Pero 60 años más tarde, el problema habitacional de los cubanos se ha vuelto infinitamente más crítico que en 1953. Mientras, los índices demográficos han crecido hasta alcanzar casi los 12 millones de habitantes. El Instituto Nacional de la Vivienda, creado por Fidel Castro, superó 30 años de incumplimiento en sus planes.
Es corriente y generalizado que dos, tres y hasta cuatro familias ocupen el mismo inmueble, que data de la época republicana. Tres o más generaciones se guarecen a duras penas bajo un mismo techo. Doce o más personas, en ocasiones sin vínculo consanguíneo, se ven obligadas a compartir las interioridades de un mismo hogar, desde cocinas improvisadas hasta el baño, uno solo, para uso colectivo.
Después del pasado Congreso del Partido Comunista, se anunció la desaparición del Instituto Nacional de la Vivienda, y fueron autorizadas las construcciones de casas en forma individual, con algún apoyo financiero del Estado. Nacieron los nuevos productores independientes de materiales para la construcción, un respiro para la tan ineficiente industria estatal. Sin embargo, no acaban de aparecer los almacenes con precios minoristas que prometieron como sostén de estos productores particulares.
Los únicos abastecedores de materiales para el sector privado se han convertido en la yema del mercado negro. Los intermediarios, en combinación con funcionarios estatales corruptos, aumentan el precio del producto hasta en 40% de su valor real.
Rubén Gómez, jefe comercial de la Industria de Materiales de Construcción, reconoció públicamente que de 20 millones de bloques planificados para fabricar por año, solo se producen 2 millones. Y en cuanto a los demás insumos, como ladrillos, losas de piso, cerámicas, azulejos, cubiertas y otros, ni siquiera hizo mención. Se limitó a culpar al transporte por los atrasos en su distribución.
De 70 mil viviendas que deben construirse por año, según los planes, solo 16 mil construye el sector estatal, mientras se calcula que los particulares edifiquen entre
8 y 10 mil. En total, unas 25 mil nuevas viviendas por año, en el caso, dudoso, de que se cumpla el plan. Para colmo, de las fabricadas por el Estado, 70%, aproximadamente, se destinan a oficiales de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior. El por ciento restante se distribuye entre cooperantes que realizan misiones en el exterior. De modo que posiblemente ni el 5% de estas casas lleguen a los sectores más pobres de la población.
Solamente en Santiago de Cuba, el Huracán Sandy afectó 17 mil casas. De esta cifra, solo el 41% ha recibido ayuda constructiva. En las cinco provincias orientales, diferentes fenómenos naturales han provocado 22 396 derrumbes totales y 20 710 afectaciones parciales. 4 mil de esos derrumbes continúan sin ser tocados.
En la capital, más de 5 mil personas continúan viviendo en albergues. A lo largo de toda Cuba, aún quedan miles de afectados por el huracán Key, de 1985, residiendo en locales de paso, hacinados y en medio de infrahumanas condiciones generales.
En Santa Clara, al centro del país, en la zona de mayor desarrollo urbanístico, llamada José Martí, se observa ahora un auge vertiginoso en la construcción de apartamentos. El barrio, que naciera a mediados de los 80, debe poseer actualmente unas 25 mil casas. Pero más del 50% son propiedad de militares, que las reciben gratuitamente. Incluso, cientos de estos apartamentos se encuentran cerrados o alquilados, pues sus dueños poseen otros inmuebles para el día a día.
Descrito a muy grandes rasgos, este es el panorama de la vivienda en Cuba, más de 60 años después de la mítica consigna lanzada por Fidel Castro.