Maravillas de la naturaleza humana
El milagro de la miel
Cuentan
que en una ciudad lejana existía una colmena de abejas muy laboriosas y además
muy observadoras.
En
sus viajes mañaneros por la ciudad notaron que los niños no tomaban la leche
que sus madres les servían en el desayuno. Ellos la rechazaban, lloraban,
rogaban a sus madres para que les dieran jugo de naranja o de cualquier otra
fruta.
Las
madres insistían en que debían tomarla porque la leche contiene calcio, un
mineral muy necesario para el crecimiento y desarrollo de los huesos de los
niños.
Los
niños no lo creían y sin que ellas lo notaran se la daban a los gatos, la
tiraban por el tragante del fregadero o en el peor de los casos se la
derramaban encima.
Dolía
ver cuánta blancura se perdía cada mañana. Lo peor es que los niños iban en
ayuna para la escuela y más de uno ya se había desmayado a la hora del receso o
en alguna clase
Las
abejas sintieron que debían hacer algo por los niños. Celebraron una reunión
urgente para analizar la situación con la leche. Al unísono opinaron que el
problema estaba en su sabor y que éste se resolvería si le agregaban un poco de
miel para endulzarla y a la vez fortificarla. En las colmenas sobraba la miel.
La
miel desbordaba los panales y los vecinos no se percataban de eso.
Los
jardines estaban recién paridos. Abundaba el néctar de las flores. Hasta los
cocoteros estaban de fiesta, pero los mayores ignoraban esa maravilla de la
naturaleza.
Sin
que nadie lo notara, por voluntad propia de todas las colmenas, día a día, bien
temprano en la mañana cuando las madres servían la leche, llegaban las abejas y
depositaban deliciosas gotas de miel en cada taza de leche.
Ellas
llegaban sin anunciarse. Entraban por las rendijas de las puertas, por las
celosías de los patios, por las ventanas abiertas, por los agujeros del
entretecho… Nadie las veía. No había oídos para los zumbidos ni ojos para las
alas.
La
leche enriquecida por la miel era deliciosa, los niños la bebían con placer y
para sorpresa de las madres, pedían más. Satisfechos se levantaban de sus
sillas y muy alegres corrían para la escuela. 
Se
acabaron los desmayos en las aulas y en el patio. Los maestros y hasta la
directora de la escuela, estaban muy felices al ver la alegría en las caritas
de los niños.
Las
personas mayores, los padres, ajenos al encanto de la leche, carentes de ojos
para ver las cosas aparentemente pequeñas, desconocedoras de las maravillas del
universo, comenzaron a creer que el cambio del sabor de la leche se debía a que
las vacas habían encontrado nuevos pastizales.
El
gobierno local no demoró en publicar elogios para los ganaderos. Las
autoridades creían que el cambio del sabor de la leche se debía al desarrollo
de la biotecnología del país, ya que esa leche era producida por una nueva raza
de vacas lecheras introducidas en el país, las vacas F-5.  Una raza
superior.
Se
produjo una gran polémica porque los habitantes de la ciudad creían más en lo
que decían los ganaderos. Estos afirmaban que el cambio en la calidad y en el
sabor de la leche se debían a las bonanzas del clima propio de la primavera y
en las riquezas minerales de la tierra donde se originaban los pastizales; lo
cual contribuía a que el ganado estuviera bien alimentado, además hablaban de
la eficacia de los obreros encargados de las labores del ordeño de las
vacas. 
Para
los padres y para muchos otros ciudadanos, el mérito era de los ganaderos de la
localidad, no del gobierno.
Se
produjo un gran ajetreo en la ciudad. Se repartían premios a los ganaderos. Se
tomaban fotos de las vaquerías, se hacían esculturas de las hermosas vacas F-5.
Reporteros de todo el mundo venían a ver las maravillas de la ciencia…
Pasaron
varios meses, se acabó la primavera, regresaron las lluvias torrenciales
alternando con el calor abrazador del verano, las rosas y las flores en los
jardines perdieron su encanto.
Nadie
pensó en las abejas.
Con
el ir y venir todos los días se fueron gastando las alitas. Encontrar y libar
el néctar de las flores para convertirlo en miel se hacía cada día más difícil.
Las colmenas empobrecieron, ya los panales no estaban repletos de miel y
las obreras estaban cansadas, enfermas algunas morían. Llegar hasta las tazas y
derramar las gotas de miel era casi imposible, aunque muchas seguían
intentándolo.
Llegó
el nefasto día en el que todas las abejas decidieron descansar, se quedaron
dormidas en pleno verano. Nadie lo notó. Muchas murieron por falta de agua y
por el cansancio de los últimos meses
Cuentan
que otra vez los niños volvieron a rechazar la leche. Estaban de vacaciones y
se negaban a desayunar. Las madres trataban de obligarlos a tomársela, pero
ellos insistían en que no la necesitaban y salían corriendo, derramándola sobre
la mesa.
Los
mayores comenzaron a inquietarse. Otra vez el sabor de la leche había cambiado.
Otra vez se armó la gran polémica.
Unos
decían que se las vacas se habían contaminado con virus extraños introducidos
en el país por agentes enemigos. Se rumoraba que había brotes de bacterias en
los campos. Otros afirmaban que se habían encontrado hongos venenosos mezclados
con las hierbas.
Muchas
discusiones, investigaciones científicas, muchas inquietudes sin respuestas
acertadas, mucho alboroto para nada, el sabor de la leche cada día era peor.
Las
esculturas de las vacas se quedaron olvidadas en muchos talleres, otras servían
como tiro al blanco de los tirapiedras de los muchachos del vecindario.
Más
de un vaquero temió que le retiraran su medalla de Vanguardia Nacional.
El
gobierno local poco a poco se fue desentendiendo del problema hablando de otras
cosas y hasta la prensa se olvidó de este tema.
Las
abejas dormían y todo volvió a la normalidad, incluyendo el desmayo de los
niños en los patios, en la playa, en los ríos y en toda la comunidad.
Esperanza
E Serrano,
3
de noviembre 2025
Lutz,
Fl
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