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miércoles, 10 de enero de 2018

Propuesta para una Cuba verdadera, vital y libre.



por Zoé Valdés.
Desde hace más de 59 años, Cuba está dominada por el régimen totalitario de los hermanos Fidel y Raúl Castro, bajo el cual una gran cantidad de personas han sido enviadas a cárceles donde fueron y son torturadas, y fusiladas. Sus familias han quedado devastadas y numerosos hijos se criaron sin sus padres.
El régimen de los Castro creó campos de trabajos forzados al estilo soviético para religiosos, homosexuales e intelectuales (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), muchas de las personas que fueron encerradas sufrieron y sufren secuelas espantosas de miedo, paranoia y delirio de persecución, de las que nunca han podido liberarse.
Como en todo régimen totalitario comunista, la educación devino adoctrinamiento ideológico y el trabajo de los adolescentes en las escuelas al campo y en el campo se contaba y se cuenta como obligatorio, meritorio e imprescindible para poder alcanzar los estudios superiores. La educación superior depende del nivel de combatividad, militancia ideológico y adherencia ciega al castrismo. De lo contrario no se obtiene la carrera ansiada. En diversas ocasiones no se obtiene –pese a que se cumplan esos requisitos– debido a que las mejores carreras están destinadas a los hijos de los dirigentes y líderes del Partido Comunista Cubano y de la Nomenklatura.
La única idea admitida durante casi seis décadas ha sido la de los hermanos Castro, y no es una idea, es la ideología castrocomunista. El que no adhiera a ella no tendrá derecho a la salud, al trabajo, ni a la vida. Como prueba la gran cantidad de asesinatos políticos cometidos durante más de 59 años.
El número de asesinados repertoriados bajo el régimen de los Castro asciende a 28.000, no es una cifra definitiva. Otras personas han desaparecido o han muerto bajo sospecha de haber sido vilmente asesinadas por sus ideas políticas. En esta cifra no cuentan las más de 80.000 personas que se calcula que han muerto en el mar cruzando el Estrecho de la Florida intentado llegar a Estados Unidos, tierra de libertad.
Más del veinte por ciento de la población cubana se encuentra en el exilio real, y no únicamente económico, en lo que ahora se ha dado en llamar "diáspora", como un eufemismo que beneficia a la tiranía, tanto económica como moralmente.
Se calculan por miles los cubanos muertos en la guerra de Angola, así como en otras misiones guerreristas e injerencistas fuera de Cuba.
Hemos debido asistir a una transmisión de poderes de forma dinástico-castrocomunista entre hermanos, de Fidel a Raúl Castro, y supuestamente en abril de este 2018 habrá otra transmisión de poderes en el mismo estilo. Sospecho que seguirá sucediendo dentro de la familia Castro, o sea con la herencia que deje la primera nomenklatura en el poder, tal como ha sucedido en Corea del Norte. Para conseguirlo, Raúl Castro se ha armado durante dos décadas de una serie de medidas que ha llamado "aperturistas". Ninguna de las que ha anunciado hasta ahora ha sido puesta en vigor con tanta efectividad como la permisividad de una cierta disidencia alternativa y prorraulista, que solo pide cambios cosméticos del régimen, y que ha sido aupada por los fuertes grupos de prensa de la izquierda radical en el extranjero (injerencia desleal, por cierto), así como con la complicidad de la iglesia católica castrista, que ha dado la espalda al pueblo cubano para ponerse enteramente a los pies del raulato comunista.
A grandes rasgos, la situación de Cuba no puede ser peor, aunque podría empeorar para aquellos que no tienen nada y, por supuesto, mejorar para aquellos que pretenden enriquecerse esclavizando aún más a los cubanos con la complicidad del régimen. En lo que sería una suerte de China, Singapur o Vietnam, pero sin los alivios económicos de estos dos últimos.
Creo firmemente que la realidad cubana pudiera cambiar si trabajamos en los siguientes pasos:
Los grupos disidentes y opositores cubanos deberían constituirse en partidos políticos de manera urgente, con proyectos políticos reales. Como es el caso de La Rosa Blanca, La Patria es de Todos, el Proyecto de Nación de la Fundación Lawton, el Proyecto Varela, El Camino del Pueblo, Un Cubano, Un Voto, inspirado y creado por el MCL y su líder Oswaldo Payá, y llevado a cabo por Eduardo Cardet Concepción, actualmente encarcelado y del que el mundo debiera exigir su liberación inmediata, y Rosa María Rodríguez. La constitución de estos partidos tendría que constar en acta y ser autentificada por abogados, dado que es muy probable la dictadura no los aceptara como partidos de oposición. Sin embargo, su legalización debiera constar de manera real, el hecho de que estos partidos existan debe ser palpable.
– Se deberían deslindar los grupos opositores independientes de prensa de los grupos o partidos políticos. En el mundo democrático, los grupos de prensa suelen apoyar a los proyectos políticos, pero no manifiestan ni –mucho menos– afirman su vinculación política. No es ético que la prensa y los medios de comunicación asuman el rol de manipuladores o árbitros de campañas partidistas de manera militante, aunque sabemos que esa ética se rompe desafortunadamente también en democracia. Cuba no debiera empinar su camino hacia la democracia rompiendo esa ética. Ya con el periódico Granma y sus adherencias dentro y fuera de Cuba hemos tenido suficiente para reproducir los mismos cánones de imposición antidemocrática. La prensa y los medios de comunicación del exilio debieran brindar espacios a todos los partidos y a sus representantes por igual.
– Los partidos opositores y disidentes solamente serán considerados como tales, en el punto en el que estamos, si verdaderamente se oponen al castrismo en todas sus facetas, con un proyecto político consistente. No se aceptarán como partidos opositores a aquellos que se presenten como grupos alternativos al castrismo y que admitan mejoras y cambios bajo el castrismo. En ningún país del mundo y bajo ninguna dictadura los grupos opositores han sido leales ni se han constituido en promotores de sus represores, ni han dialogado con las fuerzas opresoras hasta que esas fuerzas no hayan reconocido públicamente que se han equivocado frente el pueblo, y hayan sido juzgadas, y hayan pedido perdón, y además hayan dado pasos reales hacia la democracia: liberación de presos políticos sin condiciones de ningún tipo, ni deportaciones obligadas, ni negociaciones humanas en lo que sería considerado como una trata de presos contra beneficios a favor del régimen, reconstrucción inmediata del país con la participación activa, humana y libre del pueblo en la vida social, económica y política, tal como está sucediendo en Birmania, por poner un ejemplo.
Otro ejemplo del cual los cubanos podríamos tomar nota es el Contubernio de Múnich, como el franquismo llamó a las reuniones celebradas por opositores españoles en esa ciudad alemana en agosto de 1962.
– Ese diálogo se podría llevar a cabo, en igualdad de condiciones, con el Ejército y con los líderes que se encuentran en prisión domiciliaria, en el exilio, en la oposición real, o con líderes inmediatos, cuya culpabilidad bajo la dictadura sea considerada menor a la representada por los Castro y sus esbirros; y una vez que hayan reconocido frente los tribunales y al pueblo sus faltas.
– Los grupos opositores constituidos en partidos políticos debieran empezar a enviar de manera urgente, a través de embajadas o emisarios casuales, cada mes, misivas a Naciones Unidas, al Parlamento Europeo y a todas las organizaciones internacionales, así como a los presidentes de los principales países del mundo, condenando y exigiendo el cese inmediato de la dictadura de los hermanos Castro, su detención, y que estos personajuelos sean juzgados en Tribunales Penales Internacionales por crímenes contra la Humanidad. Esto evitaría posibles actos de violencia, guerras civiles, en un futuro, como hemos visto recientemente en Libia y en Siria. Los cubanos también tenemos el derecho de demandar una intervención norteamericana, como sucedió en Panamá o en Granada –sólo dos ejemplos–, casi 60 años de tiranía lo justificaría ampliamente.
Ningún Gobierno podría ser impuesto desde el exilio ni desde dentro de Cuba sin que esos partidos tengan la oportunidad libre y democrática de ser votados por el pueblo cubano en sufragio universal.
– El exilio cubano debería apoyar estas medidas de manera radical para conseguir, después de tantos años de aguante y resistencia pacífica, por fin la libertad, la justicia y la democracia en Cuba. De otra manera, el exilio sería cada vez más penetrado por los castristas y cada vez más diezmado por las fuerzas de mentalidades usurpadoras del espíritu, de las conciencias y del pensamiento. Miami se convertiría –si no lo es ya– en una plaza sitiada por el cretinismo y la mediocridad de la vida del cubano recién llegado, que ha vivido bajo la opresión la mayor parte de su vida, al que le costaría cada vez más entender la libertad, y sus deberes y derechos en democracia.
Cuba no es diferente de Checoslovaquia, ni de Polonia. Muchos han muerto en el empeño de verla libre y soberana, como es el caso de Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero Escalante, Laura Pollán, la incorruptible líder de las Damas de Blanco, Wilmar Villar Mendoza, Juan Wilfredo Soto, Orlando Zapata Tamayo, Miguel Valdés Tamayo, Pedro Luis Boitel, entre otros muchos, mujeres y hombres que han sufrido cárcel, como Mario Chanes de Armas, Ernesto Díaz Rodríguez, Eusebio Peñalver, Ángel de Fana, y que la siguen sufriendo, como Eduardo Cardet Concepción, entre otros.
Todos podemos cambiar Cuba de manera justa, verdadera y vital, sin la tiranía de los Castro. Sin odios pero con justicia. Los que han odiado hasta ahora han sido ellos. Pero el desprecio, más que el odio, también es válido, canalicémoslo a través de la justicia, de la verdad y de la acción real. Sin racismo, sin clasismo, con libertades de todo tipo, con todas las fuerzas posibles de nuestra cultura, en la mejor tradición democrática, y con el ejemplo de lo más efectivo y relevante de la Guerra de Independencia y de la República.
– Todavía podemos reconstruir una Cuba con vergüenza, donde la mayor venganza sea la justicia que reconozca a las víctimas, y que los tribunales penales internacionales condenen enérgicamente a los verdugos, a los Castro. Impidiendo que sus descendientes, así como los descendientes del Che Guevara, uno de los mayores asesinos confesos de cubanos, y como aquellos vinculados al terrorismo nacional e internacional que fueron entrenados en Cuba y cuya misión recibieron directamente del Departamento América del Consejo de Estado castrista, puedan acceder a esferas de poder no sin antes pasar por un proceso de reconocimiento como tales, como lo que fueron, terroristas, y sean juzgados y reciban su condena.
Cuba merece, más que la esperanza, la vida, la libertad, la paz y la justicia. Nosotros podemos ser sus protagonistas inmediatos. Debemos organizarnos de manera plena y transparente para que nuestras ideas, nuestros sueños, nuestros proyectos individuales progresen y puedan hacer progresar a la sociedad cubana, cada día más indigente mental e intelectualmente, más pobre económicamente y más oprimida socialmente.
Una vez que el pueblo cubano pueda decidirlo en democracia, deberá restituirse la Constitución de 1940.
¡Libertad y vida para Cuba y los cubanos!
http://www.libertaddigital.com/opinion/zoe-valdes/propuesta-para-una-cuba-verdadera-vital-y-libre-84118/

sábado, 6 de enero de 2018

El camionero de Queens


El camionero de Queens
POR ANDRÉS REYNALDO


En mi cuenta, me deben tres almuerzos. Mis amigos apostaron a que Donald Trump no duraba un año. Pues miren, por todo un año Trump se ha mantenido en la Casa Blanca. Ni las instituciones lo trituraron ni él trituró las instituciones. Un editorial del Wall Street Journal lo dice con pertinente ironía: “Al tiempo que Donald Trump entra en su segundo año como presidente, tenemos el placer de reportar que todavía no se ha producido un golpe fascista en Washington”.
Efectivamente, aquí vemos, en perfecta salud, el habitual sistema de comprobación y equilibrio que vela contra los excesos constitucionales de cualquier presidente norteamericano. Cierto que Trump no se mide en mostrar su desprecio por buena parte de la prensa. El exceso, cuando lo hay, no pasa de ser retórico. Hasta ahora ningún periodista ha sido obligado a callar o rendir cuenta de sus fuentes. Cierto que Trump no pasa día sin jurarse un nuevo enemigo. Hasta ahora ninguno ha sido hostigado por la ley. En honor al registro, no puede decirse lo mismo del presidente Barack Obama. Recordemos las reclamaciones oficiales de récords a periodistas de Prensa Asociada y la cadena Fox en el 2013, así como el ensañamiento del Servicio de Rentas Internas contra organizaciones y personas vinculadas al Tea Party.
Alguien dijo que Trump se comportaba como un camionero de Queens. La observación lleva implícito el desdén de las elites lo mismo por Trump que por los camioneros. Por ahí van las claves de su triunfo. El hombre común reencontró su voz. Mi Dios primero. Mi hogar primero. Mi país primero. Estridente voz, sin duda. Pero simple y afilada. Pensándolo mejor, se necesita la crudeza, el templado ímpetu y el callejero sentido común de un camionero de Queens para tratar de devolverle a esta nación el orgullo por su indoblegable fuerza, el egoísmo por sus bien ganados logros, el celo por su tradición cristiana, la exaltación del trabajo duro y el estricto respeto al mérito sin concesión a raza, origen o sexo. Esta es la tierra de una feroz promesa. Por eso cautivó la imaginación del mundo. La tierra de los hombres que conquistan el oeste, llevan el ferrocarril a las selvas (¡viva la United Fruit Company!), desembarcan en Normandía, traman golpes de estado contra los comunistas, se embriagan de jazz y rock y se hacen dueños de la luna. De alguna manera, este rumbo se había perdido. De alguna manera, piénselo usted, sólo un camionero de Queens, inocente en su arrogancia, culto en trampas, podría atreverse a recobrarlo.
Nadie les va a decir que Trump es Winston Churchill. Ni siquiera que es Ronald Reagan. Mucho menos Richard Nixon, el más intelectual de los presidentes norteamericanos. Eso sí, en una época en que los raperos drogadictos, los académicos que abogan contra la enseñanza de Grecia y Roma, los actores que viven en constante terapia, los atletas analfabetos, los obispos que transforman la doctrina al vaivén de las encuestas, los activistas de la corrección política que organizan el odio y la mediocridad, los representantes políticos del parasitismo y la delincuencia son aceptados como autoridades morales, nadie puede negar que Trump, con todas sus imperfecciones, es un ventarrón de aire fresco en el pantano. Un aventurado, quizás suicida cowboy en territorio comanche.


viernes, 5 de enero de 2018

La gente está tirando la 2da piedra


ernesto en su celda de plantado en calzoncillos


Por Andrés Pascual
Sitúese en cualquier año desde 1987 hacia atrás ¿Conocía de los presos políticos, de las cantidades, de Pedro L Boitel, de Roberto Martín Pérez, de González Infante, de Peñalver, de Ernesto Rodríguez (foto preso plantado), de los San Román, de Ángel de Fana, de Mongo Grau… del Presidio Político proceso calzoncillos, de lo que sucedió en Isla de Pinos…?
Dígame la verdad sin oportunismo ni miedo ¿Se interesó porque murieran presos en huelgas de hambre, supo quiénes fueron? ¿Supo que hubo una huelga en 1982 en el Combinado? ¿De los fusilados? ¿Sabe a cuántos “tumbaron” entre 1981 y 1983? ¿Oyó hablar de Abilio y de Rodolfo, de los Toledo? ¿Le dice algo la causa Zapata? ¿Cómo alimentaba y actualizaba su “conocimiento” del presidio político? ¿Con familiares de ex presos, con amigos que conocían a esos presos o a sus familiares?¿Lo ayudó escuchar la Voz de las Américas primero, o a Radio Martí desde 1985?
¿Por qué cree que existió un período de 25 años conocido como nadie escuchaba? ¿Escuchó usted? ¿Cómo, desde cuándo?
Voy a hacerle la vivisección, primero dígame ¿Dónde trabajaba? Antes, hablo de 1988 hacia atrás, no era común el cuentapropista (salvo en momentos “difíciles para la robolución”, que después liquidó con causas de enriquecimiento); entonces trabajó “para el gobierno”, la mayoría trabajó y trabaja para la tiranía, que no es un delito si lo que se busca es el sustento sin compromisos que dañen al ajeno, porque la tiranía es el único empleador, incluso en esta época de “reformas”.
Debajo puse un link de Radio Martí, se refiere al cardenal castrista y a los proses políticos ¿Considera a este induviduo parte de lo peor de la Cuba de cualquier tiempo? ¿Por qué?:
http://www.martinoticias.com/content/cardenal-ortega-pide-listado-de-presos-politicos/97088.html
Déjeme hablar de un tirón, sin interrupciones y evalúese en escala de 1-10, para usted mismo, digo, con honestidad, al final voy a decirle algo respecto a si pasó o no de grado.
En Cuba, durante el castrismo, NADIE HA SIDO PRESO POLÍTICO, la tiranía no lo reconoce, pero separaba “lo político de lo común” con la palabra “contrarrevolucionario, entonces aparecía en la tarjeta del preso, a la izquierda margen superior, el símbolo C/R.
El propio tirano desmentía la clasificación cuando lo entrevistaban “extranjeros”, decía “aquí no tenemos ni un preso político”, “salga a la calle y pregunte…” Se lo dijo a Barbara Walters, a un zopenco de PBS, a Marisol Herrera, de EFE…a María la ex de Arnold, del clan maldito del Camelot de Jackie O, también.
Como contrarrevolucionario lo investigaba el G-2 y le metía los años el propio departamento, cuando llegaba al juicio ya lo habían condenado y los defensores no pedían libertad, sino clemencia no comprometida: “pido que no lo condenen al máximo por el delito, porque, aunque fue muy grave contra la patria…” ¿Conoció esta situación? Nadie quería defender a un contrarrevolucionario.
Paara ganarse la categoría de contrarrevolucionario, la causa debía ser “intento de atentado”, “sabotaje o intento”, “agrupación-organización para conspirar”, “alzamiento”, “tenencia de divisas”, “intento de salida ilegal del país”, “propaganda enemiga”, “agente de la CIA” y alguna más que escapa a la memoria.
Hoy ¿Conoce cuántas de las que mencioné se mantienen como tipos? Solo la propaganda y en ciertos casos, es común que enjuicien por “difamación”; al sabotaje lo convirtieron en “daños a la economía” y los demás no existen ¿Sabía esto?
¿Por qué desaparecieron los tipos de antes? Pues para desaparecer el presidio “contrarrevolucionario” e informar solo “presos comunes”. Pero estoy seguro que la contrarrevolución existe, lo que a nadie de los disidentes les interesa averiguar cuántos presos hay por daños o por otra causa de ese tipo, la disidencia vive sin competencia protagonista, por eso nadie sabe cuántos presos contrarrevolucionarios hay, es conveniente para los opositores, para sus padrinos, y para la satrapía, pero muy malo para la libertad de Cuba.
Quiere decir que los “opositores no son tenidos ni como contrarrevolucionarios” y hay algo importante: cuando usted ve por televisión cómo le dan un mitín a alguna persona en su casa y un par de patadas a otro, incluso sabe que recogieron a 20 y los llevaron al “vivac” común en corta detención (horas), desconoce que ni advertencias les hacen, no son investigados, porque actúan como un libro abierto, no esconden nada ni le hacen daño material ni moral al castrismo, que está blindado por sus buenos amigos.
De 1987 hacia atrás te recogía un auto del G 2, previo registro en la casa y te llevaban al DSE, te metían en una celda y te interrogaban 14 ó 15 veces durante el día, la noche y la madrugada y te daban más palos y te aplicaban más torturas que hoy, pero en privado, sin acceso público, de ahí al depósito de la prisión a esperar la petición y el juicio, es decir, a informarte de lo que proponían como sanción que ya habían decidido, todo en calidad de preso “asegurado”, si recibías entre 3 años y 8 dabas una fiesta y si salías antes podía llover azufre. Las visitas eran por régimen, cada 4, cada 6 meses o una anual, los plantados no recibían visitas y en los casos reglamentados, un solo familiar mayor de edad separado del preso por malla.
Y eran muchos, en 1980 dejaron 756 y en 1981 había crecido a 1,250, en 1983-84 tal vez 3,400…ningún preso común podía hablar con un contrarrevolucionario, ahí mismo podía coger una ración de palos, el común, el contrarrevolucionario no.
Los contrarrevolucionarios vivían juntos en galeras solo para ellos, les permitían cuchillas de afeitar y lociones.
El preso CR de antes era solicitado por las personalidades que visitaban a Cuba, todos llevaban una lista, desde 1977 se indultó con el llamado PLAN PROGRESIVO, después en 1978-79 y por último entre 1986 y 1989. Castro, de la lista, entregaba al que quería y siempre menos de la mitad, nunca salió quien fuera pedido, salvo gestiones personales de “gente muy importante” como TED KENNEDY, que se llevó al último invasor preso de la 2506, RAMÓN CONTE HERNÁNDEZ, en 1987; un año antes salió el Cdte Ricardo Montero Duque. Dicen que a Menoyo lo “trabajó” Felipito el Preocupado (asuntos venezolanos)
Al presidio político plantado histórico los soltaban lunes o jueves y se vestían de civil en la posta del exterior penal, porque vivían en pajamas rudimentarios que hacían con sábanas. Desde la prisión que fuera, oficiales del G-2 lo entregaban en sus casas, recuerde que podían haber estado 20 ó más presos.
Con esto a mano, respóndame ¿Cuántas de las cosas que dije conoció en Cuba? Yo sé que la mayoría no conocío de esto si no fue familia o vecino muy cerca de un preso, que si veían a alguno por una cera viraban y se perdían por otra calle que no pensaban transitar, porque los comprometían o se señalaban, que no lo averiguaron porque usted, posiblemente como el PAPA y el cardenal, nunca recibió la información de cuántos ni si hubo presidio político. Por lo menos ni lo leyó en Bohemia “como la heroica generación del Centenario” ni en radio o televisión, aunque ¿Si usted era dirigente?
Ortega es un h de p, pero, si la tiranía está allí no es porque el cardenal haya tenido que averiguar si hay o no presos, sino porque usted, que no es cardenal ni, como dice, castrocomunista, nunca supo del fenómeno trágico del Presidio Político, etapa de verdadera candela con fusiolados, asesinados en la cárcel de varias formas…
Sé bien que el 90 % de quienes lean esto no aprobaron el test, una mayoría aplastante tuvo mucho miedo de juntarse con presos, incluso con sus familiares, tampoco oían “radio contrarrevolucionaria porque…”.
La disidencia opositora no es más preso contrarrevolucionario, porque no son peligrosos, no hacen labor proselitista entre la juventud, no dan candela ni tratan de matar a Guarapo, el propio tirano le hizo los ajustes a su código, cuando creó la nueva vitrina que le permite mostrarle al mundo “su respeto al derecho de libertades civiles”, que le sirve para dejarlos viajar y cobrar a nombre de la lucha por Cuba.
Junto a la indolencia general de casi todo el pueblo ayer y hoy, culpable de que el cardenal diga que no hay presos y YO LE CREO, si los que quisieron arreglar al país con la mejor voluntad y mucho más valor sin oficiar de mercenarios de nadie, no existieron ¿Qué se puede esperar? mientras, se hacinaban y eran torturados y asesinados más de 100,000 que repletaban las cárceles de Cuba, que apenas tenían comunes de verdad.
Si el pueblo no conoció nada de aquello, si los ex dirigentes vienen a desayunar con la noticia aquí, no hay ninguna razón para juzgar al tipo de la iglesia que dijo que “lo desconocía”, porque, y yo lo sé, en este caso SON MUY POCOS QUIENES PUEDEN TIRAR LA PRIMERA PIEDRA.
http://lacronicausa.com/la-gente-esta-tirando-la-2da-piedra/

martes, 2 de enero de 2018

Otra caja de Pandora se abre en Cuba.


                             Venta de medicamentos por "tarjetón"en una farmacia estatal en Cuba. (Archivo)
Autor: Miriam Celaya
Resulta imposible destapar una fracción de la realidad cubana sin exponer un aluvión de corruptelas
LA HABANA, Cuba.- Con fecha 28 de diciembre de 2017 el periódico Granma publicó un extenso artículo donde se destapa un grave hecho delictivo: la adulteración de medicamentos detectada en el laboratorio farmacéutico Reinaldo Gutiérrez, ubicado en el municipio de Boyeros, en la capital cubana, a partir de la sustitución de metilfenidato por placebo, este último un producto inocuo “utilizado para la limpieza de las máquinas una vez concluida cada producción de medicamentos”.
La información tiene como fuente un reporte entregado a Granma por la Dirección de Información y Análisis de la Fiscalía General de la República, e incluye una somera referencia a una lista de hechos delictivos detectados en el transcurso del año 2017, relacionados con la sustracción y el comercio ilícito de fármacos en diferentes entidades subordinadas a la Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE) BioCubaFarma, y con sus correspondientes procesos penales, sin profundizar mucho en los detalles.
No obstante, en el caso del referido laboratorio sí se mencionan los chivos expiatorios que suelen acompañar este tipo de noticias en los medios gubernamentales, a saber, una jefa de brigada de la máquina de blisteo, un operario, un jefe de turno y “estibadores de la empresa provincial minorista de medicamentos del Este” –es decir, solo personal de base relacionado directamente con el proceso productivo o con la manipulación y transporte de los fármacos–, quienes se afirma “recibieron en total sumas de efectivo superiores a 1500 CUC”.
Una cifra que constituye una verdadera nadería, en especial si se tiene en cuenta un sencillo dato que no mencionan Fariñas y Rodríguez en su artículo, pero que resulta de capital importancia por sus implicaciones: el metilfenidato es una sustancia psicoestimulante sintética –es decir, una droga– que eleva los niveles de dopamina y norepinefrina en el sistema nervioso central. Por su estructura molecular, el metilfenidato es similar a las anfetaminas, pero sus efectos –que inician aproximadamente 30 minutos después de ingerida la píldora y se prolongan por varias horas– son análogos a los de la cocaína, si bien menos poderosos.
Así, pues, estos malhechores sustraían, no la materia prima de, digamos, las dipironas, los hipotensores o los diuréticos –medicamentos éstos que escasean y tienen gran demanda entre la población– sino “casualmente” una sustancia psicotrópica… Pero las periodistas, (¿piadosamente?) pasan ese detalle por alto. ¿Será que en este Día de los Santos Inocentes la prensa oficial cubana pretende tomarnos el pelo? ¿Acaso se trata de engañar a la opinión pública nacional encubriendo lo que a todas luces es un comercio ilegal de estupefacientes, es decir, una red de narcotráfico dentro de la Isla?
Sin dudas, con la prensa oficial cubana sucede como con la lencería fina: resulta mucho más interesante y atractivo lo que se insinúa que lo que se muestra. Porque todo el texto conduce, además, a otras consideraciones de tipo administrativo sobre las que no se comenta absolutamente nada en el Granma, y que deberían implicar efectos penales para otras testas, mucho más elevadas que las de los delincuentillos atrapados en el caso y señalados en el texto de marras.
De manera que el lector se queda inmerso en un océano de interrogantes y muchas preocupaciones.
Pongamos en la palestra algunos cuestionamientos que emanan de este artículo publicado –no por la prensa enemiga ni por los voceros del Imperio para tergiversar la realidad y dañar a la revolución–, sino precisamente por el órgano oficial del partido comunista de Cuba:
Resulta obvio que (al menos) en el mencionado laboratorio no existe un adecuado control sobre las materias primas, incluyendo las que constituyen un fuerte potencial para el desarrollo de un mercado subterráneo de drogas en Cuba, con todo lo que ello implica;
no se realiza un adecuado control de calidad con un examen aleatorio sistemático y minucioso de los lotes de medicamentos producidos en el laboratorio de referencia, toda vez que salieron impunemente cantidades indeterminadas de placebo hacia la red minorista, en lugar de las tabletas con los componentes apropiados;
las cartas tecnológicas de los laboratorios farmacéuticos pueden ser fácilmente violadas por personas inescrupulosas que trabajan en esta industria;
la maquinaria del laboratorio es susceptible de ser utilizada a voluntad por operarios y otros trabajadores;
no existe un sistema de vigilancia eficaz sobre el proceso productivo a pesar de que se manejan sustancias psicoestimulantes que –como es informalmente conocido– están comenzando a inundar muchos barrios y sitios puntuales muy concurridos de la capital cubana.
Llegados a este punto, cabe preguntar: ¿qué garantías hay de que estas y otras violaciones no se estén cometiendo en otros laboratorios, incluyendo la producción de fármacos que se exportan a otros países?; ¿a quién pueden demandar los padres de los niños que –según refiere el artículo– estuvieron consumiendo tabletas adulteradas, sin efectividad alguna para el tratamiento de su enfermedad?; ¿cuán serias y confiables pueden ser las certificaciones que avalan la producción de medicamentos en Cuba?;¿hasta cuándo se seguirá omitiendo la inexcusable responsabilidad de todos los directivos de la industria farmacéutica y otros funcionarios relacionados con ésta, desde los más cercanos al proceso productivo hasta el flamante presidente de BioCubaFarma, señor Eduardo Martínez Díaz y el propio Ministro de Salud Pública, doctor Roberto Morales Ojeda?;¿en verdad alguien se cree que “la preparación del personal, el sentido de pertenencia, los valores éticos y morales y la formación político-ideológica” serán estrategias eficaces para erradicar los delitos que en el artículo son eufemísticamente llamados “hechos extraordinarios”?
Seguramente sin proponérselo, estas corresponsales del Granma han puesto el dedo sobre una llaga que, si lo piensan bien, tal vez hubiesen preferido dejar oculta, porque lo cierto es que la podredumbre de la realidad cubana de hoy es tan general e incontrolable que resulta imposible destapar una fracción de ella sin exponer un aluvión de corruptelas que salpican incluso los pies más egregios, tal como si se tirase porquería contra un ventilador.
Han abierto otra caja de Pandora que, con toda seguridad, tendrá algunas secuelas… quizás algunas de las cuales no estaban previstas. Son los riesgos de la profesión, incluso para aquellos que dejan preterido el compromiso con la verdad para postrarse a los pies de las ideologías.
(Este artículo fue publicado originalmente en CubaNet)

sábado, 23 de diciembre de 2017

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Castro Sospecha...

Pugnas dentro del Olimpo verdeolivo habrían frenado su marcha.

Miriam Celaya.
LA HABANA, Cuba.- En la mañana de este 21 de diciembre de 2017 trascendió en los medios internacionales que “el Parlamento cubano” –cuyo rasgo más sobresaliente es no haber decidido absolutamente nada en más de 40 años de existencia– recién “ha decidido” prorrogar el mandato presidencial del general Raúl Castro hasta el próximo 19 de abril.
Las verdaderas razones para la toma de una decisión que implica otra promesa incumplida por parte del anciano General –quien se había comprometido a abandonar la Presidencia del país el 24 de febrero de 2018–, constituyen un misterio, habida cuenta que las supuestas dificultades introducidas en el proceso electoral por el huracán Irma, que azotó la Isla a principios de septiembre, constituyen un pretexto demasiado pueril para ser tomado en serio.
Pero, en todo caso, tampoco estamos frente a una situación excepcional. Es sabido que en Cuba cualquier disposición gubernamental, en especial las mejores y las más trascendentales, puede (y suele) ser postergada según se le antoje al demiurgo del Poder. Otras promesas anteriores del General, con un mayor efecto sobre la población, tales como la unificación monetaria, la disminución de los precios de los alimentos o la nueva Ley electoral, también fueron impunemente preteridas, sin explicación alguna.
No obstante, algunas señales apuntan que en el trasfondo de ese súbito cambio de fecha para la salida de Castro II de la Presidencia subyace la necesidad urgente de hacer ciertos reajustes en la maquinaria del Poder, a fin de asegurar los intereses propios y de sus beneficiarios, lo que refuerza la hipótesis de algunos analistas que sostienen la existencia de grietas significativas en la antaño estructura monolítica del PCC y de la cúpula a partir de supuestas pugnas entre los sectores más conservadores y ortodoxos (dizque “estalinistas” o “fidelistas”) y los más proclives a los seudo-cambios introducidos en la última década (“reformistas” o “raulistas”, les llaman). Pugnas que habrían surgido tras el forzoso retiro de Fidel Castro del gobierno, y profundizado a lo largo de los 11 años siguientes.
Quizás los raulistas estén librando una batalla estratégica a fin de garantizar la continuidad de los suyos al frente del país, y muy especialmente la salvaguarda de sus intereses económicos, así que todo deberá quedar atado y bien atado antes del traspaso de la presidencia a manos de un leal que no pertenece a la Generación Histórica, evitando imprevistos no deseados.
Lo sorprendente en realidad es la impresión de urgencia e inestabilidad que se transmite, al pretender consolidar en cuestión de tres meses algo que debieron lograr en una década, es decir, conjurar cualquier peligro, lo que a la vez desmiente el discurso de “unidad de todos los revolucionarios” esgrimido por la totalidad de los dirigentes y altos funcionarios entrevistados a pie de urnas durante los comicios municipales de noviembre último.
Desde luego, el estilo críptico de las (des)informaciones en Cuba obliga a descifrar claves ocultas, con el riesgo de interpretaciones erróneas e inexactitudes. Sin embargo, no parece casual que la información más importante publicada en la primera plana de la prensa oficial este jueves, 21 de diciembre de 2017, haya sido la celebración, en la jornada de la víspera, del IV Pleno del Comité Central (CC) del PCC –paralelo a los debates parlamentarios– en el marco del cual el Primer Secretario del Partido, Raúl Castro, anunció la celebración del próximo Pleno, que tendrá lugar en marzo de 20l8, un hecho que no puede menos que relacionarse con la cercana elección del nuevo Presidente cubano.
Cabe especular que ese próximo Pleno del  CC del PCC podría ser, sobre todo, la ocasión introducida por el general-presidente y sus acólitos más fieles, no solo para “profundizar en las experiencias obtenidas durante el proceso de implementación de los Lineamientos, así como en la proyección de los años venideros”, según declara la prensa oficial, sino para fortalecer compromisos y apuntalar estratégicamente al que después será oficialmente “elegido” por el Consejo de Estado para ocupar la poltrona presidencial, y quizás también acordar secretamente entre la elite ideológica quién será el próximo Primer Secretario, a elegirse en el marco del VIII Congreso.
Pero los actuales apremios del raulismo, en un diciembre que ha tenido más prisas que pausas, no se circunscriben al plano político sino que comenzaron incidiendo sobre el plano económico. Apenas unos días atrás, el 13 de diciembre, entraron en vigor intempestivamente “nuevas normas jurídicas” sobre el sistema empresarial cubano.
En otras palabras, el “perfeccionamiento” iniciado experimentalmente por el general-presidente en la década de los 90’ del pasado siglo para (paulatinamente) metamorfosear a los altos mandos de su ejército en empresarios civiles –que hoy dirigen todos los renglones estratégicos de la economía del país– y más tarde refrendado en los Lineamientos, ahora quedaron legitimados en el cuerpo jurídico a través de decretos y decretos-leyes, lo que otorga al futuro Presidente una herramienta legal que no solo protege contra los reales o potenciales adversarios internos los cambios implementados hasta ahora por el general-presidente, sino que permitirá extender su alcance futuro en función de los intereses de la elite y sus favorecidos.
Pero más allá de toda especulación hay que reconocer que el panorama político cubano resulta cuando menos confuso. En cualquier otro país donde las características predominantes del gobierno sean los titubeos, los retrocesos, el incumplimiento de todas las promesas y, finalmente, la postergación de las elecciones presidenciales, la situación sería calificada como una “crisis política”. No así en Cuba. Al menos, no de manera explícita. Cuatro generaciones de cubanos en la Isla han sobrevivido por seis décadas bajo condiciones de dictadura, sufriendo crisis de todo tipo sin siquiera interiorizarlo así. ¿Cómo habrían de percibir las crisis que se dirimen en el seno del Olimpo verde olivo?
En cualquier caso, habrá que seguir de cerca los acontecimientos políticos que nos depare el 2018. Mientras, en medio de tanta turbidez algo queda claro: la proclamada unidad de la cúpula no es sino otro mito de una gerontocracia desgastada y caduca que hoy parece dudar incluso de la sobrevivencia de su sombrío legado


.Miriam Celaya
Miriam Celaya
Miriam Celaya (La Habana, Cuba 9 de octubre de 1959). Graduada de Historia del Arte, trabajó durante casi dos décadas en el Departamento de Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba. Además, ha sido profesora de literatura y español. Miriam Celaya, seudónimo: Eva, es una habanera de la Isla, perteneciente a una generación que ha vivido debatiéndose entre la desilusión y la esperanza y cuyos miembros alcanzaron la mayoría de edad en el controvertido año 1980. Ha publicado colaboraciones en el espacio Encuentro en la Red, para el cual creó el seudónimo. En julio de 2008, Eva asumió públicamente su verdadera identidad. Es autora del Blog Sin Evasión

jueves, 21 de diciembre de 2017

¿Quien lo diría?



¿Quién lo diría?

Autora: Esperanza E Serrano
Corrían los meses del verano caribeño con sus estragos de lluvias, mosquitos, calor, humedad, aburrimiento…
Sebastián se paró detrás de la ventana. Miró a través del cristal la suave lluvia besando las calles. Le dijo a sus compañeros que necesitaba leer un buen libro. La humedad y el  bochorno  de la tarde no le dejaban  concentrarse en su nuevo  proyecto de investigaciones en la Academia de Ciencias de la localidad donde trabajaba desde hacía varios años. Un buen pretexto para acudir de nuevo a la vieja biblioteca.
Siempre encontraba una excusa para buscar en los viejos estantes de la Sala de Arte y Literatura de la Biblioteca Municipal el libro inexistente, sabía que en corto tiempo la joven bibliotecaria se acercaría a preguntarle si necesitaba ayuda. Pregunta cuya respuesta era siempre la misma.
-No, ese libro no lo tenemos pero te sugiero que leas a…
Por ahí comenzaba otra amena conversación sobre cualquier tema relacionado con la literatura local, nacional, universal, o bien podría ser un comentario sobre la última exposición de pintura o de historia en el museo. A veces bastaba una simple broma para comenzar a disertar sobre Freud y el Psicoanálisis, o sobre Ivan Petrovich  Pavlov y los reflejos condicionados. Los temas variaban, pero nunca perdían su encanto.
Las visitas de Sebastián a la biblioteca cada vez eran más frecuentes. Ya ni siquiera necesitaba dar una excusa para escaparse de la Academia a cualquier hora de la tarde. Al llegar las compañeras de Nancy lo saludaban y le indicaban donde podía encontrarla en ese momento. Bien sabían que no buscaba un libro en específico sino un pretexto para conversar con la joven.
Cada vez se sentía más atraído por los encantos de la muchacha que siempre lo recibía con su sonrisa  seductora mirándolo directamente a los ojos como diciéndole: “Te esperaba”. Cada encuentro le producía la misma sensación, una mezcla de alegría y de miedo.
Miedo por las consecuencias si su esposa Estela llegara a enterarse de sus fugas, de sus encuentros y prolongadas conversaciones con la joven bibliotecaria. Si su esposa llegara a saber o a sospechar  de cuánto le atraía aquella muchacha, seguramente le armaría un gran escándalo, además de involucrar a los hijos en la “bronca”.
 Nancy se le estaba convirtiendo  en una obsesión. Cada tarde sentía la imperiosa necesidad de verla. Le atraía su figura larguirucha, pálida, soñadora, su andar sensual, su dulce voz, su sonrisa, sus grandes ojos siempre brillantes, sus manos, su largo pelo rubio… Le atraía descomunalmente su elegancia, su exquisita educación y su capacidad para hablar o escuchar sobre cualquier tema de interés. Sabía que estaba jugando con fuego, pero estaba dispuesto a quemarse antes que renunciar a la compañía de la muchacha.
Demetrio, su amigo de toda la vida, le había advertido que actuara con discreción. Ya en muchos círculos de amigos, conocidos y compañeros de trabajo se comentaba con picardía sus visitas a la biblioteca y sus prolongados encuentros con Nancy. Se hablaba de un romance entre ellos y del gran escándalo que se armaría cuando Estela se enterara de su infidelidad.  Sería una bomba explosiva en el pueblo y su reputación como miembro de la Academia de Ciencias y como figura pública se afectaría grandemente.
Sólo Sebastián sabía de sus luchas internas por las tantas veces que se repitió  a sí mismo que no debía verla, no debía pensar en ella, debía alejarse antes de que fuera demasiado tarde. Sabía que estaba en juego  no sólo su prestigio de hombre serio, de padre y esposo ejemplar, sino su estabilidad matrimonial y sus relaciones con sus dos hijos, casi adultos pero aún adolescentes y dependientes de ellos. Estaba en juego todo lo relacionado con sus hijos, su familia, el hogar que él había fundado veintidós años atrás con Estela… Lo que dijera la gente no era lo que más le preocupaba. Le preocupaban sus hijos, Estela y la misma Nancy. No quería herir a nadie. Se sentía culpable, egoísta. Inconforme consigo mismo, pero a la vez incapaz de poner punto final a lo que ya se estaba convirtiendo en una necesidad vital para él.
Una fuerza desconocida, un llamado interno, sobrenatural, delicioso y la vez lacerante lo llevaban cada tarde a la biblioteca. Era un acto ya enfermizo, involuntario. Se comportaba como un adicto. Buscaba la compañía de la muchacha con la misma vehemencia con la que el alcohólico busca el primer trago de ron con el pretexto de  calmar  la sed, asegurando que sólo tomaría una pequeña cantidad a sabiendas  de que sería incapaz de cumplir  sus promesas al dejarse llevar por el placer de saborear un trago de licor,  para luego caer dominado por el vicio saboreando uno y otros muchos tragos más hasta perder el juicio.
Con el paso de los meses los temas fueron tomando un carácter más personal, más íntimo. Comenzaron las anécdotas sobre los pasajes de sus vidas cuando eran niños, adolescentes, sobre el seno familiar en el que habían crecido, sus experiencias estudiantiles… Comenzaron a encontrar coincidencias en gustos musicales a pesar de los quince  años de diferencias entre ellos, ambos preferían la música clásica, joyas musicales de todos los tiempos, las baladas  románticas, la música ligera… Les gustaban los mismos autores, las mismas obras literarias. Coincidían en sus posiciones políticas, en sus conceptos morales, en la forma de ver la vida como un gran regalo de Dios que hay que disfrutar y enfrentar con coraje. Cada encuentro propiciaba nuevas confidencias. Alguna que otra vez unas lágrimas se escapaban de los ojos de la muchacha. Él la escuchaba con atención cuando ella le hablaba de su infancia de niña triste abandonada por sus padres, mimada por sus abuelos y mortificada por sus hermanos y primos  celosos.
 Le hablaba de sus fracasos amorosos, de sus desajustes con el medio, de sus desequilibrios emocionales, de cuánto disfrutaba refugiarse en la literatura para olvidarse del gran dolor que llevaba por dentro… Le habló de su pequeño hijo, y de su gran tragedia como viuda y madre soltera. Su hijo  no conoció a su padre, era un bebé  cuando éste murió en el  Estrecho de la Florida  a los tres días de haber salido de Cuba en una balsa tratando de llegar a Estados Unidos, tierra de libertad, de promesas, de posibilidades, pero también tierra de refugio, de penas, de sacrificios y de muchos riesgos.
Su esposo, Ángel, tenía  la ilusión de una mejor vida en aquel país, estaba convencido que era la única forma de asegurar un mejor futuro para el niño, para ellos y para la familia. En Cuba todo estaba perdido. Él no tenía esperanzas de que las cosas mejoraran algún día. La historia le daba la razón. En siete años las cosas estaban peor que cuando él se fue Le habló de sus sueños y de sus luchas en contra del gobierno y todo el daño que todo eso le había ocasionado indirectamente a ella y al niño. Le contó cuánto lo amó y cuánto sufría por su pérdida. Le confesó sus miedos, sus angustias, le habló de su soledad, de su tristeza y de sus ruegos a Dios para que la ayudara a criar a su hijo lo mejor posible. El niño era la razón de su vida, su ancla y su desvelo.
Le confesó su angustia por vivir en la Isla lejos de la familia, sin amigos verdaderos.  Ocupaba su tiempo en el cuidado del niño, en el trabajo y en la lucha diaria por la sobrevivencia o más bien por la pervivencia. Le contó de sus insomnios y de sus largas noches leyendo o escribiendo para olvidarse de todo.
Él nunca había imaginado  cuántos sufrimientos escondían aquellos ojos negros que lo miraban con dulzura y aquellos labios que le sonreían cada vez que él llegaba. La historia de Nancy lo conmovía infinitamente, quería protegerla, ayudarla, mimarla, apoyarla. Quería convertirse en su principal aliado, en su más seguro refugio. Sabía que cada día la amaba más y más aunque no tuviera el valor de decírselo.
Una tarde estaban solos en el gran salón de lectura de la biblioteca. Ella le mostró el último cuento de aventuras  que había escrito para su hijo. Él lo leyó con atención y lo encontró fabuloso. Le recomendó que lo enviara al próximo concurso nacional de literatura infantil. Ella le respondió que no perdería su tiempo en eso, sabía que nunca le publicarían ni una línea, y mucho menos le otorgarían un premio. Prefería conservarlo para su hijo, para que al menos tuviera un buen recuerdo de su infancia.
No tuvo valor de contradecirla y mucho menos el valor para evitar abrazarla. La estrechó en sus brazos y la besó. Ella quedó totalmente confundida. Se sonrojó y no supo qué hacer. Él le pidió que lo perdonara, que entendiera lo que le estaba sucediendo. Se había enamorado de ella y no podía evitarlo.
Comenzó a regalarle flores, le enviaba tarjetas con mensajes amorosos y le pidió que le permitiera ser parte de su vida, no como amante sino como amigo, como alguien que la amaba incondicionalmente sin esperar ser correspondido. Le prometió respetarla por encima de todo.
Los encuentros en la biblioteca disminuyeron. Ella trataba de evitarlo cuando lo veía llegar. Temía que sus compañeras notaran el breve temblor que la sacudía cuando él se le acercaba. Temía que todo aquello se convirtiera en un gran escándalo, otro problema más en su vida.
El comenzó a visitarla los fines de semana en horarios diurnos. Le ayudaba a podar el jardín de su modesta casita en las afueras de Nueva Gerona. Poco a poco se fue encargando de los arreglos de puertas y ventanas, de tuberías tupidas, de fachadas descoloridas a las que les dio vida con nuevos colores de pinturas caseras inventadas por él mismo.
El niño se acostumbró a su presencia dominguera. Le llamaba por su nombre aunque  en más de una ocasión quiso decirle tío o papá. Cuando se acabaron las reparaciones y los almuerzos compartidos se hicieron más comunes, volvieron las tertulias y otra vez hubo tiempo para la literatura y también para jugar con el niño e incluso para llevárselo a pescar al río Las Casas, o para llevarlos a la hermosa playa de Punta del Este donde algunas fines de semana debía ir por sus investigaciones sobre el medio ambiente. Allí la Academia de Ciencias tenía un albergue donde se podían quedar a pernoctar la noche del sábado.
Los vecinos de Nancy se acostumbraron a verlo. Las ventanas y puertas de la casita de Nancy nunca se cerraron cuando él llegaba, no había motivos para sospechar de adulterio, ni de la seriedad y compostura de la joven a la que no le conocían ninguna aventura amorosa desde que se mudó para el barrio. Algunas vecinas más voluptuosas sospechaban que algo no andaba bien con la joven bibliotecaria. O era lesbiana o tenía algún problema. Ese “viejo” cuarentón que la visitaba tenía cara de todo menos de galán.
Estela por su parte se acostumbró a las salidas domingueras de su marido. Hasta sintió alivio por no tener que preocuparse por el almuerzo. Podía dormir ampliamente las mañanas, sus hijos estaban creciditos y cada cual podía prepararse su desayuno, o calentar la comida que había quedado de la noche anterior. También se acostumbró a su falta de deseo sexual. Ya ni siquiera recordaba la última vez que él la besó. Su mirada siempre estaba ausente. Cuando le hablaba le respondía con monosílabos. Todo lo que ella hacía  le parecía bien. Nada le exigía ni nada compartía. Con frecuencia Estela le comentaba a sus hijos,  a sus amistades y a su familia que desde que su esposo se metió a escritor, la literatura lo mantenía en otro mundo. Los premios que él había ganado  en diferentes concursos con sus cuentos y noveletas bastaban para entenderlo y dejarlo vivir su “mundo”, cuando salía o cuando pasaba noches enteras tecleando en su vieja Remington.
Fueron pasando los meses, más de un  año, y el matrimonio ya no tenía ni temas de conversación excepto las relacionadas con la vida cotidiana o con los hijos. A penas salían juntos. No iban al cine, ni al teatro, ni a la playa ni a visitar a los amigos o a la familia.
Una mañana de marzo sonó el primer campanazo de lo que vendría después. Estela había encontrado una carta que alguien había colado por debajo de la puerta la noche anterior. Se trataba de una carta escrita por un anónimo en la que le contaba de las visitas domingueras de su marido a la casa de una mujer joven, viuda, madre soltera trabajadora de la biblioteca…
A partir de ese día no hubo paz para nadie. Por todas partes se difundió la noticia. Hubo días de tres o cuatro papeles colados por debajo de la puerta. Al parecer aquellas cartas eran escritas por varias personas que no se atrevían a poner sus nombres pero sí eran capaces de contarle a la esposa ultrajada los detalles de las tardes de Sebastián  fuera de la Academia, metido en la biblioteca escondido en un rincón hablando y riéndose con la muchacha larguirucha, la zorra con carita de ángel que le estaba robando el marido. Otros papeles menos cuidadosos le relataban los pormenores de las visitas a la casita de las afueras donde vivía la “zorra”, de las pesquerías con el niño y hasta de las caminatas por las playas, en la que los tres  aparecían como  una familia feliz, disfrutando del verano y de las maravillas naturales caribeñas.
Poco a poco se fue desmoronando el hogar. Estela ya no era la misma. Siempre estaba de mal humor y no era solo por los síntomas propios de la menopausia. Los hijos comenzaron a preocuparse. Estelita, más que su hermano Sebastián, temía lo peor: el divorcio de los padres. Ella no quería ser una más en la lista de los jóvenes con   “familias” rotas por la infidelidad de uno de los padres. La jovencita lloraba a escondidas. Fueron meses de mucha angustia, de altas tensiones en el hogar, tirones de puertas, insultos y dormideras en el sofá de la sala.
Sebastián sufría más que nadie su propia situación atrapado en sus indecisiones, sus miedos y sus sentimientos contradictorios. Nancy no era su amante pero la amaba con un amor desmedido, extraterrenal. Por verla sonreír  era capaz de cualquier cosa. Pero estaba Estela, su esposa, su compañera de tantos años, la madre de sus hijos. Mujer buena, intachable, que había estado con él en las buenas y en las malas, apoyándolo en todo, incluso en eso de dedicarse horas y horas a escribir. No podía fallarle a aquella buena mujer que ya no amaba con la pasión amorosa de antes, ya no la deseaba como mujer, pero le tenía un gran afecto. Se había acostumbrado a vivir con ella, a sus atenciones y cuidados hogareños. Por mucho que pensara no encontraba una excusa fuerte para abandonarla. El malo era él no ella, ni Nancy.
Sebastián deseaba mantener ambas relaciones. Con Nancy se nutría de fuerzas, de ilusiones y de motivos para escribir, era  su musa, su inspiración. Nancy había irrumpido en su vida llenándolo de alegrías, rejuveneciendo sus deseos y sus fantasías  sexuales. Era tan linda, tan joven, tan angelical, tan suave, tan dulce, tan irresistible que no podía alejarse de ella.
Su vida había dado un vuelco de 180 grados desde las tardes en la biblioteca. Los domingo en casa de Nancy, los paseos por la playa, el tiempo compartido con el niño huérfano que lo admiraba y lo buscaba para contarle sus travesuras, o pedirle que le hablara de su trabajo en la Academia o de sus premios literarios. Sentía más empatía con Ángel Andrés que con su propio  hijo. Ángel Andrés, con sus ocho años recién cumplidos, tenía más inquietudes intelectuales que su hijo Sebastián que ya andaba cerca de los  veinte y todavía no sabía qué quería hacer con su vida.
Renunciar o alejarse de Nancy era también perder el encanto de las noches de tertulia en casa de Demetrio,  animadas y conducidas  por la joven bibliotecaria. Era perderse las lecturas de poemas, de cuentos, o de relatos cortos; era perderse los debates en torno a las obras presentadas, o sobre las nuevas y viejas corrientes literarias; era como perder el contacto con otras personas cercanas que compartían sus mismas inquietudes.
Nancy era la ilusión, la esperanza, lo idílico, lo deseado, lo prohibido, lo soñado, lo que un día seria completamente suyo por ley de vida. El brillo en sus ojos y la manera de ella mirarlo le habían revelado lo que él significaba para ella. Sabía que ella le correspondía de la misma manera, sospechaba de sus luchas internas. Entre ellos dos había surgido, crecido y madurado un sentimiento de pertenencia, eran el uno para el otro más allá de las circunstancias. Sabía que en cualquier momento la pasión contenida por tanto tiempo se impondría por encima de prejuicios y perjuicios. La gran pregunta que le atormentaba era,  llegado ese momento  de la entrega total, ¿Qué pasaría?
 Los anónimos se adelantaron a los acontecimientos. Estela con sus cuarenta y cinco años, sus canas, su cuerpo más que explorado por él, su mirada sin brillo, su apatía, su mal humor, lo llenaban de pena. ¿Cómo decirle que ya no la amaba como antes? ¿Cómo separase de ella sin hacerle daño? ¿Cómo explicarles a los hijos lo que estaba sucediendo? ¿Cómo enfrentar un divorcio y sus consecuencias con sus consabidos cambios de vida, de rutinas, de costumbres, de relaciones familiares?
Es normal que todo cambio en nuestras vidas nos llene de terror, pero un divorcio puede ser tan desastroso como la pérdida de un ser querido por muerte brusca o esperada. Sebastián estaba consciente que cualquier decisión que tomara traería sus lamentables consecuencias.
Le resultaba muy difícil concentrarse en su trabajo en la Academia. Ya apenas escribía. Nancy en más de una ocasión le había preguntado si estaba enfermo. Sus ojeras y su falta de apetito lo denunciaban. Se sentía culpable y a la vez incapaz de hablar claramente con alguna de las dos.
Sabía que había llegado la hora de las definiciones. Era hora de romper el desequilibrio, era el momento impostergable para el cambio. Por momentos continuaba con las ensoñaciones. Con la solución idílica de mantener las apariencias en su hogar, continuar al lado de su esposa y sus hijos y a la vez mantener o hasta incrementar sus encuentros con Nancy. Poseerla, amarla, hacerla feliz… Pero ¿cómo podría la muchacha ser feliz si la sociedad la condenaría por ser la amante, concubina de un hombre casado? Se sentía egoísta,  culpable y en deuda con las dos mujeres. 
Nancy lo observaba. Se imaginaba la gran tragedia interna que estaba sufriendo pero no se atrevía hablarle directamente  de ese tema. Trataba de distraerlo, de transmitirle confianza en sí mismo. Con mimos y atenciones le demostraba que confiaba en él y que no debía preocuparse por ella. Todo estaba bien entre ellos. Ella no le exigía nada, se conformaba con todo lo que él le podía dar en ese momento, le agradecía sus atenciones y el tiempo y actividades compartidas en su casa, en las tertulias, en la playa en las orillas del río. Le agradecía infinitamente sus atenciones y tiempo dedicado a Ángel Andrés. La palabra Estela y lo que ella representaba entre ellos era un tabú que Nancy no pensaba romper en ningún momento. Su amor por Sebastián estaba por encima de todo, incluso de ella misma.
El tiempo seguía corriendo, los anónimos fueron desapareciendo paulatinamente. No se había producido el gran escándalo. La gente se ocupaba de otros chismes de barrios, o se habían acostumbrado al triángulo. Parecía que la calma había regresado. Estelita ya no lloraba tanto escondida por los rincones. Ahora tenía un novio que la hacía olvidarse de sus padres y sus problemas.
Un anoche, justo a las 3:30  de la madrugada, sonó el teléfono. Comenzó un nuevo infierno. Las llamadas anónimas se  multiplicaban a cualquier hora del día o de la noche. Siempre era la misma voz y la misma pregunta acompañada de la misma risa sarcástica, irónica, insultante:
_ ¿Está su marido en  su casa o está con su amante? ¿Le revisó los calzoncillos? ¡Cuídese, señora, que las enfermedades venéreas matan…. Jajajajajajajaja. 

Cuando Sebastián estaba en su casa desconectaba el equipo. Si Estela lo mantenía conectado en su ausencia era su problema. Él no estaba dispuesto a escuchar aquella maldita grabación que lo sacaba de sus casillas. No le contó a Nancy lo que estaba sucediendo. Tampoco le había dicho lo de las cartas anónimas. Ese era su problema y no el de ella. No le gustaba el rumbo que habían tomado las cosas pero se había acostumbrado a postergar la gran decisión de su vida.
Las llamadas telefónicas se habían convertido en una obsesión para él. No quería escucharla de nuevo hasta que no descifrara en su cerebro el tono de aquella voz y de aquella risa que le parecían conocidas. ¿Quién se había prestado para semejante bajeza?
¿Nancy? ¿Alguna amiga o compañera de ella? ¿Alguien de la Academia? ¿La esposa de Demetrio?. Esa voz le era conocida, esa risa era inimitable ¿pero de quien se trataba? ¿su hermana, amiga entrañable de Estela? ….
Pasaban los días y él seguía observando con atención las voces y risas de todas las mujeres que de una forma u otra se encontraban cerca de él.
Un día, inesperadamente lo descubrió todo. Había llegado sin avisar. Por un olvido involuntario no le había comunicado su salida urgente para La Habana por cuestiones de trabajo. Estaría ausente por varios días. Partía en el último vuelo de esa noche y aún debía preparar el equipaje.
Cuando se acercó  a la puerta de entrada se detuvo, escuchó la misma risa una y otra vez, las mismas preguntas: “ ¿Está su marido en su casa o en casa de su amante?...” Alguien manipulaba la grabadora. La cinta corría una y otra vez repitiendo lo mismo…
La ira lo llevó a empujar la puerta, la derrumbó con fuerzas rompiendo la cerradura y el marco que la sostenía…
Demetrio en calzoncillo, sentado en el sof'á,  jugaba con la grabadora. Estela, sonriente,  semi desnuda,cubierta solamente por una bata de dormir totalmente transparente, salía de la cocina con una tacita de café en cada mano.
Esperanza E Serrano.
Nueva Gerona, Isla de la Juventud,
abril 1993

 Imágenes de la Isla




Este relato lo publiqué por primera vez en este blog con el titulo: Olvido involuntario.

sábado, 21 de junio de 2014