsabilidad".
No había una conversación posible entre Fidel y Ochoa. Fidel sabía
que no conseguiría la claudicación de Ochoa. Si existe una grabación de
la reunión de Raúl con Ochoa, sería el segundo documento fundamental
sobre aquella tremenda crisis.
Usted hace hincapié en las contradicciones del procesamiento judicial y llega a compararlo con los juicios estalinistas.
Los juicios del modelo estalinista se basan en un control absoluto
sobre la información, en el secreto total sobre los procedimientos y en
las acusaciones basadas exclusivamente en supuestas "confesiones". Las
tres características determinan la Causa 1/89.
La versión oficial cubana sostiene que un grupo de oficiales
del MININT dirigido por Antonio de la Guardia organizó 15 operaciones de
narcotráfico entre enero de 1987 y abril de 1989 e introdujeron en
EEUU, pasando por Cuba, seis toneladas de cocaína procedentes del Cártel
de Medellín, por las que cobraron tres millones y medio de dólares. De
la Guardia y esos oficiales pertenecían al Departamento MC (Moneda
Convertible) del Ministerio del Interior. ¿Para qué había sido creado
ese departamento?
El departamento del Ministerio del Interior dirigido por Tony de la
Guardia realizaba operaciones secretas para romper el bloqueo [por
embargo] y conseguir en EEUU la tecnología que Cuba necesitaba.
Contrataban a lancheros de Miami, la mayoría emigrantes cubanos, para
transportarla a la Isla. Tenían lo que Fidel definía como "patente de
corso" para sus operaciones. Y EEUU infiltró agentes de la CIA y de la
DEA entre los lancheros.
Las fechas de las operaciones de narcotráfico aducidas por la
versión oficial cubana empiezan en 1987. Pero ya desde mayo de 1983 el
presidente Ronald Reagan hablaba de "claras evidencias de que
funcionarios de alto nivel del gobierno de Cuba están involucrados en el
narcotráfico hacia EEUU". ¿En que fecha empezaron esas operaciones?
La mayoría de los testimonios a los que he tenido acceso coinciden en
que hubo operaciones de narcotráfico antes de 1987 pero difieren en las
fechas, los motivos y los procedimientos.
Una de sus fuentes, a la que llama "Tocororo", le confesó que Antonio de la Guardia cumplía órdenes de Fidel Castro.
¿Era posible organizar operaciones de narcotráfico a través de Cuba
sin el conocimiento y la autorización de Fidel? Y, por otra parte, ¿pudo
ser Fidel tan imprudente como para darle a EEUU el gran argumento para
sus agresiones? El testimonio de "Tocororo" es una versión junto a otras
muchas que se exponen en mi libro. Puede ser verdad, pero también puede
no ser cierto.
Con la documentación y los testimonios que acumulo, cada lector
sacará sus propias conclusiones. Si aceptamos la versión oficial
(operaciones de narcotráfico realizadas por un departamento del MININT
sin autorización de Fidel), nos falta una buena explicación sobre la
falta de control en torno a los "corsarios".
En El rey de la cocaína,
Ayda Levy, viuda del narcotraficante boliviano Roberto Suárez, afirma
que su marido y Pablo Escobar viajaron de Bogotá a La Habana en enero de
1983 para reunirse con Fidel Castro. Según ella, fueron invitados a La
Habana por el embajador cubano en Colombia, Fernando Ravelo, y por
Antonio de la Guardia. Viajaron en el avión de Escobar, cenaron en
Marina Hemingway con Arnaldo Ochoa y Patricio de la Guardia, y al día
siguiente acordaron con el ministro del Interior, José Abrantes, pagar
un millón de dólares diarios por utilizar el espacio aéreo y las aguas
territoriales de Cuba en el tráfico hacia EEUU.
Llegado a ese acuerdo, Ochoa llevó en hélicoptero a Suárez y
Escobar a Cayo Piedra, donde los esperaban Fidel y Raúl Castro. Según
Levy, esa conexión no duró más que dos años, en los cuales La Habana
recaudó unos 500 millones de dólares. ¿Puede hablarse entonces de varias
conexiones cubanas del narcotráfico operadas por los mismos personajes?
Lo que cuenta Ayda Levy es de su exclusiva responsabilidad, pero ella
me hizo una revelación que no incluyó en su libro. Dice que tiene en
una caja de seguridad documentación muy importante sobre las operaciones
de narcotráfico. Ahí puede haber información determinante.
También me han contado que hubo por lo menos dos conexiones cubanas
con el narcotráfico a través de diferentes funcionarios, pero no lo
incluyo en mi libro porque no tengo suficientes evidencias. Ahora
publica un libro el hijo de Pablo Escobar en el que solo dice que su
padre tuvo "la complicidad de oficiales de alto rango en el régimen
cubano".
Antes hablaba de una triangulación de la CIA con los contras
de Nicaragua y el Cártel de Medellín. En su libro habla de dos rutas del
Cártel de Medellín para introducir cocaína en Estados Unidos: la
"imperialista", con vuelos de la CIA desde México en complicidad con el
gobierno del PRI, y la "revolucionaria", que hacía escala en Cuba. Hemos
hablado ya de esta última y ahora quisiera pedirle que describiera la
ruta "imperialista".
La Administración Reagan organizó inmediatamente con la CIA un
ejército de mercenarios (la contra) para combatir desde Honduras, El
Salvador y Costa Rica al gobierno sandinista de Nicaragua. Cuando el
Congreso de EEUU prohibió la financiación de esa guerra, como
consecuencia de las operaciones terroristas de la CIA y sus mercenarios,
desde el Consejo de Seguridad Nacional (CSN) se encargó a la CIA
organizar una red de comercialización de cocaína con los
narcotraficantes de Bolivia, Colombia y México, para financiar en
secreto a los contras.
Los aviones de la CIA introducían en EEUU los cargamentos de cocaína,
utilizando incluso bases militares. Acaba de estrenarse aquí en Madrid
la película
Matar al mensajero,
que cuenta aquella conspiración. El entonces presidente mexicano Miguel
de la Madrid colaboraba con la Administración Reagan en el
abastecimiento para los contras. La CIA tenía la complicidad de la
Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía política del PRI
mexicano.
Una parte de la cocaína introducida por la CIA se comercializó en
forma de crack, un derivado muy peligroso que provocó una oleada de
muertes entre los consumidores de los barrios negros de Los Ángeles. La
CIA y la DFS eliminaron al agente de la DEA Enrique Camarena y al
periodista mexicano Manuel Buendía cuando ambos descubrieron la
triangulación de la CIA con los contras y el Cártel de Guadalajara
(México) y el Cártel de Medellín (Colombia). Las operaciones las dirigía
desde la Casa Blanca el teniente coronel Oliver North del CSN. Sus
delegados en la base militar salvadoreña de Ilopango eran los agentes
cubanos de la CIA Félix Rodríguez y Luis Posada Carriles.
Rodríguez, que se relacionaba directamente con el entonces vicepresidente George Bush, lo cuenta en su autobiografía
Guerrero de las sombras.
Parece ser que existieron unas fotos de Pablo Escobar en Nicaragua obtenidas por la CIA y, en el libro de Germán Castro Operación Pablo Escobar,
el capo colombiano confiesa haberse refugiado en Nicaragua gracias a
sus conexiones con el gobierno de ese país. ¿Estaba involucrado el
Gobierno sandinista en alguna de las operaciones del Cártel de Medellín?
¿Existía una conexión sandinista?
El Gobierno sandinista rechazó la propuesta de Pablo Escobar para
utilizar Nicaragua como base de sus operaciones de narcotráfico como
antes se había utilizado, durante la dictadura de los Somoza. Pero es
posible que Escobar realizara allí el reabastecimiento de combustible en
algunos vuelos hacia EEUU. La trama de la CIA con los narcocontras se
descubrió cuando el ejército sandinista derribó un avión de la agencia
cargado de armas destinadas a la contra que había despegado de la base
militar de Ilopango en El Salvador.
Pero si el Gobierno sandinista le permitió a Escobar
reabastecerse de combustible y refugiarse en Nicaragua, ¿no es
suficiente para sospechar que recibiría algo a cambio?
Pudo ser un contacto con Tomás Borge, entonces ministro del Interior.
El propio Escobar contó a un periodista colombiano que su refugio en
Nicaragua fue por poco tiempo. Que no hubo grandes acuerdos. Y que
regresó a Colombia al comprobar que el Gobierno sandinista iba a
entregarlo a EEUU. Es posible que pagara temporalmente por el
reabastecimiento para sus aviones en ruta hacia EEUU. ¿Fue un negocio de
Borge, cancelado por el Gobierno sandinista?
La obsesión de Reagan por implicar a los sandinistas en el
narcotráfico hace muy difícil encontrar un poco de verdad entre tantas
mentiras.
"Tocororo", una de sus fuentes bajo seudónimo, asegura que no
fue casual el encuentro entre los del Departamento MC y una red de
narcotraficantes de Miami que se encontraba penetrada por la CIA. Al
parecer, la CIA y la DEA trabajaban sobre las mismas operaciones de
narcotráfico, aunque tenían intereses distintos, y la CIA terminó
desbaratando el plan de la DEA. ¿Por qué?
Es posible que la DEA utilizara una red de narcotraficantes de Miami
para ponerles el cebo del negocio a los oficiales del departamento de
Tony de la Guardia en el MININT con el conocimiento de la CIA. La DEA,
que tenía a un piloto infiltrado en el Cártel de Medellín, intentaba
capturar a Pablo Escobar o a los hermanos Ochoa, los jefes de esa mafia.
Y la CIA desbarató esa operación al quemar al infiltrado intentando
utilizarlo para acusar al Gobierno sandinista de complicidad con el
narcotráfico.
Otra de sus fuentes, "Malanga", atribuye a Antonio de la
Guardia colaboración con los narcotraficantes a cambio del
abastecimiento a las guerrillas latinoamericanas. De ser así, las dos
redes, la "imperialista" y la "revolucionaria" habrían estado armando
respectivamente a sus partidarios, contraguerrilla y guerrilla, en
América Latina. Sin embargo, antes me ha dicho usted que no ha
encontrado pruebas definitivas que abonen tal versión.
Desertores de la Seguridad cubana mantienen esa versión sobre la
supuesta colaboración en Cuba con el narcotráfico a cambio de
abastecimiento de armas para guerrillas latinoamericanas. Pero no hay
pruebas definitivas. Ni siquiera en las acusaciones estadounidenses.
La causa 2/89, que vino luego del procesamiento de Ochoa y De
la Guardia, incluyó al entonces ministro del Interior, José Abrantes,
condenado a 20 años de prisión y fallecido en la cárcel de "un infarto
que pudo ser provocado", según reza en la cronología final de su libro.
Usted escribe: "Me parece que todo está en Abrantes".
Fidel asegura que Abrantes no fue cómplice de las operaciones de
narcotráfico de Tony de la Guardia. Por eso no lo incluyeron en el
primer juicio y lo condenaron en el segundo por negligencia, al no
enterarse de lo que hacía un departamento de su ministerio. Pero la
esposa de Patricio de la Guardia asegura que Abrantes le contó a su
marido, cuando coincidieron en la prisión, que Fidel lo sabía todo
porque Abrantes le informaba, y que la crisis se produjo cuando Tony
consintió operaciones no autorizadas por Fidel.
Uno de los desertores de la Seguridad sostiene que Abrantes no estaba
de acuerdo con las políticas de Fidel pero temía que una conspiración
le diera el poder en Cuba a EEUU y al exilio cubano de Miami que también
acabarían con él. Todo está en Abrantes si es cierto que participaba
simultáneamente en el narcotráfico y en el malestar por los manejos de
Fidel.
En medio de la crisis del narcotráfico, Abrantes fue enviado
por Fidel Castro a México para encontrarse con Fernando Gutiérrez
Barrios. ¿Quién era Gutiérrez Barrios y cuán útil fue esa conversación
para Fidel Castro?
Funcionarios de Washington reconocen que Fernando Gutiérrez Barrios
fue el mediador habitual en entendimientos confidenciales de Fidel con
los gobiernos de EEUU y México. Gutiérrez Barrios dirigió las guerras
sucias de la DFS en colaboración con la CIA. Era en 1989 el secretario
de Gobernación (ministro del Interior) en el gobierno del presidente
Carlos Salinas de Gortari, también enredado con el narcotráfico.
Gutiérrez Barrios colaboró con Fidel para sacarlo de la cárcel cuando
lo detuvieron en México mientras preparaba el desembarco del Granma. Y
pudo ser el gran mediador para resolver simultáneamente las acusaciones
de narcotráfico contra Fidel y contra los gobiernos de Ronald Reagan y
de Miguel de la Madrid. A los presidentes de EEUU y de México también
los relacionaban con los asesinatos de Camarena y Buendía. Se aplicó la
misma solución en todos los casos: estaban implicados funcionarios del
Estado en EEUU, México y Cuba pero sin "autorización de los gobiernos".
Al final del primer capítulo de su libro, usted se pregunta,
en relación con la actitud de los sucesivos gobiernos estadounidenses
hacia el régimen de Fidel Castro, cuál fue el pacto de 1963, renovado en
1989. Antes pregunta: "¿Por qué no se produjo en 1963 la invasión de
Cuba, que era uno de los objetivos del asesinato del presidente Kennedy?
¿Por qué el presidente Johnson ordenó parar las acusaciones contra
Fidel Castro, cuando todo había sido preparado por la CIA para presentar
a Oswald como el asesino dirigido desde Cuba? ¿Por qué no hubo una
represalia de la Administración Bush contra la Revolución Cubana en 1989
cuando tenían las pruebas sobre el narcotráfico desde Colombia hacia
EEUU a través de la Isla?".
Aunque sé que para conseguir un acercamiento a la respuesta
de estas cuestiones ha escrito todo un libro, me gustaría preguntarle
por ese pacto.
Como bien dice, la respuesta a esa pregunta está en el conjunto
articulado del libro. Se plantea en forma de sugerencia con datos,
evidencias y opiniones. Acusar a Fidel en 1963 por el asesinato de
Kennedy habría descubierto los planes de la Casa Blanca para que la CIA y
la Mafia eliminasen a Castro. Acusar a Fidel por el narcotráfico habría
confirmado la complicidad de los presidentes Ronald Reagan y Miguel de
la Madrid con el Cártel de Medellín para financiar a la contra
nicaragüense y su responsabilidad en los asesinatos del agente de la DEA
Camarena y del periodista Buendía.
Fidel lo sabe todo. Sobre el asesinato de Kennedy (la CIA y la Mafia
estaban penetradas por los ojos y oídos del Comandante) y sobre el
narcotráfico dirigido desde la Casa Blanca. Así que le dieron espacio
para el silencio.
¿Puede que las operaciones de narcotráfico que involucraron a
las autoridades cubanas no hayan terminado en 1989? Le pregunto porque
diez años después, el canciller Roberto Robaina es destituido por
"deslealtad y corrupción" y una de sus fuentes afirma que Robaina fue un
chivo expiatorio en otra red de narcotráfico.
Se trata de una fuente secundaria. Me cuenta lo que dice que ha
murmurado "Robertico": que la relación que le atribuyen con un
gobernador mexicano condenado por narcotráfico en EEUU era en realidad
una conexión de Fidel. Pero eso no significa que continuasen después de
1989 las operaciones de narcotráfico a través de Cuba. Forma parte de
los manejos mexicanos de Fidel.
Hay mucho humo en las acusaciones contra Robaina por su supuesta deslealtad política. Y mucha niebla en su castigo.
A lo largo de su libro menciona posibles documentos de los
que podríamos tener noticias en el futuro. Menciona los informes de la
CIA, las grabaciones incluidas en el sumario de la Causa 1/1989, el
testimonio de Carlos Aldana, un libro guardado en la tumba de "el rey de
la cocaína" Roberto Suárez, los documentos que guarda su viuda en un
banco, el posible testimonio de Abrantes…
Hay que añadir la declaración que podría hacer Patricio de la
Guardia. Fusilaron a su hermano. Tiene mucho que contar. ¿Tendrá la
oportunidad de hablar en el futuro?
Y está también Gabriel García Márquez, próximo a Fidel Castro en esos días.
Sí, claro. Cuesta mucho creer que García Márquez no haya dejado
anotaciones sobre Cuba o incluso algún relato importante para que se
publique después de la muerte de Fidel.
Usted afirma que Carlos Aldana sigue bajo vigilancia en Cuba
"a pesar de haber regresado sutilmente desde las tinieblas de su
destitución". ¿En que consiste ese regreso o esa sutileza?
A Aldana le atribuyen la asesoría para un importante discurso de
Raúl, poco después del nombramiento de este como presidente. Cuando lo
destituyeron, Raúl lo mantuvo bajo su protección y lo recuperó en
silencio para la estructura de la corporación económica de las FAR.
Un capítulo de su libro resume la hipótesis del canadiense Peter Dale Scott, en American War Machine (2012),
de que Washington se encarga de organizar el mercado de las drogas para
que sus aliados y sus bancos se beneficien. Dale Scott habla de un
"Estado profundo" disimulado en el Estado público que es el que gobierna
verdaderamente. Otros han sostenido antes la misma hipótesis: David
Wise y Thomas B. Ross en The Invisible Government (1974), por ejemplo. ¿Hace usted suyas esas afirmaciones de Peter Dale Scott?
Sí, estoy convencido. En
American War Machine se estructura
perfectamente su argumentación con toda la documentación acumulada desde
que comenzó esa gran mentira de Washington denominada "la guerra contra
las drogas"
. EEUU heredó de Francia el negocio de la heroína
en la guerra de Vietnam y aplicó el modelo con la cocaína para la Guerra
Fría en América Latina. Después hizo lo mismo con el opio para sus
aliados en Afganistán.
Los 500.000 millones de dólares que genera anualmente el narcotráfico
se manejan en su mayoría a través del sistema financiero
estadounidense. Y también proceden de EEUU los precursores químicos sin
los que no se podría transformar la hoja de coca en cocaína.
A través de la frontera de México con EEUU se organiza, además, un
inmenso tráfico de armas. Es un gran negocio y una excusa para
intervenir en América Latina como con el Plan Colombia.
En un momento de su libro, afirma "A mí lo que me subleva no
es narcotráfico sino la diatriba con la que el Comandante impone los
fusilamientos. Sobre todo por lo que tiene de crueldad estalinista". Hay
quienes condenan a Stalin principalmente por sus asesinatos de
compañeros de lucha. Para ellos pesan más esos crímenes o son los más
repulsivos que Stalin cometiera. En el caso de quienes parecen haber
estado verdaderamente involucrados en el narcotráfico, como Antonio de
la Guardia, ¿cree usted más escandaloso su procesamiento sin garantías y
su fusilamiento que las operaciones de narcotráfico que él llevara a
cabo?
Reagan utilizó la cocaína desde la Casa Blanca para combatir al
legítimo gobierno de Nicaragua mediante mercenarios terroristas en una
guerra clandestina que violaba la prohibición del Congreso de EEUU. ¿No
pueden hacer lo mismo una guerrilla o un gobierno en defensa propia? Ni
lo rechazo ni lo acepto. Mi opinión es lo que menos importa. Cada lector
sacará sus conclusiones.
Pero cuando se acuse a un gobierno latinoamericano de complicidad con
el narcotráfico, hay que darle el mismo trato que a Reagan. Nadie fue
condenado y los grandes medios de comunicación aplaudían cuando el gran
actor consideraba "luchadores por la libertad" a los contras organizados
por la CIA y financiados con la cocaína del Cártel de Medellín que
destruían los hospitales y asesinaban a los adolescentes
alfabetizadores.
Tampoco importa mi opinión sobre si es mejor o peor el fusilamiento
que el narcotráfico. Lo fundamental es que el Código Penal solo permitía
condenarlos a 20 años de prisión. Y la acusación de "delito de
narcotráfico configurante de traición a la Patria" fue un invento
perverso para justificar unas penas de muerte previamente decididas por
razones que sólo Fidel manejaba.
Después de tanto insistir sobre el respeto a la verdad y a la
legalidad "socialista", Fidel miente en su relato sobre la crisis y
viola las leyes de la Revolución Cubana.
"La historia no absolverá a Fidel Castro por los
fusilamientos de 1989", resume en su libro. ¿No cree que la absolución
histórica de Fidel Castro tiene obstáculos todavía mayores que esos
fusilamientos?
Me parece que los fusilamientos del narcotráfico son el gran agujero
negro en la contradictoria biografía de Fidel Castro porque en su
actuación se combinaron las que creo que son sus dos peores señas de
identidad: la pasión por el poder absoluto y la crueldad.
Fidel es imprescindible para la historia de Cuba y de América Latina.
En su inicial revolución nacionalista estaban ya las tres banderas de
los que ahora son los mejores gobiernos de América Latina: la defensa de
la soberanía nacional, la justicia social y la integración
latinoamericana.
Cuba representó durante mucho tiempo la dignidad de América Latina.
Pero el pueblo cubano, Fidel y la Revolución no siempre han sido lo
mismo. Fidel convirtió una isla en una nación pero se apoderó de ella y,
al imponer su poder absoluto con la justificación de que resultaba
imprescindible para defender la soberanía nacional amenazada por la
voracidad depredadora de EEUU, impidió la libertad individual y el
desarrollo de un auténtico proyecto cubano de socialismo. Hizo
falsamente incompatibles la defensa de la soberanía nacional y el
derecho a la autodeterminación personal. Puede haber democracia sin
socialismo, pero no socialismo sin democracia.
José Manuel Martín Medem,
El secreto mejor guardado de Fidel. Los fusilamientos del narcotráfico (Los Libros de la Catarata, Madrid, 2014).
Tomado de:
http://www.diariodecuba.com/cuba/1417162873_11506.html