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miércoles, 9 de abril de 2014

Venezuela en pie de lucha:"La militarización no nos va a sacar de la calle"

En Táchira ingeniaron otras formas de protesta | Foto Cortesía
En Táchira ingeniaron otras formas de protesta | Foto Cortesía
Los tachirenses organizan asambleas y clases magistrales para discutir la situación política del país. Cuando manifiestan, no trancan las calles

Doce carros accidentados al mismo tiempo en el Obelisco de San Cristóbal. Los conductores se bajan sonrientes a abrir el capó para chequear los motores. Todos "recalentados", pero de ninguno sale humo. En el lugar, decenas de personas que protestan contra el gobierno de Nicolás Maduro se distribuyen entre cada carro para echarles aire con pancartas y banderas de Venezuela. Luego de 10 minutos los conductores encienden de nuevo los vehículos y se retiran. Los que vienen detrás también se accidentan.
La historia se repite por más de seis horas. Funcionarios de la GNB y de la PNB observan desde la distancia. La calle no está trancada y los guardias, aunque tienen sus equipos antimotines, no tienen justificación para usarlos.
Mientras Táchira espera para iniciar la fase dos de su protesta, no cruza los brazos. La represión de la GNB para remover las barricadas y los allanamientos a unas mil residencias no intimidan a quienes quieren un cambio de gobierno.
“El hecho de que estemos militarizados no nos va a sacar de las calles. Por eso ingeniamos otras formas de protesta. Yo estoy aquí y mi hijo se fue a Caracas cuando llegaron los guardias a protestar en la ONU. Allá duerme en una carpa”, explicó Gerardo Carrero. Su hijo está frente al Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo, en el que decenas de jóvenes se mantendrán hasta que una comisión de la organización visite Venezuela.
Cada día en Táchira hay varias protestas pacíficas desde que llegaron los militares. Hay expresiones solitarias: un hombre mayor que caminaba hacia una panadería y pasó junto a un grupo de militares que custodia Pueblo Nuevo les exigió a gritos que se vayan a combatir el contrabando, en lugar de “joder y reprimir a los inocentes". Cada noche las mujeres tocan sus cacerolas al lado de los uniformados.
No es casual. De acuerdo con el Foro Penal Venezolano, solo en Táchira hay más de 22 denuncias de tortura y alrededor de 150 casos que, por temor, no han sido oficializados.
La información la dio el director de la organización, Alfredo Romero, precisamente en una de las actividades que han ideado los ciudadanos para mantenerse en las calles: asambleas ciudadanas.
“En Táchira todavía hay 22 personas privadas de libertad y es el tercer estado con más detenciones y más casos de torturas y tratos crueles”, agrega Romero.
El ágora
La idea de las clases magistrales fue del grupo de jóvenes Juntos por Venezuela, que surgió en Táchira para impulsar actividades pacíficas. En las actividades, profesores universitarios se pasean por conceptos de Giovanni Sartori o Norberto Bobbio para explicar la crisis política que vive el país.
Las han organizado en varias plazas del estado. Si hablan sobre el derecho constitucional, se apoyan en casos como la detención del alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos.
“Somos una plataforma no partidista para impulsar espacios de diálogo y fortalecer la democracia y el respeto a los derechos humanos. Queremos articular a la sociedad que se cerró al diálogo, de lado y lado, recuperar el ágora. Lo que queremos es que la gente entienda que se puede protestar con un sentido más sólido”, expresó Elsa Albertini, integrante de la organización.
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La pantomima del diálogo

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El gobierno quiere dialogar con la oposición arrodillada y lo ha conseguido  con esa parte de la dirigencia que no representa ni a los estudiantes ni a los ciudadanos, que están en la calle desde el 12 de febrero y han arriesgado su vida, su integridad y su libertad  al exigir una salida al terrorismo de Estado desatado por un gobierno sin escrúpulos, que nos ha mostrado su cara más sanguinaria a través de la actuación de la Guardia Nacional Bolivariana, infiltrada por  malandros entrenados por esbirros cubanos y por las bandas paramilitares llamadas “colectivos”, expertas en rematar el trabajo sucio con el asesinato, la tortura, perpetrando fríamente actos degradantes y brutales,  que han sido registrados en videos e instantáneas como prueba irrefutable de sus inadmisibles aberraciones contrarias a la civilidad. Las torturas también son asesinatos porque producen dolorosísimas heridas que a veces no alcanzan a curarse. Los linchamientos a manos de los “colectivos” en la Universidad Central de Venezuela, de estudiantes que son salvajemente agredidos y denudados también son asesinatos porque mata la propia estimación, arrebata el orgullo que es un delicado bien del ser humano y lo hace añicos.
Esos actos de humillar al prójimo, de quebrarle el espinazo de su dignidad son crímenes repugnantes. Y, sin embargo, un apreciable número de personas consideran positivo e incluso heroico un comportamiento claramente perverso como la de esos “colectivos” armados dentro de un recinto universitario, respaldados y acompañados por un ex dirigente estudiantil, Kevin Ávila, afecto y protegido por el oficialismo.

Violencia selectiva
Se han empeñado en mantener la violencia en niveles muy altos para distraer a los ciudadanos de los aumentos generalizados por las devaluaciones y el desabastecimiento. El ministro del Interior, Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torres –que debería estar inhabilitado para el cargo, por su cobarde participación en el intento de golpe de Estado en 1992, cuando atacó La Casona con una indefensa primera dama dentro de la residencia presidencial y dejó un reguero de hombres muertos– es el responsable de la coordinación de todas las atrocidades que hemos estado presenciado con absoluta perplejidad. Ahora el mayor general nos anuncia una nueva etapa de violencia selectiva, y lo reafirma el mismo día que aparecen asesinados en el Ávila dos hombres aficionados al ciclismo de montaña, Gustavo Giménez y Luis Daniel Gómez, vinculados estrechamente al líder de Voluntad Popular, Leopoldo López y a grupos económicos; ese mismo día también ocurre el secuestro de una periodista de Globovisión.
El libreto es previsible, responsabilizarán a grupos radicales de la oposición como lo anunció el ministro del prontuario delictivo andante: “La derecha venezolana, ante el fracaso de las primeras fases de acciones insurreccionales, intentará activar una nueva etapa de violencia selectiva”.

El sucio diálogo
Flaco favor hacen los que  han corrido a negociar con los cancilleres de Unasur en un diálogo tramposo, que persigue apuntalar a un gobierno prácticamente caído y tomarse una foto con un presidente que perdió toda legitimidad; al estrechar su mano serán rociados por el perfume absoluto de la sangre de los que murieron, han sido heridos o torturados. Porque es tomarse una foto con el odio, el totalitarismo, la represión y la persecución política. Hay actividades tan repugnantes que envilecen a los que las practican. María Corina, Leopoldo López, el alcalde Antonio Ledezma y los dirigentes del movimiento estudiantil están libres de toda sospecha. ¡Viva la resistencia!
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Revolución electiva, purificadora de la violencia

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El catedrático venezolano Allan Brewer Carías, uno de nuestros más prestigiosos cultores del Derecho público, con su exilio y apartando mezquindades que se cuecen desde antaño en los predios de la medianería, es, no lo dudo, el símbolo del mismo exilio que se le impuso en Venezuela al Estado de Derecho desde cuando la revolución chavista -mascarón de proa cubano- secuestra a la república, en 1999.
Lo cito a propósito de una referencia suya, reveladora y lapidaria en cuanto a la descripción de esa lastimosa realidad que a todos nos preocupa: la crisis institucional y de violencia que ha provocado el régimen de Nicolás Maduro, hecha la primera en la ciudad de Nueva York donde reside desde su ostracismo. Y es que la Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, a bocajarro nos sorprende con otra de sus "maduradas": "Es imposible que con la presencia de todos los poderes públicos se cometa una ilegalidad" desde el Estado. Dado ello, Brewer subraya lo así dicho con un obiter dictum: “Tan simple como eso. O sea, que si el Estado totalitario –que es el que controla la totalidad de los poderes y la vida de los ciudadanos- viola los derechos humanos, si ello lo hace con la participación de todos los poderes públicos, así sea contrario a la Constitución, entonces ello es legal” para la susodicha.
El comentario vale y es oportuno, pues desde el exterior, quienes nos observan de buena fe -no incluyo a la Unasur o la Alba y menos a sus plumíferos- creen, aun así, que en Venezuela hay democracia pues se realizan elecciones; que al caso también las hay en La Habana como las hubo durante el nacional socialismo en la Alemania del Führer.
No pocos dudan, por lo mismo, incluso ocurridas las violaciones generalizadas y sistemáticas de derechos humanos que hoy se muestran en su más cruenta y ominosa faceta y son la obra de una evidente política represora de Estado concertada entre los varios poderes venezolanos, sobre si las actuaciones desplegadas desde la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia merecen respeto por venir de donde vienen y para contener la conmoción e ingobernabilidad reinante y asimismo deslindar responsabilidades, que, según ésta, pesan sobre los líderes de la oposición democrática.
Lo cierto y lo que atina a captar la opinión hemisférica -la de buena fe, reitero, y no los gobiernos- es que se ha establecido aquí, por la vía electoral, un modelo de Estado orientado al control totalitario del poder; donde los mismos titulares de las ramas del poder estatal han prosternado, por considerarlo inaceptable para su "cosmovisión", el principio de separación e independencia, mejor aún, del "check and balance" cuya falta ha sido puesta de manifiesto, como grave atentado contra la democracia, por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
No se trata, cabe advertirlo, de la común filtración que ha lugar en otros países con democracias estables, de distintos militantes de un partido gobernante hacia otras reparticiones del Estado, abusando incluso de una mayoría circunstancial. Antes bien, ha lugar a la cooptación total de la totalidad de los hilos del poder en sus varias manifestaciones por parte del Gobierno de Maduro; para con ellos, coludidos, empujar la instauración de una visión totalitaria de la vida ciudadana negada al pluralismo y opresora de la disidencia.
Es un hecho notorio comunicacional el avance regional hacia la restauración del socialismo marxista fracasado del siglo XX, incompatible con los predicados de la democracia tal y como la conocemos en este lado del mundo. A la Constitución y las leyes, por ende, se las entiende como simples medios, reinterpretables y mutables a conveniencia, de acuerdo a las necesidades de dicho despropósito.
No por azar, la cabeza del TSJ y su Sala Constitucional, ayer Luisa Estella Morales y ahora Gladys Gutiérrez, abogado del fallecido comandante Hugo Chávez y militante de su partido, administra la justicia revolucionaria como si fuese un Poder Constituyente. Valida el uso popular de las armas para la defensa del proceso, criminaliza la contrarrevolución, revoca mandatos populares sin fórmula de juicio o actúa como única instancia, y a los contumaces los condena sustituyendo a la jurisdicción penal y al paso los recluye en prisiones militares.
En suma, dentro de la revolución, todo, incluso el desconocimiento de la Constitución; fuera de ella, nada. Pero tenemos elecciones, y eso le basta a los cancilleres quienes llegan a Caracas y no la padecen. Oyen atentos, eso sí, las recomendaciones que les aporta el exministro chavista Alí Rodríguez Araque, el célebre Comandante Fausto, albacea de los hermanos Castro y a la sazón Secretario de la Unasur. Esas tenemos.

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