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lunes, 29 de mayo de 2017

Con Trump se hizo la luz en la noche de Obama




 

Por Alfredo M. Cepero
Para bien o para mal, los Estados Unidos serán siempre vituperados y retados por quienes envidian su libertad, su poderío y su prosperidad. Eso no lo entendió nunca Barack Obama y ha demostrado haberlo entendido Donald Trump.

Durante los ocho años de la presidencia de Barack Obama los Estados Unidos vivieron una noche de pesimismo y de cobardía que le granjearon el desprecio de un mundo donde, en última instancia, predomina la ley del más fuerte. Y ese desprecio es más intenso y se hace más patente cuando el que proyecta debilidad es el que disfruta de altos niveles de libertad y prosperidad. Para bien o para mal, los Estados Unidos serán siempre vituperados y retados por quienes envidian su libertad, su poderío y su prosperidad. Eso no lo entendió nunca Barack Obama y ha demostrado haberlo entendido Donald Trump.
El primero se arrodillaba con la esperanza de ser aceptado por los enemigos tradicionales de este país y fracasó de manera rotunda. El segundo prefiere ser respetado y hasta temido antes que mendigar la aceptación de los enemigos jurados de los Estados Unidos. Hasta ahora, todo parece indicar que Trump ha encontrado la fórmula correcta para ser respetado y aceptado al mismo tiempo. Y, aunque es muy pronto para cantar victoria, los resultados de su reciente periplo internacional parecen confirmar lo que acabo de afirmar.
Según la dialéctica y la conducta de Barack Obama, los Estados Unidos son una nación racista, hegemónica, explotadora y hasta genocida que ha discriminado a algunos de sus ciudadanos y ha causado daños al resto del mundo para imponer su voluntad y lograr su prosperidad. En el curso de sus ocho años en la Casa Blanca, Obama pidió perdón por los supuestos errores norteamericanos a casi 3,000 millones de personas en Europa, el Mundo Musulmán y el Continente Americano. Lo más lamentable es que el señor Obama parece creer realmente en lo que hace y en lo que dice. Me imagino que, como todo ser humano, su conducta es resultado de su formación y de su experiencia en la vida.
Este señor es un ideólogo de izquierda que quiere imponer la igualdad por la fuerza y un diletante que nunca creó riqueza con su esfuerzo personal. Esta es una mezcla de arrogancia e ignorancia que es verdaderamente peligrosa. De hecho, fue el presidente que ha hablado en los términos más despectivos y críticos con respecto al pueblo que lo honró dos veces con la presidencia. Por eso fue retado por los enemigos de Estados Unidos y es hoy objeto de burla por los mismos aliados de este país. Estos aliados que se sintieron abandonados por Obama han recibido ahora a Donald Trump con un despliegue de euforia jamás mostrado con anterioridad a un presidente norteamericano. Para la mayoría de ellos, con Trump se hizo la luz en la noche creada por Barack Obama.
Antes de continuar, unas cuantas joyitas en la corona de pacifismo de su majestad Barack Obama. En el breve período entre enero y mayo del 2009, Obama pidió perdón en 10 ocasiones diferentes por distintos motivos. Le dijo a los mismos franceses que fueron salvados de la orgía nazi por soldados norteamericanos que este país había dado muestras de arrogancia en su trato con ellos. Se fue a la Universidad de El Cairo y le dijo a los musulmanes que los Estados Unidos distaban mucho de ser un país perfecto y que no eran una sociedad cristiana. En su discurso en Trinidad y Tobago durante la Cumbre de las Américas afirmó que muchas veces Washington había impuesto su voluntad en los destinos del Hemisferio.
Durante un discurso en los Archivos Nacionales en Washington D.C. calificó de errónea la forma en que el gobierno se había enfrentado a las amenazas contra su seguridad sin mencionar jamás las palabras "terrorismo islámico". Lo mismo hizo en varias ocasiones con respecto a la Cárcel de Guantánamo, donde estaban recluidos muchos de los autores del ataque al Centro Mundial de Comercio. Pero el más grande de sus desaciertos fue la entrega de 150,000 millones de dólares y la concesión de luz verde a Irán para continuar su programa nuclear. Y cerró su desastrosa política internacional otorgando privilegios políticos y financieros a la tiranía castristas, la de más larga duración en el Hemisferio Occidental.
En marcado contraste con el presidente anterior, Donald Trump llegó el 20 de mayo a Arabia Saudita, centro de los más sagrados lugares de la religión islámica, para ser recibido con los honores y los agasajos del líder que necesita el mundo en esta hora crucial. Gobernantes de 50 países árabes lo escucharon condenar al terrorismo que lo mismo asesina cristianos que judíos y hasta musulmanes que no piensen como ellos. Aunque bajó el tono de su retórica de campaña, describió la lucha contra el radicalismo diciendo que esta era "una batalla entre el bien y el mal". Acto seguido, el pragmático Trump firmó un tratado de "visión estratégica" con Arabia Saudita para la venta de 110,000 millones de armas norteamericanas. Seguridad para los sauditas y empleo para miles de obreros norteamericanos. Los monarcas sauditas se comprometieron, por otra parte, a realizar multimillonarias inversiones en los Estados Unidos.
Dos días más tarde, aterrizó en Israel para reafirmar el compromiso del gobierno de los Estados Unidos con su principal aliado en el Medio Oriente. El Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, humillado en más de una ocasión por Obama, recibió a Trump como la realización de una esperanza para la paz en la convulsionada región. En la conducción de esa misión, Trump se reunió al día siguiente en Belén con el Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.
Desde allí Trump viajó al Vaticano para una entrevista con un Papa que no ha escondido sus diferencias con el presidente norteamericano, desde el calentamiento global hasta el muro con México. Ambos hombres tienen convicciones firmes y han demostrado disfrutar confrontando a sus adversarios. Sin embargo, Francisco declaró unos días antes que no tenía intención de persuadir a Trump para que aceptara sus puntos de vista sino que trataría de encontrar áreas de entendimiento con el presidente.
Su próxima escala fue en la sede de la Unión Europea en Bruselas, donde Trump participó en una cumbre de los presidentes de los países miembros. Allí reafirmó el compromiso de los Estados Unidos con la OTAN pero les dijo en su propia cara que Washington se niega a llevar toda la carga financiera. Si quieren mantener la vigencia de la organización, todos los miembros tienen que contribuir a sus gastos. Los verdaderos líderes hablan claro y quienes hablan claro tienen el respeto hasta de sus adversarios.
Su última escala fue en la idílica isla de Sicilia para una reunión de los G-7 (las siete naciones más desarrolladas del mundo). Allí intercambió opiniones con gobernantes deseosos de conocer sus opiniones sobre temas tan cruciales como el comercio, el terrorismo y la crisis migratorias. Algunos discrepan de él, otros lo toleran pero todos lo respetan. Tal como decía un difunto cómico norteamericano de raza negra llamado Flip Wilson: "What you see is what you get", (traducido "Lo que ves es lo que recibes"). Todos saben que Donald Trump no esconde sus cartas, una rara característica en un político; pero ya sabemos que este hombre será muchas cosas menos político. Quizás sea esta su arma más eficiente para restaurar el prestigio perdido por los Estados Unidos en estos ocho años de cobardía y apaciguamiento.
En poco más de una semana, Donald Trump visitó los lugares más emblemáticos y sagrados del Islam, del Cristianismo y del Judaísmo. Su mensaje fue el mismo para los distintos públicos. Nadie pudo llamarse a engaño. Dondequiera que habló dio testimonio de su fe en Dios, se declaró solidario de la lucha por la libertad en el mundo, expresó su decisión de combatir a los malvados, mostró su disposición a negociar sin ataduras ideológicas y, por encima de todo, desplegó para que todos los escucharan su inmenso orgullo de ser americano. ¡Qué música tan hermosa para los oídos de quienes admiramos a los Estados Unidos y nos respetamos a nosotros mismos!
5-25-17
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