Hoy quiero
decirte que...
Desde acá, desde
esta vieja ciudad donde vivo exiliada desde
hace años, puedo ver los barcos que se alejan en alta mar o los que llegan
cargados de esperanzas a los puertos de los pueblos de mi tierra. Pueblos en
los que la gente vive en extrema ansiedad esperando quizás un milagro, una bendición de Dios, algo que cierre ese negro capítulo de una historia que parece no tener fin.
Desde acá puedo mirar los ojitos tristes de los niños parados detrás de las vidrieras
de esas tiendas socio-capitalistas -donde sólo se puede comprar con la moneda dura-contemplando los juguetes y otros artículos que desean y necesitan y que sus padres no pueden comprales porque
cuestan más que todo el salario en pesos cubanos devengado por ellos
durante un mes de arduo trabajo en una escuela, un hospital, una fábrica de tabacos, una bodega... No importa el lugar ni la profesión ni la ocupación, de cualquier manera el salario no alcanza para cubrir los gastos de una exigua canasta familiar, mucho menos da para comprar un simple juguete a un niño que
sueña con abrazar una pelota de verdad; una de esas pelotas grandes,
redondotas, llenas de franjas de colores, de esas que se ven tan bonitas
reposando a los pies o en las manos de los niños, " hijitos de papa" o de turistas extranjeros. Turistas alegres que disfrutan sus vacaciones baratas compradas en agencias o sitios donde se promueven y hasta se venden los paquetes de turismo a las
hermosas
playas cubanas, a sus elegantes hoteles con sus lujosas piscinas
construidas con todo el glamour de la modernidad sofisticada, rendidora del
culto a la buena vida y a la magia de
los sueños imposibles de alcanzar para los “cubanos de a pie”.

Desde acá puedo ver las caras marcadas por la ira y la frustración de los
maestros que se esforzaron inútilmente durante años creyendo que cumplían una misión
sagrada, consagrando sus vidas a educar al hombre nuevo, al "ser
perfecto" para una sociedad perfecta, justa, digna, humana, sin diferencias sociales, sin discriminación... Una sociedad próspera económica y espiritualmente. Una bella utopía imposible de alcanzar en un país regido por una ideología sectaria de un sistema despótico, autoritario y unilateral.
El hombre nuevo, idealizado en su concepción teórica como ser superior y que en la práctica no es más que un "hombre nuevo"carente de valores humanos, ciego defensor de una ideología que
propicia el culto desmedido a la personalidad del líder. Ideología que sólo ha
servido para esclavizar a pueblos y a sociedades enteras, y que hoy parece que
muchos pueblos de América Latina se empeñan en abrazar y hasta se ufanan
de copiar los moldes fidelistas
impuestos en Cuba por más de cincuenta años. Ideología paridora de un hombre
nuevo hecho de arcilla, de la arcilla con la que se funden los mediocres, los
pusilánimes, los inactivos carentes de opiniones y de acciones propias, corderos esclavos del estómago, seguidores de consignas, masa inerme creada para llenar las plazas y para corear y aplaudir los designios de los superiores regidores de sus vidas y de sus actos.
En mi país natal el tal experimento del hombre
nuevo del siglo XXI ha dado muchos frutos
negativos, pero, por suerte para la humanidad, muchos se les escaparon de las
manos a sus supuestos formadores o educadores. Los escapados son los que
hoy forman las nuevas generaciones de cubanos dignos y los vemos por doquier,
afanados, luchando sin fronteras para romper las
cadenas con las que han querido atarlos y privarlos de un mejor destino.
Desde acá puedo ver esos rostros sin caretas enfrentados con dignidad a la realidad de la búsqueda del pan de cada día de una manera valiente, decorosa, sin doblegar la frente, sin complicidad ni miedos aunque actúen cautelosos para burlar las leyes absurdas impuestas por los amos entronizados en el poder por la fuerza desde hace más de medio siglo. Rostros desafiantes que no creen en las consignas ni acuden a las plazas, ni aplauden ni apoyan las directivas y mentiras del amo de turno, del tirano segundón. Desde acá contemplo que en ellos se vislumbra el amanecer de un nuevo día.
Desde acá puedo ver esos rostros sin caretas enfrentados con dignidad a la realidad de la búsqueda del pan de cada día de una manera valiente, decorosa, sin doblegar la frente, sin complicidad ni miedos aunque actúen cautelosos para burlar las leyes absurdas impuestas por los amos entronizados en el poder por la fuerza desde hace más de medio siglo. Rostros desafiantes que no creen en las consignas ni acuden a las plazas, ni aplauden ni apoyan las directivas y mentiras del amo de turno, del tirano segundón. Desde acá contemplo que en ellos se vislumbra el amanecer de un nuevo día.
Observo el
panorama con sana envidia y con regocijo aplaudo sus pasos y disfruto a
plenitud sus canciones atrevidas, sus cuadros, sus poemas, sus obras de teatro,
sus retos cuestionando la vida cotidiana, sus denuncias, porque algunos ya aprendieron a escribir sin
miedos sobre el diario vivir de los cubanos publicando blogs que burlan la
censura . Hay cientos de presos en las ergástulas castristas que no se rinden y
prefieren morir para que se respeten los
derechos humanos en Cuba antes que mendigar un perdón o hacer una “mea
culpa” para que los liberen de sus injustas condenas.
Desde acá puedo
escuchar el silencio de las Damas
de Blanco desfilando por las calles de La
Habana y de otras ciudades, puedo escuchar sus voces reclamando justicia
frente al mundo. Siento un profundo respeto por ellas y desde acá también siento la
urgencia de unir mi voz a sus reclamos,
aunque no sepa como hacerlo pero al menos trato de intentarlo, aunque sé que no basta con las buenas intenciones.

Desde acá puedo sentir
cómo han pasado los años y muchos ancianos hoy se arrepienten de su ceguera
mientras se mecen al compás de la sordina de las tardes mustias sentados
inertes en un viejo balcón, detrás de una ventana, en el viejo muro del malecón o en los escalones o pisos de los portales desvencijados de sus viviendas o de sus barrios, mientras su mentes vagan
recorriendo los caminos transitados... Caminos que desde el comienzo han estado llenos de
tropezones y de sufrimientos en los que priman las injusticias sufridas, los abusos , atropellos, la separación de las
familas, la muerte inútil de los hijos, hermanos, sobrinos, vecinos, y amigos en campos de batallas en
países lejanos; el hambre crónica como crónicas también son las carencias de las cosas más elementales...
Caminos donde la falta de libertades
civiles, las violaciones constantes de los sagrados derechos de cualquier ser
humano, el odio, la envidia, los resentimientos, las frustraciones, la doble
moral, la corrupción politice y la represión,
han ganado terreno a un nivel tan
alto que, estoy segura, ni el más
experto de los especialistas en estudios sociales pudo imaginar alguna
vez que se podría llegar a ese estado tan deplorable de miseria física, moral
y humana en un país que otrora fuera tan distinto, tan próspero y tan alegre.
Hoy amanecí pensando en ti y te confieso que estoy triste. Pienso en lo distinta que fuera mi vida si me hubiera quedado a tu lado, luchando contigo, por ti, por mi y por los otros.
Hoy amanecí pensando en ti y te confieso que estoy triste. Pienso en lo distinta que fuera mi vida si me hubiera quedado a tu lado, luchando contigo, por ti, por mi y por los otros.
Han pasado muchos
años y aun recuerdo tu voz cuando me decías: "Ellos son los que sobran, ellos son los que tienen que
irse”. Fui tonta al no entender aquel mensaje. Como muchos, hice lo mas
fácil y renuncié a ti, mi gran amor, por
egoísmo, por cobardía, por inmadurez, o por estupidez, sin saber que también al
hacerlo perdía mis derechos más
elementales como ciudadana cubana. Les di el gusto de irme y dejarles a
su disposición lo que por ley universal también me pertenece.
Han pasado los
años y todo ha empeorado. Desde acá puedo decirte que me siento mutilada. Que
me duele ver cómo andan las cosas por allá y cómo desde acá no puedo
hacer nada.
Allá cada día el monstruo de mil cabezas se comporta, como salvaje al fin, endemoniado, persiguiendo, matando o encerrando en las
cárceles a los mas valientes, a los que se arriesgan a gritar a los cuatro vientos: “Queremos
libertad, queremos que se respeten nuestros derechos humanos, queremos
elecciones libres, no queremos más autoritarismo, no queremos mas fidelismo ni socialismo, no queremos más
dictaduras, queremos justicia paz y
libertad en una Cuba con todos, por todos, y para todos los cubanos.”.

No te miento al decirte que pensando en ti, desde acá
siento la carga de mi culpa y la de otros como yo. Bien sé que de nada vale lamentarse pero
es de humanos hacer un recuento y pensar en lo vivido, comparar y dudar y
hasta tener el valor de reconocer
nuestros errores, aunque sea un poco tarde para empezar de nuevo.
He llegado a la
conclusión de que Ellos, los perseguidos, los marginados, los condenados, los muertos, los rebeldes contestatarios, los disidentes, los opositores, los dignos hijos
de Cuba, no estarían tan solos si estuviéramos allá a su lado, enfrentados como ellos, plantados luchando por nuestros derechos violados impunemente por más de medio siglo. Seríamos mayoría. Desgraciadamente, sin ser parte de esa legión de hombres nuevos, actuamos cobardemente. Nos decidimos por la vía más fácil y menos riesgosa de ser libres. Hicimos lo que hacen otros millones de analfabetos políticos que se tapan los ojos y los oídos para no ver lo que
pasa. Somos culpables por nuestra indiferencia, por nuestra apatía y por el conformismo
cobarde que nos ata y nos vuelve incapaces, y nos convierte indirectamente en cómplices de
quienes ostentan por la fuerza el poder.
Sé que justificamos nuestros actos y decisiones por el miedo a inmolarnos inútilmente pensando que somos minorías, actuamos y padecemos esa enfermedad propia de los seres humanos que han vivido en la zozobra de no saber qué hacer o
decir por temor al vecino o al familiar cercano que puede ser un informante
delator. El temor impuesto por las represalias físicas y psicológicas que oscilan entre el terror de perder el empleo, y no tener donde
ganarse los cuatro quilos prietos para comprar aunque sea el mendrugo de pan que venden
por la libreta de racionamiento, el miedo al hambre infinita que no se calma, que no se cura que no termina y el terror de ir preso, o de ser fusilado si te juzgan
como un enemigo o un traidor de tu pueblo, de tu patria.
A veces me desesperan los días como hoy, cuando sintonizo la radio o la TV
y escucho las noticias que hablan de estas verdades que llevo clavadas en el
alma. Aunque quiera huir de mí misma y
me empecine en creer que otros son los culpables, de mis y de nuestras
desgracias, bien sé que nos moriremos de penas sin ver los ansiados cambios si
todos seguimos atados a nuestras debilidades, a nuestros miedos, a nuestras
frustraciones...
Todo esto, amor
mío, he querido decirte desde hace mucho
tiempo, pero mis manos y mi voz se apretaban en mi pecho y mis neuronas no daban el salto necesario
para romper las barreras del silencio.
Creo que por hoy te he dicho suficiente. Ojala puedas entender que a pesar
de los años y de las miles de cosas que hoy me separan de ti, aun te recuerdo
como lo mas preciado de mi vida, como lo que siempre has sido: Mi gran amor, con el que sueño volver a ver algún día antes de cerrar mis ojos por última vez.
Esperanza E. Serrano
Fort Myers, Fl, USA
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