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viernes, 23 de septiembre de 2011

El peligro llamado Barack Hussein Obama


El peligro llamado Obama
Por Alfredo M Cepero. http://www.lanuevanacion.com/
Los casi tres años de gestión presidencial de Barack Obama han arrojado el saldo alucinante de 14 millones de norteamericanos sin empleo, una caída de dos dígitos en la Bolsa de Valores, un aumento de casi tres veces en el costo del combustible y una deuda nacional de 14 millones de millones de dólares (trillones en ingles), una cantidad superior a la acumulada por la totalidad de los presidentes norteamericanos que le han antecedido desde la fundación de la república.

A pesar de este deplorable expediente Obama, como era de esperar, aspira a ser reelecto en el 2012 y sus asesores afirman estar en proceso de acumular una astronómica cuenta de campaña de 1,000 millones de dólares. Ante la ausencia de logros tangibles sobre los cuales basar sus aspiraciones el candidato Obama utilizará su pesada artillería para desatar un ataque artero y virulento contra el prestigio y el intelecto de su adversario republicano. Numerosos analistas políticos vaticinan que la campaña presidencial de 2012 será la más sucia en el último siglo. Por eso nos parece oportuno que pasemos revista a la personalidad y a los antecedentes de este señor para que no tropecemos dos veces con la misma piedra.

Los norteamericanos que votaron por Barack Obama en noviembre de 2008 lo hicieron motivados por su promesa de cambiar la dirección de la política norteamericana bajo la presidencia de George W. Bush. El pueblo estadounidense, enardecido por una prensa antagónica a principios conservadores y a nuestra cultura judeocristiana, votó por un cambio de rumbo propuesto por un candidato carente de experiencia ejecutiva pero poseedor de una dialéctica persuasiva y, hasta cierto punto, cautivadora. Lo que no esperaba y mucho menos deseaba era un cambio en las estructuras de gobierno y en el control del mismo sobre las instituciones y procedimientos del mercado libre que han hecho de esta nación la más próspera y poderosa del mundo.

Y eso es precisamente lo que ha hecho el Presidente Obama. En estos casi tres años ha puesto en marcha un cambio drástico tanto en la forma de gobernar como en el uso de sus poderes ejecutivos que nada tienen que ver con los cambios genéricos prometidos durante las elecciones de 2008. Veamos. El candidato Obama prometió, entre otras cosas, transparencia en la gestión pública, política bipartidista, reducción de impuestos para el 95 por ciento de los ciudadanos, control de los gastos gubernamentales y edificación de puentes de comunicación y armonía entre las razas.

Después de todo él era síntesis de la unión de dos razas. Sabía que los negros lo apoyarían de todas maneras por su identificación racial, calmaba a los blancos con su retórica conciliadora y despojada de las recriminaciones de los lideres negros tradicionales y les daba la oportunidad a las elites intelectuales y financieras blancas de sentirse progresistas votando por un candidato de raza negra. Para que todos lo entendamos: Obama mintió pero la mentira jamás habría prosperado sin la cooperación de un pueblo que voto en desafío de las advertencias y de la razón.

Porque en el curso de la campaña política se alzaron voces advirtiendo del peligro que representaba un candidato que había asistido por veinte años a una iglesia donde el pastor Jeremiah Wright acusaba de genocidio y de racismo a los Estados Unidos, que había iniciado su vida política en la residencia del terrorista que dinamitó el Pentágono, William Ayers, que mantenía estrechos lazos de amistad con otro terrorista, el dirigente palestino Rashid Kalidi, y que había sido asesor legal de la organización militante negra ACORN, acusada en varios estados de fraude electoral y de intimidación a instituciones financieras para forzarlas a hacer préstamos a gente sin capacidad para pagar la hipoteca.

Y así llegamos a la presidencia de este eficaz comunicador, habilidoso simulador y experto manipulador de multitudes en su carrera vertiginosa para convertirse en figura idolatrada y líder indiscutido de la nación norteamericana. En la aplicación de esa política de culto a su personalidad, Obama ha violado todas y cada una de las promesas hechas durante la campaña. Su promesa de transparencia fue violada cuando un congreso dominado por los demócratas y amedrentado por la retórica agresiva de la Casa Blanca fue forzado a aprobar sin siquiera leerlo un paquete de un supuesto estímulo económico. Un paquete que, en vez de reducir el desempleo como vaticinó el presidente, lo puso por encima del 9 por ciento a nivel nacional y que, según la Oficina del Congreso sobre Presupuesto, ha contribuido con  casi ocho mil millones de dólares a la deuda nacional.  

Su prometida política bipartidista se hundió en el pantano de ideólogos de la izquierda virulenta como Nancy Pelosi, Harry Reid, Henry Waxman, Maxine Waters y Charlie Rangel, quienes maltrataron a sus colegas republicanos y llegaron a poner en peligro  el Plan de Reforma de Salud, buque bandera de la agenda de la Casa Blanca. Todo ello ante la mirada indiferente de un presidente que, por incapacidad o por malicia, se lavó las manos como Pilatos. Ahora bien, estemos conscientes de que, detrás de su retórica conciliadora, Barack Obama se encuentra a la izquierda de estos izquierdistas.

De otra manera no hubiera nombrado para cargos de alta responsabilidad a comunistas confesos como Van Jones, promotores del aborto en la política de control de población como John Holdren, admiradores de leyes fundamentalistas musulmanas como Eric Holder y operativos al servicio de Fidel Castro como el ignominioso Greg Craig, famoso por su entrega de Elian González al tirano de Cuba. No en balde esta Casa Blanca ha sido tan complaciente con los Castro sin exigir nada a cambio.

A mayor abundamiento, es importante destacar el apoyo del Partido Comunista de los Estados Unidos a la candidatura del entonces aspirante a presidente Barack Obama. En un comunicado a sus militantes con fecha 21 de marzo de 2008, el Partido los instó a que votaran por Obama manifestando: “Estas elecciones pueden cambiar la dirección de los acontecimientos. Pueden ayudar a establecer un sistema de salud universal, salvar el medio ambiente y comenzar la restauración de nuestros derechos democráticos”. Una vez en la Casa Blanca, Obama se aprovechó del control absoluto de su partido sobre las dos cámaras del Congreso y aprobó en medio de la noche un Plan de Salud de 1017 páginas sin dar tiempo a que fueran leídas por los legisladores y sin al apoyo de un solo voto del Partido Republicano.

Quién sí las ha leído es el Profesor John Davis Lewis, de la Universidad de Duke, un hombre mas allá de toda sospecha de agenda política partidista. Según Davis, el proyecto de ley HR3200, que es el nombre legislativo del Plan de Reforma de Salud, enmienda en forma genérica la Ley de Seguridad Social y se sitúa sobre ella, así como concede al gobierno la potestad de determinar lo que constituye una enfermedad que justifique tratamiento médico, al igual que el poder de determinar quién puede ser admitido en un hospital. Esta ley tiene que ser derogada en el 2012 y, para ello, los republicanos necesitaran tanto el control del Congreso como de la Casa Blanca.

Tenemos, sin embargo, la esperanza de que, como hizo en el 2010, el pueblo norteamericano se enfrente a este peligro llamado Obama con coraje y determinación en las elecciones generales de 21012. Para ello, es sumamente importante que los republicanos tengan el sentido común de postular un candidato que resulte atractivo a los electores independientes que han de inclinar la balanza electoral a favor de uno u otro partido. No es tiempo de fanatismos ideológicos sino de pragmatismo político. Porque lo que esta en juego no es solo la prosperidad de los Estados Unidos sino su influencia como fuerza de paz y armonía en un mundo asediado por el terrorismo político y el fanatismo religioso.