Translate

Mostrando entradas con la etiqueta Cuba. Actualidad. José Hugo Fernández. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cuba. Actualidad. José Hugo Fernández. Mostrar todas las entradas

sábado, 25 de mayo de 2013

Cuba: Conciencia de timbiriche

 

LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org 
Adictos a movernos entre los extremos, los cubanos estamos expuestos a un nuevo peligro, otro más, condicionado precisamente por nuestra vocación de péndulos que es innata, pero que ha sido exacerbada -hasta sobrepasar todos los colmos-, por las dramáticas circunstancias históricas de las últimas décadas.
Entre los rezagos de la entumecedora Emulación Socialista y la agresividad de la competencia que ahora aplicamos, sin conocer sus mecanismos ni respetar sus reglas, tal parece que hemos perdido por entero el sentido común y el auténtico espíritu de progreso. Y no sólo eso. También estamos perdiendo la vergüenza.
Antes, únicamente le temíamos al régimen, el cual, al mismo tiempo que nos asustaba, se encargaba de neutralizar nuestros temores ante el futuro, mediante una especie de hipnosis colectiva que nos hacía sentir relajados y hasta, a veces, felices con lo mínimo indispensable, materialmente hablando, y con mucho menos de lo mínimo en otros aspectos, incluidos el espiritual y el moral.
Hoy, aún más que el régimen, parece asustarnos lo que vendrá después. Y podría decirse que ese susto nos hace inmunes ante todos los demás sentimientos.
El afán por convertirnos masivamente en pequeños comerciantes, como vía para ganar el sustento sin tener que trabajar bajo las miserables y cada vez más inseguras normas del empleo estatal, es una exteriorización de ese pavor que nos mantiene en vilo ante el mañana, si acaso dispuestos a luchar por la sobrevivencia, pero combinando el menor esfuerzo posible con la más absoluta irresponsabilidad ciudadana, a la vez que competimos todos contra todos, sin pizca de ética y sin escrúpulos, fieles nada más que a nuestra conciencia de timbiricheros.
Cada día son menos los paisanos que producen y más los que quieren vender, no importa el valor de lo que vendan, ni que todos vendan lo mismo y a iguales precios, apilados unos encima de los otros, mientras el régimen se muestra conforme, pues cada timbirichero en acción es otro ciudadano que no tiene tiempo ni disposición para asustarse, no ante el mañana, sino de cara a un presente que lo mantiene económicamente contra la pared y que lo está aniquilando moralmente, al mediatizarle el espíritu emprendedor y la capacidad productiva.
Es el nuevo círculo vicioso escogido por nuestros caciques para embobecer al personal. Ya que no les resulta posible ni rentable seguir dominándonos bajo la condición de hijos bobos, dependientes a tiempo completo de sus migajas, fingen que nos están abriendo la talanquera del corral. Pero realmente, más allá no hay sino otro corral, y en éste nos estamos encerrando nosotros mismos.
Luego, para rematar, escucharemos los comentarios de los nostálgicos del fidelismo, que muy pronto van a echarle la culpa de nuestros problemas económicos y limitaciones cívicas a eso que gustan hablar del capitalismo salvaje.

Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguiente dirección: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0

lunes, 12 de noviembre de 2012

Clones patrioteros

 

Por: José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Cuando a los cubanos nos da por ser ridículos, perdemos la brújula. Y nunca resultamos tan ridículos como cuando nos hacemos pasar por lo que no somos. Si aparentamos ser muy cultos y etéreos, siempre, por algún resquicio, asoma la chancleta. Si alardeamos de opulencia económica, no hay que esperar mucho para descubrir que apenas llegamos a ser pobres con plata. Y ni hablar de cuando nos da por vendernos como guapos o como bombas sexuales.
Sin embargo, por algún milagro salvador -consecuencia quizá del ajiaco en que nos cocinaron- nunca somos tan simpáticos como cuando nos ponemos ridículos.
Hay una sola excepción, la de los políticos, más ridículos cuanto más se esfuerzan por venderse como panacea del pueblo, y más repulsivos cuanto más ridículos.
Las palmas se las llevan hoy, por supuesto, los dirigentes del régimen, con la comparsa de sus adláteres que tan ridículamente se autocalifican como revolucionarios. Pero aún hay un colmo dentro de ellos mismos, y es el de los cubanos simpatizantes de la dictadura que, no obstante, prefieren vivir en el extranjero.
En esa fauna sobresalen dos subespecies: la de los agentes o colaboradores de la Seguridad del Estado en misión oficial, y la de los pancistas del llamado exilio de terciopelo, que también cobran, bien sea en efectivo o en especias, así que igual califican como miserables esbirros, en el sentido más estricto del término.
¿Es posible imaginar otra cosa tan grotesca como esas asociaciones de la denominada emigración cubana patriótica y revolucionaria, que ahora están medrando en Europa? Luego, para más inri, a los sujetos que las conforman les ha dado por presentarse como una especie de continuación histórica de aquellos honrados y sufridos emigrantes que aclamaron a José Martí en los Estados Unidos. Es el non plus ultra de la ridiculez, en la variante repulsiva, claro.
Por su talante malévolo, es de suponer que esto de hacerse pasar por clones de los emigrantes revolucionarios cubanos del siglo XIX, que, luego de una larga hibernación fidelista, han despertado en París o en Estocolmo o en Madrid… debe responder a una estrategia de los ideólogos del régimen. Pues, del mismo modo que resulta ingenuo creer en la naturaleza inopinada y espontánea de tales organizaciones, habría que ser bobo para no darse cuenta de que responden a un plan, fríamente diseñado y puesto en marcha desde La Habana.
Hace pocos días, tuvo lugar en Madrid el “VII Encuentro de Cubanos y Cubanas en Europa”, ocasión en la que muchos de estos gozadores de la papeleta se dieron cita, dicen, para “defender el legado de la revolución”,  mientras la gente de a pie en la Isla ya no puede más con la carga de ese legado, que es la tiranía más empobrecedora y represiva de toda nuestra historia.
No ganaríamos mucho (ni poco) recreando detalles de la cascarita que hablaron aquellos infelices en su aquelarre madrileño. Pero tal vez valga la pena insistir en la utilidad de no perder de vista el alza que actualmente registra esta tendencia. Y no sólo en Europa. El régimen cubano recoge el abono que logró producir, dedicándose durante décadas a regar estiércol por medio mundo.
Primero, fue en los Estados Unidos, bien en las más diversas universidades, o bien en todos los barrios y rincones de Miami, donde, como conocemos de sobra, debajo de cada piedra hay un majá. Después, fue en el viejo continente. Sólo en la época en que Abel Prieto era ministro de cultura, en algunas de las más connotadas ciudades europeas fueron infiltrados montones de policías disfrazados y de vaciladores del socialismo en misión de propagandistas del régimen.
Hoy, el objetivo prioritario parece ser América Latina, muy particularmente algunas naciones que han estado en el foco de interés para esa dantesca (pero también ridícula) pesadilla chavista que es la unión de repúblicas soviético-bolivarianas: Ecuador, México, Colombia, Argentina, Chile… Como ya ocurrió antes con las guerrillas, se reeditan ahora las invasiones de cubanos comisionados para regar en el área el bacilo del fidelismo-leninismo en fase de fermentación.
Es impredecible hasta qué límite seguirá extendiéndose esta epidemia, luego de la aplicación, en enero, de las nuevas medidas migratorias aprobadas por la dictadura.
Y no se trata sólo de la influencia que físicamente pueden ejercer en el exterior cientos de miles de emisarios castristas, más y menos alevosos, más y menos pagados.
Viviendo fuera de Cuba, también tienen las más amplias posibilidades de divulgar a través de Internet la política manipuladora del régimen, algo que les resulta imposible desde aquí. De tal manera sacan un doble provecho (psicológico y práctico) a su condición de emigrantes. No en balde uno de los principales puntos en la agenda del susodicho “VII Encuentro de Cubanos y Cubanas en Europa”, fue “los medios informativos y el uso de las redes sociales al servicio de los cubanos residentes en el exterior en defensa de la revolución”.
De modo que, por muy ridícula que parezca (ya que en verdad lo es), la estrategia de clonar patrioteros martianos como productos de exportación, no debe motivar únicamente nuestros sarcasmos, en tanto representa un renglón estrella de la única línea productiva en la que el castrismo ha demostrado ser eficiente.
Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguiente dirección: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0
Sobre el autor
 

Sobre el autor

José Hugo Fernández
José Hugo Fernández es autor, entre otras obras, de las novelas El clan de los suicidas, Los crímenes de Aurika, Las mariposas no aletean los sábados y Parábola de Belén con los Pastores, así como de los libros de cuentos La isla de los mirlos negros y Yo que fui tranvía del deseo, y del libro de crónicas Siluetas contra el muro. Reside en La Habana, donde trabaja como periodista independiente desde el año 1993.

domingo, 4 de marzo de 2012

A la hora de los mameyes...¿Qué pasará en Cuba?


La hora de los mameyes.
¿Conseguirá el régimen que todos los militantes del partido comunista cubano participen activamente en la represión contra el pueblo?
Por:José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, marzo, http://www.cubanet.org/ -De ser verdad lo que ahora mismo comenta vox pópuli en La Habana, nuestros caciques están durmiendo mal, un tanto quizá por el agravamiento en la salud de Hugo Chávez, y otro tanto por la suerte de sus afines, tiranos y opresores cuyas barbas arden en medio mundo, bajo la catártica hoguera de los indignados.
Lo que se comenta es que están reorganizando las Brigadas de Respuesta Rápida. Y que para hacerlo, han convocado a los militantes del partido comunista a reuniones especiales, donde se les advierte que todos deben participar activamente en las operaciones de estas hordas paramilitares, dispuestos a darles tranca al vecino, al amigo, al pariente cada vez que alguno intente la hereje osadía de salir a la calle a reclamar pacíficamente sus derechos.
Para quienes no estén muy al tanto de nuestras cotidianidades en la Isla, quizá este rumor no contenga nada nuevo, puesto que las Brigadas de Respuesta Rápida, émulas aventajadas de los Camisas Negras del fascista Mussolini, no han sido desactivadas en ningún momento. Incluso, sus acciones abusivas volvieron a ser noticia hace muy pocos días, a propósito de las actividades del movimiento opositor por los aniversarios de la muerte de Orlando Zapata, del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, y por el Grito de Baire, el 24 de febrero.
Tampoco es noticia que la total mayoría de los porristas que engruesan esas brigadas son militantes del partido comunista. Sin embargo, nunca mejor empleado aquello de que no son todos los que están ni están todos los que son.
Aquí, todo el que sabe, sabe que una buena parte de los militantes comunistas le ha sacado el cuerpo a esas pandillas. Se escurren, se desentienden. No es que exterioricen a voz en cuello su rechazo a una práctica tan siniestra y además tan lesiva para los principios de fraternidad y aun para la paz entre cubanos. No es siquiera que expongan su desacuerdo en el seno del propio partido.
Pero, sea por escrúpulos o por convicciones humanistas o por mera cautela (previendo tal vez la posibilidad de que en un futuro tengan que dar cuenta ante los tribunales por tamaña fechoría), lo cierto es que muy posiblemente sumen miles, o cientos de miles los militantes que aunque formalmente aparecen enrolados en las Brigadas de Respuesta Rápida, no accionan con ellas en la práctica.
Tampoco es difícil entender este fenómeno. No para quienes conocen de cerca nuestra realidad.
Hoy en día, por lo menos una cuarta parte de los militantes del partido comunista de Cuba son ancianos testarudos y retrógrados, muy ignorantes, desconocedores del marxismo, en especial de la dialéctica y de lo que llaman el materialismo histórico, pero devotos fidelistas, leales a la muy trucada idea que algún día les impartieron sobre lo que es ser revolucionario. En tanto, las tres cuartas partes que restan deben estar constituidas por funcionarios acomodados y oportunistas, por jóvenes de mentalidad robótica (generalmente hijos de familias con tradición de militancia), y, sobre todo, por gente de a pie, que se está comiendo un cable como el que más, pero que por ser conservadora y timorata, aun cuando carece por entero de conciencia política, aceptó pertenecer al partido, sencillamente como aceptaría cualquier otra decisión que el régimen tome por ellos, para lo cual sólo tienen que levantar la mano.
Justo a este último grupo, que es mayoritario, pertenece la generalidad de los militantes que han evitado hasta ahora participar en las groseras y violentas agresiones de las Brigadas de Respuesta Rápida. Tampoco han de ser pocos los acomodados y oportunistas que le zafan el esqueleto al asunto, por la simple razón de que no está en su radio de intereses, a no ser que los obliguen bajo control.
Así, pues, aunque parezca raro a los no conocedores de nuestros casos y cosas, podría afirmarse que hasta hoy fue minoritaria la participación de los militantes comunistas en la principal tropa de choque de que dispone el régimen para enfrentar el descontento popular en las calles. Y entre esa minoría, hacían bulto los carcamales, a los que apenas les queda la fe y la mala idea, más unos pocos, sólo unos pocos jóvenes talibanes que inspiran tanta lástima como desprecio. De tal manera, el grueso de las brigadas debió ser completado siempre con miembros del ministerio del interior disfrazados de civiles.
Sin embargo, a juzgar por el runrún de vox pópuli, parece que ha llegado la hora de los mameyes para la militancia comunista en Cuba. Lo interesante, en todo caso, es que este momento clímax nos trae por igual certezas e incógnitas.
Las certezas ya son bien conocidas, en tanto se relacionan todas con la crueldad y con la indolencia y la falta de patriotismo de que son capaces los caciques del régimen cuando se trata de conservar lo que ellos llaman las conquistas de la revolución, que no son sino sus conquistas particulares, asentadas sobre un fárrago de miseria y represión. A tal punto son crueles que no los detiene ni siquiera el peligro de un enfrentamiento fratricida entre cubanos.
En cambio, las incógnitas resultan mucho menos previsibles: ¿Logrará el régimen arrastrar efectivamente a todos los militantes comunistas en una gran escalada de violencia represora, conociendo ellos, como seguramente conocen, las dramáticas consecuencias que podría acarrear para el país, y para ellos mismos en particular? ¿Cómo van a reaccionar ante tan irresponsable decisión del régimen los militantes que se alinean entre la población de a pie? ¿Estarán realmente dispuestos a emprenderla a palos contra sus iguales, aun cuando éstos no los agredan a ellos, pues rechazan la violencia?
Tales incógnitas, y algunas otras por el estilo, nos conducirían a un nuevo círculo de interrogantes, entre las cuales, la más conclusiva tal vez sea: ¿Acaso lo que ahora se presenta como la hora de los mameyes para los militantes del partido comunista cubano, no lo será más bien para los caciques del régimen?
Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguiente dirección: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0