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miércoles, 2 de octubre de 2013

Desarraigo...vital


Desarraigo ... vital.

La muchacha llevaba horas con la Carta Blanca en la mano.
Temprano en la mañana pasó por las oficinas de inmigración a recogerla. Esa carta era casi el trámite final para su salida legal del país.
Ahora que estaba a punto de lograr sus sueños, le temblaban las piernas. Sabía que ese temblor no lo provocaba el temor a salir de Cuba para un país extraño donde se habla otra lengua que hay que aprenderse de verdad si se quiere triunfar, tampoco lo provocaba el miedo al cambio, a lo desconocido, a vivir en un lugar donde no se tiene familia, ni amigos, solo un puñado de conocidos.
Ya había pensado y sopesado todo eso antes de lanzarse a la aventura de comprometerse con un casi desconocido ciudadano cubano-americano que desde la segunda vez que la vió, le propuso matrimonio para ayudarla a salir del país.
Lo que la hacía temblar de pies a cabeza era la imagen de sus padres. Cómo decirles que había contraído un compromiso formal con José Alberto, el nieto de Andrea. Cómo explicarles la forma en que obtuvo la visa de fiancé que la autorizaba a entrar a Estados Unidos y permanecer legal por tres meses.Tiempo en el que estaba supuesta a casarse legalmente con el novio que la reclamó. Novio que ella a penas conocía aunque se había acostado con él varias veces.
La decisión ya estaba tomada. Estaba segura que no se arrepentiría de lo que estaba haciendo. La vida en Cuba se le hacía insoportable. Tenía 23 años, un título universitario: Licenciada en Pedagogía en la especialidad de Historia. Recién había terminado su servicio social en la secundaria del pueblo Las Terrazas, en Pinar del Río.
Desde pequeña siempre pensó que no quería una vida tan miserable como la de sus padres. Ambos profesores, profesionales con doctorados, y sin embargo, para poder comer todos los días tenían que "inventarla" fabricando lámparas artesanales por las madrugadas para venderlas "legalmente" con ayuda de otros artistas artesanos, en las ferias de artesanía por un precio muy por debajo del real, única forma de no levantar sospechas sobre las otras ventas ilegales que le dejaban mejores dividendos pero que los mantenían sobre ascuas pensando que Nina, la del CDR, a quien ya le habían regalado más de tres lámparas y todavía quería más, un buen día los delatara con la policía. Ellos no tenían licencia de artesanía. Cada vez que la solicitaban era la misma respuesta: "Ustedes son profesionales, las licencias se las damos a los que no tienen trabajo, a los artesanos artistas".
¡Como si sus padres no fueran verdaderos artistas en eso de las lámparas y en lo del invento diario para llevar el pan a la boca!
No. Ella sentía que no había nacido para continuar con esa vida mediocre donde no se puede ni hablar, y se vive con la angustia de tener siempre varios ojos vigilándote, rodeándote; siempre pendientes hasta del olor que sale de tu cocina. Esa vida donde trabajas, horas y horas por un mísero salario en tu profesión que te gusta pero que no puedes ejercer libremente porque hasta para investigar hechos históricos ocurridos en el país antes y después de la Revolución, tienes que tener el permiso oficial del Partido Comunista, y si lo consigues, debes, periódicamente informar qué haces, qué has revisado, qué has encontrado y cuando crees que has logrado algo importante, viene la censura y le quitan y le ponen lo que ellos entiendan y luego te dicen que debes esperar , que no hay condiciones ahora para publicar tu libro porque todas las imprentas del país están muy ocupadas cumpliendo con sus planes quinquenales de publicaciones de libros de texto.
El deseo de irse del país la estaba rondando desde mucho antes de conocer a José Alberto. Lo había decidido desde que estaba en el pre-universitario, solo que no había tenido la oportunidad de hacerlo.


Era demasiado pequeña cuando la crisis de los balseros en 1994, porque sino, se hubiera montado en cualquier balsa.
Con todas estas ideas que iban y venían y la tenían a punto de estallar en llanto, la joven se sentía acorralada. Pensaba en sus padres, ya viejos, cansados de trabajar toda una vida para nada.
Para la muchacha la única solución que podría cambiarlo todo, era su salida del país. Una vez en tierra norteamericana, trabajar fuerte, superarse, lograr estabilidad económica, hacerse ciudadana americana y luego reclamarlos. Entre una cosa y otra estarían separados por un promedio de seis a diez años con la posibilidad de dos o tres visitas legales de ella a la Isla. En ese tiempo podían pasar muchas cosas, pero había que arriesgarse. Estaba muy convencida de que no vale la pena vivir en una tierra que no sientes como patria porque te violan diariamente tus derechos humanos y no puedes hacer nada para evitarlo porque es la herencia social que te han dejado.
Todo estaba claro para la muchacha. Bien pensado, bien calculado. Solo que algo se desgarraba dentro de ella y ese algo estaba muy relacionado con sus padres.
Ellos tuvieron la oportunidad de irse cuando eran jóvenes, cuando ella no había nacido todavía. No lo hicieron por amor a la tierra donde nacieron y porque creyeron que de verdad construirían una nueva sociedad. Ellos se creyeron el cuento de la nueva sociedad justa y equitativa. Cuando descubrieron la mentira, ya era demasiado tarde. El hombre nuevo se les escapó de las manos. Gracias a Dios ninguno se parece al Che, unos cuantos se han lanzado al mar, ( todavía se lanzan )premeditadamente arriesgando la vida en el intento; una gran mayoría como ella, lo menos que siente es amor por esa tierra en la que nacieron condenados a esperar amordazados, maniatados, muertos en vida, a que otros decidan por ellos. Tierra en la que no han tenido oportunidades de vivir una infancia feliz, una juventud alegre, y una vida decorosa como seres adultos libres, para opinar, decidir, seleccionar y hacer; como seres humanos dueños de sus actos en el libre albedrío que les ofrece el reto de la vida en sí misma.
A su generación le ha tocado crecer sin juguetes, sin ropas sin abrigos, sin comida y sin risas. Es una generación sin voluntad propia, que ha crecido escuchando las celebres frases: " Esto cada día está peor, no hay quien lo arregle, pero tampoco quien lo tumbe". Frases condenatorias que conllevan a la resignación, a la inacción, al conformismo, propia de una sociedad en la que se vive con miedo porque no se sabe quien es el que está a tu lado, donde se sospecha de todos y de todo, sociedad fragmentada, dividida y enfrentada...



No lo pensó más. Se levantó de la cama y se fue directo hasta la puerta del cuarto de sus padres. Estaba hecha un manojo de nervios, escalofríos y temblores.
Cuando escuchó la voz de su madre invitándola entrar, se precipitó en la cama, con la Carta Blanca en la mano como el estandarte, como la llave mágica que le abriría todas las puertas... Los padres ni siquiera la criticaron. La escucharon en silencio. Cuando terminó de hablar, casi al unísono le dijeron:

_ "Hija, si eso es lo que ya has decidido, te apoyamos. Que Dios te bendiga, te proteja y te ayude a triunfar en esa nueva vida que emprenderás lejos de todo esto. Aquí no tienes presente y el futuro no sabemos cuál será"...

Pasó el tiempo y pasaron muchas cosas...
La joven nunca calculó hasta dónde llega el dolor de la separación; el dolor de dejar atrás a sus seres mas queridos que se quedan desconsolados, tristes, y más perseguidos que antes por el solo hecho de tener una hija en los Estados Unidos.

Tampoco supo del dolor y la pena por la frustración y el desamparo que sentían ellos. Sus padres, al igual que millones de padres en Cuba, habían soñado y luchado hasta agotar todas sus fuerzas, creyendo que la revolución de Fidel Castro y su ejercito de rebeldes y comunistas, le darían una vida mejor al pueblo de Cuba. Sus progenitores no se opusieron a su salida, más bien la aplaudieron. Sentían que no tenían nada que ofrecerle, se les habían ido los años trabajando duro pensando que su único retoño y su descendencia recogerían el fruto de tantos sacrificios, equivocación que les costó bastante...

Al cabo de tantos años, solo la han visto en dos ocasiones, los nietos no los conocen. La hora final se anuncia en los papeles que le han entregado los médicos donde se ha escrito sobre una enfermedad letal que está tocando en la puerta...

Esperanza E Serrano