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miércoles, 18 de mayo de 2011
Un 19 de mayo...
El 19 de mayo del año 1895 cae en combate el prócer de nuestra independencia, organizador de la guerra necesaria, apóstol nacional de Cuba y uno de los más grandes pensadores y escritores cubanos de todas las épocas: José Julián Martí Pérez.
En su memoria reproduzco aqui algunos textos suyos.
Cuba nos une...
Cuba nos une en extranjero suelo,
Auras de Cuba nuestro amor desea:
Cuba es tu corazón, Cuba es mi cielo,
Cuba en tu libro mi palabra sea.
1871
José Martí
Dos patrias
Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
su majestad el sol, con largos velos
y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
que en la mano le tiembla! Está vacío
mi pecho, destrozado está y vacío
en donde estaba el corazón. Ya es hora
de empezar a morir. La noche es buena
para decir adiós. La luz estorba
y la palabra humana. El universo
habla mejor que el hombre.
Cual bandera
que invita a batallar, la llama roja
de la vela flamea. Las ventanas
abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
las hojas del clavel, como una nube
que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa...
José Martí
Mis versos van revueltos y encendidos
Mis versos van revueltos y encendidos
Como mi corazón: bien es que corra
Manso el arroyo que en fácil llano
Entre céspedes frescos se desliza:
¡Ay! ; pero el agua que del monte viene
Arrebatada; que por hondas breñas
Baja, que la destrozan; que en sedientos
Pedregales tropieza, y entre rudos
Troncos salta en quebrados borbotones,
¿Cómo, despedazada, podrá luego
Cual lebrel de salón, jugar sumisa
En el jardín podado con las flores,
O en pecera de oro ondear alegre
Para querer de damas olorosas? —
Inundará el palacio perfumado,
Como profanación: se entrará fiera
Por los joyantes gabinetes, donde
Los bardos, lindos como abates, hilan
Tiernas quintillas y rimas dulces
Con aguja de plata en blanca seda.
Y sobre sus divanes espantadas
Las señoras, los pies de media suave
Recogerán,— en tanto el agua rota,—
Falsa, como todo lo que expira,
Besa humilde el chapín abandonado,
Y en bruscos saltos destemplada muere!
José Martí
XLVI
Vierte, corazón, tu pena
Donde no se llegue a ver,
Por soberbia, y por no ser
Motivo de pena ajena.
Yo te quiero, verso amigo,
Porque cuando siento el pecho
Ya muy cargado y deshecho,
Parto la carga contigo.
Tú me sufres, tú aposentas
En tu regazo amoroso,
Todo mi amor doloroso,
Todas mis ansias y afrentas.
Tú, porque yo pueda en calma
Amar y hacer bien, consientes
En enturbiar tus corrientes
Con cuanto me agobia el alma.
Tú, porque yo cruce fiero
La tierra, y sin odio, y puro,
Te arrastras, pálido y duro,
Mi amoroso compañero.
Mi vida así se encamina
Al cielo limpia y serena,
Y tú me cargas mi pena
Con tu paciencia divina.
Y porque mi cruel costumbre
De echarme en ti se desvía
De tu dichosa armonía
Y natural mansedumbre;
Porque mis penas arrojo
Sobre tu seno, y lo azotan,
Y tu corriente alborotan,
Y acá lívido, allá rojo,
Blanco allá como la muerte,
Ora arremetes y ruges,
Ora con el peso crujes
De un dolor más que tú fuerte,
¿Habré, como me aconseja
Un corazón mal nacido,
De dejar en el olvido
A aquel que nunca me deja?
¡Verso, nos hablan de un Dios
Adonde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos,
O nos salvamos los dos!
José Martí
Carta de José Martí a Manuel Mercado
Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895
Señor. Manuel Mercado.
Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir: ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía, y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias pª alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos, —como ese de Vd. , y mío,— más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal q. los desprecia, —les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos. Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas;— y mi honda es la de David. Ahora mismo; pocos días hace, al pie de la victoria con que los cubanos saludaron nuestra salida libre de las sierras en que anduvimos los seis hombres de la expedición catorce días, el corresponsal del Herald, q. me sacó de la hamaca en mi rancho, me habla de la actividad anexionista, menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación, que por disfraz cómodo de su complacencia o sumisión a España, le pide sin fe la autonomía de Cuba, contenta sólo de que haya un amo, yankee o español, que les mantenga, o les cree, en premio de su oficio de celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante, —la masa mestiza, hábil y conmovedora, del país,— la masa inteligente y creadora de blancos y negros. Y de más me habla el corresponsal del Herald; Eugenio Bryson: —de un sindicato yankee,— que no será, —con garantía de las Aduanas, harto empeñadas con los rapaces bancos españoles pª q. quede asidero a los del Norte,— incapacitado afortunadamente, por su entrabada y compleja constitución política, para emprender o apoyar la idea como obra del gobierno. Y de más me habló Bryson, —aunque la certeza de la conversación que me refería, sólo la puede comprender quien conozca de cerca el brío con que hemos levantado la revolución,— el desorden, desgano y mala paga del ejército novicio español, —y la incapacidad de España pª allegar, en Cuba o afuera, los recursos contra la guerra q. en la vez anterior sólo sacó de Cuba:— Bryson me contó su conversación con Martínez Campos, al fin de la cual le dio a entender este q. sin duda, llegada la hora, España preferiría entenderse con los E. Unidos a rendir la Isla a los cubanos: —Y aún me habló Bryson más: de un conocido nuestro, y de lo q. en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, pª cdo. el actual presidente desaparezca, a la presidencia de México. Por acá, yo hago mi deber. La guerra de Cuba, realidad superior a los vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles anexionistas a que sólo daría relativo poder su alianza con el gobierno de España, ha venido a su hora en América, para evitar, aún contra el empleo franco de todas esas fuerzas, la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que jamás la aceptarán de un país en guerra, ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana. —Y México—¿no hallará modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende? Sí lo hallará, —o yo se lo hallaré. Esto es muerte o vida, y no cabe errar. El modo discreto es lo único que se ha de ver. Ya yo lo habría hallado y propuesto. Pero he de tener más autoridad en mí, o de saber quien la tiene, antes de obrar o aconsejar. Acabo de llegar. Puede aún tardar dos meses, si ha de ser real y estable, la constitución de nuestro gobierno, útil y sencillo. Nuestra alma es una, y la sé, y la voluntad del país; pº estas cosas son siempre obra de la relación, momento y acomodos. Con la representación que tengo, no quiero hacer nada que parezca extensión caprichosa de ella. Llegué, con el General Máximo Gómez y cuatro más, en un bote, en que llevé el remo de proa bajo el temporal, a una pedrera desconocida de nuestras playas; cargué, catorce días, a pie por espinas y alturas, mi morral y mi rifle, —alzamos gente a nuestro paso; siento en la benevolencia de las almas la raíz de este cariño mío a la pena del hombre y a la justicia de remediarla; los campos son nuestros sin disputa, a tal punto que en un mes sólo he podido oír un fuego; y a las puertas de las ciudades, o ganamos una victoria, o pasamos revista, ante entusiasmo parecido al fuego religioso, a tres mil armas; seguimos camino, al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro, y debe renovar, conforme a su estado nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas. La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas q. antes le opuso una Cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de su republicanismo, o los celos, y temores de excesiva prominencia futura, de un caudillo puntilloso o previsor; pero quiere la revolución a la vez sucinta y respetable representación republicana, —la misma alma de humanidad y decoro, llena del anhelo de la dignidad individual, en la representación de la república, que la que empuja y mantiene en la guerra a los revolucionarios. Por mí, entiendo que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella, y sé cómo se encienden los corazones, y cómo se aprovecha para el revuelo incesante y la acometida el estado fogoso y satisfecho de los corazones. Pero en cuanto a formas, caben muchas ideas: y las cosas de hombres, hombres con quienes las hacen. Me conoce. En mí, sólo defenderé lo que tenga yo por garantía o servicio de la revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad. —Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros.
Y ahora, puesto delante lo de interés público, le hablaré de mí, ya que sólo la emoción de este deber pudo alzar de la muerte apetecida al hombre que, ahora que Nájera no vive donde se le vea, mejor lo conoce, y acaricia como un tesoro en su corazón la amistad con que Vd. lo enorgullece. Ya sé sus regaños, callados, después de mi viaje. ¡Y tanto q. le dimos, de toda nuestra alma, y callado él! ¡Qué engaño es este y qué alma tan encallecida la suya, que el tributo y la honra de nuestro afecto no ha podido hacerle escribir una carta más sobre el papel de carta y de periódico que llena al día¡[…]
Hay efectos de tan delicada honestidad...
Nota: esta carta quedó inconclusa por la muerte de José Martí en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895
miércoles, 19 de mayo de 2010
Otra visión sobre el martirologio del poeta.
“Martí, El Inmortal” , escrito por Juan Gualberto Gómez, fechado el 19 de mayo de 1925 y presentado en “Archivo José Martí” Tomo V, No. 2. 1945, de las Publicaciones del Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, La Habana, páginas 217-221:
"Hoy es el trigésimo aniversario de la muerte de nuestro glorioso José Martí. Hace hoy treinta años que en el combate de Dos Ríos el Apóstol magnífico de la independencia cubana, ofrendó su vida, de manera tan trágica como sencilla, cual si quisiera, después de habernos dado el ejemplo de cómo se vive para la patria, enseñarnos también a morir por ella. |
“El infausto acontecimiento llenó de congojas, pero no de desaliento, los corazones cubanos. A todos impresionó el hecho inesperado y cruel. Mientras sus enemigos, con gran nobleza recogían su cadáver, y le daban cristiana sepultura en decoroso lugar del cementerio de Santiago de Cuba, reconociendo sus méritos e inclinándose respetuosamente ante sus yertos despojos, sus amigos, sus correligionarios, todos los hombres de corazón generoso, lloraban -un suceso que parecía una impiedad del destino, ciego e implacable. Hacía poco, menos de tres meses, que había estallado la Revolución redentora, por Martí dirigida desde fuera, y según, sus instrucciones, organizada por los conspiradores de la isla. Muchos, temieron que con su muerte, la causa que propagara culminaría en un fracaso, y que con él se iría al sepulcro la obra de dignificación a que había consagrado con perseverancia incomparable todas las energías de su férrea voluntad, todos los destellos de su genial entendimiento, todos los dones hermosos de su grande y generoso corazón. |
“Pero las empresas meritorias no fracasan, cuando las dirige y encamina la virtud en consorcio con la inteligencia. El destino puede ser a veces injusto y cruel con los que preparan e inician esos grandes movimientos que tienden a redimir a una apreciable fracción de la humanidad; pero su obra, que responde a necesidades de la civilización, del progreso y de la justicia, acaba, siempre por triunfar. Diríase que la sangre que por ella derraman, los martirios que por ella soportan, santifican sus grandiosos empeños, y que es su muerte el precio necesario al triunfo de sus nobles anhelos. Así Cristo, así Lincoln, caen al pie de la obra que emprenden; pero el cristianismo vence, a pesar del sacrificio cruento del Gólgota, y la libertad de los esclavos americanos se impone, a despecho de la bala asesina que troncha la vida inmaculada del gran Presidente abolicionista. Así también José Martí sucumbe sin que se viera la necesidad, en los campos de Dos Ríos; pero su ideal, a poco, se trueca en hermosa realidad, y la victoria de su patria redimida hace brotar las flores de la gratitud de todo un pueblo emancipado, sobre la tumba que guarda sus restos, circundados por la admiración perenne de cuanto es generoso y noble en la humanidad civilizada. |
“En la vida y en la muerte de Martí, que son las de uno de los más inmaculados padres de la patria, debiéramos los cubanos todos sacar enseñanzas provechosas. De su vida pudiéramos aprender a cumplir con el deber, a pesar de las oposiciones y de las diatribas de los menguados, nadie, en efecto, fue más atacado por los espúreos en todas las formas, desde la más violenta hasta la más abyecta, que el organizador inmortal del Partido Revolucionario Cubano. No obstante esos ataques crueles y a veces hasta miserables, no se detuvo nunca en su labor santa, impulsado como estaba por su convicción de que era necesaria para la redención de la patria. Y de su muerte debemos sacar la noble enseñanza, de que todo sacrificio enderezado a conseguir el bienestar del pueblo a que se pertenece, aunque sea el sacrificio de la existencia, encuentra siempre su recompensa, ya que al perder la vida por lo Bueno, lo Justo y lo Santo, se conquista el derecho de entrar de lleno en el regazo de la inmortalidad!...” Juan Gualberto Gómez |