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domingo, 19 de enero de 2014

Desempolvando archivos...Confesión


Hoy quiero decirte que...

 Desde acá, desde esta vieja ciudad donde vivo exiliada desde  hace años, puedo ver los barcos que se alejan en alta mar o los que llegan cargados de esperanzas a los puertos de los pueblos de mi tierra. Pueblos en los que la gente vive  en extrema  ansiedad esperando quizás un milagro, una bendición de Dios, algo que cierre ese negro capítulo de una historia que parece no tener fin.
  Desde acá puedo mirar los ojitos tristes de los  niños parados detrás de las vidrieras  de esas tiendas socio-capitalistas -donde sólo se puede comprar con  la moneda dura-contemplando los juguetes y otros artículos que desean y necesitan y que sus padres no pueden comprales porque cuestan más que todo el salario en pesos cubanos devengado por  ellos  durante un mes de arduo trabajo en una escuela, un hospital,  una fábrica de tabacos, una bodega... No importa el lugar ni la profesión ni la ocupación, de cualquier manera el salario no alcanza para cubrir los gastos de una exigua canasta familiar, mucho menos da para comprar un simple juguete a un niño que sueña con abrazar una pelota de verdad; una de esas pelotas grandes, redondotas, llenas de franjas de colores, de esas que se ven tan bonitas reposando a los pies o en las manos de los niños, " hijitos de papa" o de turistas extranjeros. Turistas alegres que disfrutan sus vacaciones baratas compradas  en agencias o sitios  donde se promueven  y hasta se venden los paquetes de turismo a las hermosas playas cubanas, a sus elegantes hoteles con sus lujosas piscinas construidas con todo el glamour de la modernidad sofisticada, rendidora del culto a la buena vida y  a la magia de los sueños imposibles de alcanzar para los  “cubanos de a pie”.
 Desde acá puedo ver las caras marcadas  por la ira y  la frustración de los maestros que se esforzaron inútilmente durante años creyendo que cumplían una misión sagrada, consagrando sus vidas a educar  al hombre nuevo, al "ser perfecto"  para una sociedad perfecta, justa, digna, humana, sin diferencias sociales, sin discriminación... Una sociedad próspera económica y espiritualmente. Una bella utopía imposible de alcanzar en un país regido por una ideología sectaria de un sistema despótico, autoritario y unilateral.
 El hombre nuevo, idealizado en su concepción teórica como ser superior y que en la práctica no es más que un "hombre nuevo"carente de valores humanos, ciego defensor de una ideología que propicia el culto desmedido a la personalidad del líder. Ideología que sólo ha servido para esclavizar a pueblos y a sociedades enteras, y que hoy parece que muchos pueblos de América Latina se empeñan en abrazar y hasta se ufanan de  copiar los moldes fidelistas impuestos en Cuba por más de cincuenta años. Ideología paridora de un hombre nuevo hecho de arcilla, de la arcilla con la que se funden los mediocres, los pusilánimes, los inactivos carentes de opiniones y de acciones propias, corderos esclavos del estómago, seguidores de consignas, masa inerme creada para llenar las plazas y para corear y aplaudir los designios de los superiores regidores de sus vidas y de sus actos. 
 En  mi país natal  el tal experimento del hombre nuevo del siglo XXI  ha dado muchos frutos negativos, pero,  por suerte para la humanidad, muchos se les escaparon de las manos   a sus supuestos formadores o educadores. Los escapados son los que hoy forman las nuevas generaciones de cubanos dignos y los vemos por doquier, afanados, luchando sin fronteras para  romper las  cadenas  con las que han querido  atarlos y  privarlos  de un mejor destino.
 Desde acá puedo ver esos rostros sin caretas enfrentados con dignidad a la realidad de la búsqueda del pan de cada día de una manera valiente, decorosa, sin doblegar la frente, sin complicidad ni miedos aunque actúen cautelosos para burlar las leyes absurdas impuestas por los amos entronizados en el poder por la fuerza desde hace más de medio siglo. Rostros desafiantes que no creen en las consignas ni acuden a las plazas, ni aplauden ni apoyan las directivas y mentiras   del amo de turno, del tirano segundón. Desde acá  contemplo que en ellos se vislumbra el amanecer de un nuevo día.
 Observo el panorama con sana envidia y con regocijo aplaudo sus pasos y  disfruto  a plenitud sus canciones atrevidas, sus cuadros, sus poemas, sus obras de teatro, sus retos cuestionando la vida cotidiana, sus denuncias, porque algunos ya aprendieron a escribir sin miedos sobre el diario vivir de los cubanos publicando blogs que burlan la censura . Hay cientos de presos en las ergástulas castristas que no se rinden y prefieren morir  para que se respeten los derechos humanos en Cuba antes que mendigar un perdón o hacer una “mea culpa” para que los liberen de sus injustas condenas.
 Desde acá puedo escuchar el silencio de las Damas de Blanco desfilando por las calles de La Habana y de otras ciudades, puedo escuchar sus voces reclamando justicia frente al mundo. Siento un profundo respeto por ellas y desde acá también siento la urgencia de unir  mi voz a sus reclamos, aunque no sepa como hacerlo  pero  al menos trato de  intentarlo, aunque sé que no basta con las buenas intenciones.
 Desde acá puedo sentir cómo han pasado los años y muchos ancianos hoy se arrepienten de su ceguera mientras se mecen al compás de la sordina de las tardes mustias sentados inertes en un viejo balcón,  detrás de una ventana, en el viejo muro del malecón o en los escalones o pisos  de los  portales desvencijados de sus viviendas o de sus barrios, mientras su mentes vagan recorriendo los caminos transitados... Caminos que  desde el comienzo han estado llenos de tropezones y de sufrimientos en los que priman las injusticias sufridas, los abusos , atropellos,  la separación de las familas, la muerte inútil de los hijos, hermanos, sobrinos, vecinos, y amigos en campos de batallas en países lejanos; el hambre crónica como crónicas también son las carencias de las cosas más elementales... Caminos donde  la falta de libertades civiles, las violaciones constantes de los sagrados derechos de cualquier ser humano, el odio, la envidia, los resentimientos, las frustraciones, la doble moral, la corrupción politice y la represión,  han  ganado terreno a un nivel tan alto que, estoy segura, ni el más  experto de los especialistas en estudios sociales pudo imaginar alguna vez que se podría llegar a ese estado tan deplorable de miseria física, moral  y humana en un país que otrora fuera tan distinto, tan próspero y tan alegre.
 Hoy amanecí pensando en ti y te confieso que estoy triste. Pienso en lo distinta que fuera mi vida  si me hubiera quedado a tu lado, luchando contigo, por ti, por mi y por  los otros.
 Han pasado muchos años y aun recuerdo tu voz cuando me decías: "Ellos son los que sobran, ellos son los que tienen que irse”. Fui tonta al no entender aquel mensaje. Como muchos, hice lo mas fácil y renuncié  a ti, mi gran amor, por egoísmo, por cobardía, por inmadurez, o por estupidez, sin saber que también al hacerlo perdía mis derechos más  elementales como ciudadana cubana. Les di el gusto de irme y dejarles a su disposición lo que por ley universal también me pertenece.
 Han pasado los años y todo ha empeorado. Desde acá puedo decirte que me siento mutilada. Que me duele ver cómo andan las cosas por allá y cómo desde acá no puedo hacer nada.
 Allá cada día el monstruo de mil cabezas se comporta, como salvaje al fin, endemoniado, persiguiendo, matando o encerrando en  las cárceles a los mas valientes, a los que se arriesgan  a gritar a los cuatro vientos: Queremos libertad, queremos que se respeten nuestros derechos humanos, queremos elecciones libres, no queremos más autoritarismo, no queremos  mas fidelismo ni socialismo, no queremos más dictaduras, queremos  justicia paz y libertad en una Cuba con todos, por todos, y para todos los cubanos.”. 
 
 No te miento al decirte que pensando en ti, desde acá siento la carga de mi culpa y la de otros como yo. Bien sé que de nada vale lamentarse pero es de humanos hacer un recuento y pensar en lo vivido, comparar y dudar y hasta  tener el valor de reconocer nuestros errores, aunque sea un poco tarde para empezar de nuevo.
 He llegado a la conclusión de que Ellos, los perseguidos, los marginados, los condenados, los muertos, los rebeldes contestatarios, los disidentes, los opositores, los dignos hijos de Cuba, no estarían tan solos si estuviéramos allá a su lado, enfrentados como ellos, plantados luchando por nuestros derechos violados impunemente por más de medio siglo. Seríamos mayoría. Desgraciadamente,  sin ser parte de esa legión de hombres nuevos, actuamos cobardemente. Nos decidimos por la vía más fácil y menos riesgosa de ser libres. Hicimos lo que hacen otros millones de analfabetos políticos que se tapan   los ojos y los oídos para no ver lo que pasa. Somos culpables por nuestra indiferencia, por nuestra apatía y por el conformismo cobarde que nos ata y nos vuelve incapaces, y nos convierte indirectamente en cómplices de quienes ostentan por la fuerza el poder.
 Sé que justificamos nuestros actos y decisiones por  el miedo a inmolarnos inútilmente pensando que somos minorías, actuamos y padecemos esa enfermedad propia de los seres humanos que han vivido en la zozobra de no saber qué hacer o decir por temor al vecino o al familiar cercano que puede ser un informante delator. El temor impuesto por las represalias físicas y psicológicas que oscilan entre el terror de perder el empleo, y no tener donde ganarse los cuatro quilos prietos para comprar aunque sea el mendrugo de pan que venden por la libreta de racionamiento, el miedo al hambre infinita que no se calma, que no se cura que no  termina y el terror de ir preso, o de ser fusilado si te juzgan como un enemigo o un traidor de tu pueblo, de tu patria. 
 A veces me desesperan los días como hoy, cuando sintonizo la radio o la TV y escucho las noticias que hablan de estas verdades que llevo clavadas en el alma. Aunque quiera  huir de mí misma y me empecine en creer que otros son los culpables, de mis y de nuestras desgracias, bien sé que nos moriremos de penas sin ver los ansiados cambios si todos seguimos atados a nuestras debilidades, a nuestros miedos, a nuestras frustraciones...
 Todo esto, amor mío,  he querido decirte desde hace mucho tiempo, pero mis manos y mi voz se apretaban en mi  pecho y mis neuronas no daban el salto necesario para romper las barreras del silencio.
 Creo que por hoy te he dicho suficiente. Ojala puedas entender que a pesar de los años y de las miles de cosas que hoy me separan de ti, aun te recuerdo como lo mas preciado de mi vida, como lo que siempre has sido: Mi gran amor, con el que sueño volver a ver algún día antes de cerrar mis ojos por última vez.

Esperanza E. Serrano
Fort Myers, Fl, USA 
Marzo 15 del 2009
 

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