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viernes, 27 de enero de 2012

La Habana se cae a pedazos: Otro derrumbe, otro muerto.Las ruinas no aguantan más

Foto: EFE Enrique de la Osa
Custodio no sobrevivió ante cuarenta minutos de espera.
El hombre hacía su ronda en le edificio cuando la parte posterior se le vino encima.
El hombre que falleció en el derrumbe de un edificio de La Habana Vieja en la tarde de este jueves, permaneció vivo atrapado entre los escombros durante casi 40 minutos antes de que los rescatistas llegaran pero fue demasiado tarde: falleció en el lugar del accidente, informó Augusto César San Martín, residente de La Habana.
Se trataba del custodio de la edificación del antiguo teatro Campoamor ubicado en la intersección de San Rafael y la calle Industria en La Habana Vieja. El hombre hacía su ronda cuando la parte posterior se desplomó y quedó atrapado.
Allí vivían tres familias, dos de las cuales fueron trasladadas a albergues.
En estos momentos, según San Martín, en la escena no hay ninguna autoridad ni se han colocado carteles alertando del peligro.
Cuenta que al frente de ese edificio hay otro en muy mal estado, que fue deshabitado hace varios años: “le quitaron las partes de posibles derrumbes, pero todavía está el esqueleto del edificio que también está en peligro de derrumbe, que es un poco más alto que el antiguo teatro Campoamor”.
Agrega que “el problema consiste en que edificios iguales que ese hay muchos en La Habana Vieja y en Centro Habana, o sea, que están nada más la parte de afuera esperando por la restauración o la demolición. Entonces hay familias que entran a esos lugares, más o menos a las zonas más seguras y las cogen para vivir por el déficit habitacional que hay en La  Habana. Sucede esto, hay derrumbe y hay gente, como le dicen: los ilegales”.

Tercer accidente en menos de nueve días.
Fuente: www.diariodecuba.com/
Murió una persona. Es el tercer accidente en menos de nueve días. Se trata del histórico Teatro Campoamor.
Un edificio de cuatro plantas se derrumbó este jueves en La Habana y al menos una persona murió, informaron fuentes independientes.
El lugar, la esquina de San José e Industria, frente al Capitolio, estaba ocupado antiguamente por el Teatro Campoamor.
La edificación se vino abajo al filo de las tres de la tarde. El fallecido, según informó a DIARIO DE CUBA el bloguero y periodista independiente William Cácer, tenía 49 años. Se desconocen otros datos sobre su identidad.
Hace unos cinco años el Campoamor sufrió un primer derrumbe, pero aún vivían algunas familias en su interior.
Este es el tercer derrumbe en el centro de La Habana en menos de nueve días. Esta semana cayó un edificio interior en la calle Neptuno, sin víctimas. El Gobierno no informó sobre este suceso.
El pasado día 18, cuatro personas murieron y cinco resultaron heridas, tras el derrumbe de un edificio en las calles Infanta y Salud.

Un lugar histórico:
Teatro Campoamor


El Teatro Campoamor, que fue propiedad de los empresarios Santos y Artigas, fue inaugurado el 20 de octubre de 1921.
Teatro Campoamor, La Habana. (JUANOPG.BLOGSPOT)
Rita Montaner tuvo allí una de sus primeras presentaciones en 1924. Fernando Ortiz y la Hispanocubana de Cultura organizaron en el lugar las veladas que llevaron al escenario, por primera vez, a los tambores batá (1936).
Entre otros acontecimientos, el poeta español Juan Ramón Jiménez presentó allí, en el Festival de Poesía organizado por la Hispanocubana de Cultura, a jóvenes poetas como José Lezama Lima, Gastón Baquero, Cintio Vitier y Fina García Marruz (1936).
El teatro fue clausurado en 1965. Luego se convirtió en almacén de escenografía, taller de iluminación y parqueo de bicicletas.
Según aparece en el documental alemán Habana: Arte nuevo de hacer ruinas (Raros Media, 2006), de Florian Borchmeyer y Matthias Hentschler, existía al menos un residente allí.
Actualizando este post
El 31 de enero del 2012 ocurrió otro derrumbe:

LA HABANA, Cuba, 31 de enero (Augusto Cesar San Martin, www.cubanet.org ) – Alrededor de las 10 de la mañana de hoy colapsó parte del edificio de apartamentos situado en Zanja 668 e/ Aramburu y Soledad, en Centro Habana. Hasta el momento no se han reportado víctimas.

El inmueble, un gran edificio construido posiblemente en el siglo XIX o principios del XX y subdividido en aproximadamente cien apartamentos, fue declarado inhabitable desde hace ya tiempo, pero al igual que ocurre con muchos edificios habaneros, continua habitado debido a la gran escasez de viviendas que enfrenta el país y en particular La Habana. Lo que colapsó hoy fue una habitación, creando el pánico entre los vecinos, especialmente los de esa ala del edificio, que salieron a la calle, muchos de ellos con sus muebles y pertenencias. Este reportero escuchó a algunos vecinos protestando indignados y diciendo que permanecerían en la calle con sus pertenencias hasta que se las autoridades diesen solución a su situación.

Inmediatamente llegaron al lugar agentes de la policía y del Ministerio del Interior y rodearon el area, mientras observaban la reacción de los damnificados. También se presentaron los bomberos, que realizaron el trabajo de limpieza de escombros y se retiraron. Este reportero fue detenido brevemente por un agente de la Seguridad del Estado, al verlo tomar fotografias del lugar.

Con este son cuatro los derrumbes parciales o totales de edificios habitados ocurridos durante el mes de enero en la ciudad; cifra que resulta sorprendente para esta época del año, sin lluvias ni vientos. El saldo total ha sido de cinco víctimas mortales. En todos los casos los derrumbes se han producido por la falta de mantenimiento de los inmuebles durante décadas, no por accidentes puntuales.

Durante la década de los 60, mediante la llamada Ley de Reforma Urbana, el gobierno comunista expropió todos los edificios de apartamentos a sus legítimos dueños y desde esa época la gran mayoría de estos inmuebles no recibe el mantenimiento requerido, especialmente los más antiguos, que conforman gran parte de las áreas más viejas de la ciudad, como Centro Habana.

jueves, 26 de enero de 2012

"¡Eva grita desesperada!" / "La semilla se niega a ser polvo"

¡Eva grita desesperada!
Noche cerrada a todo  intento;
busca en la oscuridad,
y no hay caminos...

Los alcatraces se comieron todo el pan,
las olas abandonaron las playas,
los barcos chocan con los arrecifes...
La luna se ha quedado dormida.

Eva sin pan, sin luz, sin agua,
sin fuerzas,
grita desesperada.
Eva es un grito tierra adentro,
y Adán no la escucha.

Eva quiere ser costilla otra vez,
su voz desgarrada es una señal,
un letrero lumínico,
cambiando de colores por segundos.

Eva grita, y grita...
Y grita, angustiada,
desconsolada...

Su voz es un  latido agonizante...
Nadie acude ayudarla,
mientras,
¡Caín destruye el Paraíso!

Esperanza E Serrano.
La semilla se niega a ser  polvo...

Siento pena
por esa ausencia abrazada a los muros,
escondida en laberintos oscuros,
caprichosos, impredecibles…

Pena profunda,
 pena que cala mis huesos,
me hiere y me grita el dolor
de la ausencia de valores
y de la solidaridad
quese quiebra a cada instante,
retorciéndose en vano,
aniquilándose
sin extender la mano.

Hoy, tal vez…
_ Quizás otra vez-
esté escribiendo absurdos
con mi silueta marcada
en los espejos desposeídos,
huérfanos de imágenes reales.

Cristal desierto de madrugadas,
de campanarios de luto doblando
en cada esquina del puerto
donde habitan las momias.

Estoy  lejos y a la vez tan cerca
que siento a los curiosos
preguntando quién es esa sombra
atrevida que vaga por mi casa,
registrando mis cuadernos de notas,
consumiendo mis horas,
vistiendo mi ropa sin permiso,
gastando mis zapatos
a cada paso, sin importarle
el sacrificio que me costó comprarlos.

A los curiosos impertinentes,
les aviso que las cortinas
permanecen abiertas,
en espera de ese mar que a veces
se asoma a mi ventana
anunciando la brisa nueva
de lo eterno que habita en cada instante.

A los curiosos les recuerdo
que la luna está de fiesta.
con  nuevos amantes,
que no le escriben versos,
porque duermen en su seno,
atraídos por el aroma del desierto
gravitando en el universo.

Los corderos
viven en el silencio,
callan,
y otra vez, se pierden en la nada,
vagando sin rumbo
sin  hacer realidad
un pedazo de  sueño.
A solas lloro por la flor,
por la semilla hecha polvo...
Polvo que el viento,
sin querer,
 trae a mis manos.

Polvo, semilla y flor,
de ausencia  absorbida
por la complicidad
de las causas pendientes.

Flor insertada en mis sueños
como un anhelo,
como una esperanza,
como la vida misma…
Esperanza E. Serrano

martes, 24 de enero de 2012

Historia de cómo Fidel Castro y su élite moncadista convirtieron a Cuba en una isla de rehenes y esclavos

foto: Archivo de la Biblioteca de Miami. Tomada en 1965, a los cubanos acabados de llegar de Camarioca. International Rescue Committee waiting area at the Cuban Refugee Center, ca. 1965

La isla del nunca jamás
Rehenes y apátridas. De cómo  Fidel Castro ( con  su régimen comunista-totalitarista) acabó con el derecho del pueblo cubano de entrar y salir del país.
Período de 1959-1980
Por: Manuel Zayas
El 9 de enero de 1959, el autoproclamado "gobierno provisional de la Revolución" se sacó de la manga una ley para controlar los movimientos de los ciudadanos cubanos al extranjero, una medida inconstitucional que fue el preámbulo de las que vendrían después y que regularían y eliminarían de tajo el derecho a la libre circulación.
Sancionada hace 53 años bajo el título de "Vigencia de pasaportes", la Ley No. 2 decía: "Es necesario a los propios efectos y principios de la Revolución, evitar que personas comprometidas con el régimen anterior, autores de delitos comunes traten de abandonar el territorio nacional con el fin de evadir la acción de la justicia, dictándose al efecto las medidas oportunas para evitar que así suceda".
A los pocos días, aquella disposición fue enmedada por la Ley No. 18, y obligaba a lo siguiente: "Todo ciudadano cubano poseedor de Pasaporte válido expedido por el Ministerio de Estado, que se proponga trasladarse al extranjero, deberá obtener una autorización al efecto, que le será concedida por el señor Jefe de la Policía Nacional". [El énfasis en esta y otras frases es del autor del artículo.]
Bajo el pretexto de impedir la evasión de criminales del régimen de Fulgencio Batista, toda la población cubana pasó a ser sospechosa de colaboracionismo. Al jefe de la policía se le otorgó una autoridad desconocida hasta entonces, la de autorizar (o no) los viajes al extranjero. (Estaban exentos de esa autorización los portadores de pasaportes diplomáticos emitidos después del 6 de enero de 1959.)
A ojos vista, la medida era contraria a la Constitución de 1940 que, en su Artículo 30, consagraba como un derecho fundamental la libertad de circulación. "Toda persona podrá entrar y permanecer en el territorio nacional, salir de él, trasladarse de un lugar a otro y mudar de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte u otro requisito semejante, salvo lo que se disponga en las Leyes sobre inmigración y las atribuciones de la autoridad en caso de responsabilidad criminal".
Y continuaba ese artículo constitucional: "A nadie se obligará a mudar de domicilio o residencia sino por mandato de autoridad judicial y en los casos y con los requisitos que la Ley señale. Ningún cubano podrá ser expatriado ni se le prohibirá la entrada en el territorio de la República".
La Ley No. 2 fue aprobada por el Consejo de Ministros, con el presidente Manuel Urrutia a la cabeza. Sin cargo alguno en aquel primer gabinete gubernamental, pero con gran apoyo popular, Fidel Castro ejercía un poder a la sombra de aquellos ministros. Según un decreto de Urrutia, Castro ostentaba el título de Comandante en Jefe de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire.
Las promesas del gobierno provisional de celebrar elecciones y de reinstaurar el orden constitucional —quebrantado con el golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952— cayeron en saco roto. Disuelto el Congreso y el Senado, el Consejo de Ministros quedó como única instancia legislativa: el 7 de febrero de 1959 sancionó la Ley Fundamental, que derogó la anterior Carta Magna, inservible desde los primeros días de enero.
Entre las principales modificaciones: se instaura la pena de muerte con efectos retroactivos para criminales y cómplices del anterior régimen (antes estaba contemplada solo para delitos militares en tiempos de guerra y proscrita para delitos políticos), se aprueba la confiscación de bienes a esas personas y para los autores de "delitos contrarrevolucionarios" y con fines sociales . El habeas corpus, garantía jurídica de libertad del individuo frente a las detenciones arbitrarias, fue suspendido por 90 días.
Pese a todas las modificaciones, el Artículo 30 de la Constitución de 1940 fue mantenido intacto. La Ley Fundamental seguía reconociendo la libertad de circulación como un derecho del pueblo cubano aunque, en la práctica, el ejercicio de ese derecho estaba truncado por la decisión de una maquinaria policial, facultada ahora para autorizar los viajes al exterior.
Los conflictos dentro del propio gobierno llevaron a José Miró Cardona a presentar su dimisión como primer ministro. Desde el 17 de febrero lo sustituiría Fidel Castro. Pocos meses después, las tensiones seguían. Entonces Castro presenta su dimisión, argumentando que el presidente Urrutia demoraba la firma de las nuevas leyes revolucionarias.
Forzado a renunciar por las protestas populares de respaldo a Castro, el 17 de julio Urrutia dejó su puesto como presidente. Su cargo como representante del Estado lo ocuparía Osvaldo Dorticós. Fidel Castro seguiría al frente del gobierno.
Una ley trampa
Los usos que se le dió a la Ley No. 2 excedieron los mismos límites de esa disposición. Se trataba, en efecto, de una ley trampa. Paradójicamente, dos de los antiguos miembros del primer gabinete del gobierno provisional y votantes de aquella ley, también serían víctimas de su aplicación. Solo obtendrían garantías para abandonar el territorio cubano después de solicitar asilo en las embajadas latinoamericanas en La Habana.
Ese fue el caso del ex primer ministro Miró Cardona, quien el 5 de junio de 1960 se refugió en la embajada de Argentina, y también el del ex presidente Urrutia, que en abril de 1961 se asiló en la de Venezuela. Tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre Caracas y La Habana, Urrutia fue trasladado a la delegación diplomática de México, donde permaneció hasta 1963 a la espera de un salvoconducto que le permitiera salir del país.
El asilo político quedaba como único garante de la libertad de circulación. Con la nacionalización de la prensa en 1960, José Ignacio Rivero, dueño del conservador Diario de la Marina, debió refugiarse en la embajada de Perú. Temía que el "entierro simbólico" con el que se proclamó la muerte de su periódico se tradujera en una muerte real. La suya, claro está. Por su parte, Miguel Ángel Quevedo, propietario de la revista Bohemia, buscó refugio en la delegación venezolana.
En septiembre de 1960, los consulados cubanos recibieron una orden del Ministerio de Relaciones Exteriores. Se les instaba a contactar con los ciudadanos bajo su jurisdicción para que regresaran a la Isla. Quienes se nieguen, serán catalogados como  "contrarrevolucionarios".
Así le sucedió por aquella fecha al escritor Severo Sarduy, becado en París,  cuando comunica su intención de no regresar. Su hermana Mercedes Sarduy recuerda: "A partir de este momento es considerado un traidor contrarrevolucionario (adjetivos con los que 'acuñaban' a todo aquel que no viviera en Cuba o que no simpatizara con el sistema)".
El escritor viviría su propio limbo jurídico. En 1963, según su hermana, Severo Sarduy "tiene problemas con la renovación de su carta de residencia francesa y posteriormente, con la prórroga de su pasaporte cubano que quedó en un limbo, para siempre, entre las paredes del consulado cubano en Francia. Nunca se lo devolvieron".
Algo similar le ocurrió a la cantante Celia Cruz. Su pasaporte fue cancelado en octubre de 1960 por funcionarios del consulado cubano en México. Dos años después, las autoridades diplomáticas que debían representarla le negarán autorización para que pueda entrar a Cuba. Celia Cruz no podrá viajar a La Habana para asistir a los funerales de su madre.
En la mañana del 5 de agosto de 1961, los periódicos cubanos —ya bajo control del gobierno— anunciaron el cambio obligatorio de billetes, una medida que se había mantenido en el mayor secreto y que se haría efectiva en las siguientes 48 horas (6 y 7 de agosto). Debajo de los grandes titulares de la noticia, se podía leer : "Cerrado el país a la entrada del exterior durante esos dos días" (diario Hoy) y "Prohíben entrar al país durante esos dos días" (diario Revolución).
El Muro de Fidel Castro
En 1961, tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre Cuba y EE UU, y unos días antes del fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos, el Máximo Líder proclamó el carácter socialista de la revolución. Para entonces, Castro ya tenía militarizado el país entero. Controlaba la administración de la justicia y cada institución civil. Había acabado con los partidos políticos, y nacionalizado la enseñanza, la prensa, la banca y las grandes empresas. Era el administador supremo del terror revolucionario.
El 5 de septiembre de 1961, el dictador amenazó con algo insólito: anunció que se le retiraría la nacionalidad cubana a todos los profesionales de la salud, técnicos y profesores que abandonaran el país. Esa medida draconiana había sido puesta en práctica un año atrás, pero permanecía en secreto.
El éxodo creciente de profesionales significaba una sangría para el nuevo régimen. En su discurso de clausura del Congreso Nacional de Alfabetización, Castro dijo sobre los médicos: "El que en esas [estas] circunstancias abandone hoy a su enfermo, ese, ese es un miserable, a ese no le debemos dar chance nunca más de volver a este país; a esa gente hay que quitarle la ciudadanía, hay que quitarle la ciudadanía (APLAUSOS) porque esa gente algún día va a mendigar aquí, a las puertas de este país que la dejen regresar".
Y continuó: "Cuando esa gente se indigeste de yankismo y cuando esa gente esté cansada de desprecios y de malos tratos, (…) llegará el día en que vengan a tocar aquí todos esos técnicos, a las puertas de este país, ingenieros, arquitectos, médicos, profesores, vendrán a tocar a las puertas de este país, pidiendo que los dejen entrar, y ese es el momento en que nosotros tenemos que ser duros (APLAUSOS), y yo creo sinceramente, nosotros sugerimos, y somos partidarios, de que seamos duros con esa gente".
Graduado en derecho —y sin nada ni nadie que le pusiera freno—, Castro era libre para inventarse conceptos absurdos de nacionalidad. Y de ponerlos en práctica: "Es decir que a esa gente le digamos: 'No, cubano no es el que nació aquí, cubano es el que ama este país, cubano es el que lucha por este país, cubano es el que defiende este país'".
En otro momento de su discurso, el dictador volvió a retratarse : "¿Qué van a hacer?, ¿vivir en la casa que le corresponderá a un obrero?  ¡No! (El público corea:  '¡No!') ¿Disfrutar de las riquezas que han creado y crearán nuestros trabajadores? ¡No! (El público corea: '¡No!') Ellos no tendrán ese derecho, y ese será el castigo duro, el castigo implacable que recibirán por su traición".
Para el 28 de septiembre de 1961, el Máximo Líder se reservará sus instrucciones a la población de cómo actuar con los que se van del país, y llama a "la vigilancia en las casas", labor que deberá desempeñar cada miembro de los Comités de Defensa de la Revolución, diseminados en cada barrio.
Dijo Castro: "Los parásitos que se van a veces traen a un parientico o traen a un amiguito para la casa, y, ¡de eso nada! No señor. Hay que vigilar para cuando ya ustedes los vean vendiendo máquina, muebles, etcétera, y ya se sabe que se van, nosotros tengamos la planilla. Y esa casa —lo advertimos— será para una familia obrera. El que se mude para la casa de un parásito que se vaya, ¡que sepa que después tiene que dejar la casa! (Aplausos), el que se mude para la casa de un parásito, que esas casas son para los obreros".
Las listas negras
Al día siguiente, el 29 de septiembre de 1961, el Ministerio del Interior (MININT) dictó una disposición contraria al Artículo 30 de la Ley Fundamental. Mediante la Resolución No. 454, se implantaba el permiso de salida y los tiempos de estancia que los ciudadanos cubanos podían permanecer en el extranjero, quienes, de no regresar en los términos establecidos, serían considerados emigrantes definitivos y se procedería a confiscar todos sus bienes, sin derecho a indemnización.
Pese a las críticas a esa disposición del MININT, que no era un organismo facultado para ordenar la confiscación de propiedades, el gobierno promulgó un texto más restrictivo, la Ley No. 989 de 5 de diciembre de 1961 (vigente en la actualidad), que reglamenta "las medidas a tomar sobre los muebles o inmuebles, o de cualquier otra clase de valor, etc. a quienes abandonan con imperdonable desdén el territorio nacional".
La nueva norma estableció lo que sería el permiso de salida y el de entrada, y reguló la confiscación de bienes al emigrante definitivo, sin derecho a compensación. Aunque contraria al ordenamiento jurídico, esa ley había levantado un muro infraqueable. Todos los ciudadanos eran rehenes de un sistema totalitario. De golpe, los cubanos en terceros países comenzaron a ostentar una nacionalidad inefectiva, la del apátrida, sin derecho a residencia y tránsito en su propio país.
La huida de batistianos y de miembros de la mediana y alta burguesía, perjudicada por las nacionalizaciones, le había servido al gobierno cubano para politizar el tema migratorio y desprestigiar a la emigración cubana. La Operación Pedro Pan, que sacó del país a unos 14.000 niños, había sido utilizada por los gobiernos de Cuba y EE UU para desacreditarse mutuamente. Pero lo que no estaba dispuesto a seguir permitiendo el gobierno revolucionario era el constante éxodo, ahora de profesionales.
Después de las declaraciones públicas del dictador, el deseo de querer emigrar (o haberlo hecho) comenzó a ser vigilado como razón de Estado. Pedir un permiso de salida contemplaría la muerte civil para el solicitante, cuyo nombre comenzaría a figurar en una lista negra. Todos sus bienes pasaban a ser minuciosamente inventariados y decomisados cuando se autorizaba la salida, que podía ser demorada meses o incluso años.
En su libro Diario para Uchiram (Verbum, Madrid, 2008), la escritora cubana Julia Miranda relata la odisea que significaba querer emigrar y ofrece un retrato del momento en que llegan a inventariar su casa "cuatro de los más repulsivos personajillos creados especialmente para nosotros":
"Los intrusos abrieron sus plumas y sus libros y comenzaron a apuntar, dos de ellos en los cuartos principales, deteniéndose en medio de cada habitación para mirar con ojos devoradores cada objeto, cada detalle. (…) Entré directamente hasta la cocina donde mi madre contaba, ayudada por uno de aquellos hombres, cada platico, cada tacita, cada jarro, cada cuchara. Miré sus canas y pensé que no había derecho a obligarla a realizar aquella labor…"
Y sigue la enumeración:
"Comencé, pues, a contar y dar el número exacto de mis vestidos, faldas, blusas, ajustadores, bloomers, medias, etc. Finalmente, y después de haber terminado con todo lo de la niña, hicimos lo mismo con las sábanas, toallas, fundas, almohadas, zapatos, carteras, collares, relojes, sortijas, en fin, con todos aquellos objetos que no constituyen un mueble o aparato, pues estos ya los habían inventariado desde el principio".
Julia Miranda resume:
"Aquel día sufrimos, de modo casi irreparable, la violación de nuestro hogar y las más desagradables horas de nuestra existencia".
El Estado se consumó como institución soberana del pillaje. En un fragmento documental insertado al inicio de la película Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea, puede contemplarse cómo los funcionarios de emigración obligaban a los que abandonaban el país a dejar sortijas y relojes… Se suponía que esos pequeños objetos irían, también, al Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados.
Crisis migratoria y conflictos con EE UU
A pesar de la ruptura de relaciones diplomáticas, Cuba y EE UU seguían enlazados por vuelos comerciales. En respuesta a las nacionalizaciones de empresas norteamericanas en la Isla y hacia 1962, durante el mandato de John F. Kennedy, el embargo estadounidense contra Cuba llegó a ser casi total. En octubre de 1962, durante la Crisis de los Misiles, el gobierno norteamericano suspendió los vuelos regulares entre las dos naciones.  Ya para entonces, habían salido de la Isla más de 270.000 personas.
Molesto por la cantidad de cubanos que abandonaban el país irregularmente —lo que figuraba (y figura) como un delito penado con varios años de cárcel—, el Máximo Líder acusó a EE UU de promover la emigración ilegal.
En su alocución del 28 de septiembre de 1965, Castro dijo que la emigración ilegal era utilizada para hacer "una incesante propaganda contra la Revolución, para contar cosas terribles, tenebrosas. A ellos no les ha importado que más de uno se haya ahogado. ¡Eso les importa un bledo a los imperialistas, si les sirve para hacer propaganda!".
"Podríamos habilitar (…) el puerto de Camarioca, en Matanzas, que es uno de los puntos más próximos, para que todo el que tenga algún pariente le damos permiso para venir en el barco, sea quien sea, con todas las garantías, avisando con tiempo por correspondencia. Y si no puede, que se dirija entonces, la correspondencia la pueden dirigir al Ministerio del Interior, sí, para que tenga todas las garantías; y si quieren, 48 horas de permanencia en el puertecito, para que una vez allí les avisen a los familiares que los vienen a buscar y se los lleven por un medio seguro", aseguró.
La provocación de una emigración masiva sería la táctica del dictador para forzar a EE UU a la negociación migratoria, estrategia que emplearía también con sobrado éxito durante el éxodo del Mariel (1980) y la Crisis de los Balseros (1994).
El puente marítimo Camarioca-Florida comenzó el 3 de octubre y terminó el 15 de noviembre de 1965, cuando los dos países acordaron poner fin a la emigración ilegal y establecer lo que se conoció como los Vuelos de la Libertad (1965-1973).
En las negociaciones migratorias entre Washington y La Habana salió a relucir una cifra: en Cuba existían más de 70.000 presos políticos. La dictadura se proponía dejarlos libres y permitirles la salida. A cambio, EE UU debía lograr la liberación inmediata de todos los cubanos presos por actividades subversivas en distintas naciones latinoamericanas y asegurar su traslado al país comunista. El gobierno norteamericano declaró que no podía negociar a nombre de otros estados.
A un año del comienzo de los Vuelos de la Libertad, el Congreso de EE UU aprobó el 2 de noviembre de 1966 la Ley Pública 89-732, The Cuban Adjustment Act, también conocida  como Ley de Ajuste Cubano, que permitiría a los refugiados cubanos ajustar el estatus migratorio al de residentes permanentes.
Campos de concentración y Campamentos de Apátridas
Como el Ministerio del Interior tenía noticias de qué cubano era desafecto o un apestado, se implantó el trabajo obligatorio como forma de reeducación. "El trabajo los hará hombres", era el cartel que aparecía a la entrada de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), los campos de concentración que el gobierno castrista creó el 19 de noviembre de 1965, a los pocos días de cerrarse el puerto de Camarioca.
En los tres años que duró aquel experimento, por allí pasaron unos 25.000 hombres, básicamente jóvenes en edad militar, entre los cuales había religiosos, homosexuales y hippies, los nuevos apestados del sistema totalitario. "Las alambradas, las torres de vigilancia, y los barracones son análogos a los que popularizaron Lenin, Stalin y Hitler". Son palabras del sacerdote católico Carlos Manuel de Céspedes.
Paralalemente a la creación de las UMAP, se establecieron campos de trabajo forzado en la agricultura, en régimen paramilitar, a los cuales serían enviadas las personas que manifestaban su deseo de emigrar. El trabajo agrícola era condición para otorgar el permiso de salida, y muchos de los que intentaron evadir esos trabajos eran condenados a prisión.
En 1968, en plena Ofensiva Revolucionaria, el gobierno bautizó los campos de trabajo forzado con un nuevo nombre. Los llamó Campamentos de Apátridas y los mantendría en vigor hasta mediados de los 70. Decenas de miles de cubanos pasaron por esa suerte de gulag castrista, básicamente hombres que sobrepasaban la edad del servicio militar obligatorio. A los varones entre 15 y 26 años no se les permitía emigrar. Por lo general, las mujeres sin hijos menores de 7 años eran enviadas a granjas avícolas en un régimen menos severo.
El departamento de orden público de esos campos llevaba un estricto control de cada ciudadano, y vigilaba con especial interés "los casos de homosexualidad".
En Diario para Uchiram, Julia Miranda reproduce íntegramente el Reglamento para Campamentos de Apátridas .
 Cito aquí fragmentos:
"La organización de los albergues será semi-militar. Los elementos se formarán por escuadras, pelotones y compañías. (…) [El jefe de brigada] llevará  (…) una libreta de orden alfabético donde consten los siguientes datos: nombre y apellidos, dirección exacta, oficio, edad, si padece alguna enfermedad, y al reverso le señalará los pases otorgados, y las cortes disciplinarias a las que fue sometido [cada miembro de la brigada]. (…) Los miembros de la brigada (albergue) están obligados a desempeñar las labores a ellos encomendadas, rendimiento al máximo de productividad y calidad".
En repetidas ocasiones, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dirigió comunicados al gobierno cubano solicitando el cese de las actividades represivas contra los que se planteaban emigrar.
El régimen de La Habana siempre respondió con el silencio, y continuó despidiendo de sus puestos de trabajo a los solicitantes de permisos de salida y enviándolos a desempeñar labores agrícolas obligatorias, con excepción de los médicos, que permanecerían en constantes guardias localizables y sin derecho reconocido al descanso.
Muchos médicos pendientes de su "liberación" vivieron en esa pesadilla durante una década. Personas de otras profesiones, incluidos los funcionarios, también afrontarían serias limitaciones para emigrar.
Los apátridas
La palabra "apátrida" ha quedado como una de las formas de insulto que peor utiza la dictadura cubana para referirse a todos los nacionales identificados como contrarios a la revolución. Según la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas de la ONU, ese término designa "a toda persona que no sea considerada como nacional suyo por ningún Estado, conforme a su legislación".
Antes de amenazar con retirar la nacionalidad, el gobierno cubano puso en ejecución —como medida de represión política— la cancelación y retirada de pasaportes a residentes en el extranjero. Si bien esos actos no dan constancia per se de que se haya producido una pérdida legal de nacionalidad, el solo hecho de no poder contar con documentación del país del que un ciudadano es originario, colocaba a la persona en un estado de indefensión jurídica, cercana a la apatridía.
El gobierno cubano nunca ha revelado cifras de a cuántos ciudadanos les retiró efectivamente la nacionalidad, abandonándolos como apátridas. Lo que sí hay constancia es del cuño de "salida definitiva" estampado en los pasaportes de los nuevos apestados. Y también de que existieron Campamentos de Apátridas para ciudadanos cubanos dentro de su propio país.
En los años 70, la CIDH se interesó por la suerte de varias personas con doble nacionalidad por nacimiento, la cubana y la estadounidense, a los que se les impedía salir del país. Después de varios años retenidos, el régimen los obligó a renunciar a la nacionalidad cubana, como requisito para autorizarles la salida.
La CIDH emitió una resolución en la que denunció el asunto como un "caso grave y reiterado de violación de los derechos de justicia y de protección contra la detención arbitraria, consagrados en los Artículos VIII y XXV de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre".
Con la Constitución Socialista de 1976, el régimen se consagró a sí mismo en el poder, y estableció la discriminación como política de Estado, intentado dar viso legal a todas las arbitrariedades ejercitadas desde los tempranos días de enero del 59. El derecho de cada cubano a entrar y salir libremente de su país, se esfumó, como por arte de magia, también de la nueva Ley de leyes.
Dispuesto a superarse siempre, el gobierno de Fidel Castro quedaba facultado para inaugurar los actos de repudio televisados y la deportación de ciudadanos. Así hizo durante el  éxodo del Mariel. Desde entonces, nunca les han faltado personas indefensas a las que golpear. Ni otras a las que deportar.
Tomado de:
http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/8952-la-isla-del-nunca-jamas
Fotos sobre el éxodo de cubanos en 1965 por Camarioca
http://www.flickr.com/photos/dukeunivlibraries/3768223845/

sábado, 21 de enero de 2012

La cruel receta del escarmiento

La cruel receta del escarmiento
por: Antonio
La nota informativa del periódico Granma deja entrever la razón por la que dejaron morir a Wilman Villar Mendoza. El poder en Cuba, encarnado en Fidel y Raúl Castro, ha aplicado una vez más su vieja fórmula: el escarmiento.
Sobre Cuba continúa, colgando amenazante, el puño del mismo grupo que tomó el poder en el lejano año de 1959. Desde entonces las conductas y maneras de someter al contrario conservan el mismo patrón. El desprecio total por la vida del adversario y el escarmiento como forma aleccionadora para ejercer el control social.
Cuántos fusilamientos y encarcelamientos ocurrieron de sólo un plumazo, “avalados” por tribunales de urgencia cuando la sentencia ya estaba previamente dictada. Los gritos de paredón siguen retumbando en Cuba.
Aún resuenan las ofensas de Fidel Castro que llevaron al suicidio al comandante Félix Pena , la crudeza sin límites en la muerte de Pedro Luis Boitel, el trato humillante a cientos de presos políticos, el terrible hundimiento del remolcador 13 de marzo, la pulverización en el aire de dos avionetas desarmadas, el fusilamiento apresurado sin derecho a habeas corpus de tres jóvenes negros, el encarcelamiento de 75 personas con delirantes condenas por pensar y opinar diferente , las golpizas al prisionero político Orlando Zapata y su posterior muerte en huelga de hambre , los gritos de preparen apunten fuego lanzados desde el último acto de repudio frente a la casa de Laura Pollán, días antes de su inesperado fallecimiento.
Ni siquiera la gastada y absurda justificación de delitos comunes, exonera al gobierno de su responsabilidad con la vida del prisionero. Como tantas otras veces, ahora, en el Granma, ni una palabra de respeto por esa vida, ni la más mínima muestra de condolencia. La falta de compasión como constante y el desprecio total por la vida humana del que discrepa, del que disiente.
Es inadmisible la muerte de un ciudadano cubano más, es inadmisible tanto desprecio e indolencia .De permanecer indiferentes e impasibles, otras muertes vendrán, el poder en Cuba ha dado sobradas muestras de ser insaciable.
Fidel Castro y Raúl Castro, dejen de jugar a ser Dios, la justicia humana existe. Tras medio siglo de ineptitud nos legan un país en ruinas con un panteón inmenso. Muestren algo de dignidad. No hay forma de detener el futuro. Es sólo cuestión de tiempo y ése está de nuestro lado.

http://www.estadodesats.com/2012/01/la-cruel-receta-del-escarmiento.html?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=la-cruel-receta-del-escarmiento

viernes, 20 de enero de 2012

El mensaje ha sido reiterado: preso cubano en huelga de hambre, es hombre muerto.

Wilman Villar, asesinado por la tiranía castrocomunista el jueves 19 de  enero, 2012.
Una vez más ha quedado demostrado que los cancerberos de la tiranía castrocomunistas no tienen piedad con los reclusos. El mensaje ha sido reiterado: preso en huelga de hambre, es hombre muerto.
Desde la muerte de Orlando Zapata Tamayo me pregunto ¿por qué hacer una huelga de hambre si los esbirros guardianes de las ergástulas de la tiranía están diseñados y amaestrados como máquinas para matar a los opositores y enemigos del clan Castro, de su élite moncadista y de todo su nefasto régimen comunista?
La vida es el más preciado tesoro que poseemos los mortales. Hay que cuidarla y batallar por ella hasta el final. No hay razones para regalarla fácilmente a nuestros enemigos Si estamos dispuesto a perderla, creo que sería más justo dar guerra primero. La lucha pacífica contra un régimen despótico, totalitario, criminal, mafioso comunista, no conduce a nada bueno, es inmolarse frente a molinos de vientos, es ofrecerse a perecer devorado por las llamas de un infierno devastador.
Ojalá la muerte de Wilman Villar sea la ultima ocasionada por una huelga de hambre en protesta pacifica contra los abusos, desmanes, vejaciones y violaciones de los derechos humanos en Cuba. Prefiero mil veces publicar en este blog la  rebelión de presos en una cárcel cubana, o en toda la isla, antes que tener que confesar el terrible dolor y la terrible angustia que siento cuando publico la muerte de un opositor pacífico declarado en huelga de hambre en una celda, o en cualquier otro lugar de Cuba.

La iglesia católica callará de nuevo ante este crimen. La tiranía inventará sus escuálidas respuestas para justificar el crimen, el mundo callará y la lista de muertos continuará engrosando el largo calvario del pueblo cubano.
Dolor y más dolor y yo me pregunto ¿Hasta cuando continuaremos en el rol de victimas?
 Es hora de responder golpe por golpe. Esos perros que dejaron morir a Wilman  Villar deberían pagar con sus vidas el crimen cometido. La  mafia castrocomunista no puede seguir cometiendo crímenes  impunemente. No basta con denunciar los crimenes y los atropellos cometidos por el régimen. Hay que hacer algo para acabar con ellos de una vez y por todas.
Esperanza E Serrano

Wilman Villar Mendoza:asesinado por la mafia castrocomunista de Cuba.


LA HABANA, Cuba, enero, http://www.cubanet.org/ -Este jueves circuló entre los disidentes cubanos un nuevo mensaje ominoso: “Acaba de fallecer Wilman Villar Mendoza”. Tras la breve frase se esconde la terrible realidad de otro compatriota más muerto como consecuencia directa de los atropellos y la prepotencia mantenida a ultranza por las autoridades castristas.
Los antecedentes del caso son conocidos: Por expresar de manera pacífica su inconformidad con las políticas del régimen, Wilman fue detenido y apaleado en la villa santiaguera de Contramaestre junto con otros hermanos de ideales, pertenecientes —como él— a la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) que encabeza el miembro del Grupo de los 75 José Daniel Ferrer, excarcelado hace unos meses.
Villar Mendoza fue sometido a un proceso festinado y tramposo, a puertas cerradas y sin garantías de clase alguna. Atentado, desacato y resistencia fueron los tipos penales esgrimidos en su contra. A resultas de la farsa judicial le impusieron una pena de cuatro años de prisión, y de inmediato fue trasladado a la cárcel de Aguadores, en la capital oriental.
En protesta por el atropello, el joven opositor de apenas 31 años se negó a vestir el uniforme de preso común y se declaró en huelga de hambre el pasado 25 de noviembre. Las autoridades penitenciarias le aplicaron una receta bien conocida en esos casos: el encierro en celda de castigo, sin tratamiento médico, ropa ni agua, según explicó el disidente Jorge Cervantes, también miembro de UNPACU.
La permanencia de Wilman en esas condiciones terribles durante semanas tuvo el único desenlace que cabía esperar: con sus defensas por el suelo, tirado en el piso sin ropas en medio de los fríos nocturnos de esta temporada invernal, su cuerpo debilitado por el prolongado ayuno cayó víctima de la neumonía.
Ni siquiera así terminó el calvario del valiente luchador oriental. Sus carceleros, insensibles, lo mantuvieron en las mismas condiciones, hasta que, ya inconsciente, comenzó a vomitar sangre. Sólo entonces lo condujeron a un centro asistencial, pero ya era tarde. Los facultativos que lo recibieron en el Hospital Juan Bruno Zayas de Santiago de Cuba, reflejaron la situación del paciente con una frase lapidaria: “Si se salva, será un milagro”.
Resulta imposible no encontrar las similitudes con el caso del también mártir Orlando Zapata Tamayo. Uno y otro apelaron al recurso supremo de la huelga de hambre en protesta por los atropellos sufridos; ambos quedaron abandonados en sendas celdas de castigo; los dos fueron privados de ropas, agua y asistencia médica adecuada. Tanto a Wilman como a Orlando los llevaron a un hospital cuando la muerte era ya inevitable.
En el caso de Villar Mendoza, sus familiares sí pudieron permanecer junto a él en el centro asistencial, pero las fuerzas represivas realizaron un amplio despliegue para impedir el acceso de sus hermanos opositores, así como para imposibilitar el contacto de éstos con los seres queridos del paciente agonizante. Incluso los cónyuges y parientes de otros ingresados confrontaron dificultades para entrar al hospital.
La esposa de Wilman, la digna dama de blanco Maritza Pelegrino Cabrales, tuvo que sufrir el acoso policial. En diciembre, la joven veinteañera ahora viuda tuvo que plantarse en las afueras del penal junto a sus niñas reclamando la hospitalización de su marido. Las autoridades, en el colmo de la vileza, la amenazaron con quitarle la custodia de sus hijitas de 7 y 5 años. ¡Y todavía se asombran de que, en los años sesenta, los padres de casi veinte mil niños hayan optado por enviarlos solos al extranjero, durante la Operación Peter Pan!
¿Qué podemos esperar ahora? Por desgracia, es probable que el mando castrista, animal que tropieza tres, cuatro y más veces con la misma piedra, reedite con el nuevo mártir la cobarde campaña de calumnias que orquestaron contra Zapata. Veremos a qué novedosas —o viejas— vilezas recurrirán los plumíferos y cotorrones del régimen para pintarlo como un peligroso antisocial.
Mientras tanto, tiene plena vigencia la pregunta formulada a raíz de la tragedia por la brillante bloguera Yoani Sánchez: ¿Cuántos muertos más tiene que haber para que el gobierno castrista comprenda la enormidad del abismo en el que ha hundido a la desdichada Cuba!

miércoles, 18 de enero de 2012

Trágico derrumbe en Infanta y Salud, La Habana, Cuba

Por: Augusto César San Martin
LA HABANA, Cuba, 18 de enero (Augusto Cesar San Martin, www.cubanet.org ) -Una nube de polvo cubrió la calle cuando a las 9:45 pm de ayer martes 17 de enero se derrumbó el edificio de apartamentos ubicado en la avenida Infanta esquina Salud, del municipio Plaza. El desplome causó espanto entre los transeúntes que huyeron ante el estruendo y la confusión.
Excepto la fachada, el resto del inmueble que albergaba a unas treinta inquilinos se desplomó enterrando bajo los escombros a varias personas. Una pareja de ancianos que quedó atrapada en uno de los balcones del edificio fueron los primeros en ser rescatados.
Durante la primera hora fueron extraídos con vida de entre los escombros dos adolescentes, dos hombres y una mujer. La búsqueda de sobrevivientes continúo toda la noche sin resultados, hasta horas de la mañana de hoy en que fue encontrado el cadáver de una mujer. Varias brigadas del Cuerpo de Bomberos y el personal de servicios médicos continúan realizando labores de búsqueda en las ruinas del edificio.
Según vecinos de la zona ya ha sido extraído un número indeterminado de cadáveres y se presume que queden más víctimas atrapadas, entre ellas unos adolescentes que participaban en un grupo de estudio. Las labores de búsqueda se han tornado lentas por las dificultades para despejar los escombros. Toda la cuadra está acordonada por la policía y hay una gran presencia de autos patrulleros así como vehículos de la Cruz Roja para asistir a los lesionados.
El edificio que se encuentra en el límite de los municipios Plaza y Centro Habana, se hallaba desde hacía años en muy malas condiciones. Había sufrido su primer derrumbe parcial en el año 2006. En 2007, nuevamente se registró otro derrumbe parcial del inmueble en el cual resultó accidentada una anciana.
Debido a la falta de mantenimiento durante décadas, es muy elevado el número de edificios en Cuba, y particularmente en La Habana, que se encuentran en malas condiciones. Muchos de ellos presentan inminente peligro de derrumbe, pero continúan siendo habitados.
Después de décadas de prohibiciones, recientemente el gobierno de Raúl Castro autorizó la venta de materiales de construcción para que los cubanos pudieran reparar sus propias viviendas y construir nuevas.
Precisamente esta semana comenzó un nuevo plan de otorgamiento de pequeños subsidios para la reparación y construcción de viviendas y el diario oficial “Juventud Rebelde”, informó que las autoridades aprobaron el lunes, el primer día de atención, la concesión del subsidio para 1.339, de 4.901 solicitantes. Las cifras no incluyen aún las peticiones de seis provincias, señaló el rotativo.
La medida, aprobada el 13 de diciembre por el gobierno, prevé entregar apoyos económicos a familias afectadas por catástrofes y a “casos sociales críticos”. La norma entró en vigor el 15 de enero. Los subsidios están destinados a la compra de materiales de construcción y a pagar mano de obra.
Cuba tiene un déficit habitacional reconocido de unas 600.000 casas, según cifras oficiales de 2011, aunque se estima que el número real podría llegar al millón, en un país con solamente once millones de habitantes. En el marco de las reformas con elementos de mercado para “actualizar” el modelo económico, La Habana espera que la iniciativa privada construya unas 23.000 casas en 2012.
Alrededor de las 12:15 pm fue rescatado con vida uno de los adolescentes estudiantes.
Abelardo Colomé Ibarra, Ministro del Interior, se personó en el lugar alrededor de las 10 am y permaneció allí, inspeccionando las labores de rescate, durante aproximadamente una hora.
El diario oficial Granma en su edición digital de hoy no informaba sobre el trágico derrumbe ocurrido a solamente pocas cuadras de su redacción.
Acesar2004@gmail.com

Al menos tres muertos por el derrumbe de Infanta y Salud
Por Yaremis Flores

Un edificio ubicado en la calle Infanta entre Salud y Zanja, se derrumbó ayer 17 de enero. El estremecimiento tuvo lugar alrededor de las nueve y media de la noche. Fuentes no oficiales reportaron hasta el momento el deceso de tres jóvenes de 17 años aproximadamente. La cifra total de heridos está aún por determinar por parte de las autoridades, pues al mediodía de hoy todavía se realizaba la búsqueda de personas bajo los escombros.

Policía, ambulancias y bomberos tomaron cartas en el asunto, rodeados de curiosos transeúntes y familiares preocupados. También se encontraban presentes agentes de la Seguridad del Estado y brigadas de respuesta rápida. A las tres de la madrugada sacaron de los escombros a 7 heridos, uno de ellos descubierto casualmente al sonar el timbre de su teléfono celular.
“Las jóvenes fallecidas estudiaban para un examen cuando ocurrió el desastre. Un padre resultó herido al buscar entre los escombros y una niña se salvó gracias a un colchón”, comentó una vecina.
Una de las personas que ayudó en las acciones de rescate, comentó a las 11 y 30 de la mañana de hoy, que “aún se encuentra bajo las ruinas del edificio, un herido a unos 6 metros de profundidad y abrieron un pequeño conducto para que pueda respirar. No han podido emplear equipos pesados para sacarlo, pues prevén la existencia de más heridos y no quieren lamentar más pérdidas de vida”.
La necesidad de un techo, obliga a muchas familias cubanas a vivir en inmuebles declarados oficialmente inhabitables, que ofrecen peligro inminente de derrumbe. El derrumbe de este edificio, construido en el año 1901, fue vaticinado por varios vecinos del lugar, pues no es este el primer derrumbe que sufre. Hace unos años, la parte delantera del inmueble se derrumbó y murió una anciana, cuya familia recibió una vivienda como compensación del Gobierno. No obstante al resto de los inquilinos el gobierno no les asignó viviendas y tuvieron que continuar viviendo en sus apartamentos a pesar del inminente peligro de derrumbe; hoy son ellos las víctimas de este fatal hecho. Entre los presentes aglomerados en los alrededores se escuchó a algunas personas comentar: “Probablemente a los sobrevivientes les den ahora una casita”
Para los habitantes de este edificio ha llegado muy tarde el Decreto Ley 288, aprobado a finales del año pasado, que autoriza la compraventa de viviendas después de dadas de estar prohibido por el gobierno; también la reciente autorización gubernamental para que las personas puedan reparar sus viviendas y la aun más reciente asignación de pequeños subsidios para reparar sus viviendas, para los que califiquen, que comenzó este lunes.
En opinión de muchos estas nuevas medidas del gobierno del General Raúl Castro no bastarán para aliviar la agudísima crisis habitacional del país, luego de décadas de abandono estatal y prohibiciones de todo tipo en lo referente a la reparación, construcción y venta de viviendas. El déficit de viviendas se calcula entre 600 mil y un millón, en una isla con una población de menos de doce millones. Desde 1959 la población de la isla se ha duplicado y la construcción de nuevas viviendas ha sido prácticamente nula.
En cualquier país del mundo un hecho como este conllevaría una investigación seria para determinar quiénes son los funcionarios responsables de la tragedia y castigarlos según determinen las leyes; no obstante, en Cuba es común que este tipo de hechos se “diluya” sin que se busquen culpables y no se hable más del asunto. Hasta hace solo unos años la prensa no informaba sobre esto hechos y la mayoría de la población ni se enteraba; hoy, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, al gobierno se le dificulta mucho más la tarea de ocultar las noticias, aunque lo intenta..
Granma, el periódico oficial del partido comunista no informó hoy sobre el derrumbe en su edición impresa, ni en su sitio digital. Finalmente, al mediodía de hoy, después de diecisiete horas de ocurrido el derrumbe, el Noticiero Nacional de Televisión, dio la noticia, mucho después de que Cubanet y más tarde otros medios de prensa independiente, así como blogueros y “tweeteros” lo habían informado al mundo.
Tomado de
http://www.cubanet.org/

Desde Cuba: De médico a comisario político.

De médico a comisario político
Por Carlos Ríos Otero
LA HABANA, Cuba, enero, http://www.cubanet.org/ –Hace apenas cinco días, el pasado 12 de enero se cumplieron dos años de la tragedia en que fallecieron 26 pacientes del Hospital Nacional Psiquiátrico de Mazorra, en La Habana, los cuales eran bañados con chorros de agua fría, en medio de una ola invernal, además de ser sometidos a permanente subalimentación.
El mundo conoció el crimen a través de la prensa independiente. De otro modo jamás hubiese trascendido. Se supo, incluso, que antes de este escandaloso hecho, otros dementes habían fallecido por iguales o parecidos motivos, aunque se reportaban supuestas neumonías.
La cartera de Salud Pública la llevaba por entonces el Dr. José Ramón Balaguer Cabrera, galeno de profesión y comisario político de oficio. Balaguer fue sustituido a finales del verano de 2010. Pero continuó siendo miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista. Y hoy es su Secretario Ideológico y de Relaciones Internacionales.
Una ola de frío se inició a principios de diciembre de 2009. Se reportaban muertes por supuesta neumonía en varios asilos de ancianos de la capital. Los mendigos, fallecidos en plena vía pública, fueron llevados al hospital Salvador Allende (antigua Covadonga), donde certificaron que la neumonía era la causa de su muerte.
Si Balaguer hubiese leído los informes, tal vez habría evitado aquel crimen inescrupuloso. Fuentes fidedignas del MINSAP afirman que sólo en la capital se cuantificaron 83 muertos por neumonía.
En ese mismo invierno, la Oficina de Información del Consejo de Estado organizó varios programas televisivos de la Mesa Redonda, dedicados a las 5 muertes de vagabundos en Estados Unidos, y 8 en México. Y catalogó a los gobiernos de esos países -con más de 307 y más de 113 millones de habitantes, respectivamente- de “irresponsables y demagogos”. En tanto, Randy Alonso, conductor del programa, ocultaba alevosamente las muchas decenas de muertos en nuestra isla que tiene sólo 11 millones de habitantes.
Los ministros del gobierno cubano parecen dedicarse, sobre todo, a dar respuestas a las demandas de los gobiernos populistas de la izquierda latinoamericana. Pero los problemas nacionales no cuentan para ellos.
Este caso relacionado con el ministerio de Salud Pública no es el único que ilustra mi parecer. Sin ir más lejos, todavía está fresca en la memoria la destitución del Ministro de Educación, Luís Ignacio Gómez, quien, según el propio Fidel Castro, vivía más en el exterior que en Cuba.
José Ramón Balaguer, junto al actual embajador de Cuba en Caracas, coordinaba contratos para exprimir los servicios médicos cubanos, desviándolos hacia Venezuela para reforzar la popularidad de Chávez, mientras hacía trizas el sistema de salud en la Isla.
En Panamá, la intromisión de funcionarios cubanos en los asuntos internos fue tan escandalosa que el nuevo ejecutivo se deshizo de la eventual ayuda de salud castrista.
En Brasil, un colegio médico estadual aplicó una acción similar, y recientemente no certificaron los títulos a jóvenes recibidos en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), por considerarlos profesionalmente ineptos.
Los centros de salud en Cuba son eficientes sólo para la nomenclatura y  para extranjeros. El pueblo solamente puede ver desde lejos sus instalaciones estrellas: el CIMEQ, el hospital Cira García, la clínica de los Generales del MINFAR y la clínica Marín, del Ministerio del Interior (MININT), entre otros a los que no tiene acceso la población.
En la barriada habanera de Santos Suárez, funcionarios del MININT usaron en sus mansiones particulares los materiales destinados a un centro de fisioterapia para personas de la tercera edad. Era una de aquellas obras sociales de la llamada Batalla de Ideas, empresa creada por el Máximo Líder, pero pronto los vecinos informaron que el edificio se hundía, como iba a hundirse más tarde la propia empresa. Hoy, en vez del centro de fisioterapia, se alza en el lugar un edificio de 4 plantas para oficiales del MININT.
Antes de que Balaguer fuera destituido de la cartera de salud, y se consagrara como comisario político, el periódico Granma, órgano oficial del partido comunista, anunció en primera plana una esquela de felicitación, firmada por él, al centro equino de Camagüey, a 600 kilómetros de La Habana. Sin embargo, Mazorra se encuentra en camino a la Terminal Aérea José Martí, a 10 kilómetros del MINSAP, y al parecer nunca fue visitada por él, al menos durante sus últimos tiempos de barbarie.
cubano2000cisd@yahoo.es

martes, 17 de enero de 2012

Omerta.El código secreto de una conspiración cinematográfica.

 Omerta, un film de Pavel Giroud
Por Maylin Machado
Enterrar plata en una botella en medio de la noche,
otro complot más en la serie de conjuras irónicas y
políticas que circulan desde siempre…
“En los primeros años de la década de los 60, La Habana vivía tiempos convulsos…” Antes miembros de una asociación paralela pero legítima, los integrantes del crimen organizado serían desterrados por el nuevo gobierno. Entre el exilio y el insilio, se convertirían en seres exóticos cuya existencia quedaría prácticamente relegada al plano de la ficción. La de la película comienza en la nostalgia. La añoranza de la acción de la que se ha visto privado su protagonista nos lo presenta como un héroe absurdo.
El absurdo depende tanto del hombre como del mundo, por eso, decía Camus, florece de una comparación, en este caso, entre esa dimensión de la imaginación que es la memoria del pasado y el presente de la historia. De ahí procede la alienación del personaje, de la constante evocación de un modo de vida que no tiene cabida en el nuevo entorno.
La condición de su integración es el cambio, el mismo cambio radical y feroz que el medio experimenta y que exige que los sujetos sociales sufran con él. Rolo es un extranjero en su propia tierra porque esa revolución que no puede seguir ni entender se la devuelve totalmente ajena. Quizás por eso, y a pesar de la fisonomía de Manuel Porto, nos parezca más cercano al personaje de Camus que al canon del gángster que todavía es el Padrino, o incluso a ese referente más actual y sensible que es ya Tony Soprano. Aunque existenciales, sus problemas no son precisamente consigo mismo sino con el contexto en el que vive.
El protagonista verbaliza el vacío que lo separa de ese mundo en transformación justo en el monólogo que le sirve de presentación y da inicio al filme. Lo escuchamos en off, como surgido del reverso del cuadro negro sobre el cual vemos caer diminutos copos blancos. Pero “eso que parece nieve es caspa –narra la voz. Dicen los médicos que son los nervios y no lo dudo. Desde que me licenciaron, me silenciaron. Hay quien dice que es sólo el comienzo, que me iré descascarando poco a poco hasta que no quede nada de mí. Espero que no sea tan lento, no me lo merezco. Soy de esa clase de hombres preparados para morir de un disparo en el pecho no postrado en una cama”. Sólo entonces, la música da paso al sonido de un zipper que abre el plano en dos y deja ver parte de la cara del que habla, como quien descorre una bolsa plástica del rostro de un cadáver.
Ese prólogo, el momento más emotivo de la película, quizás el único, es en sí mismo un diagnóstico. Más adelante, conoceremos que una visita al médico lo había hecho oficial. Éste rellena la historia clínica del paciente y parece anotar en ella lo que nosotros y Rolo sabemos ya: “Creo que la raíz de su problema es la inactividad”. Pero lo que realmente se determina aquí, hasta el punto de volverse efectivo, casi físico, es el divorcio resultante de la confrontación entre el protagonista y la realidad.
La comparación entre ambos había empezado con la antesala del filme. Tan pronto como Rolo, a modo de bienvenida, tocaba el arma para luego abandonarla en la gaveta, se ponía su dentadura, el anillo, nos guiñaba el ojo a través del espejo y sonreía, la cámara se desplazaba hacia la cubierta de un periódico que hablaba de revolución. A partir de entonces las imágenes que aludían a ésta se sucedían como en un noticiero ¿ICAIC? Hombre y mundo comenzaban así a medir expectativas, también fuerzas, porque la escena final de la secuencia introductoria nos presentaba la sociedad secreta, aún desconocida, para cerrar con el anuncio de su voto de lealtad: Omerta.
—¿Por qué no trabaja? –pregunta el médico e inicia así el debate que consuma el monólogo inicial.
—En este país ya no hay trabajo para hombres como yo… créame.
—Pues no tengo nada que recetarle –concluye, como aclarando que el único tratamiento para su afección psicológica es la integración.
—Me lo imagino, ni yo mismo sé por qué vine a verle –responde Rolo, cerrando el diálogo sobre esta línea y con él cualquier posibilidad de acuerdo.
El final de su alienación resulta imposible en el nuevo mundo, por eso la muerte parece seguir siendo la única salida al problema del absurdo. De hecho, así lo notificaba nuestro primer encuentro con el protagonista: aquella cara azulosa descubierta por un zipper. O, pregunta el médico: “¿Me quiere decir qué tipo de trabajo es el que le viene bien a usted?”
Este baño podía haber inaugurado la cinta. Sin embargo, llegamos a él después de casi treinta minutos de metraje, como si se precisara del primer síntoma de vitalidad de Rolo, ridículamente temerario, para revelar el origen. El del relato se halla tras la superficie ahumada de un espejo. Su mano la limpia hasta dejarnos ver parte de su rostro ahora barbudo. Un primer plano al anillo, sello de membresía, lo descubre abandonado sobre el lavabo. Luego, dedos que quitan el seguro y se ajustan al gatillo de un revólver; lo observamos colocárselo en la boca. Suena el teléfono en lugar de un disparo. También lo hace el agua que corre, sostenida, como la duda del personaje que no se anima ni a una cosa ni a otra. Finalmente, termina por retirar el cañón y asegurar el arma. Avanza con desgano hacia el teléfono que sigue sonando. Es El Vasco. Le anuncia una nueva misión.
Sólo la intriga podía detener la mano del personaje. La llamada lo trae de vuelta a la vida y con ella a la acción, o viceversa. El suicidio es sustituido por la misión y, así, Rolo se transformará de alienado en conspirador. No por gusto esta escena aparece después de que han sido presentados todos los miembros de la improvisada cofradía, también Sardiñas y Yoyi. Como tampoco es gratuito que, tras el corte, hayamos retornado a la sala donde, casi al inicio del filme, había quedado suspendida una partida de ajedrez. “Teniente Dopico por aquí. ¿Dónde? Enseguida voy para allá”. Cuelga el auricular y su figura, antes al fondo y desenfocada, se hace nítida al acercarse a la cámara. El policía vuelve al juego después de haberse incorporado a ese otro, el de la acción dramática, que había empezado sin él.
Éste no es un combatiente más que viene a sumarse a las filas del cine de la revolución. Se trata de un personaje que exhibe con desfachatez su condición de peón en el esquema político-narrativo. No hay en él conflictos emocionales ni filiaciones extremas a una doctrina. Por eso su comportamiento se rige más por la psicología del juego que por una identidad colectiva/ individual. Es aquella la que guía cada uno de sus pasos.
Su disciplina dramática habla sólo del compromiso con su trabajo, como si el suyo tampoco tuviera “nada de especial salvo el hecho de que le permite sentirse muy bien cuando lo está haciendo”. Ese placer, que lo acerca a los detectives de la tradición cinematográfica norteamericana, es lo que lo define, más que su fe en el credo que debería representar.
El filme parece estar marcado por la desideologización, sin embargo no resulta por eso menos político. Todo lo contrario.
Las referencias al contexto que hemos tenido hasta el momento son escasas, diría mejor concisas. No estamos ante una reconstrucción detallada de la sociedad cubana del período, ni siquiera de una austera composición de fondo, sino de un sintético collage de imágenes que sirve como representación. Quizás también porque se corresponde con la mirada del bando del protagonista. Estos sujetos no toman parte en la transformación de un mundo que ha dejado de pertenecerles. Su alienación implica que lo perciban desde la distancia, y que incluso lleguen a hacerlo con aprehensión. Después de todo, la paranoia será la salida a la crisis del sentido de un entorno para el cual ellos son indiferentes.
Lo que sirve a la figuración de la Cuba de entonces son flashazos a la prensa, fragmentos de películas, emisiones radiales… los medios que configuran nuestra visión de la realidad, incluso de aquella en la vivimos. “¿Puede bajar esa musiquita?”, le pide Rolo a Sardiñas en su primer encuentro en el taxi, refiriéndose con molestia a la melodía de una marcha combatiente. “¿Quiere que lo cambie?”, y mueve el dial, con sarcasmo, hacia una alocución de Fidel que anuncia al pueblo las nuevas disposiciones.
Pero esa imagen mediática es también una alegoría al carácter narrativo de toda ideología y a su uso como instrumento de control. Como si a través de ella se negociara la participación de la ficción política en la historia fílmica o viceversa: la salida del relato cinematográfico al escenario social de la producción de poder como juego de fuerzas.
No es por eso azaroso que lo que ha llevado a los asaltantes hasta el set en el que se encuentran, la mansión del Jefe, haya sido la cubierta de un periódico, la misma que sirviera de carta de presentación al mundo circundante hacia el inicio del filme. Para llegar a aquí hemos tenido que atravesar un campo minado de tensiones estéticamente calculadas. Rolo camina por la calle. Desenfocado. Lo recibimos de frente, ya nítido, como si ese corto trayecto del médico hacia nosotros hubiera despejado, al menos parcialmente, su perspectiva trágica de la vida. Ha pospuesto el suicidio y rechazado la invitación a la participación ciudadana. Un jeep cargado de guerrilleros que hace su entrada al Hotel Nacional se cruza con su mirada. Esa fugaz irrupción en la que fuera la más famosa de las residencias de la mafia en Cuba, es el presagio del arribo de nuevos inquilinos.
El encuentro que prosigue ha sido desterrado a un edificio cualquiera. Tan anónimo como deben serlo sus participantes. Una circular escalera art nouveau vista desde abajo, el cuerpo de Rolo silueteado sobre un también bello tragaluz de opalina en mitad del ascenso, luego su pie en el último escalón. Llegamos a esta reunión en compañía de una música que anticipa la amenaza.
La que nos ha convocado ha sido advertida por El Vasco. No se halla en el titular que notifica la nacionalización ni siquiera en la frase que marca en tinta roja “las lacras mafiosas… no volverán a poner…” Más bien ha sido consecuencia de la aguzada lectura entre líneas de este viejo conspirador. “¿Sabes lo que quiere decir?” “¿Qué quiere decir Vasco, me estás poniendo nervioso?” “Quiere decir que van a tomar las casas”. Quiere decir que esa realidad hasta hace poco incomprensible se les ha revelado con un sentido oculto.
La misión se pondrá en marcha a partir de entonces bajo la iniciativa de El Vasco como forma de complotar la amenaza social o, lo que es lo mismo, una sociedad que amenaza con desahuciarlos definitivamente. Pero este contra complot tiene un objetivo preciso: “Recuperaremos ese oro antes de que estos barbudos tomen la casa” “¿Y después?” “Después ya veremos”.
Rolo aprovechará sus dotes de héroe absurdo en su nuevo rol de conspirador. A punto de convertirse en nadie, este personaje es un hombre solo, dispuesto a abandonarlo todo, hasta su propia vida. Lo hemos visto perder capa a capa lo que le quedaba de sí mismo. Por eso, durante aquella llamada de resurrección, las instrucciones de El Vasco para la cita intentaban reforzar su anonimato borrando los rasgos genéricos de su identidad: “Ni traje ni corbata… todo lo que tenga tufo a burgués se va abajo”. “¡Ah!, y sal sin el hierro”, la prueba más clara de su vocación.
Dopico hace su entrada a escena para detener la huida de los asaltantes y acorralarlos en el lugar de los hechos. Ese enclaustramiento, que hará de la casa un centro provisional de reclusión y espacio de resistencia, será la causa de la trascendencia futura de la intriga.
Hasta ese instante, para Rolo y su dispar grupo todo se reducía a un único propósito. El corto alcance de la tarea justificaba su escepticismo ante la disposición arrolladora de El Vasco: “Para serte sincero… no es una misión que me provoque mucho orgullo. De cuidarle las espaldas al hombre más temido de Cuba… a ser un simple velador, hay un buen trecho”. Para él no dejaba de ser una encomienda caritativa del Jefe “para quedar bien con nosotros” porque no alcanzaba a restaurar el pasado. El mismo delimitado objetivo que lo llevó a precipitar el final una vez comprendió no iban a poder lograrlo.
Pero este cerco hará posible que comience a recuperar su antiguo aliento de vida. “No me entregué por la misma razón que no te entregaste tú –le diría más adelante a Sardiñas– porque me estoy sintiendo hombre”. El tope de expectativas que había marcado su confrontación con la realidad se convertirá al fin en pulso directo con sus representantes. Ha llegado definitivamente a la acción.
Dopico, como nosotros, empieza por asumir la situación desde el absurdo: “Debería estar haciendo mandados y mira en lo que anda”. Pero como buen agente del orden desconfía siempre de su contrario. “Hay que preparar muy bien la jugada”, dice tras su primer encuentro con Rolo. Y, curiosamente, la jugada se inicia en el gesto de meditación de Fidel en una fotografía. Sobre una de las paredes de la dirección de la escuela, lo descubrimos frente a un tablero de ajedrez; también al Che, en otro retrato. Como si a través de la iconografía revolucionaria se prolongara la partida al plano de la política de Estado.
No por gusto las negociaciones de la policía se desarrollan, vía telefónica, al interior de este despacho. Las imágenes de los líderes en plena contienda nos dan la bienvenida al intríngulis del control: el cuerpo de seguridad planea su oposición a lo que comienza a considerar una amenaza. Todo ello en el momento que antecede a la secuencia en que se miden estos dos escenarios tan paralelos como la edición que contagia sus ficciones.
El velo que cubre este enfrentamiento nada tiene que ver con la seducción. A pesar del bolero de fondo que contamina la diégesis como mismo lo hace la imaginación de Rolo y Silvana. A pesar del coqueteo que parecen repetir el guardia y la directora mientras supervisan la evacuación de los niños. A pesar de la travesura gore del pionero que pone fin al encantamiento del cortejo de un disparo. Este montaje no deja de ser un “jueguito” dramático, incluso para subrayar que hay más semejanzas de las que sospechamos entre estos dos mundos en pugna.
La condición insular que adquiere la residencia reproduce el aislamiento del país, no como resultado de una circunstancia geográfica, sino debido a la naturaleza de su proceso social. Éste también ha sido fruto de las conspiraciones secretas de pequeños grupos, como toda revolución. Pero también como toda revolución institucionalizada ha anunciado “desde su origen el fantasma de un enemigo poderoso e invisible”.
“¿Qué se ha sabido del Jefe?”, preguntaba Rolo a El Vasco en aquel encuentro revelador. “No mucho, ya sabes que es imposible mantener contacto con el exterior”, le respondía, como si además de subrayar su nuevo liderazgo nos ofreciera elementos para una comparación futura. La sociedad que los rodea se considera a sí misma una plaza sitiada como luego ocurrirá con la que fructifique de su misión.
La resistencia será para ambas principio y forma de sobrevivencia. Las dos han sido el resultado de la mezcla de sujetos heterogéneos que nada tienen que ver entre sí excepto los espacios que comparten (antes impensables) debido al reajuste igualitario que se experimenta. De manera que echar mano a un código ético, no importa cuán incomprensible resulte para aquellos a los que se incite a comulgar, sea el primer paso para establecer el compromiso y con él la unidad en medio de presiones internas y externas. Incumplirlo traerá consigo represalias que refrendarán su autenticidad. “Estado y complot vienen juntos” y sus mecanismos se anudan.
El voto de silencio será el fundamento de la sociedad que se instituye definitivamente al interior de la casa, como antes lo fuera de la antigua familia. Nada más establecido el cerco, el único de los integrantes sin bautizar deberá someterse a la iniciación. La ceremonia ha sido adaptada a los tiempos que corren, “estamos en guerra, ¿no?”, dice Rolo antes de empezar.
El ingeniero se había visto obligado a jurar de inmediato ante la desconfianza que para los reclutadores despertara su color, también su participación forzada. “No tenemos otra opción”, había sido el aval que Rolo pretextara ante El Vasco. “Además, sabe leer planos”, añadía como plus de beneficio al chantaje de Sardiñas. No obstante, las instrucciones del capo en su lecho de muerte habían sido claras: “Ojo con el negro que negocio con negro, negro negocio”.
Yoyi, su sobrino, había sido en cambio su último pedido. Por eso la hora de la ley número uno de la Comisión, “¿qué comisión?”, “la Muerder Incorporate”, le llega con la inminencia del peligro y tras su inicial amago de deserción. Un brindis premonitorio sella la constitución de la sociedad: “Por los viejos tiempos que afortunadamente están de vuelta”, dice Rolo en la penumbra, como una amenaza a contraluz.
La disparidad entre la simplificación del ritual y su proclamada trascendencia, pone bajo sospecha su credibilidad durante todo el filme. También su garantía como principio de unión de seres tan dispares en medio de condiciones extremas. Sobre todo porque la desmesura de la significación que el protagonista le adjudica se traspasa al plano de la representación.
La cara horrorizada de Sardiñas o el brazo resistente de Yoyi sujetado por Rolo en el momento del acto, son seguidos por el fuerte sonido cortante de un arma blanca. En lugar de un chorreante miembro amputado, la imagen nos devuelve una diminuta herida en el índice de cada uno de los participantes. De un tajazo la seriedad se transforma en desvarío.
“Este viejo está loco”, oímos repetir a Yoyi en tono de mofa, de desafío, de traición… No hay un instante del asalto, al interior de la residencia, en el que la cámara no se muestre nerviosa, como si la planificación pulcra quedara reservada a la gestación de la intriga. A pesar de todo, esta sociedad pende de un hilo.
Sin embargo, rozando el desenlace, la historia se permite su único salto temporal pre-59. Es la austera ceremonia de omerta de su protagonista. El director la ha sembrado en este recodo del camino con la precisión de un memo que nos llega en el momento oportuno. Yoyi ha abandonado la casa después de intentar liberar al guardia y agredir al ingeniero y a Silvana. A través de esta última vemos florecer los recuerdos. El dedo del Jefe enjugando la sangre en su boca ante los ojos de Rolo que sólo puede bajar la mirada hacia el suyo, no nos dejará olvidar el compromiso que implica pertenecer a esta familia.
Hay quien dice que el filme sólo existe para ese instante en que vemos salir a Yoyi de entre las rejas y a Sardiñas llegar a recogerlo en su flamante descapotable blanco, impecable como su ropa. Yo diría que existe por él.
Quizás haya muchas escenas así en la historia del cine, pero ésta suena a cubano. Como a propósito, el primer comentario del ex recluso, después de un sorprendido “Neeeeegro” como saludo, es para el grupo que canta.
Ahora la música se escucha muy bajo. La goma delantera se detiene y sentimos un cuerpo caer. Luego el cierre de una puerta. El volumen de la canción sube poco a poco mientras el carro arranca. Con una marcha a atrás a nuestra mirada, descubrimos a Yoyi tendido boca arriba con la garganta abierta. El arma homicida ocupa el plano. Lleno de sangre, el abrecartas, instrumento de traición y de venganza, yace en el suelo muy cerca de la oreja del cadáver. Chirrín chirrán.
El ritmo Van Van marca la cadencia de este ajuste de cuentas, pero lo que lo convierte en una escena memorable no es sólo su tempo, sino su clave. El hallazgo de su combinación es el despertar de todos los incrédulos que, como Yoyi, nunca confiaron en la trascendencia de la historia. Él mismo continúa burlándose hasta el largo segundo que antecede a su muerte, en el que se nos revela que este truculento juego no ha ocurrido en la intimidad de un autocomplaciente ejercicio cinematográfico. Esta intriga ha penetrado el campo de batalla de la sociedad.
Es cierto que hasta este momento hemos sido engatusados por soluciones extravagantes que nos han llevado a dudar, como ese delicioso baile del ingeniero que prometía a un triunfador y todavía afro Michael Jackson. Causa de la irritación de muchos, éste es el cierre del episodio de intimidad más auténtico del filme que marcará afectivamente la alianza entre los dos personajes. Sólo retornando a esa estancia nos será dado comprender el tono pop de la forzada expiación de Yoyi, además de por qué ha sido Sardiñas, que comienza la conversación preguntándole al protagonista si ha matado a alguien (“¿Quieres mayor indiscreción que ésa?”), quien terminara haciendo justicia por su mano. Esa justicia que Yoyi imaginó jamás lo alcanzaría.
Su deserción había respondido a la creencia de que abandonar el set del crimen y someterse a las leyes de esa otra sociedad mayor, lo librarían para siempre de la delirante cofradía. “Por cierto, ésta es tu cuarta vez, ¿no?”. “Y la última. Me voy a reintegrar… Me voy a sembrar café, pá la zafra”, responde como si una consigna alcanzara a absolver todas sus faltas. Pero los códigos de estos dos mundos aunque similares no son equivalentes. El delito que ha esperado hasta este instante para ser cobrado implica una deuda mayor.
“¿Y cómo terminó la cosa?”, pregunta el ex convicto dentro del carro. “¿La cosa?”, intenta rectificarlo Sardiñas. “Sí chico, el viejo, la casa…”, insiste en pormenorizar su desacato. “Como tenía que terminar”.
Después de ponerle el traspié que restituiría a la trama el instrumento de la venganza, Silvana revela la existencia de una salida secreta. Lo curioso es que esa confesión develaría también una verdad mayor: el sentido último de la intriga.
Vemos la fuga del ingeniero mientras la voz ceceante de la criada, unas veces on, otras off, describe los pasos para su ejecución. “Hijo de puta”, escuchamos decir a un indignado Sardiñas de vuelta a la sala donde Rolo aún sostiene a la maltratada Silvana. En el camino, con la confusión de la narradora todavía atontada tras el golpe de Yoyi, el ingeniero había abierto la puerta equivocada. Y así, por error, fue a dar con el oro.
Minutos después, abrecartas mediante, nos llegará el mensaje del capo con las instrucciones del cambio de escondite. Pero la epifanía dramática que Rolo experimenta en esta secuencia nada tiene que ver con la localización real de un tesoro que ha dejado de ser hace mucho la finalidad de la acción, sino con la posibilidad de encontrar una salida permanente a su vida.
Hasta ese momento, el protagonista no tenía otros planes como no fueran los de tratar de encender su fosforera. Sin embargo, la huida se le presenta como garantía de subsistencia para su nueva familia. “No voy a dejarlo solo, Jefe”, concluye el ingeniero confiriéndole, junto a la criada, la titularidad de Don.
“Vete Sardiñas, ya sabes cómo hacerlo… Es una orden, acuérdate que hicimos el pacto de omerta”, le encomienda Rolo ante su imposibilidad de abandonar a Silvana pero con la certeza de que “un solo camarada de armas es suficiente: uno no necesita tener a toda la sociedad de su parte”. La vía de escape será la salida al secreto en que deberán seguir existiendo en lo adelante.
Por eso el ingeniero se asegura de que nosotros y Yoyi hayamos comprendido la significación de su muerte antes de poner término a su vida. Toda la conversación que han mantenido hasta este instante ha sido un diálogo exegético que terminará con una demostración: esa pequeña y extravagante sociedad se ha convertido en un universo alternativo que ha invadido el mundo y construido otra realidad que el final del relato no hará sino avizorar.
La película se nos descubre intrincada como un complot, no por la discontinuidad de la trama, sino porque en ella se ha cifrado lo que es esencial. Es eso lo que ha diluido la emoción y ha evitado que establezcamos vínculos afectivos con los personajes. Esa renuncia a sentimentalizar la experiencia estética del espectador y oponer en cambio un distanciamiento por momentos cínico, otros burlesco hace que esta historia de traiciones y lealtades, construida sobre un derroche de intriga y suspense, no llegue a provocar en nosotros la más mínima conmoción como no sea la de la risa en sus pasajes más osados, rayanos en el absurdo.
La elipsis de la pasión sería también un argumento ante la frialdad de las actuaciones, sobre todo ante la llaneza de la de Porto. Sí, porque la pasión ha sido descentrada si no abstraída al plano de la construcción cinematográfica. Quién sino un apasionado artesano del sentido podría lograr esta artificiosa estructura hecha a base de piezas meticulosamente combinadas. Piezas tan heterogéneas, como global resulta su procedencia, y que nada tienen en común excepto el gusto de su director. Esa disparidad apareada es la que oculta la verdadera intriga al tiempo que sirve a su producción. Sólo un ejercicio cinematográfico casi puro podía producir un filme como Omerta: con fecha y localización históricas concretas pero con una relación absolutamente desmaterializada con su contenido. El ajedrez del funcionamiento de lo social más que la sociedad propiamente dicha, es aquí el tema.
“Divino tesoro”, reza el cartel que nos recibe a la entrada de la casa, “Hospital geriátrico”. Esta locación ha sido el escenario de las distintas fases por las que ha transitado la asociación paralela: el crimen organizado, la misión y la conspiración. Es en esta última donde nos reencontramos y se reencuentran los personajes.
El sonido de un carro nos introduce a Sardiñas que ha venido al cumpleaños de una anciana Silvana. “Salud que haya porque belleza sobra… Iba a traer a la niña pero tuve que hacer un trabajito antes”. “¿Y cómo salió el trabajito?”, aparece nuestro protagonista envejecido. “Bien”, sólo nosotros y ellos sabemos a lo que se refieren. Acabamos de dejar un cadáver en medio de la carretera. “¿Bien?”, insiste mientras señala una mancha de sangre en el encaje impecablemente blanco de la camisa del ingeniero. “Muy bien”, concluye éste orgulloso.
Junto al estatus de Don, Rolo ha heredado su residencia, un asilo. Sardiñas, en cambio, es el único integrante integrado de la cofradía. Él es la garantía de su descendencia y el medio más plausible para infiltrarla en esa otra sociedad mayor. La venganza de la que hemos sido testigos es la prueba de que ha trascendido su enclaustramiento y motivación incidental. “Tengo planes”, dice el jefe. “¿Me los cuenta?” “Hay más tiempo que vida… Quiero madurarlos bien porque no puede haber imprevistos”.
La edificación que antes fuera barricada, lugar de resistencia, se ha convertido en retiro, en un albergue fruto de la seguridad social o, cabría decir, de lo que hace una sociedad para protegerse a sí misma. Su simbolismo no ha dejado de medirse con respecto al contexto en el que se encuentra. Por eso el teniente Dopico que ahora está dentro, de visita, juega en ella su eterna partida de ajedrez.
El triunfo que parece obtener al final es justamente el de este escenario como salida a la imposibilidad de erradicar a aquellos que rechaza. Porque tampoco consigue afiliarlos. Debe vivir con ellos aunque intente ocultarlos bajo nociones de representación y mayoría. Pero se trata sólo de una partida, el juego continúa. “El esquema de una sociedad es el campo de batalla y no el pacto, es el estado de excepción y no la ley”. Y así, con un paneo que registra el espacio múltiple de la convivencia, el director vuelve sutilmente a “enterrar plata en una botella en medio de la noche”.
Mailyn Machado
Tomado de:
http://pavelgiroud.wordpress.com/category/3-omerta/