Por su parte, el martes 25 la revista OnCuba lo recibió en su sede de La Habana, donde “dialogó, preguntó y respondió a nuestras inquietudes”, según entrevista publicada por la referida revista, en la que se afirma que Londoño se encuentra realizando un trabajo de investigación que le permitirá continuar desarrollando el tema Cuba en el NYT. La página abundó en fotografías que testimonian el encuentro, donde se muestra un Londoño risueño y distendido.
Y en efecto, todo indica que la intención de Londoño y de sus jefes editoriales es recopilar la mayor cantidad de información posible de sectores de opinión muy diversos en este controvertido viaje. Al menos así lo evidenció su llamada telefónica del viernes 28 a la directora de 14ymedio.com, Yoani Sánchez, solicitando reunirse con ella, quien aceptó realizar un encuentro en el que debían participar además otros miembros del equipo, entre ellos el editor jefe, Reinaldo Escobar; los reporteros Luzbeli Escobar y Víctor Ariel González; la responsable de la página cultural, Rachel Vázquez; y los columnistas Eliecer Ávila y esta escribidora, Miriam Celaya. La premura del encuentro impidió la presencia de los corresponsales de provincias.
Hotel Saratoga, ¿un espacio “neutral”?
El sábado 29 de noviembre, a las 11 de la mañana, previo acuerdo de ambas partes, nos reunimos con Ernesto Londoño en un espacio tan “neutral” como el mezzanine del hotel en que se hospeda, el Saratoga, sito en Prado y Dragones, justo frente a la Fuente de la India y aledaño al Parque de la Fraternidad y al Capitolio, y desde el cual en ocasiones (cuando es forzoso) algunos nos conectamos a Internet por el astronómico precio de 12 CUC la hora, para sufrir la angustia de un servicio lento y repleto de “bloqueos”. De hecho, casualmente, durante nuestra conversación de cerca de tres horas con Londoño no hubo conexión.
A nuestro alrededor, el mal disimulado movimiento de los agentes de la policía política en sus ridículos personajes de “huéspedes”, empleados o clientes de la cafetería del lugar, nos recordaba que bajo regímenes totalitarios la neutralidad siempre es una quimera. Tampoco en todo ese tiempo se nos acercó siquiera una camarera para preguntarnos si deseábamos ordenar al menos un café; algo notorio en un país en el que los nativos no podemos permanecer sentados ocupando una mesa si no vamos a “consumir”.
De cualquier modo, todo aquel despliegue policial fue un desgaste inútil: allí los desobedientes no fuimos a compartir secretos ni a fabricar componendas, sino a expresarnos tan libremente como solemos hacerlo en nuestros textos, así que no nos tomamos siquiera el trabajo de bajar la voz.
La primera impresión, tras las presentaciones con el periodista-revelación del momento, fue decepcionante: Londoño no podría responder a las preguntas que cada uno de nosotros le tenía preparada porque para ello “debía solicitar la aprobación” de sus jefes del NYT. El requisito imprescindible sería que se las enviásemos por escrito y esperásemos la respuesta. Tampoco podríamos tomarle fotografías durante el encuentro. Cualquier criterio que él expresara personalmente en aquella reunión no debía ser publicado por nosotros.
Súbitamente, lo que pensamos sería un encuentro entre colegas de dos medios diferentes en el que intercambiaríamos opiniones y debatiríamos sobre temas de interés crucial para los cubanos, se había convertido en una cita “clandestina” con cierto sabor a adulterio, una suerte de conspiración mediática destinada a nutrir y diversificar el conocimiento (de él) sobre la realidad cubana, pero sin que divulgáramos sus puntos de vista, sus motivaciones sobre nuestro país o a dónde se dirigía su interés.
En fuerte contraste con su estancia en el periódico Granma y su visita a la revista OnCuba, la reunión con 14ymedio tendría un corsé (¿embargo?) impuesto precisamente desde el paladín anti-embargo, el NYT. ¡Vivir para ver!
No obstante, allí acordamos que los representantes de 14ymedio.com le ofreceríamos a Londoño nuestras opiniones acerca de todo lo que le interesara conocer de nuestro país, pero seríamos libres de publicar lo que expresáramos por nuestra propia cuenta… Porque tales son las ventajas de quienes no necesitan pedir permiso para expresarse.
Así, atendiendo a cuestiones rigurosamente éticas y honrando el compromiso contraído, solo presentaré aquí un resumen con mis impresiones y comentarios sobre el encuentro y en ningún caso las preguntas y opiniones del visitante foráneo.
Un regalo al NYT
Resulta imposible resumir en pocas palabras la variedad temática de la conversación vespertina del sábado, aunque sí me atrevería a afirmar que a Londoño debe haberle sorprendido descubrir un grupo tan variopinto de edades, profesiones y opiniones, agrupado en un mismo proyecto. Sin dudas debe haber reparado en la ausencia de “coros” monocordes, acuerdos unánimes o titubeos entre sus contertulios, y con seguridad, tampoco debió percibir en otros encuentros un flujo de ideas tan crítico, libre y espontáneo: no hubo agenda ni orden para opinar, ni temas tabúes, nadie lideraba la reunión, nadie moderaba y nadie censuraba, un verdadero regalo para un visitante que pretenda acercarse a una realidad donde reina una arraigada autocensura social.
Política, economía, sociedad, historia, legalidad, relaciones Cuba-EE UU, nuevas legislaciones, mitos y realidades de las “reformas” raulistas y sus resultados hasta el momento, pasos necesarios para que se produzcan cambios verdaderos en Cuba, qué querríamos ver reflejado en los editoriales del NYT, qué clase de periodismo queremos los cubanos, qué le recomendamos a los investigadores extranjeros si realmente quieren conocer a Cuba, fueron varios entre un sinfín de tópicos no agotados, pero que seguramente marcaron la diferencia entre lo que somos y lo que le habían dicho que éramos a Ernesto Londoño.
En todo caso, pese a las limitaciones y a lo desafortunado de lo que ha escrito hasta ahora en sus casi perversos editoriales, sobre los cuales le ofrecí mi sincera opinión, la que he expresado en varios artículos publicados por Cubanet, me alegra que este joven periodista haya tenido la oportunidad de escuchar hasta ahora criterios desde posiciones y compromisos tan diferentes como las barricadas de la prensa oficial o la libre espontaneidad de al menos una parte de las voces de la prensa independiente. Es de desear que sepa palpar el pulso de los cubanos a ras del suelo, esos que sobreviven en los barrios cercanos a su caro alojamiento. Supongo en lo sucesivo sea más responsable, o al menos asuma las consecuencias de sus textos.
Celebro que haya estado también con los hacedores de publicaciones “críticas” tan light que gozan del privilegio de trabajar en oficinas legales en La Habana, otro “milagro reformador” que delata el tipo de cambios que el gobierno cubano ha implementado y que constituye una clara señal del largo camino que debemos recorrer los cubanos para defender nuestros intereses, tan diferentes de los de la larga dictadura cubana y de los que el propio Ernesto Londoño ha defendido con tanta pasión como ignorancia desde los sesgados editoriales del NYT.
http://www.cubanet.org/opiniones/un-encuentro-clandestino-con-ernesto-londono/
Formidable columna de Miriam Celaya.
ResponderEliminarTiene muy bien ganado el derecho a que se la tome en cuenta en todo momento.
S.J.
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