VIII
Yo tengo un amigo muerto
que suele venirme a ver:
mi amigo se sienta y canta;
canta con voz que ha de doler.
"En un ave de dos alas
"bogo por el cielo azul;
"un ala del ave es negra,
"otra de oro Caribú.
"El corazón es un loco
"que no sabe de un color:
"o es su amor de dos colores,
"o dice que no es amor,
"Hay una loca más fiera
"que el corazón infeliz:
"la que le chupó la sangre
"y se echó luego a reír.
"Corazón que lleva rota
"el ancla fiel del hogar,
"va como barca perdida,
"que no sabe a donde va."
En cuanto llega a esta angustia
rompe el muerto a maldecir:
le amanso el cráneo: lo acuesto;
acuesto el muerto a dormir.
....
IX
Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
y las orlas de reseda
y de jazmín: la enterramos
en una caja de seda.
...Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor:
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.
Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador:
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.
Como de bronce candente
al beso de despedida
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!
... Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor:
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos;
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!.
XXI
Ayer la vi en el salón
de los pintores y ayer
detrás de aquella mujer
se me saltó el corazón.
Sentada en el suelo rudo
está en el lienzo:dormido
al pie, el esposo rendido:
al seno el niño desnudo.
Sobre unas briznas de paja
se ven mendrugos mondados:
le cuelga el manto a los lados,
lo mismo que una mortaja.
No nace en el torvo suelo
ni una viola, ni una espiga:
¡muy lejos la casa amiga,
muy triste y oscuro el cielo."...
¡Esa es la hermosa mujer
que me robó el corazón
en el soberbio salón
de los pintores de ayer!.
XXVI
Yo que vivo, aunque me he muerto,
soy un gran descubridor,
porque anoche he descubierto
la medicina de amor.
Cuando al peso de la cruz
el hombre morir resuelve,
sale a hacer bien, lo hace, y vuelve
como de un baño de luz.
XXXIV
¡Penas! ¿Quién osa decir
que tengo yo penas? Luego
después del rayo y del fuego,
tendré tiempo de sufrir.
Yo sé de un pesar profundo
entre las penas sin nombres:
¡la esclavitud de los hombres
es la gran pena del mundo!
Hay montes, y hay que subir
los montes altos; ¡después
veremos,alma, quién es
quien te ha puesto al morir!
XXXV
¿Qué importa que tu puñal
se me clave en el riñón?
¡tengo mis versos que son
más fuerte que tu puñal!
¿Qué importa que este dolor
seque el mar, y nuble el cielo?
El verso, dulce consuelo,
nace alado del dolor.
José Martí
Versos Sencillos
New York 1891