Reformas en Cuba no buscan respeto ni protección a derechos humanos
La vieja escuela dejándole el negocio familiar bien atado a la camada
Menos de
dos meses faltan para que entre en vigor la Ley 118 de la Inversión
Extranjera, por lo que quisiera, fuera de todo tecnicismo jurídico,
ofrecerles un pequeño comentario de "bienvenida."
Por Nelson Luís Rodríguez Chartrand
La Habana, 11 de junio
Diecinueve
años han transcurrido desde que se promulgó la Ley No. 77 de Inversión
Extranjera, exactamente aprobada el día 5 de septiembre de 1995.
En su primer POR CUANTO, dicha ley expresaba:
“En el mundo actual, sin la
existencia del campo socialista, con una economía mundial que se
globaliza y fuertes tendencias hegemónicas en el campo económico,
político y militar, Cuba, en aras de preservar sus conquistas y sometida
además a un feroz bloqueo, careciendo de capital, de determinadas
tecnologías, muchas veces de mercado y necesitada de reestructurar su
industria, puede obtener a través de la inversión extranjera, sobre la
base del más estricto respeto a la independencia y soberanía nacional,
beneficios con la introducción de tecnologías novedosas y de avanzada,
la modernización de sus industrias, mayor eficiencia productiva, la
creación de nuevos puestos de trabajo, mejoramiento en la calidad de los
productos y los servicios que se ofrecen, y en una reducción en los
costos, mayor competitividad en el exterior, el acceso a determinados
mercados, lo que en su conjunto apoyarían los esfuerzos que debe
realizar el país en su desarrollo económico y social”.
Como vemos, el espíritu de esta ley se
justifica con una serie de circunstancias que atentaban contra el
desarrollo económico y social del país, tales como la inexistencia del
campo socialista, una economía mundial globalizada con tendencias
hegemónicas, el sometimiento de Cuba a un feroz bloqueo, etc.
Y es en este contexto en que el gobierno
cubano apuesta por esta ley de inversiones, con el fin de preservar las
conquistas del socialismo con la introducción de tecnologías novedosas y
de avanzada para la modernización de sus industrias, la creación de
nuevos puestos de trabajo y en fin, lograr el tan esperado desarrollo
económico y el mejoramiento del nivel de vida de los cubanos, que había
sido prometido treinta y seis años antes.
Una nueva luz de esperanza alumbró los
hogares de las familias cubanas. Sin embargo, todo fue una falacia. El
pueblo sigue sufriendo miserias, necesidades y penurias de todo tipo,
mientras que una minoría privilegiada alimenta sus arcas a escondidas
para garantizarse así el futuro.
Recientemente el gobierno cubano, con
gran urgencia, aprobó una nueva Ley de Inversiones. Una vez más utiliza a
sus incondicionales diputados para que participen en su nueva comedia.
El final ya nadie lo espera: Aplausos y aprobación unánime.
Y así las cosas, después de diecinueve
años de vigencia de la ley 77, es aprobada otra ley de Inversiones, la
cual en su primer y segundo POR CUANTOS nos dice:
“Nuestro país ante los desafíos que
enfrenta para alcanzar un desarrollo sostenible puede, por medio de la
inversión extranjera, acceder a financiamiento externo, tecnologías y
nuevos mercados, así como insertar productos y servicios cubanos en
cadenas internacionales de valor y generar otros efectos positivos hacia
su industria doméstica, contribuyendo de esta manera al crecimiento de
la nación.
“Los cambios que tienen lugar en la
economía nacional como consecuencia de la actualización del modelo
económico cubano regido por los Lineamientos de la Política Económica y
Social del Partido y la Revolución, aconsejan revisar y adecuar el marco
legal de la inversión extranjera que establece la Ley No. 77 (‘Ley de
la Inversión Extranjera’), de 5 de septiembre de 1995, para ofrecer
mayores incentivos a esta y asegurar que la atracción del capital
extranjero contribuya eficazmente a los objetivos del desarrollo
económico sostenible del país y a la recuperación de la economía
nacional, sobre la base de la protección y el uso racional de los
recursos humanos y naturales y del respeto a la soberanía e
independencia nacionales”.
Los fundamentos que justifican esta
nueva ley, en su esencia son los mismos que los de su predecesora, o
sea, acceder a financiamientos externos e industrializar el país en
medio de una situación adversa, para lograr, definitivamente, el
desarrollo económico y el mejoramiento del nivel de vida de los cubanos.
¡Cuánto irrespeto a los sentimientos y a
la inteligencia de un pueblo! ¡Señores! El pueblo de Cuba ya nada
espera. Sabe que sus “protectores” están cansados y quieren dejar todo
en orden antes de su partida, y esta fue su última estocada:Un
Testamento nombrado Ley de Inversiones, donde el mayoritario pueblo de
Cuba no consta.
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