"Sangre de horchata"
Era demasiado niña cuando escuché por primera vez la frase: " Ese tipo tiene sangre de horchata".
Se la escuché a unos vecinos de mi barrio que jugaban dominó en casa de una tía. Los vecinos se referían a un señor llamado Serafín,-nunca supe su apellido- .
Aquella frase me dio vueltas en la cabeza por mucho tiempo. Yo no sabía a ciencia cierta qué cosa era la horchata, pues lo mismo podía ser un atole hecho de maicena, un majarete aguado, un jugo de guanábana, qué cualquier otra bebida hecha con frutas machacadas. Lo cierto es que cada vez que veía a Serafín, (yo, una mocosa de apenas cinco años) lo miraba de arriba abajo, con ojos curiosos, inquisidores, investigadores.
En mi inocencia, el hecho de que Serafín tuviera sangre de horchata, le daba un carácter especial. Serafín se convirtió en mi "héroe", porque, indiscutiblemente, él era muy diferente a los jugadores de dominó que tan mala impresión me causaban a mi corta edad ya que siempre andaban con una botella de ron y un tabaco en la mano- la mayor parte de las veces con el torso desnudo, -alardeando de sus efímeras victorias en la mesa del dominó.
Debo confesar que a mi padre también le escuché la expresión en varias ocasiones, pero él no se refería a Serafín sino que la soltaba cuando se molestaba con las travesuras de mis hermanos. Textualmente mi padre exclamaba: ¡Con estos muchachos hay que tener sangre de horchata, para no sonarles cuatro cintazos.!¨" Mi padre no era fácil de carácter. Cuando se molestaba Don Juan Serrano, la casa entera se sumía en el silencio absoluto. Hasta el vuelo de una mosca se podía escuchar.
Por supuesto que escuchar esa frase en boca de mi padre en momentos así, le daba una connotación mucho más especial al concepto que mi febril imaginación se iba forjando sobre el asunto. Tener sangre de horchata, era algo especial. No todo el mundo gozaba de ese privilegio, por lo menos en mi barrio.
Les cuento que por años duró mi fascinación con aquel campesino bonachón, alegre y siempre servicial, al que conocíamos como Serafín. Quizás él nunca sospechó cuán alegre brincaba mi corazoncito cuando lo veía pasar en su caballo y más aún cuando me sonreía y me saludaba . Ese saludo y esa sonrisa los recibía con el orgullo propio de los niños que sueñan con estar cerca de sus héroes o por lo menos sentirse recocidos por ellos.
Pasó el tiempo y con él fuí perdiendo la inocencia.
Un buen día me enteré que a Serafín lo bautizaron como "el tipo con sangre de horchata porque su mujer, Dora, lo manipulaba a su antojo, al extremo de que los más chismosos también le llamaban el tarrú del barrio. No olviden que en la idiosincracia cubana, el machismo está super arraigado, y en Oriente, mucho más.
Serafín era un pobre infeliz que no se inmutaba con nada, por eso dejó de ser mi héroe en la medida en que yo me iba volviendo rebelde con la cercanía de la adolescencia.
Hoy, mirando esas fotos que he puesto en este post, tengo que recurrir a mi padre:
¡Hay que tener sangre de horchata para no morirse de pena al ver lo que es nuestra patria hoy!.
¡Caramba qué falta hace que se acabe esa maldita pulpa (vaya usted a saber de dónde la sacan) con la que preparan el jugo que se toman por la mañana los cubanos como desayuno habitual, después de darse su acostumbrado baño de quimbombó!
Esperanza E. Serrano.
Se la escuché a unos vecinos de mi barrio que jugaban dominó en casa de una tía. Los vecinos se referían a un señor llamado Serafín,-nunca supe su apellido- .
Aquella frase me dio vueltas en la cabeza por mucho tiempo. Yo no sabía a ciencia cierta qué cosa era la horchata, pues lo mismo podía ser un atole hecho de maicena, un majarete aguado, un jugo de guanábana, qué cualquier otra bebida hecha con frutas machacadas. Lo cierto es que cada vez que veía a Serafín, (yo, una mocosa de apenas cinco años) lo miraba de arriba abajo, con ojos curiosos, inquisidores, investigadores.
En mi inocencia, el hecho de que Serafín tuviera sangre de horchata, le daba un carácter especial. Serafín se convirtió en mi "héroe", porque, indiscutiblemente, él era muy diferente a los jugadores de dominó que tan mala impresión me causaban a mi corta edad ya que siempre andaban con una botella de ron y un tabaco en la mano- la mayor parte de las veces con el torso desnudo, -alardeando de sus efímeras victorias en la mesa del dominó.
Debo confesar que a mi padre también le escuché la expresión en varias ocasiones, pero él no se refería a Serafín sino que la soltaba cuando se molestaba con las travesuras de mis hermanos. Textualmente mi padre exclamaba: ¡Con estos muchachos hay que tener sangre de horchata, para no sonarles cuatro cintazos.!¨" Mi padre no era fácil de carácter. Cuando se molestaba Don Juan Serrano, la casa entera se sumía en el silencio absoluto. Hasta el vuelo de una mosca se podía escuchar.
Por supuesto que escuchar esa frase en boca de mi padre en momentos así, le daba una connotación mucho más especial al concepto que mi febril imaginación se iba forjando sobre el asunto. Tener sangre de horchata, era algo especial. No todo el mundo gozaba de ese privilegio, por lo menos en mi barrio.
Les cuento que por años duró mi fascinación con aquel campesino bonachón, alegre y siempre servicial, al que conocíamos como Serafín. Quizás él nunca sospechó cuán alegre brincaba mi corazoncito cuando lo veía pasar en su caballo y más aún cuando me sonreía y me saludaba . Ese saludo y esa sonrisa los recibía con el orgullo propio de los niños que sueñan con estar cerca de sus héroes o por lo menos sentirse recocidos por ellos.
Pasó el tiempo y con él fuí perdiendo la inocencia.
Un buen día me enteré que a Serafín lo bautizaron como "el tipo con sangre de horchata porque su mujer, Dora, lo manipulaba a su antojo, al extremo de que los más chismosos también le llamaban el tarrú del barrio. No olviden que en la idiosincracia cubana, el machismo está super arraigado, y en Oriente, mucho más.
Serafín era un pobre infeliz que no se inmutaba con nada, por eso dejó de ser mi héroe en la medida en que yo me iba volviendo rebelde con la cercanía de la adolescencia.
Hoy, mirando esas fotos que he puesto en este post, tengo que recurrir a mi padre:
¡Hay que tener sangre de horchata para no morirse de pena al ver lo que es nuestra patria hoy!.
¡Caramba qué falta hace que se acabe esa maldita pulpa (vaya usted a saber de dónde la sacan) con la que preparan el jugo que se toman por la mañana los cubanos como desayuno habitual, después de darse su acostumbrado baño de quimbombó!
Esperanza E. Serrano.
Nota:
Horchata es el nombre de una bebida azucarada que, dependiendo de los productos utilizados para su elaboración puede ser:- Horchata de chufa.
- Horchata de arroz.
- Horchata de ajonjolí.
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El uso de la expresión "Tener sangre de horchata" es muy frecuente en Cuba y en Mexico.
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Real Academia de la Lengua Española:
Horchata:
Sangre de horchata:
f. coloq. Carácter calmoso que no se altera por nada.
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