Descarga matutina
El viejo barco sigue anclado
en la esquina de aquel café
de promisorios y lentejuelas gastadas...
¿Te acuerdas, hermano,
del té de las cinco con su correspondiente
ausencia de bizcochos?
¿Y de aquel picadillo de soya,
con su olor a rata muerta,
que nunca pasó por mis calderos
por temor al contagio del baño
de quimbombó y de la sangre de horchata?
Si los vegetarianos de este mundo desleal
supieran a qué sabe un bistec de toronja,
una mermelada de berenjena,
un pan de romerillo,
un boniato duro,
una papa ausente,
un plátano de agua,
una cáscara de cebolla
guardada con recelo
para condimentar todas las sopas...
Si supieran de esos sabores especiales,
te aseguro, hermano, que hasta el cambio
climático cambiaría sus letras.
Aún conservo en mi cuerpo las huellas
de la neuropatía que casi me arrebata los ojos.
En un rincón de mi alcoba duerme
la silla de ruedas y el bastón de ocasión,
auxiliares de mis piernas fallidas
que se negaban a transitar los espacios
de la casa al patio,
del patio a la calle
y de la calle al trabajo .
Si a las alturas de estas líneas
alguien me dijera que se ríe
de mi carita de niña buena,
le daría las gracias.
Lo cierto es que la llevo curtida
de arrugas y cicatrices que no cierran.
El aroma del té de menta del bar
de vinos y quesos que nunca degusté,
me sale al encuentro y me pide
que olvide las tardes de lluvias,
mi mesa desierta,
el llanto de mi niña
y su cartel rugoso de tanto uso:
¡¡¡¡¡¡TENGO HAMBRE!!!!!
¿Cómo olvidar el agua sucia,
el jabón de cenizas,
la langosta prohibida,
la carne perdida,
los zapatos rotos,
la ropa desgarrada,
las goteras del techo,
la langosta prohibida,
la carne perdida,
los zapatos rotos,
la ropa desgarrada,
las goteras del techo,
un salario que no alcanza
y un comité de vigilancia
pendiente de los olores de mi cocina?
Hermano, por mucho que lo intente,
los recuerdos no huyen,
están aquí,
erguidos,
fuertes,
como siempre,
lacerando mis costillas,
arrebatando la paz que busco
desesperada en esta tierra bendita,
que me abrió los brazos
y yo,
mal agradecida,
mal agradecida,
aun le reclamo,
como si fuera la culpable
de mi ausencia,
por el simple hecho
de que extraño,
como loca desvergonzada ,
masoquista irremediable,
el sol de mi isla,
el mar que la rodea
y el cielo con sus nubes grises
y sus palmeras de luto...
Esperanza E Serrano
Brandon, Florida.
agosto 2013
*imagen: calle de Nueva Gerona,
Isla de la Juventud 2012
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