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viernes, 22 de octubre de 2010

La historia condena

La Historia condena

Por Lázaro Tirador Blanco

Es indudable que el presidente Barak Obama se encuentra bastante desconcertado ante el descalabro que ha sufrido el nivel de aceptación popular ante la gestión de su gobierno y el decrecimiento en los índices de credibilidad y popularidad que afectan al Partido Demócrata. Para todos es evidente que algo pasará en las inminentes elecciones de mitad de período y que ese algo será malo para el resto de la gestión demócrata y para las posibles aspiraciones de un segundo mandato del actual presidente norteamericano.

Esta apreciación no se refiere solamente a los indiscutibles problemas domésticos que enfrenta el gobierno de Obama, sino también a algunas de sus apreciaciones de los más candentes temas internacionales. En este caso me quiero referir su posición con respecto al régimen de Cuba y a la situación actual en nuestra sufrida Isla.

Recientemente ha expresado en una reunión con periodistas hispanos en la Casa Blanca: "Mi actitud sobre Cuba es que queremos continuar explorando las posibilidades de cambiar las relaciones [. . .] Pero antes de que demos más pasos queremos ver que el régimen de Castro es serio sobre diferentes formas de abordar la situación''.

Estas declaraciones dan a entender que el presidente Obama y su equipo no han entendido nunca y mucho menos las últimas maniobras del régimen castrista, sobre todo la manera en que éste utilizó las liberaciones de un numeroso grupo de prisioneros de conciencia que eran sometidos a injustas condenas y atropellos cotidianos, por la inducida mediación del entonces canciller español y de la desprestigiada jerarquía de la Iglesia Católica en La Habana.

Esa cortina de humo y ese golpe de efecto que el gobierno cubano lazó a la palestra internacional no fue más que una bien elaborada salida a la insostenible presión de la opinión pública de medio mundo, a favor de la inmediata liberación de los prisioneros políticos cubanos, que costó la vida a varios patriotas y puso en peligro las de muchos más, en diferentes acciones de protesta y cuyo caso más representativo fue la muerte por huelga de hambre del valiente patriota Orlando Zapata Tamayo.

El régimen utilizó en su maniobra a dos de sus socios y admiradores en la intensa labor supuestamente a favor de la paz en Cuba: el bailarín de turno de la zapatesca diplomacia española –el señor Miguel Ángel Moratinos- y el desprestigiado Cardenal de La Habana Jaime Ortega y Alamino. Todos sabemos que al final lo que realmente hizo Raúl Castro fue organizar una deportación inducida, con la que suponía quitarse de encima una buena parte de la presión internacional y darle un pequeño maquillaje de cambio a su truculenta política represiva, prolongación de la de su hermano. Al parecer el señor Obama se creyó el cuento y espera que sigan las señales de cambio.

¿Realmente el presidente Obama confía en que de la pandilla de los Castro puede salir algo positivo para el pueblo cubano? ¿Han sido inútiles casi de 52 años de sufrimiento para la familia cubana como para que todavía alguien espere algún real gesto de redención del dictador de turno?

¿Necesitará más pruebas el presidente Obama sobre la verdadera catadura moral del régimen? ¿Tendrá que explorar más en la desidia y maldad del sistema castrista? ¿Creerán realmente el actual presidente norteamericano y sus asesores que los tiranos de Cuba han sido serios y veraces alguna vez o lo podrán ser jamás?

Quizás esta simplista y despreocupada evaluación de la actitud de su gobierno con respecto al sufrimiento indecible del pueblo cubano, ante los ojos impasibles y a veces cómplices de una gran parte de la comunidad internacional –entre ellos la ONU y la OEA-, también la ha aplicado a su gestión de gobierno y esa sería parte de la explicación a la situación actual con la que enfrenta el presente período electoral norteamericano. La Historia –entre otras cosas- es justa y pasa la cuenta.

Quizás en lo adelante el gobierno norteamericano se dé cuenta de su compromiso histórico con la libertad del pueblo cubano y asuma otra actitud más radical y menos conciliadora. De todas maneras, como lo va a demostrar el inminente juicio del pueblo cubano contra los Castro y sus esbirros, la Historia no absuelve a los malditos tiranos de sus pueblos: los juzga y condena inevitablemente.

Y, ¡ay de aquellos que se presten a sus manipulaciones mentirosas o les den cobertura!

lunes, 18 de enero de 2010


Ya viene llegando
Por Lázaro Tirador Blanco

El terremoto ocurrido en Haití ha conmocionado al mundo y ha sido realmente una catástrofe de envergadura aún incalculable. Todos hemos manifestado de alguna manera la solidaridad con el pueblo haitiano. El hecho ha ocupado las primeras planas de todos los medios de divulgación del mundo clamando solidaridad.
Pero en Cuba sucedió en este mismo tiempo un acontecimiento que nada tiene que ver con una catástrofe natural como la que sobrevino al hermano pueblo haitiano. El acontecimiento que ha estremecido a la sociedad cubana ha sido la muerte de 26 enfermos mentales del Hospital Psiquiátrico de La Habana (Hospital de Mazorra). Los fallecidos eran todos de avanzada edad y que sufrían diferentes patologías crónicas, que requerían de cuidados especiales y atención médica constante y cuyo deceso se produjo por hipotermia. Ellos no murieron en medio de un evento meteorológico sino como consecuencia de la catástrofe que por más de medio siglo azota al pueblo cubano: el castrismo totalitario.
Las primeras noticias de este hecho no fueron proporcionadas por los medios oficiales del régimen, sino por una valiente denuncia ante la opinión pública por parte de un comunicado de Elizardo Sánchez, líder de la Comisión Cubana Pro Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), desde e La Habana.
Como ya se conoce, al descubrirse lo ocurrido, el gobierno castrista emitió de inmediato una nota, justificando que “estos hechos están vinculados con las bajas temperaturas de carácter prolongado que se han presentado, de hasta 3,6 grados centígrados, en Boyeros, donde se ubica el hospital" y que "los principales responsables de estos hechos serán sometidos a los tribunales correspondientes".
Es indignante que estas muertes de inocentes ancianos se produzcan no en sus casas, en algún evento violento u accidente, sino en uno de los hospitales cubanos que el castrismo ha elogiado como un “logro de la salud de la Revolución”; no en un lejano rincón rural lejos de los beneficios directos del desarrollo, sino en pleno corazón de la capital cubana, en un país que se jacta de ser una potencia médica mundial y que se da el lujo de exportar a su personal médico a numerosos países. La otra paradoja es que, como dice la denuncia de los disidentes "murieron por hipotermia, lo cual es un absoluto contrasentido en un país marcadamente tropical como Cuba". La denuncia también señaló que este era "el número más alto de muertes evitables en un hospital cubano en toda la historia republicana".
La mala alimentación, las deficiencias del sistema hospitalario, el deterioro y mal estado de las instalaciones y la despreocupación del personal de dirección, mantenimiento, médico y paramédico –algo que ocurre en todos los sectores de los servicios y la economía cubanos-, parecen ser las causas reales del doloroso hecho.
Ahora el gobierno de Raúl Castro se propone “pedir sangre” por el hecho pero ya todos los cubanos sabemos que como siempre, se buscarán algunos culpables intermedios, se sancionarán y la aparente moral de la Revolución quedará lavada, sin manchas y sin arrugas.
Ya esto ha pasado muchas veces. La irresponsabilidad y los errores del régimen y su alta dirigencia –incluyendo graves delitos cometidos por sus líderes-, han sido endilgados públicamente a algunos de sus subalternos que han pagado los platos rotos, como ocurrió con los fracasos del Cordón de La Habana, la Zafra de los 10 Millones y casi todos los programas castristas y hasta con el narco negocio que dirigía la más alta cúpula comunista y por el cual sólo pagaron algunos oficiales de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, incluyendo al General Arnaldo Ochoa.
Esta vez pasará igual. El Presidente Raúl Castro armó su espectáculo y llegó a Mazorra con su séquito para “evaluar los hechos y exigir responsabilidades”. Se sancionará a algunos dirigentes menores, médicos y paramédicos, pero no creo que la “candela” llegue siquiera al Ministro de Salud Pública. Y todo quedará igual.
Lo trascendente de este hecho –amén de las muertes de ancianos inocentes que engrosarán las listas de muertos por causa del régimen-, es que pese a los esfuerzos que hace la cúpula castrista por mantener la imagen de una revolución popular que será eterna, el sistema se derrumba a pasos agigantados, cada día se desenmascara alguna de sus mentiras que han sido su principal sostén y el pueblo cubano gana más conciencia de la necesidad urgente del cambio total.
Aún Raúl Castro y su sistema de control totalitario, sostenido por las armas, la represión, la chivatería, el chantaje y el sometimiento por las mentiras unas veces y por las amenazas la mayor parte del tiempo, se desmorona cada día. Hoy, como nunca antes se escuchan muchas voces de cubanos y cubanas dignos que han aceptado el reto de oponerse al sistema y propiciar el cambio, que salen a expresar sus ideas a las calles –aún en medio de amenazas, golpizas y aún asesinatos-; que se mantienen firmes en las cárceles sólo sobre los soportes de sus ideales patrióticos.
Es indudable que dentro y fuera de Cuba se está gestando un movimiento tal de repulsa al sistema castrista que muy pronto estremecerá los cimientos lastimados de nuestra afligida nación, como una eclosión justiciera que devolverá al sufrido pueblo cubano su integridad democrática, su libertad de expresión, vivir y gobernarse como el país libre que antes fue y que de nuevo pronto será.
Entonces, estos muertos inocentes también serán recordados, porque se sumarán a los cientos de miles que acusarán a los personeros del régimen ante los tribunales de justicia.
Ese día ocurrirá también en Cuba un terremoto –no como el que han sufrido hace unos días los vecinos haitiano-, sino un terremoto de ansias de reconstruir la nación, de restaurar a Cuba sobre sus ruinas y del cual surgirá un nuevo país –como esperamos que suceda en Haití-, que enfilará hacia un futuro mejor para los seres humanos, sus necesidades y sus sueños.
Ese terremoto –al menos en Cuba-, será recordado como el inicio de la libertad, del desarrollo, del bienestar y de la paz para nuestro pueblo.
Y ese terremoto para Cuba, ¡Ya viene llegando!

domingo, 11 de octubre de 2009

Hablemos Claro: la politica del régimen castrista

Por Lázaro Tirador Blanco, periodista independiente

Las promesas realizadas por Fidel Castro antes y al principio de su triunfo sobre el régimen de Fulgencio Batista, las cuales había esbozado en su alegato “La Historia me Absolverá”, escrito en la comodidad del Pabellón No. 1 del Hospital del Presidio Modelo en la entonces Isla de Pinos, se quedaron en eso: promesas y sólo promesas.
Desde los primeros meses de 1959 se pudo apreciar que en realidad los nuevos gobernantes aplicaban un régimen revanchista, totalitario y criminal. Los centenares de asesinatos perpetrados en ese mismo año bajo las órdenes del Ché Guevara en la Fortaleza de La Cabaña, la mayoría de los cuales hoy se encuentran documentados, fueron sólo una muestra de lo que ocurre hasta el día de hoy.
El sistema aplicado posteriormente en Cuba es el de un típico estado comunista, devenido en una copia tropicalizada y trasnochada de los numerosos regímenes totalitarios de esa misma clase que existieron en Europa Central y Oriental y la antigua Unión Soviética, de los cuales aún subsisten algunas especies en países del Asia, como China, Corea del Norte y Viet Nam, con sus respectivas variantes.
Algo común a estos regímenes es su participación, demostrada históricamente, en algunas de las más monstruosas violaciones masivas de los derechos humanos, donde han sido masacrados millones personas incluyendo ancianos y niños, cuyos más representativos ejemplo han sido Kampuchea bajo el dominio del Khmer Rojo, y las decenas de millones de personas muertas de hambre como consecuencia de medidas económicas adoptadas por los regímenes de la antigua Unión Soviética y China, así como también los millones de detenciones y encarcelamientos en forma absolutamente arbitraria, desde el stalinismo hasta el actual sistema político chino, plagado de campos de concentración como nueva forma de cárcel y las más crueles represiones contra cualquier brote de oposición, como ocurrió con los jóvenes de la Plaza Tiananmen en 1989, en China comunista.
Aunque en la Cuba bajo el régimen castrista no existen expresiones tan divulgadas de la represiones masivas, es por su esencia un sistema similar, al que se le han probado miles de fusilamientos, decenas de miles de presos políticos y un número enorme de exiliados, provocados por las malas condiciones de vida para el pueblo y que se estiman en el 20% de la población total.
Supuestamente el triunfo de los rebeldes en Cuba en 1959 se inspiró en los anhelos de restablecer la Constitución de 1940 (una de las más adelantadas y progresistas de América Latina) para restituir los derechos humanos violados por las estructuras represivas del régimen batistiano. Ésto obligaba a los vencedores a restablecer un sistema de gobierno constitucional y con todos los demás derechos democráticos que restituirían a los cubanos el ejercicio de todos sus derechos y obligaciones ciudadanas.
Desde los primeros momentos y pese a la emotividad del triunfo fidelista, se podía notar un elevado sentido caudillista en los mandos, y discrepancias entre los principales líderes, que provocaron rápidamente escisiones como las del Comandante Hubert Matos y otros oficiales y funcionarios, hasta eventos como la oscura y todavía misteriosa desaparición del Comandante Camilo Cienfuegos, líder carismático que contaba con un apoyo popular superior al de Fidel
Castro y que estorbaba a su hermano Raúl para ocupar el segundo lugar en la jerarquía revolucionaria.
Los acontecimientos posteriores, las intervenciones de la propiedad privada nacional y extranjera y la limitación férrea de los más elementales derechos humanos de los ciudadanos cubanos, así como los estrechos lazos establecidos con la Unión Soviética, anunciaron al mundo el establecimiento de un régimen de liderazgo único que devino en un sistema político de partido único y es, por esta concepción castro comunista, que el Partido Comunista es el único que tiene existencia y reconocimiento legal en Cuba.
Pese al enunciado marxista-leninista de que los gobiernos comunistas representan la dictadura del proletariado, en la actual Constitución de Cuba se reconoce sólo al Partido Comunista con el carácter de "fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado".

Llama la atención que este órgano rector de la sociedad, la política y la economía cubana, es una organización política selectiva y a ella pertenece sólo una minoría neta de la población adulta cubana. En español sencillo eso significa que la dirección de la sociedad y el Estado cubano están en manos de una élite de líderes que tienen que estar políticamente identificados y comprometidos "hasta la muerte" con el Partido Comunista, sin opción alguna.

En 1976 el dictador Castro ejecutó una jugada maestra para dar a su régimen apariencia institucional y a la dirección de su finca cubana un baño de democracia participativa, creando la Asamblea Nacional del Poder Popular.

El nuevo sistema de "gobierno" en Cuba fue aprobado, según las cifras oficiales del régimen por el 97,7% de los electores en referendo efectuado el 24 de febrero de 1976, y el 2 de diciembre de ese mismo año se instaló la primera legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Con este paso bien preparado y ejecutado bajo el más férreo control del Partido Comunista, se justificaba el concepto marxista-leninista de un poder único representado ahora por esta versión criolla de Parlamento. Esta maniobra colocó a Fidel Castro, además de ser el Primer Secretario del Partido Comunista, como el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. ¿Quién podría decir a partir de entonces que en Cuba los Poderes del Estado no funcionaban con una estructura democrática y participativa?

La Asamblea Nacional del Poder Popular sesiona dos o tres días al año y el resto de los 360 y algo los dirige el Consejo de Estado, es decir Fidel Castro y ahora su hermano Raúl, con plenos poderes. Para cerrar la jugada, en virtud de una disposición constitucional, los tribunales están "jerárquicamente subordinados" a la Asamblea Nacional y al Consejo de Estado y así se completa el control de los poderes del Estado por parte del liderazgo de turno del régimen.

Como en todos los eventos nacionales que el régimen organiza en Cuba, en las elecciones el pueblo "vota y aprueba" o se convierte en contrarrevolucionario o gusano, con las consabidas represalias para la persona en cuestión y sus familias. Estas jugadas fueron perfectas y han permitido que Cuba sea considerada por muchos en el mundo —lógicamente, desconocedores de la verdad interna en que vive el pueblo cubano; o cómplices de la tiranía—, como un Estado con estructuras democráticas y participativas.

Sobre el sistema electoral se ha hablado bastante y no vale la pena insistir en ello. Baste saber que el mecanismo de propuesta de un candidato a ocupar cualquier puesto en el sistema público cubano debe ser analizado y propuesto por una Comisión de Candidatura, que está integrada por representantes de las organizaciones de masas que responden directamente al Partido Comunista, ellas son: Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Comités de Defensa de la Revolución (CDR), Federación de Mujeres Cubanas (FMC), Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM). Según el régimen, este proceso garantiza que en la cantera para elegir, estén los mejores hijos del pueblo (léase en el argot popular inventado por el "Cabo Pantera" como Los Sumitrachis sumisos, tracatanes y chivatos) que merecen ocupar los cargos en la vanguardia de la sociedad y de la patria socialista.

Pese a que una inmensa mayoría de la población cubana aborrece estas medidas impuestas y enunciadas como constitucionales en el sistema político del régimen, los ideólogos castristas inventaron una figura en el código penal que deja paralizados a la inmensa mayoría de los que tienen intenciones de protestar. Se trata de la condición aplicada a cualquier ciudadano que sea considerado en "estado peligroso". La aplicación de esta categoría jurídica permite a las autoridades enviar a prisión a personas que por definición jurídica no hayan cometido delito alguno, pero que —según la arbitraria opinión de las autoridades policiales o políticas—, son proclives a cometerlos.

No debe extrañar a nadie que este mecanismo diabólico y arbitrario es aplicado constantemente contra los disidentes políticos. Con esta base, contra los que son considerados en "estado peligroso" se pueden aplicar "medidas de seguridad" que incluyen la prisión, en la que sufren a menudo vejaciones, maltratos y hasta torturas e incluso la muerte. Las cárceles cubanas están llenas de personas que han sido consideradas "de alta peligrosidad" por reclamar pacíficamente derechos y libertades que son violados diariamente por el régimen.

No sólo son consideradas punibles las violaciones de leyes, reglamentos y disposiciones gubernamentales, sino que tampoco ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado Socialista, ni contra la "decisión" del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. En realidad, las violaciones consideradas más graves son las que van, aún con el pensamiento —si lo descubren—, en contra de "la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo" (construcción a la fuerza), o contra algunos de los Castro o sus cercanos seguidores.

Con independencia de las imperfecciones, vicios y aún malas intenciones de la mayoría de las leyes castristas, que debían ser el basamento legal para cualquier reclamación de parte de los afectados, lo que es realmente más denigrante es el desprecio al derecho a la libertad y a la inviolabilidad de las personas, que es vulnerado abierta y sistemáticamente, sobre todo por expresar directamente criticas al regimen, o simplemente si se infere, o se recibe algunas denuncias de chivatos contra personas que disienten pacíficamente del régimen o expresan críticas al mismo. Por estas razones, las detenciones arbitrarias se han convertido en algo cotidiano hasta en el último rincón del país y las cárceles cubanas están abarrotadas de presos, sobre todo bajo la denominación de "presos políticos", aunque los informes del régimen no los menciona como tales, sino como delincuenres comunes.

En medio de este pandemónium de represión a los más elementales derechos humanos, en las cárceles se han dado casos de presos políticos en que los acusados han permanecido en prisión por más de un año sin que se les presentara una acusación formal y sin juicio; después de permanecer en la prisión por año y medio o más, han sido puestos en libertad sin explicaciones y sin derecho a establecer reclamación alguna.

Los intentos cotidianos de muchos cubanos por abandonar el país de la única manera posible —clandestinamente—, se pueden contar en Cuba realmente por cientos de miles.

A principios del año 2000 se produjeron algunos que incluyeron, como otras veces, intentos de secuestros de aviones y embarcaciones. En los círculos represivos del régimen se hablaba de la necesidad de dar un escarmiento para detener esa ola que estaba afectando la tranquilidad del país y creando muy mala propaganda, sobre todo para el turismo internacional, que es una de las principales entradas de divisas al régimen.

La oportunidad para recordar a los cubanos la brutalidad y la feroz política del régimen contra "los gusanos" llegó en abril de 2003, cuando un grupo de ciudadanos que pretendieron secuestrar una embarcación, fueron capturados después de 24 horas de intentar cumplir sus propósitos. En el intento no hubo desgracias personales que lamentar; pese a ello, tres

personas de tez negra fueron procesadas, condenadas a muerte y fusiladas de inmediato. Los propios voceros del régimen insinuaron que esas ejecuciones tenían además, el propósito de disuadir y desalentar a otros para que no se repitieran acciones similares. De la manera en que se produjo la captura y el apresurado proceso y ejecución de la sentencia, la mayoría de los cubanos intuyeron, en silencio por supuesto, que no hubo ni garantías procesales ni una adecuada sentencia. Este caso pasó a la memoria de los cubanos como una "ejecución extralegal", como tantas otras, la mayoría sin conocerse aún, pero que un día saldrán a la luz.

Otra de las políticas del sistema castrista ha sido cerrar la boca de todos los cubanos sin distinción alguna. Sólo están permitidos los medios de comunicación estatales, los que están bajo el férreo control gubernamental y las únicas expresiones de libertad de opinión y de prensa que se permiten son para alabar al régimen, comenzando por el omnipresente Comandante en Jefe y sus ideotas. No obstante, aún los que se dedican a esto, tienen una supervisión y control constantes de estructuras especializadas del Partido Comunista y la Seguridad del Estado, para evitar cualquier atrevimiento o desliz en estos medios los que, cuando se han producido, han costado bastante caro a los atrevidos o los descuidados.

Es interesante, por su contrasentido, la manera en que se expresa en la Constitución cubana lo referido a la libertad de opinión, de expresión y de prensa. Un fragmento de su artículo 53 deja sentado que "…Se reconoce a los ciudadanos la libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista." Mejor bozal, ni mandado a hacer.

A pesar de esto, a lo largo de los 50 años de férreo sistema de control sobre los medios de comunicación, siempre se han levantado algunas voces que han logrado colocar sus críticas en algunas opiniones, obras literarias, etc., lo que les ha costado caro o han tenido que pagar el precio de arrepentirse públicamente y alabar al régimen como condición del perdón. No menciono nombres para no olvidar a algunos y no abochornar a otros.

La advertencia que Fidel Castro hizo a los intelectuales cubanos —y que se aplicaría a todos los cubanos—, en susfamosas Palabras a los Intelectuales (Junio de 1961), ha sido una espada de Damocles permanente sobre las cabezas de los que se han atrevido a pensar y a decir algo crítico en Cuba:"Con la Revolución todo, contra la Revolución nada." vociferó el Comandante.

Pese a todo ello, se han levantado grupos de cubanos dignos, que han enfrentado la represión, las amenazas, las persecuciones, las prisiones, las torturas y hasta la muerte por expresar pacíficamente sus ideas contrarias al sistema y reclamar la oportunidad de ejercer sus derechos ciudadanos arrebatados, por pensar de manera diferente y por querer la oportunidad de optar por un mejor sistema social y político para la Patria.

Contra ellos se han tomados medidas de represión stalinistas, que van desde campos de concentración como la UMAP, encarcelamientos masivos a opositores pacíficos como los ocurridos en la llamada Primavera Negra de 2003, hasta las injustas condenas como las del Dr. Oscar Elías Biscet y otros opositores pacíficos.

Mención especial merecen los blogueros que dentro y fuera de Cuba se encargan de informar de la realidad y de las represiones del régimen, que es escamoteada a la opinión pública por la controlada propaganda de los medios oficialistas y sus admiradores comprados por compromisos políticos o por "ayudas humanitarias", que no dejan de ser negocios a espaldas del pueblo cubano o compromisos políticos que hay que pagar.

De igual manera los Periodistas Independientes son una pléyade de mensajeros que divulgan la realidad de los acontecimientos cubanos sin temor a las censuras gubernamentales y, en la mayoría de los casos, esclarecen las mentiras y patrañas con las que el régimen cubano nutre a los que les gusta escuchar de los logros de la Revolución cubana.

El minucioso sistema de control de lo que piensa y habla la población cubana ha incluido una fuerte represión política contra activistas de derechos humanos y prisioneros políticos; así como medidas cada vez más coercitivas contra la población en general en cuanto al derecho al desarrollo, autogestión económica, acceso a medios de información independientes y el derecho a desplazarse libremente, aspectos que son imprescindibles para que las personas ejerzan opiniones o adopten posturas para defender y ejercitar los supuestos derechos que como ciudadanos tienen.

En Cuba y en muchos países del mundo se especuló que, cuando Fidel Castro entregó — primero temporalmente y después definitivamente—, el poder a su hermano Raúl en una especie de transferencia del cetro real, se producirían verdaderos cambios que darían un ambiente diferente, de mayor tolerancia y apertura a la sociedad cubana, incluyendo a los "disidentes", que en verdad ya constituyen la mayoría del pueblo cubano que, aunque temeroso aún, va despertando de su letargo.

Cierto es que, tanto en el tiempo alrededor del traspaso temporal como después de la entrega oficial y el nombramiento de Raúl Castro como Presidente definitivo, se levantaron expectativas e ilusiones de cambios. Ello se debió a que el régimen de la isla ha desplegado y despliega en estos momentos una fuerte campaña propagandística para que el mundo crea que en Cuba se ha iniciado un proceso de cambio y que la represión ha disminuido, dando paso a un nuevo gobierno más abierto, más moderno y pluralista. Lo que sucede es que la coletilla que siempre acompaña esta propaganda dice "sin poner en peligro los logros alcanzados por el socialismo" y esta expresión significa realmente "sin que cambie nada de nada para el pueblo".

La realidad es que en los dos últimos años y en lo transcurrido del 2009, lo que ha primado dentro de Cuba ha sido una fuerte represión política contra activistas de derechos humanos y prisioneros políticos, así como medidas cada vez más coercitivas contra la población en general en cuanto al ejercicio de sus derechos ciudadanos y el aumento de la carencia de los más elementales abastecimientos para la alimentación y la vida normal de cada familia.

Las últimas destituciones realizadas por el Presidente Raúl Castro, en el más clásico estilo represivo, impune y prepotente que ha caracterizado siempre al régimen y, sobre todo las de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque —en quienes muchos en Cuba veían la continuidad de una revolución mucho más consecuente con los cambios—, han demostrado que la heredad de los Castro no será entregada aún y que el pueblo cubano deberá seguir avasallado por una férrea dictadura que, poco a poco va dejando caer el maquillaje temporal para mostrar, tan incólume como siempre, la verdadera máscara del castrocomunismo, ahora sostenido por el imperialismo chavista y de nuevo cortejado por una Rusia que ansía regresar a controlar a los cachorros de un nuevo "Socialismo del siglo XXI".

Este es el trágico y real panorama para el sufrido pueblo cubano, que ahora mira al norte, a las promesas del Presidente Barack Obama, esperando de donde supuestamente pueden venir algunas medidas —como las ya anunciadas sobre los viajes a Cuba—, que den un respiro para poder soportar el segundo capítulo de los Castro, como si fuera una interminable novela brasileña (con el respeto debido a los noveleros cariocas).

¿No hay solución entonces? Sí, el despertar de un pueblo que ni siquiera se ha dado cuenta de que está despertando. En Cuba hay sembrada una semilla de libertad que germina pese a las condiciones actuales y las apariencias de indestructibilidad que tiene el régimen.

Ya hay un camino comenzado por un grupo de organizaciones opositoras pacíficas, de diversos sindicatos independientes que, pese a las persecuciones del régimen y a la negación de sus solicitudes de inscripción en el Registro de Asociaciones, se van convirtiendo cada día en grupos que ganan prestigio por su valor y la aceptación —la mayoría de las veces silenciosa—, de los cubanos. El sacrificio de muchos que han enfrentado las más crueles violaciones de sus derechos y llenan las cárceles cubanas, está siendo un testimonio que va trayendo cada día más claridad al pueblo sobre la necesidad del cambio, no de un Castro por otro, si no de un cambio total y real, que traiga la verdadera independencia y libertad a Cuba.

Pero aun faltan algunas cosas que son la clave: unidad, liderazgo, concertación nacional y un espíritu de reconciliación con todos los factores que realmente aspiran a una Cuba mejor —no sólo a un cambio de gobierno—, sino también a un cambio en los espacios nacionales para que los cubanos podamos resolver nuestros problemas y trabajar por nuestras aspiraciones.

En el régimen no se puede creer, la historia lo ha demostrado y sería iluso seguir confiando en que podrán realizarse verdaderos cambios bajo el nuevo gobierno castrista. Las famosas medidas de acceso a los hoteles para el turismo aprobadas a los cubanos que apenas ganan para comer; la autorización de la telefonía celular "controlada" con las más altas tarifas

del mundo y la venta de computadores a altísimos precios sin el acceso a internet, han venido a ser meras burlas con que se logró crear una expectativa de cambios no sólo en Cuba, sino también en el resto del mundo. La realidad ha demostrado que, una vez tomado el control completo del país y después de las purgas necesarias para poner a sus seguidores confiables en los liderazgos claves del control nacional, Raúl Castro se apresta a seguir los lineamientos generales que le enseñó su hermano, pero con el extremismo que siempre le caracterizó desde los días de la Sierra Maestra.

Uno de los aspectos a los que Raúl Castro ha prestado mayor atención ha sido el reforzamiento de la militarización en los puestos de dirección claves del país, así como el control militar de las calles, la reactivación de las llamadas "organizaciones de masas", sobre todo reforzando su compromiso como organizaciones oficialistas y los grupos paramilitares —como las llamadas Brigadas de Respuesta Rápida—, todos disfrazados de integrantes de la sociedad civil, pero diseñados realmente para repudiar, agredir, discriminar y amenazar a los que se atreven a levantar la voz para exigir sus derechos ciudadanos, o protestar contra el régimen. Hay suficientes testimonios de activistas de derechos humanos, periodistas independientes, familiares de presos políticos y aún de prisioneros políticos que han logrado hacer denuncias sobre todos estos desmanes.

Es imprescindible volver sobre estas cosas porque en los últimos tiempos ha habido una propensión en numerosos países, sobre todo latinoamericanos, de aupar al régimen y de solicitar su reincorporación a los diferentes organismos regionales como la OEA, que acaba de anular la expulsión del régimen en 1962 del organismo regional, que deja libre el camino a la reincorporación de Cuba, con algunas tibias solicitudes, lo que le ha dado un más amplio reconocimiento no a Cuba, sino al régimen.

Como algo significativo se ha considerado, además de la visita de funcionarios de la Unión Europea, las de un numeroso grupo de presidentes de la región, lo que ha sido esgrimido como un reconocimiento y un espaldarazo de apoyo a Raúl Castro y a su hermano Fidel.

Estas personas recibirán un día sobre sus conciencias —los que la tengan—, el peso de la responsabilidad por reconocer al régimen y desconocer y no criticar el tratamiento cruel e inhumano, degradante y miserable con el que ese propio régimen maltrata, sobre todo a los presos políticos, a los que someten a régimen de detención inhumanos, en celdas donde no llega el sol, donde no hay pisos sino de tierra, azotados por las ratas, las pulgas y los piojos; con falta de alimentos, de tratamiento médico aunque estén enfermos y la mayor parte de las veces sin comunicación alguna con sus familias y esto, sólo por disentir del sistema.

Hay pocos gobiernos y líderes que levantan hoy sus voces para condenar al régimen por la sumisión a que ha sido obligado el pueblo cubano por tantos años; por un sistema que se sostiene por el funcionamiento de una diabólica maquinaria de mentiras, temor, amenazas, comprometimiento, adoctrinamiento y represión, unidas al principal pensamiento que ocupa la mente de los cubanos desde hace 50 años: ¿qué vamos a comer hoy?

Por eso hay que recordar estas cosas cada día, para abrir el entendimiento de nuestros propios compatriotas, que desgraciadamente a veces se conforman con algunas mejoras económicas, con algunos productos más en la libreta de racionamiento. Es muy triste oír a muchos que sólo atinan a decir en el lenguaje más popular: "lo más importante es la jama para los chamacos, mi hermano", lo demás ya veremos.

Muchos esperan que cuando muera Fidel y deje de ser el tutor y la sombra de su hermano Raúl, éste no dure mucho más en el poder. Sólo Dios sabe. Lo que sí creo es que cada día más, el sistema político se irá debilitando por sus propias contradicciones y, si podemos ayudar a abrir los ojos de nuestros compatriotas, este proceso será más rápido. Podrá haber ambiciones y pugnas por heredar el poder, pero sin dudas habrá un cambio paulatino del sistema cuando logremos que el pueblo tenga una visión más nítida como ciudadanos, que pueden llegar a ejercer sus derechos, a hacer sus elecciones y a construir un mejor país "con todos y para el bien de todos" como pidió Martí.

Hoy Cuba está bajo el poder de una clase gobernante que se convirtió en uno de los regímenes más despreciables del mundo, que se acerca al fin de su tiempo y al final de su existencia.

Este fin estará más cerca cada día si no olvidamos los sufrimientos, los crímenes, el hambre, la explotación y la sumisión de estos 50 años…

(Capitulo 3 del libro Hablemos Claro)

lunes, 13 de julio de 2009

A propósito de Honduras

A propósito de Honduras…
Por Lázaro Tirador Blanco
Lo ocurrido en Tegucigalpa no fue un golpe de estado como ha sido vociferado desde el inicio por los acólitos de Castro y los asalariados de Chávez. La verdad es que las instituciones jurídicas, políticas y militares hondureñas han dado un ejemplo de patriotismo a Latinoamérica y al mundo, en cuanto a defender la Constitución de su patria y los principios democráticos que rigen la sociedad hondureña.

Es triste que en Cuba las noticias las transforman, las envuelven en engaños y no se dan todos los elementos de la verdad de los hechos. Pero es entendible que el régimen no permita al pueblo cubano escuchar todas las versiones, porque un acontecimiento como el acaecido en Honduras llevaría al pueblo, sojuzgado por un totalitarismo incruento, la esperanza de la próxima libertad.

Cuando Castro andaba por la Sierra Maestra intentando llevar a cabo su revolución, bien denunciaba que las armas debían ser para defender los derechos del pueblo y de la patria y no para masacrarla. ¡Qué paradoja! Ellos también dieron un golpe de estado y llevan más de 50 años masacrando a Cuba. Pareciera una burla que hoy Raúl Castro recrimina y da lecciones de democracia a los militares y políticos hondureños –respaldados por las instituciones del estado-, que han tomado las armas y la ley, no para masacrar a sus hermanos sino para defender la Constitución, proteger el Estado de Derecho y la democracia hondureña, amenazada por los planes elucubrados en la imperial mente de Hugo Chávez y bajo el senil consejo de Fidel Castro.

Ya hoy el pueblo y las instituciones venezolanas están comenzando a pagar el precio de aprobar las elecciones eternas de Chávez y poco a poco también sufrirán los pueblos de Bolivia, Ecuador y Nicaragua. De eso se libró el pueblo de Honduras.

También llama la atención que la Organización de Estados Americanos (OEA) haya asumido posiciones tan radicales a sólo horas de haberse producido la sustitución de Manuel Zelaya y armado un revuelo regional y mundial, lleno de sanciones, amenazas, expulsiones y calificativos para los hondureños de vergüenza que defendieron su patria, sin siquiera haber sido escuchados.

¿No parece muy extraño que se tomara todo tipo de medidas coercitivas, incluyendo el bloqueo comercial de las fronteras por parte de Nicaragua, El Salvador y Guatemala sin que se escuchara a los representantes de la mayoría de los hondureños que apoyaron y apoyan la destitución de Zelaya?

¿No es vergonzoso, aún para la poca vergüenza que le queda a la OEA, que Chávez amenazara con invadir militarmente a Honduras para restituir a su discípulo y que, para demostrar que era en serio alertara a sus fuerzas armadas, y la OEA no le diera una contundente respuesta? Esto demuestra que los líderes bolivarianos –a los que ya pertenece Zelaya-, cuando no puedan salirse con la suya mediante elecciones y usos diplomáticos, lo van a tomar por la fuerza de las armas. Y la OEA sigue callada ante estas amenazas que hoy son para Honduras y mañana serán para cualquier otro país que no se pliegue al nuevo imperialismo naciente en Nuestra América.

La inusual diligencia del Secretario General de la OEA José Miguel Insulza ha sido un matiz llamativo de esta crisis. Convocó, habló y se movió por el continente con una eficacia sin igual, preestableciendo que la OEA debía condenar lo que él mismo bautizó como “golpe de estado”, y todo ello sin escuchar las razones de los demás hondureños, sólo las de Zelaya. Algo que pasará a su haber personal como un logro de su carrera en la OEA fue lograr que hasta el gobierno estadounidense pidiera la restitución de Zelaya sin oír la otra parte y saber el deseo de la mayoría de los hondureños.

Es una lástima que nadie haya dicho en la cara al Sr. Insulza que toda su actuación contra el pueblo de Honduras sólo se debe a su admiración por el tirano de Cuba y su más reciente romance político con el tirano de Venezuela y que esas cualidades no solo lo incapacita para ser Secretario General de la OEA –por muy sucia que esta actúe-, sino lo descalifica como ser humano digno de hablar a nombre de los pueblos de Latinoamérica.

Lo que hicieron en las elecciones de Irán fue superlativamente peor que lo que pretenden demostrar que se hizo en Honduras, y ningún país de Latinoamérica se inmutó, ni condenó ni arguyó.

Lo que ocurre cada día en Cuba es peor, porque una pequeña élite gobernante le arrebató a su pueblo los más elementales derechos que deben tener sus ciudadanos, ¡y esto por 50 años! Y la OEA premia al régimen abriendo las puertas a su reingreso. No han tenido en cuenta que el pueblo aplaude y da aparente apoyo al régimen porque “al que no lo haga lo coge la candela”. Las cárceles cubanas están llenas de valientes ciudadanos que van despertando del sopor de la esclavitud y se levantan poco a poco hacia la verdadera libertad, a la definitiva expulsión del régimen del poder. ¡Ya veremos si ese día se levanta un tracatán (adulador y arrastrado) como Insulza a pedir la restitución de Raúl Castro!

En el caso de Honduras ha quedado demostrado que las instituciones jurídicas, políticas y militares del país actuaron conforme a derecho, bajo el amparo del Poder Legislativo y del Poder Judicial; que la Constitución fue aplicada y observada y que el Estado de Derecho fue preservado.

La fórmula que se aplicará para solucionar la situación creada y la definitiva salida del panorama hondureño, de Manuel Zelaya, y el reconocimiento de todos los derechos de ese país en las instituciones regionales y mundiales, que le fueron suspendidos apresuradamente y discriminaron a un país que defendía su democracia y su dignidad, no sabemos cuál será, pero lo que sí tenemos que reconocer desde ahora es que Honduras ha demostrado que América Latina no será presa fácil del nuevo imperio bolivariano organizado por Chávez y asesorado por Castro y que en lo adelante cada país y cada pueblo será más cauteloso, a la hora de dar respaldo a demagogos aprendices de tiranos totalitaristas, detrás de cuyas pieles se esconden oportunistas que sólo pretenden cambiar el collar y que nuestros pueblos sigan siendo los mismos perros.