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martes, 26 de enero de 2016

El secreto mejor guardado de Fidel Castro

 
 José Manuel Martín Medem. (CRONICON.NET)


En 1989, cuando fueron fusilados en La Habana el general Arnaldo Ochoa y el coronel Antonio de la Guardia, el periodista español José Manuel Martín Medem trabajaba como enviado especial de Radio Nacional de España (RNE) en El Salvador y Panamá. Unos años después, entre enero de 2001 y marzo de 2005, serviría como corresponsal de Radio Televisión Española (RTVE) en La Habana. Autor de varios títulos sobre Cuba, entre ellos uno dedicado a rememorar su estancia habanera, ahora ha publicado El secreto mejor guardado de Fidel. Los fusilamientos del narcotráfico (Los Libros de la Catarata, Madrid, 2014).
José Manuel Martín Medem habla sobre este libro para DIARIO DE CUBA.
Usted refiere al inicio de su libro cómo Carlos Aldana, quien fuera jefe del Departamento Ideológico del PCC, juró que se llevaría a la tumba la conversación de tres horas que Fidel Castro sostuviera con Antonio de la Guardia. Él había sido testigo de ella. ¿Qué supone que haya ocurrido en esa conversación?
Ni aseguro que sea cierto lo del supuesto testigo ni supongo el contenido de la conversación de Fidel con Tony. Solo digo que Carlos Aldana ha contado que estuvo presente y que no quiere revelar lo que allí se dijo. Es Ileana de la Guardia, la hija de Tony, la que asegura desde entonces, en sucesivas declaraciones, que Fidel le prometió a su padre que no habría fusilamientos si asumía toda la responsabilidad por la conexión cubana con el Cártel de Medellín.
Si así fue, Fidel no cumplió lo prometido. Y si esa conversación está grabada, sería el documento fundamental sobre lo sucedido en 1989.
El de Ochoa, incluido en la misma causa judicial aunque sin vinculaciones con el narcotráfico, parece ser un caso típico de la historia romana: el general victorioso que regresa al corazón del Imperio con una tropa que lo ama y se convierte así en un gran peligro político. ¿Fue ese el caso de Ochoa a los ojos de Fidel Castro?
Tony y su grupo fueron acusados de participar en operaciones de narcotráfico hacia EEUU con el Cártel de Medellín, a través de Cuba. La acusación contra Ochoa era la de haber intentado establecer una relación personal y directa con Pablo Escobar que finalmente no se produjo.
La Fiscalía reconoció que Ochoa no realizó ninguna operación de narcotráfico. La condena no podía ser la misma bajo acusaciones diferentes y el Código Penal no permitía aplicarles la pena de muerte. Pero desde antes del juicio Fidel estableció como un dogma que eran culpables y que se merecían el fusilamiento.
La cuestión fundamental es por qué se sacó del juicio militar sumarísimo al ministro del Interior José Abrantes y por qué se incluyó a Ochoa. Nadie ha demostrado que Ochoa pensase en un golpe de Estado pero resulta indiscutible, por las evidencias acumuladas, que él estaba muy molesto con las políticas de Fidel.
Afirma en su libro que Ochoa estaba a favor de las reformas, a favor de una perestroika.
No soy yo quién relaciona a Ochoa con la perestroika, sino los testimonios recogidos en el libro. Gente muy próxima al General asegura que él quería discutir con Fidel sobre el futuro de Cuba y proponía reformas, sobre todo en la gestión económica. También hubo discrepancias sobre  el manejo de la guerra en Angola y la salida negociada. Mi opinión personal es que la acusación contra Ochoa de "traición a la Patria" fue un montaje para justificar su fusilamiento.
También se han hecho conjeturas acerca de una posible deserción suya.
No hay ni una prueba ni testimonios o indicios que permitan creer que Ochoa consideró la posibilidad de refugiarse en EEUU.
¿Por qué cree que Fidel Castro no conversó con Ochoa, tal como hiciera con Antonio de la Guardia?
Fidel lo dijo en la sesión del Consejo de Estado en la que se ratificaron las penas de muerte: "Ochoa no colabora, no quiso asumir toda la responsabilidad".
No había una conversación posible entre Fidel y Ochoa. Fidel sabía que no conseguiría la claudicación de Ochoa. Si existe una grabación de la reunión de Raúl con Ochoa, sería el segundo documento fundamental sobre aquella tremenda crisis.
Usted hace hincapié en las contradicciones del procesamiento judicial y llega a compararlo con los juicios estalinistas.
Los juicios del modelo estalinista se basan en un  control absoluto sobre la información, en el secreto total sobre los procedimientos y en las acusaciones basadas exclusivamente en supuestas "confesiones". Las tres características determinan la Causa 1/89.
La versión oficial cubana sostiene que un grupo de oficiales del MININT dirigido por Antonio de la Guardia organizó 15 operaciones de narcotráfico entre enero de 1987 y abril de 1989 e introdujeron en EEUU, pasando por Cuba, seis toneladas de cocaína procedentes del Cártel de Medellín, por las que cobraron tres millones y medio de dólares. De la Guardia y esos oficiales pertenecían al Departamento MC (Moneda Convertible) del Ministerio del Interior. ¿Para qué había sido creado ese departamento?
El departamento del Ministerio del Interior dirigido por Tony de la Guardia realizaba operaciones secretas para romper el bloqueo [por embargo] y conseguir en EEUU la tecnología que Cuba necesitaba. Contrataban a lancheros de Miami, la mayoría emigrantes cubanos, para transportarla a la Isla. Tenían lo que Fidel definía como "patente de corso" para sus operaciones. Y EEUU infiltró agentes de la CIA y de la DEA entre los lancheros.
Las fechas de las operaciones de narcotráfico aducidas por la versión oficial cubana empiezan en 1987. Pero ya desde mayo de 1983 el presidente Ronald Reagan hablaba de "claras evidencias de que funcionarios de alto nivel del gobierno de Cuba están involucrados en el narcotráfico hacia EEUU". ¿En que fecha empezaron esas operaciones? 
La mayoría de los testimonios a los que he tenido acceso coinciden en que hubo operaciones de narcotráfico antes de 1987 pero difieren en las fechas, los motivos y los procedimientos.
Una de sus fuentes, a la que llama "Tocororo", le confesó que Antonio de la Guardia cumplía órdenes de Fidel Castro.
¿Era posible organizar operaciones de narcotráfico a través de Cuba sin el conocimiento y la autorización de Fidel? Y, por otra parte, ¿pudo ser Fidel tan imprudente como para darle a EEUU el gran argumento para sus agresiones? El testimonio de "Tocororo" es una versión junto a otras muchas que se exponen en mi libro. Puede ser verdad, pero también puede no ser cierto.
Con la documentación y los testimonios que acumulo, cada lector sacará sus propias conclusiones. Si aceptamos la versión oficial (operaciones de narcotráfico realizadas por un departamento del MININT sin autorización de Fidel), nos falta una buena explicación sobre la falta de control en torno a los "corsarios".
En El rey de la cocaína, Ayda Levy, viuda del narcotraficante boliviano Roberto Suárez, afirma que su marido y Pablo Escobar viajaron de Bogotá a La Habana en enero de 1983 para reunirse con Fidel Castro. Según ella,  fueron invitados a La Habana por el embajador cubano en Colombia, Fernando Ravelo, y por Antonio de la Guardia. Viajaron en el avión de Escobar, cenaron en Marina Hemingway con Arnaldo Ochoa y Patricio de la Guardia, y al día siguiente acordaron con el ministro del Interior, José Abrantes, pagar un millón de dólares diarios por utilizar el espacio aéreo y las aguas territoriales de Cuba en el tráfico hacia EEUU.
Llegado a ese acuerdo, Ochoa llevó en hélicoptero a Suárez y Escobar a Cayo Piedra, donde los esperaban Fidel y Raúl Castro. Según Levy, esa conexión no duró más que dos años, en los cuales La Habana recaudó unos 500 millones de dólares. ¿Puede hablarse entonces de varias conexiones cubanas del narcotráfico operadas por los mismos personajes?
Lo que cuenta Ayda Levy es de su exclusiva responsabilidad, pero ella me hizo una revelación que no incluyó en su libro. Dice que tiene en una caja de seguridad documentación muy importante sobre las operaciones de narcotráfico. Ahí puede haber información determinante.
También me han contado que hubo por lo menos dos conexiones cubanas con el narcotráfico a través de diferentes funcionarios, pero no lo incluyo en mi libro porque no tengo suficientes evidencias. Ahora publica un libro el hijo de Pablo Escobar en el que solo dice que su padre tuvo "la complicidad de oficiales de alto rango en el régimen cubano".
Antes hablaba de una triangulación de la CIA con los contras de Nicaragua y el Cártel de Medellín. En su libro habla de dos rutas del Cártel de Medellín para introducir cocaína en Estados Unidos: la "imperialista", con vuelos de la CIA desde México en complicidad con el gobierno del PRI, y la "revolucionaria", que hacía escala en Cuba. Hemos hablado ya de esta última y ahora quisiera pedirle que describiera la ruta "imperialista".
La Administración Reagan organizó inmediatamente con la CIA un ejército de mercenarios (la contra) para combatir desde Honduras, El Salvador y Costa Rica al gobierno sandinista de Nicaragua. Cuando el Congreso de EEUU prohibió la financiación de esa guerra, como consecuencia de las operaciones terroristas de la CIA y sus mercenarios, desde el Consejo de Seguridad Nacional (CSN) se encargó a la CIA organizar una red de comercialización de cocaína con los narcotraficantes de Bolivia, Colombia y México, para financiar en secreto a los contras.
Los aviones de la CIA introducían en EEUU los cargamentos de cocaína, utilizando incluso bases militares. Acaba de estrenarse aquí en Madrid la película Matar al mensajero, que cuenta aquella conspiración. El entonces presidente mexicano Miguel de la Madrid colaboraba con la Administración Reagan en el abastecimiento para los contras. La CIA tenía la complicidad de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía política del PRI mexicano.
Una parte de la cocaína introducida por la CIA se comercializó en forma de crack, un derivado muy peligroso que provocó una oleada de muertes entre los consumidores de los barrios negros de Los Ángeles. La CIA y la DFS eliminaron al agente de la DEA Enrique Camarena y al periodista mexicano Manuel Buendía cuando ambos descubrieron la triangulación de la CIA con los contras y el Cártel de Guadalajara (México) y el Cártel de Medellín (Colombia). Las operaciones las dirigía desde la Casa Blanca el teniente coronel Oliver North del CSN. Sus delegados en la base militar salvadoreña de Ilopango eran los agentes cubanos de la CIA Félix Rodríguez y Luis Posada Carriles.
Rodríguez, que se relacionaba directamente con el entonces vicepresidente George Bush, lo cuenta en su autobiografía Guerrero de las sombras.
Parece ser que existieron unas fotos de Pablo Escobar en Nicaragua obtenidas por la CIA y, en el libro de Germán Castro Operación Pablo Escobar, el capo colombiano confiesa haberse refugiado en Nicaragua gracias a sus conexiones con el gobierno de ese país. ¿Estaba involucrado el Gobierno sandinista en alguna de las operaciones del Cártel de Medellín? ¿Existía una conexión sandinista?
El Gobierno sandinista rechazó la propuesta de Pablo Escobar para utilizar Nicaragua como base de sus operaciones de narcotráfico como antes se había utilizado, durante la dictadura de los Somoza. Pero es posible que Escobar realizara allí el reabastecimiento de combustible en algunos vuelos hacia EEUU. La trama de la CIA con los narcocontras se descubrió cuando el ejército sandinista derribó un avión de la agencia cargado de armas destinadas a la contra que había despegado de la base militar de Ilopango en El Salvador.
Pero si el Gobierno sandinista le permitió a Escobar reabastecerse de combustible y refugiarse en Nicaragua, ¿no es suficiente para sospechar que recibiría algo a cambio?
Pudo ser un contacto con Tomás Borge, entonces ministro del Interior. El propio Escobar contó a un periodista colombiano que su refugio en Nicaragua fue por poco tiempo. Que no hubo grandes acuerdos. Y que regresó a Colombia al comprobar que el Gobierno sandinista iba a entregarlo a EEUU. Es posible que pagara temporalmente por el reabastecimiento para sus aviones en ruta hacia EEUU. ¿Fue un negocio de Borge, cancelado por el Gobierno sandinista?
La obsesión de Reagan por implicar a los sandinistas en el narcotráfico hace muy difícil encontrar un poco de verdad entre tantas mentiras.
"Tocororo", una de sus fuentes bajo seudónimo, asegura que no fue casual el encuentro entre los del Departamento MC y una red de narcotraficantes de Miami que se encontraba penetrada por la CIA. Al parecer, la CIA y la DEA trabajaban sobre las mismas operaciones de narcotráfico, aunque tenían intereses distintos, y la CIA terminó desbaratando el plan de la DEA. ¿Por qué?
Es posible que la DEA utilizara una red de narcotraficantes de Miami para ponerles el cebo del negocio a los oficiales del departamento de Tony de la Guardia en el MININT con el conocimiento de la CIA. La DEA, que tenía a un piloto infiltrado en el Cártel de Medellín, intentaba capturar a Pablo Escobar o a los hermanos Ochoa, los jefes de esa mafia. Y la CIA desbarató esa operación al quemar al infiltrado intentando utilizarlo para acusar al Gobierno sandinista de complicidad con el narcotráfico.
Otra de sus fuentes, "Malanga", atribuye a Antonio de la Guardia  colaboración con los narcotraficantes a cambio del abastecimiento a las guerrillas latinoamericanas. De ser así, las dos redes, la "imperialista" y la "revolucionaria" habrían estado armando respectivamente a sus partidarios, contraguerrilla y guerrilla, en América Latina. Sin embargo, antes me ha dicho usted que no ha encontrado pruebas definitivas que abonen tal versión.
Desertores de la Seguridad cubana mantienen esa versión sobre la supuesta colaboración en Cuba con el narcotráfico a cambio de abastecimiento de armas para guerrillas latinoamericanas. Pero no hay pruebas definitivas. Ni siquiera en las acusaciones estadounidenses.
La causa 2/89, que vino luego del procesamiento de Ochoa y De la Guardia, incluyó al entonces ministro del Interior, José Abrantes, condenado a 20 años de prisión y fallecido en la cárcel de "un infarto que pudo ser provocado", según reza en la cronología final de su libro. Usted escribe: "Me parece que todo está en Abrantes".
Fidel asegura que Abrantes no fue cómplice de las operaciones de narcotráfico de Tony de la Guardia. Por eso no lo incluyeron en el primer juicio y lo condenaron en el segundo por negligencia, al no enterarse de lo que hacía un departamento de su ministerio. Pero la esposa de Patricio de la Guardia asegura que Abrantes le contó a su marido, cuando coincidieron en la prisión, que Fidel lo sabía todo porque Abrantes le informaba, y que la crisis se produjo cuando Tony consintió operaciones no autorizadas por Fidel.
Uno de los desertores de la Seguridad sostiene que Abrantes no estaba de acuerdo con las políticas de Fidel pero temía que una conspiración le diera el poder en Cuba a EEUU y al exilio cubano de Miami que también acabarían con él. Todo está en Abrantes si es cierto que participaba simultáneamente en el narcotráfico y en el malestar por los manejos de Fidel.
En medio de la crisis del narcotráfico, Abrantes fue enviado por Fidel Castro a México para encontrarse con Fernando Gutiérrez Barrios. ¿Quién era Gutiérrez Barrios y cuán útil fue esa conversación para Fidel Castro?
Funcionarios de Washington reconocen que Fernando Gutiérrez Barrios fue el mediador habitual en entendimientos confidenciales de Fidel con los gobiernos de EEUU y México. Gutiérrez Barrios dirigió las guerras sucias de la DFS en colaboración con la CIA. Era en 1989 el secretario de Gobernación (ministro del Interior) en el gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari, también enredado con el narcotráfico.
Gutiérrez Barrios colaboró con Fidel para sacarlo de la cárcel cuando lo detuvieron en México mientras preparaba el desembarco del Granma. Y pudo ser el gran mediador para resolver simultáneamente las acusaciones de narcotráfico contra Fidel y contra los gobiernos de Ronald Reagan y de Miguel de la Madrid. A los presidentes de EEUU y de México también los relacionaban con los asesinatos de Camarena y Buendía. Se aplicó la misma solución en todos los casos: estaban implicados funcionarios del Estado en EEUU, México y Cuba pero sin "autorización de los gobiernos".
Al final del primer capítulo de su libro, usted se pregunta, en relación con la actitud de los sucesivos gobiernos estadounidenses hacia el régimen de Fidel Castro, cuál fue el pacto de 1963, renovado en 1989. Antes pregunta: "¿Por qué no se produjo en 1963 la invasión de Cuba, que era uno de los objetivos del asesinato del presidente Kennedy? ¿Por qué el presidente Johnson ordenó parar las acusaciones contra Fidel Castro, cuando todo había sido preparado por la CIA para presentar a Oswald como el asesino dirigido desde Cuba? ¿Por qué no hubo una represalia de la Administración Bush contra la Revolución Cubana en 1989 cuando tenían las pruebas sobre el narcotráfico desde Colombia hacia EEUU a través de la Isla?".
Aunque sé que para conseguir un acercamiento a la respuesta de estas cuestiones ha escrito todo un libro, me gustaría preguntarle por ese pacto.
Como bien dice, la respuesta a esa pregunta está en el conjunto articulado del libro. Se plantea en forma de sugerencia con datos, evidencias y opiniones. Acusar a Fidel en 1963 por el asesinato de Kennedy habría descubierto los planes de la Casa Blanca para que la CIA y la Mafia eliminasen a Castro. Acusar a Fidel por el narcotráfico habría confirmado la complicidad de los presidentes Ronald Reagan y Miguel de la Madrid con el Cártel de Medellín para financiar a la contra nicaragüense y su responsabilidad en los asesinatos del agente de la DEA Camarena y del periodista Buendía.
Fidel lo sabe todo. Sobre el asesinato de Kennedy (la CIA y la Mafia estaban penetradas por los ojos y oídos del Comandante) y sobre el narcotráfico dirigido desde la Casa Blanca. Así que le dieron espacio para el silencio.
¿Puede que las operaciones de narcotráfico que involucraron a las autoridades cubanas no hayan terminado en 1989? Le pregunto porque diez años después, el canciller Roberto Robaina es destituido por "deslealtad y corrupción" y una de sus fuentes afirma que Robaina fue un chivo expiatorio en otra red de narcotráfico.
Se trata de una fuente secundaria. Me cuenta lo que dice que ha murmurado "Robertico": que la relación que le atribuyen con un gobernador mexicano condenado por narcotráfico en EEUU era en realidad una conexión de Fidel. Pero eso no significa que continuasen después de 1989 las operaciones de narcotráfico a través de Cuba. Forma parte de los manejos mexicanos de Fidel.
Hay mucho humo en las acusaciones contra Robaina por su supuesta deslealtad política. Y mucha niebla en su castigo.
A lo largo de su libro menciona  posibles documentos de los que podríamos tener noticias en el futuro. Menciona los informes de la CIA, las grabaciones incluidas en el sumario de la Causa 1/1989, el testimonio de Carlos Aldana, un libro guardado en la tumba de "el rey de la cocaína" Roberto Suárez, los documentos que guarda su viuda en un banco, el posible testimonio de Abrantes…
Hay que añadir la declaración que podría hacer Patricio de la Guardia. Fusilaron a su hermano. Tiene mucho que contar. ¿Tendrá la oportunidad de hablar en el futuro?
Y está también Gabriel García Márquez, próximo a Fidel Castro en esos días.
Sí, claro. Cuesta mucho creer que García Márquez no haya dejado anotaciones sobre Cuba o incluso algún relato importante para que se publique después de la muerte de Fidel.
Usted afirma que Carlos Aldana sigue bajo vigilancia en Cuba "a pesar de haber regresado sutilmente desde las tinieblas de su destitución". ¿En que consiste ese regreso o esa sutileza?
A Aldana le atribuyen la asesoría para un importante discurso de Raúl, poco después del nombramiento de este como presidente. Cuando lo destituyeron, Raúl lo mantuvo bajo su protección y lo recuperó en silencio para la estructura de la corporación económica de las FAR.
Un capítulo de su libro resume la hipótesis del canadiense Peter Dale Scott, en American War Machine (2012), de que Washington se encarga de organizar el mercado de las drogas para que sus aliados y sus bancos se beneficien. Dale Scott habla de un "Estado profundo" disimulado en el Estado público que es el que gobierna verdaderamente. Otros han sostenido antes la misma hipótesis: David Wise y Thomas B. Ross en The Invisible Government (1974), por ejemplo. ¿Hace usted suyas esas afirmaciones de Peter Dale Scott?
Sí, estoy convencido. En American War Machine se estructura perfectamente su argumentación con toda la documentación acumulada desde que comenzó esa gran mentira de Washington denominada "la guerra contra las drogas"EEUU heredó de Francia el negocio de la heroína en la guerra de Vietnam y aplicó el modelo con la cocaína para la Guerra Fría en América Latina. Después hizo lo mismo con el opio para sus aliados en Afganistán.
Los 500.000 millones de dólares que genera anualmente el narcotráfico se manejan en su mayoría a través del sistema financiero estadounidense. Y también proceden de EEUU los precursores químicos sin los que no se podría transformar la hoja de coca en cocaína.
A través de la frontera de México con EEUU se organiza, además, un inmenso tráfico de armas. Es un gran negocio y una excusa para intervenir en América Latina como con el Plan Colombia.
En un momento de su libro, afirma "A mí lo que me subleva no es narcotráfico sino la diatriba con la que el Comandante impone los fusilamientos. Sobre todo por lo que tiene de crueldad estalinista". Hay quienes condenan a Stalin principalmente por sus asesinatos de compañeros de lucha. Para ellos pesan más esos crímenes o son los más repulsivos que Stalin cometiera. En el caso de quienes parecen haber estado verdaderamente involucrados en el narcotráfico, como Antonio de la Guardia, ¿cree usted más escandaloso su procesamiento sin garantías y su fusilamiento que las operaciones de narcotráfico que él llevara a cabo?
Reagan utilizó la cocaína desde la Casa Blanca para combatir al legítimo gobierno de Nicaragua mediante mercenarios terroristas en una guerra clandestina que violaba la prohibición del Congreso de EEUU. ¿No pueden hacer lo mismo una guerrilla o un gobierno en defensa propia? Ni lo rechazo ni lo acepto. Mi opinión es lo que menos importa. Cada lector sacará sus conclusiones.
Pero cuando se acuse a un gobierno latinoamericano de complicidad con el narcotráfico, hay que darle el mismo trato que a Reagan. Nadie fue condenado y los grandes medios de comunicación aplaudían cuando el gran actor consideraba "luchadores por la libertad" a los contras organizados por la CIA y financiados con la cocaína del Cártel de Medellín que destruían los hospitales y asesinaban a los adolescentes alfabetizadores.
Tampoco importa mi opinión sobre si es mejor o peor el fusilamiento que el narcotráfico. Lo fundamental es que el Código Penal solo permitía condenarlos a 20 años de prisión. Y la acusación de "delito de narcotráfico configurante de traición a la Patria" fue un invento perverso para justificar unas penas de muerte previamente decididas por razones que sólo Fidel manejaba.
Después de tanto insistir sobre el respeto a la verdad y a la legalidad "socialista", Fidel miente en su relato sobre la crisis y viola las leyes de la Revolución Cubana.
"La historia no absolverá a Fidel Castro por los fusilamientos de 1989", resume en su libro. ¿No cree que la absolución histórica de Fidel Castro tiene obstáculos todavía mayores que esos fusilamientos?
Me parece que los fusilamientos del narcotráfico son el gran agujero negro en la contradictoria biografía de Fidel Castro porque en su actuación se combinaron las que creo que son sus dos peores señas de identidad: la pasión por el poder absoluto y la crueldad.
Fidel es imprescindible para la historia de Cuba y de América Latina. En su inicial revolución nacionalista estaban ya las tres banderas de los que ahora son los mejores gobiernos de América Latina: la defensa de la soberanía nacional, la justicia social y la integración latinoamericana.
Cuba representó durante mucho tiempo la dignidad de América Latina. Pero el pueblo cubano, Fidel y la Revolución no siempre han sido lo mismo. Fidel convirtió una isla en una nación pero se apoderó de ella y, al imponer su poder absoluto con la justificación de que resultaba imprescindible para defender la soberanía nacional amenazada por la voracidad depredadora de EEUU, impidió la libertad individual y el desarrollo de un auténtico proyecto cubano de socialismo. Hizo falsamente incompatibles la defensa de la soberanía nacional y el derecho a la autodeterminación personal. Puede haber democracia sin socialismo, pero no socialismo sin democracia.

José Manuel Martín Medem, El secreto mejor guardado de Fidel. Los fusilamientos del narcotráfico (Los Libros de la Catarata, Madrid, 2014).
Tomado de:http://www.diariodecuba.com/cuba/1417162873_11506.html

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