Avioneta en Puerto Obaldía, Panamá (Carlos Adampol Galindo-Flickr)
MÉXICO.- Los cubanos están tratando de llegar a Estados Unidos a
través de su frontera con México por el temor a que la nueva relación
entre La Habana y Washington termine pronto con los privilegios
especiales para los migrantes cubanos que reclaman residencia en Estados
Unidos.
Los números de personas saliendo de Cuba han aumentado dramáticamente
desde el anuncio de diálogo entre Estados Unidos y Cuba en diciembre de
2014. El año pasado, más de 24 000 cubanos entraron, en comparación con
los 7 759 en 2011.
Durante años, la ruta preferida fue el arriesgado cruce marítimo a
través del Estrecho de la Florida, a menudo en embarcaciones
improvisadas. Los inmigrantes que cruzaron de esta manera fueron
nombrados balseros.
La Ley de Ajuste Cubano de 1966 establece que los ciudadanos pueden
solicitar asilo automáticamente una vez que lleguen al territorio de
Estados Unidos, es casi seguro que se les permita quedarse. Una revisión
de este acto en 1995 estableció que la Guardia Costera de Estados
Unidos devuelva a Cuba a aquellos interceptados en el mar, la llamada
distinción “pies mojados / pies secos.”
Esto significa que llegar por tierra no solo es menos peligroso, pero
también es más probable que conduzca a una residencia en Estados
Unidos.
En enero de 2013, el gobierno Cubano abolió el requisito de permiso
de salida, abriendo el camino para que muchos cubanos soliciten
pasaportes, haciendo la ruta terrestre aún más fácil.
La mayoría de los cubanos comienzan su viaje en Ecuador, un país que
canceló el acceso sin visa para los cubanos en diciembre de 2015.
Desde Ecuador, los migrantes pueden alquilar un coche, tomar un
autobús o cruzar en lancha rápida el peligroso Tapón de Darien entre
Colombia y Panamá. Otros toman una ruta más directa, tratando de entrar a
cualquier parte del territorio mexicano por mar. Aquellos con
conexiones o dinero pueden obtener una visa mexicana en el consulado en
La Habana, ya sea en calidad de turistas, con permisos de trabajo o por
medio de matrimonios arreglados.
La opción más arriesgada y menos popular, solo para los más pobres,
es unirse a las personas migrantes centroamericanas y sudamericanas que
viajan en el tren de carga conocido como La Bestia.
Este recorre todos los días desde Chiapas, en la frontera sur con
Guatemala, hasta las afueras de la Ciudad de México. Los migrantes que
toman esta ruta corren el riesgo de ser estafados por los llamados
coyotes o polleros, los traficantes de personas, y de caer en manos de
los cárteles mexicanos de la droga.
Muchos de los países en la ruta a través de América Central y del Sur
ofrecen a los cubanos garantías de tránsito seguro, ya que se niegan a
cooperar con las solicitudes de deportación a Cuba.
Estos migrantes a menudo tienen la ventaja de poder acceder a los
fondos adicionales de los familiares o beneficencias cubanas que están
en los EE.UU.
Pero esto también los hace extraordinariamente vulnerables a la extorsión y a la explotación durante el camino.
Rafael y Cecilia
Rafael Carralero, migrante de Ecuador a Estados Unidos en su paso por México
Rafael Corralero, de 42 años, siempre quiso emigrar a los Estados Unidos.
Durante la crisis de los balseros cubanos en 1994, cuando más de 35
000 balseros salieron de Cuba para los EE.UU., Corralero ayudó a amigos a
construir balsas improvisadas, pero se quedó en la isla para cuidar de
su madre enferma.
Años más tarde, él y su esposa Cecilia decidieron aprovechar el
acceso sin visado a Ecuador. Vendieron todo lo que tenían, juntaron un
poco más de 13 000 dólares para pagar su viaje a los Estados Unidos.
Compraron boletos a Quito, Ecuador, por 1 100 dólares cada uno en la
Agencia de Viajes Tame, que también proporcionó consejos sobre cómo
negociar en la frontera de Ecuador, la primera de las ocho fronteras en
el largo viaje a los EE.UU.
“En Cuba, después que sacas el pasaje te dan hasta 10 minutos (de
entrenamiento). Es como una clase que te dan para que puedas pasar
emigración (ecuatoriana),” explicó Corralero.
Rafael y Cecilia siguieron estas indicaciones cuando llegaron a
Ecuador en julio de 2015. En el aeropuerto fueron recogidos por su
primer contacto al que cada uno le pagó 1 100 dólares.
Al tercer día de estancia en la casa del contacto, los anfitriones
llevaron a la pareja con un guía colombiano que los llevaría a la
frontera. De ahí, la pareja planeaba ir a Medellín.
Colombia no emite salvoconducto para el tránsito de cubanos por su
territorio. Para Corralero y su esposa, este fue uno de los países más
difíciles de cruzar.
La policía colombiana los extorsionó y amenazó porque saben que los
cubanos que llegan a Colombia generalmente traen sus ahorros para llegar
a Estados Unidos.
La peor parte, dijo Rafael, fue el viaje hacia Turbo, la última ciudad colombiana antes de cruzar en lancha rápida hacia Panamá.
“El trayecto de Medellín a Turbo es una pesadilla. Los retenes
empiezan a pararte. La propia Policía Nacional de Colombia, cuando se
enteran que los cubanos van a pasar… te pide dinero y ese mismo retén le
avisa a otro y a otro.”
Una vez en Turbo, pagaron 630 dólares americanos cada uno para el viaje en lancha rápida que dura unas cuatro horas.
De Loma La Miel, otra lancha llevó a Rafael y Cecilia al poblado
fronterizo de Obaldía, donde prestar servicios a los migrantes ha
sustituido a la pesca como la principal fuente de ingresos de los 670
residentes de la aldea.
De ahí, una avioneta vuela a la ciudad de Panamá cada dos días.
Centroamérica, los extremos
Cubanos en Puerto Obladía (foto tomada de internet)
En el aeropuerto de Panamá, se le dio a la pareja cubana un salvoconducto para Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala.
En Guatemala, la extorsión comenzó de nuevo. El gobierno guatemalteco
no emite salvoconducto y los migrantes deben pagar 700 quetzales (unos
100 dólares) a cada oficial de policía que los detiene.
“Sabían que venían cubanos,” dijo Rafael. “Éramos unos 300 desde Honduras por Guatemala.”
Una vez más en manos de coyotes, Corralero y su esposa entraron a
México por el poblado de Naranjo en Guatemala. Eventualmente llegaron al
poblado Villa Las Rosas en el sureño estado mexicano de Chiapas, donde
fueron escondidos en una bodega y les cobraron precios exorbitantes por
alimentos y bebidas.
Para cuando llegan a México, muchos de los inmigrantes cubanos han
agotado sus fondos o no pueden viajar más. Muchos se entregan en el
centro de detención de Tapachula en la frontera mexicana.
Otros que tienen demasiado miedo a la deportación toman el riesgo de viajar a través de México.
Al tercer día en México, Rafael y Celia fueron transportados en un
tráiler refrigerado junto a 90 personas de diferentes nacionalidades.
En medio del viaje tuvieron que bajar del tráiler para evitar un
retén de migración. “Tuvimos que bajar mientras llovía, como si fuéramos
ganado para bordear el retén,” recuerda Corralero.
En la Ciudad de México fueron abandonados por sus coyotes, pero un
sacerdote los ayudó y condujo a la Casa del Balsero y del Emigrante
Cubano, una asociación civil encabezada por el abogado de inmigración de
origen cubano, Eduardo Matías López Ferrer.
El matrimonio estuvo en México, esperando que López Ferrer terminara
los trámites ante las autoridades mexicanas para que pudieran viajar
hacia Estados Unidos. Al mismo tiempo, sus familiares en Miami buscaron
fondos económicos para comprar los boletos. Cuando se les entrevistó
estaban contentos de estar cerca de su destino final.
Tomando la ruta semi-legal
El contrato de trabajo elaborado por una empresa mexicana es una de
las principales vías de escape para los cubanos y cubanas con dinero.
El proceso “no es difícil, es laborioso,” dijo Antonio Irving, quien
se ostenta como “tramitador” y aseguró cobrar 1 100 dólares por
gestionar el contrato de trabajo a un cubano en las oficinas del
Instituto Nacional de Migración (INM) de México.
Existen grupos organizados de asesoría y gestión para trámites
migratorios que trabajan abiertamente alrededor de las oficinas del INM.
Conformados por abogados, funcionarios de migración y agentes de
trámites, estas denominadas agencias pueden traer a un cubano hasta
México en un mes.
Primero, una compañía necesita registrarse en el INM para que pueda
realizar ofertas de trabajo a extranjeros. Este proceso puede realizarse
vía Internet.
Los asesores afirmaron que los contactos en el INM y en la embajada mexicana en La Habana aseguran que no existan problemas.
Uno de ellos, quien pidió permanecer anónimo por ser trabajador
activo en el INM, aseguró que había viajado a La Habana para una serie
de reuniones informales con funcionarios del consulado mexicano para
asegurar la rapidez de los trámites.
Él explicó que el dinero que pagan los clientes cubanos se utiliza
para pagar a funcionarios en el INM, la embajada y en el aeropuerto.
Otra de las vías que emplean las agencias se denomina “la bajada.”
Consiste en transportar sin visa mexicana a los cubanos de forma aérea a
Cancún, Quintana Roo, donde los espera un oficial de migración que
asegura la entrada a México. Este oficial también los orienta sobre cómo
seguir hacia Estados Unidos, o simplemente son llevados en autos a la
frontera.
El INM no respondió a solicitudes de entrevistas.
La historia de Roberto
Oficio de salida del gobierno mexicano de una Estación Migratoria para migrante cubano (cortesía Eduardo Ferrer)
Otra opción para los cubanos que quieren entrar a México es el matrimonio con un ciudadano mexicano.
Esta fue la opción elegida por Roberto Oto, de 38 años, que pagó 7 000 dólares por un matrimonio fraudulento en 2008.
“Mi amigo conocía a mexicanos que se dedicaban a la trata de
personas, vinculados a la mafia, me puso en contacto y ellos me mandaron
a una mujer,” explicó Oto.
Cuando su futura esposa mexicana llegó a Cuba, comenzó el papeleo.
Oto pagó 800 pesos convertibles (CUC) por el certificado de matrimonio,
luego fue cuestionado sobre su relación en el Consulado de México en La
Habana.
“Fueron bastante groseros, hasta me preguntaron el color de la ropa interior de mi esposa,” dijo.
Cuando un cubano se casa con un extranjero, tiene que pagar 525 CUC
por los “impuestos” y trámites de matrimonio, 100 CUC más para el
protocolo y 75 CUC para acelerar el proceso. Oto tuvo que pagar también
otros 100 CUC por la carta de invitación, la forma en que los cubanos
podían salir del país de manera legal en ese momento.
De acuerdo a la Consultoría Jurídica Internacional (CJI), un bufete
de abogados en La Habana, ambos contrayentes deben presentar documentos
de identidad, acta de nacimiento, y evidencia que no están casados con
otras personas.
Una vez llegado a México, Oto se presentó en el consulado mexicano
para legalizar su estatus con los documentos oficiales aprobados por la
CJI, pero no le sirvieron de nada. “Me informaron que los documentos no
tenían validez y que tenía que casarme otra vez en México,” agregó.
Esto fue imposible ya que en ese momento la esposa de Oto había
desaparecido, pensando que solo iba a pasar a través de México en su
camino a los Estados Unidos.
Legalizarse le fue imposible ya que la mexicana tomó su rumbo y nunca
más la volvió a ver. Sin ella no podía regularizar su estancia legal en
México.
“Ya ella había cobrado lo que le correspondía por su participación y
yo era solo una historia de su pasado. Ya no podía contar con ella,”
dijo.
Nunca la volvió a ver, y descubrió que no podía legalizar su estancia en México sin ella.
“Allí descubrí que los trámites de la Consultoría Jurídica
Internacional solo servían para que una mexicana legalizara su
matrimonio y adquiriera derechos en Cuba,” explicó.
En México ilegalmente, Oto solo tenía tres cajas de puros y dos botellas de ron cubano con él.
Temiendo ser arrestado, buscó a un abogado para que lo orientara. “No
sé cara de qué me vio aquel señor porque su consejo fue que me
escondiera en una cloaca a esperar a que se hiciera alguna campaña de
regulación migratoria,” dijo Oto.
Sin poder regularizar su estatus migratorio, le quedaba todavía una opción.
“La única ventaja que yo tenía era un certificado que me habían dado
en el consulado de México en La Habana que de una forma más o menos
ambigua decía que yo podía trabajar con la autorización de migración,”
explicó Oto. “Soy diseñador gráfico pero solo conseguí empleos de mesero
y de esos otros que realizan los que no tienen una situación totalmente
legal.”
Después de tres años en el limbo, Oto decidió intentar llegar a Estados Unidos.
“Yo había oído decir que a los cubanos los asaltaban para quitarles
sus pasaportes, porque con ellos eres aceptado del otro lado, por eso
tuve la idea de hacerme, o sea falsificar, un carné de estudiante. En
eso usé todos mis conocimientos adquiridos en Cuba como diseñador
gráfico.”
Se las arregló para hacerse pasar por un mexicano en el autobús, pero se topó con problemas cerca de la frontera.
“Pasé cinco retenes, pero cuando llegué al mero Matamoros [ciudad
fronteriza con Estados Unidos] ya sabían que yo era cubano y el propio
chofer le indicó a los policías quién era yo. Me bajaron del camión con
mi maletín, lo registraron todo y me empezaron a pedir dinero. Como no
les di nada me pasé horas en una camioneta enjaulada bajo el sol,” dijo
Oto.
Ya exhausto, decidió mostrar su pasaporte cubano y los agentes de
migración le dieron permiso para hacer una llamada. Llamó a la amiga que
lo había recogido en el aeropuerto cuando llegó a México. “Ella llamó a
un amigo y en la noche me dejaron salir. El aprendizaje fue que nunca
más lo voy a intentar.”
Después de siete años sin una acreditación legal, Oto finalmente obtuvo su residencia temporal en México.
“Salí de Cuba casado con una mexicana, pero ni siquiera me puedo
divorciar de ella aquí porque el matrimonio no está reconocido por
México. Pero como soy legalmente soltero y ya no tengo que esconderme,
ahora me voy a casar de verdad, por amor.”
El cubano que salva a migrantes de la corrupción mexicana
Eduardo Ferrer, cubano residente en México, abogado y defensor de migrantes cubanos (foto de Reinaldo Escobar)
La Casa del Balsero y del Emigrante Cubano, dirigida por Eduardo
Matías López Ferrer, se especializa en ayudar a los cubanos que llegan a
México, legal o ilegalmente, y son víctimas de la corrupción.
Ferrer dirige la organización benéfica de ayuda legal desde su
oficina en el piso superior de su casa en el barrio decadente de Tacuba.
“Es impresionante la cantidad de muertos que ha dejado por años la
inmigración. Más de 78 mil personas han desaparecido en el Golfo de
México y en el Mar del Caribe,” dijo.
México, ahora la ruta preferida para la migración ilegal, está también marcado por historias trágicas.
Ferrer dice que la repuesta mexicana respecto a la migración de
cubanos tiene como característica “una corrupción galopante, por la
creencia de la situación económica del cubano y sus familiares en
Miami.”
Hasta 2005, el gobierno cubano no aceptaba a los ciudadanos que habían abandonado el país.
Sin embargo, el gobierno cubano firmó un acuerdo con el presidente
mexicano Vicente Fox para aceptar a cubanos considerados “no
contaminados” por sus experiencias en el extranjero.
Los cubanos que llegaron a México directamente de Cuba “en barcos o
aviones y fueron detenidos en México podían regresar a Cuba,” explicó
Eduardo. “El gobierno cubano no le interesaban los cubanos llegando de
Europa,” ya que no los reconocía como ciudadanos, por posibles razones
ideológicas.
En 2008, cuando México enfrentó una nueva ola de migración cubana,
los dos países firmaron El Memorando de Entendimiento para Garantizar un
Flujo Migratorio Legal, Ordenado y Seguro.
Esto establecía que los cubanos indocumentados detenidos en México fueran deportados a Cuba en un plazo máximo de 45 días.
Sin embargo, la migración cubana fue “alentada por autoridades corruptas de México y Cuba,” afirmó Ferrer.
Comenzaron las deportaciones masivas y “la formación de la corrupción
en torno a los cubanos,” continuó. “Nos caen aquí dos grandes grupos de
cubanos: Los que están libres que nos contactan, los que están presos
en las estaciones migratorias, que sus familiares también se comunican
con nosotros; y los indocumentados.”
Ferrer no tiene números exactos de loscubanos que ha ayudado, pero
estima que “el 90% de los que atendemos se van para los Estados Unidos,
otros se quedan en México o regresan a la Isla.”
En teoría, el proceso debería de ser sencillo.
“La Ley migratoria de México dice que cuando estás en trámite de
regularización migratoria no te pueden llevar a una estación migratoria,
puedes transitar tranquilo. Ese proceso debe durar de dos a tres meses,
lo máximo” dice Ferrer, agregando que la burocracia mexicana lo puede
prolongar. “Las autoridades de este país propician la corrupción por las
dificultades que ponen durante el proceso de regularización, lo
demoran. Hay personas que llevan seis meses esperando por los papeles
que les permite, conforme a la Constitución Mexicana, transitar por
México.”
El gobierno mexicano no respondió a solicitudes de entrevistas.
La organización de Ferrer presiona a los oficiales a iniciar los
trámites migratorios y ayudar a los migrantes con su viaje, aunque los
cubanos tienen que comprar sus propios boletos de viaje.
La Casa del Balsero tiene pocas facilidades, pero Ferrer está
preparado para acoger a aquellos que no tienen otro lugar a donde ir.
Hace algún tiempo, Ferrer afirma, una organización en Miami -que se
negó a nombrar- le ofreció fondos con la condición que no ayudara a los
cubanos que trabajan con el gobierno. Él se negó.
“No quiero que me limiten en cuanto a quien acepto o no, todos los
que pasan aquí son cubanos, sin distinción. A mí me toca la parte más
lastimada de la inmigración. Los que no tienen para pagar a la
corrupción. Hay cubanos que me ayudan, el propio “Circulo Cubano” [una
organización cultural de cubanos en México], entre otros.”
El gobierno cubano ha acusado públicamente a Ferrer de ser un
traficante de personas, pero él asegura que su organización solo ha
hecho “lo que no hace el gobierno cubano por sus ciudadanos”.
El régimen “no se preocupa por los cubanos detenidos. Es lamentable el trato diplomático del gobierno cubano a sus nacionales.”
(Este reportaje fue publicado originalmente por el Instituto de Reporteros para la Guerra y la Paz IWPR. Reinaldo
Escobar, Augusto César San Martín, Alejandro Tur, Ernesto García y
Anddy Sierra, periodistas cubanos, son los autores. Colaboró con
información el periodista Julio César Álvarez)