Luis Posada, el terrorismo y la libertad
Por:Alfredo M Cepero.
No sé si Luís Posada es culpable o inocente de los delitos que se le atribuyen. No lo sé aunque quizás podría saberlo. Es mi amigo desde el día de diciembre de 1960 en que me entregó en Miami la mitad de un cheque que le había mandado la Firestone por sus servicios como ingeniero en su departamento de mezcla de la goma. Por esos días compartíamos domicilio, estrecheces económicas y riquezas de ideales de regresar a Cuba con el fusil en la mano. Juntos militamos en el “Frente Revolucionario José Antonio Echeverría” y juntos fuimos a parar en el Batallón 7 de Infantería de la Brigada 2506 en las montañas de Guatemala sin participar en la invasión de Girón a causa de la desorganización que contribuyó a la derrota.
En 1980, los visité a él y al Dr. Orlando Bosch durante su reclusión en el Cuartel San Carlos en Caracas con motivo de las acusaciones por la voladura del avión de Cubana de Aviación. Y en el 2004, asistí a su juicio en Panamá y lo visité en la prisión del Renacer.
Muchos podrían preguntarse como es posible que, con esta relación estrecha, pueda yo ignorar hechos de tal envergadura como los delitos que se le imputan. La respuesta es muy simple. Nunca me ha interesado saber más allá de lo necesario para desempeñar mi labor ya sea en mi vida pública o en mi vida privada. Además, no hago preguntas sobre cuestiones comprometedoras para que no me den evasivas o me digan mentiras. Por lo tanto, jamás he preguntado a mi amigo Luís Posada si son ciertas o falsas las acusaciones que se le formulan.
Así que no escribo estas líneas para defender una inocencia que ya fue declarada por dos tribunales militares venezolanos ni para desvirtuar las acusaciones del dinosaurio senil y vengativo que lleva más de cinco décadas martirizando a un pueblo. Posada no es un santo pero lleva medio siglo tratando de mandar al diablo que oprime a Cuba a lejanas regiones siderales—que no es nada más que un eufemismo para el consabido balazo en la cabeza—para darle a nuestro pueblo la libertad que tanto añora, merece y necesita. Que levanten la mano y ofrezcan alternativas quienes se opongan a esta fórmula.
Escribo estas líneas para poner las cosas en su sitio en términos de tiempo, espacio y semántica. En 1959, se robó el poder en Cuba un terrorista aclamado como libertador por un pueblo atontado por el desgobierno y una prensa norteamericana parcializada con la izquierda virulenta que hasta el día de hoy mantiene un arrogante apoyo a los verdugos de nuestro pueblo.
El mismo terrorista que comenzó amenazando con quemar la casa paterna si no lo enviaban al colegio de su predilección, que desató una orgía de sangre fusilando a miles de adversarios y encarcelando a centenares de miles, que sirvió como “condotiero” soviético en tres continentes, que lucró en su asociación de narcotráfico con Pablo Escobar, que protegió a terroristas de la ETA y del IRA, que dio refugio a más de 50 prófugos de la justicia norteamericana, que envió al fondo del mar a más de 40 hombres, mujeres y niños que trataban de escapar de su infierno en el Remolcador “13 de Marzo”, que confesó haber asesinado a cuatro pilotos civiles de “Hermanos al Rescate” y que impuso extensas y arbitrarias penas de prisión a 75 opositores pacíficos.
Ese es el terrorista que—con el contubernio de sus aliados en Hollywood, en la prensa norteamericana, entre los mercaderes de la infamia en el mundo y hasta en el Capitolio de Washington—exige que Posada sea condenado por la justicia norteamericana. El tiranosaurio está martirizado por la idea de irse al infierno sin pasarle la cuenta al hombre que frustró sus planes de apoderarse de Venezuela en la década de los 70. Por fortuna, en este país el Poder Ejecutivo no puede dar órdenes al Poder Judicial.
Si de algo fuera culpable Luís Posada es de haber combatido en el lado equivocado de la agenda demagógica de los grandes medios informativos norteamericanos y de no haber logrado el derrocamiento o la liquidación del tirano. En contraste con Posada, consumados terroristas aclamados por la gran prensa como Yaser Arafat, Menaghem Begin y Nelson Mandela han sido recibidos con honores en la Casa Blanca y, algunos de ellos, galardonados con el Premio Nobel de la Paz.
Por otra parte, si Luís Posada nos hubiera librado del tirano, me temo que habría sido recibido por nuestro pueblo con la misma euforia irracional del primero de enero de 1959 y que nos ha llevado a tantos fracasos. Y digo me temo, porque no necesitamos más Mesías sino más lealtad a nuestros principios, mas militancia ciudadana y mayor respeto a nuestras instituciones.
Estoy convencido de que, cuando se escriba la historia de Cuba y de su lucha por la libertad frente a la tiranía de los Castro, los jóvenes que gritaron “Viva Cristo Rey” frente los paredones de fusilamiento, los invasores de Girón, los alzados en las montañas, los luchadores de la clandestinidad, los presos políticos de todos los tiempos, los opositores no-violentos que retan la saña del tirano y el exilio generoso que no se ha olvidado de sus hermanos de penuria seremos todos parte de un mismo pueblo trabajador y amante de la libertad.
La tarea de la reconstrucción será de tan grandes dimensiones que no habrá tiempo para las clasificaciones ni las recriminaciones. Luís Posada será entonces reconocido como el patriota que es. Pero un patriota más entre los muchos que han ofrendado sangre, sudor y vida por el bienestar de la patria. Un patriota sin reclamaciones ni protagonismos. Porque, si queremos un día garantizar nuestra libertad y consolidar nuestra democracia, no puede haber otro protagonista que el pueblo de Cuba.
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