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miércoles, 19 de mayo de 2010

Otra visión sobre el martirologio del poeta.

(Imagen. Caida de José Martí. Carlos Enriquez

“Martí, El Inmortal” , escrito por Juan Gualberto Gómez, fechado el 19 de mayo de 1925 y presentado en “Archivo José Martí” Tomo V, No. 2. 1945, de las Publicaciones del Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, La Habana, páginas 217-221:

"Hoy es el trigésimo aniversario de la muerte de nuestro glorioso José Martí. Hace hoy treinta años que en el combate de Dos Ríos el Apóstol magnífico de la independencia cubana, ofrendó su vida, de manera tan trágica como sencilla, cual si quisiera, después de habernos dado el ejemplo de cómo se vive para la patria, enseñarnos también a morir por ella.

“El infausto acontecimiento llenó de congojas, pero no de desaliento, los corazones cubanos. A todos impresionó el hecho inesperado y cruel. Mientras sus enemigos, con gran nobleza recogían su cadáver, y le daban cristiana sepultura en decoroso lugar del cementerio de Santiago de Cuba, reconociendo sus méritos e inclinándose respetuosamente ante sus yertos despojos, sus amigos, sus correligionarios, todos los hombres de corazón generoso, lloraban -un suceso que parecía una impiedad del destino, ciego e implacable. Hacía poco, menos de tres meses, que había estallado la Revolución redentora, por Martí dirigida desde fuera, y según, sus instrucciones, organizada por los conspiradores de la isla. Muchos, temieron que con su muerte, la causa que propagara culminaría en un fracaso, y que con él se iría al sepulcro la obra de dignificación a que había consagrado con perseverancia incomparable todas las energías de su férrea voluntad, todos los destellos de su genial entendimiento, todos los dones hermosos de su grande y generoso corazón.

“Pero las empresas meritorias no fracasan, cuando las dirige y encamina la virtud en consorcio con la inteligencia. El destino puede ser a veces injusto y cruel con los que preparan e inician esos grandes movimientos que tienden a redimir a una apreciable fracción de la humanidad; pero su obra, que responde a necesidades de la civilización, del progreso y de la justicia, acaba, siempre por triunfar. Diríase que la sangre que por ella derraman, los martirios que por ella soportan, santifican sus grandiosos empeños, y que es su muerte el precio necesario al triunfo de sus nobles anhelos. Así Cristo, así Lincoln, caen al pie de la obra que emprenden; pero el cristianismo vence, a pesar del sacrificio cruento del Gólgota, y la libertad de los esclavos americanos se impone, a despecho de la bala asesina que troncha la vida inmaculada del gran Presidente abolicionista. Así también José Martí sucumbe sin que se viera la necesidad, en los campos de Dos Ríos; pero su ideal, a poco, se trueca en hermosa realidad, y la victoria de su patria redimida hace brotar las flores de la gratitud de todo un pueblo emancipado, sobre la tumba que guarda sus restos, circundados por la admiración perenne de cuanto es generoso y noble en la humanidad civilizada.

“En la vida y en la muerte de Martí, que son las de uno de los más inmaculados padres de la patria, debiéramos los cubanos todos sacar enseñanzas provechosas. De su vida pudiéramos aprender a cumplir con el deber, a pesar de las oposiciones y de las diatribas de los menguados, nadie, en efecto, fue más atacado por los espúreos en todas las formas, desde la más violenta hasta la más abyecta, que el organizador inmortal del Partido Revolucionario Cubano. No obstante esos ataques crueles y a veces hasta miserables, no se detuvo nunca en su labor santa, impulsado como estaba por su convicción de que era necesaria para la redención de la patria. Y de su muerte debemos sacar la noble enseñanza, de que todo sacrificio enderezado a conseguir el bienestar del pueblo a que se pertenece, aunque sea el sacrificio de la existencia, encuentra siempre su recompensa, ya que al perder la vida por lo Bueno, lo Justo y lo Santo, se conquista el derecho de entrar de lleno en el regazo de la inmortalidad!...”

Juan Gualberto Gómez

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