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miércoles, 27 de mayo de 2015

Ineficiencia estatal, conveniente negocio

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                                 Vender no reporta beneficios (foto del autor)
 Empleado del Estado cubano: “El gobierno hace como que nos paga, y nosotros hacemos como que trabajamos”

 
LA HABANA, Cuba. -Los testimonios sobre la mala o nula atención en los comercios estatales cubanos son tan abundantes que ya pocos los tienen en cuenta. Para ofrecer una respuesta a los indignados, la prensa oficial de la isla busca las causas de tales maltratos no en la ineficiencia de la empresa estatal sino en otros factores absurdos, como la mala educación o la falta de profesionalismo, que no ponen al descubierto la esencia corrupta de un sistema que, a pesar de las pruebas de su inutilidad, se mantendrá en pie por voluntad del gobierno, según queda expresado en los Lineamientos del VI Congreso del Partido Comunista.
¿Por qué recibimos un mejor trato en una cafetería o restaurante privado? ¿Por qué a la dependienta y a los administradores de un centro gastronómico estatal les molestan las exigencias de los clientes y por qué no mejoran la calidad de sus ofertas? ¿Por qué se escudan en cualquier justificación para permanecer cerrados o para reducir al mínimo sus horarios de atención al público?
Según Vladimir Rodríguez, dueño de una concurrida paladar en el centro del Vedado, el problema está en los objetivos de cada cual:
“Como dueño de mi negocio busco atraer más clientes, hacer más variadas las ofertas. Escucho las opiniones de las personas, las sugerencias, los atiendo como si fueran reyes porque eso se revierte en ganancias. En un restaurante estatal las ganancias no provienen del consumo y la satisfacción de los clientes sino en aquello bien mezquino que sucede en el almacén, en la venta al mercado negro de todo cuanto llega para ser elaborado y vendido a los clientes, que se vuelven un estorbo. Lo poco que llega a la mesa es solo para justificar el trabajo por si llega un inspector pero tanto los dependientes como el administrador viven del mercado negro. Eso es algo que todo el mundo sabe. (…) Yo trabajé durante años en restaurantes de La Habana, incluso en hoteles lujosos en Varadero, y lo que vi en las cocinas es asqueroso (…). El arroz que los clientes dejaban en el plato volvía a las cazuelas, un trozo de carne, las ensaladas, las aceitunas, todo lo que la gente deja en el plato se vuelve a servir. Esa es la manera de hacer que sobren las cosas. Por eso me fui y abrí mi propio negocio. Yo ni muerto como en un restaurante del Estado, solo dios sabe lo que te sirven”.
Para Iraida, dependienta de una cafetería privada en Arroyo Naranjo, el asunto es más complicado: “Para nadie es un secreto que tanto en las tiendas como en todas las empresas estatales la gente no trabaja, van a como se dice, a luchar, es decir, a robar. Y lo peor es que el gobierno lo sabe y se hace el chivo con tontera [finge ignorar]. (…) ¿Por qué? Porque le conviene. Si arremeten contra el mercado negro la gente se subleva porque todo el mundo vive de eso, hasta ellos. Ahí sí que se acaba la revolución. Prometieron crear un mercado mayorista para los cuentapropistas y hasta ahora seguimos en las mismas, comprando en el mercado negro porque en las tiendas no hay nada o sí, pero escondidas en los almacenes, para que tengas que comprársela al almacenero, que está en arreglo con el gerente y así por ahí para arriba. Ahí te das cuenta que el gobierno está metido en esa maraña (…) si no se beneficia con dinero, al menos lo hace dejando a la gente ‘luchar’ para que vean las ‘bondades del socialismo’. A río revuelto, ganancia de pescadores”.
Los clientes no importan, lo bueno es lo que sucede en los almacenes (foto del autor)
Los clientes no importan, lo bueno es lo que sucede en los almacenes (foto del autor)
Marta Li, dueña de una cafetería en el Vedado, nos ilustra con ejemplos propios lo que ella considera una superioridad de la empresa privada: “En una cafetería del Estado nadie se preocupa por atender bien al cliente porque no se revierte en ganancias. Vendan o no, el salario es el mismo tanto para el administrador como para el vendedor. Ellos están para que les sobre el litro de aceite y el pollo, para revender el queso y los espaguetis, no se venden ellos porque nadie los compraría. Yo, en cambio, tengo que constantemente crear estrategias de venta, mi objetivo es que no se me quede nada ni en las cazuelas ni en las neveras, venderlo todo porque bien caro que lo he pagado. (…) Como estoy cerca de la universidad, yo hago ofertas a los estudiantes que presentan el carnet de estudiante, les rebajo el precio. A veces a quien compra más de una pizza o a un cliente habitual, le regalo una bebida. La gente viene porque sabe que recibirán buena atención. No se trata de rebajar precios sino de dar un buen servicio”.
Una exfuncionaria de una empresa de comercio de La Habana, que no desea ser identificada porque actualmente es dueña de un restaurante, nos narra sus experiencias frente a una empresa estatal:
“Satisfacer al cliente es la última de las prioridades [de una empresa estatal]. Sea de lo que sea. Todos trabajan para robar todo cuanto pueda ser robado y en el menor tiempo posible. Uno entra con buenas intenciones y termina pactando con la corrupción porque no hay otro camino. (…) La economía socialista no tiene ni pies ni cabeza. Cuando estudié [Economía] en la universidad los profesores mismos decían que la economía cubana no hay modo de explicarla. Y cuando tratas de aplicar cualquier modelo te das cuenta que fracasan todos. (…) No es que uno se proponga robar, es que tienes que hacerlo porque todo el mundo está para lo mismo. A mí ni a ninguno de los trabajadores de todas las tiendas que yo atendía, que eran más de veinte, le importaban si los salarios eran bajos o no, ni siquiera el estímulo, el salario era una formalidad, las ganancias verdaderas no están ni siquiera en el mostrador como muchos piensan. Lo que da dinero (…) no llega al mostrador. Y cuidado con hacerte el consciente [honesto] porque terminas cargando la culpa de todo”.
¿Se podrá, como pretenden los dirigentes cubanos, basándose en un par de sospechosas excepciones, demostrar algún día la eficiencia de la empresa estatal socialista? Según las recientes declaraciones de Miguel Díaz-Canel, esa “tarea demostrativa” es uno de los principales empeños de “la dirección del país con el pueblo cubano”. Como si no valiera el medio siglo de fracasos que actualmente padecemos los cubanos, el gobierno se empeña en prolongar un experimento económico detrás del cual se esconde un extenso tejido de corrupción.
Contra ese despropósito, desde hace años es muy común escuchar en las calles una frase que resume la ineficiencia de las empresas estatales: “el gobierno hace como que nos paga, y nosotros hacemos como que trabajamos”.


 Fuera de los comercios, en los portales, la gente revende los productos en mercado negro, a la vista de todos 8foto del autor)
 Fuera de los comercios,en los portales, la gente revende los productos en mercado negro, a la vista de todos (fotos del autor)
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