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sábado, 25 de febrero de 2012

Reconciliación entre cubanos.¿Quienes son los fundamentalistas?


¿Quienes son los fundamentalistas?
A propósito de reconciliaciones sin transparencia.
Por:Alexis Jardines.
I
Un excelente post de Yoani Sánchez ―titulado «El buen intelectual»― resumió de manera insuperable en tres pequeños párrafos algo que me venía dando vueltas en la cabeza sin encontrar una vía expedita de materialización. Recomiendo su lectura como complemento del tema que voy a tratar aquí.
En su momento dediqué un artículo («Contracastrismo»), publicado en el blog de Estado de Sats, a los ciberfundamentalistas del exilio. Es obvio que no me identifico con esa postura, sin embargo, quiero dejar claro desde un inicio que su paranoia ―justificada o no― no es lo que obstaculiza el acercamiento entre los cubanos de la Isla y de la diáspora. Hay algo más aquí que debe salir a la luz.
El problema que se presenta, de inmediato, es el siguiente: quienes creen en los valores de la democracia no se pueden dar el lujo de adoptar una actitud exclusionista hacia los académicos oficialistas e intelectuales orgánicos que hoy hablan de reconciliar a todos los cubanos, a pesar de haber apoyado ―haciendo mutis en los casos más leves― la marginación de los que no comulgaban con el sistema comunista y su ideología marxista-leninista. Se dirá, con razón, que no toda la Intelligentsia de la Isla comparte la ideología revolucionaria, pero es justamente a esos que ―compartiéndola o no― siguen defendiendo el statu quo (entiéndase, la tolerancia represiva y las reformas sin cambios) a los que yo me refiero.
La vida es dinámica ―aunque Cuba permanezca estacionaria― y las palabras de Padura en el reciente debate de la UNEAC, por muy contestatarias que puedan parecer, ya son parte del problema y no de la solución. ¿Dónde estaba ese panel cuando expulsaron a Antonio José Ponte de la Unión Nacional de Escritores y Artistas? ¿Por qué parte del mundo andan los músicos de Havanization cada vez que arrestan a Gorki Águila? Ser revolucionario en la Cuba de hoy es ya un asunto de elección y el paquete contiene, entre tantas cosas aborrecibles, una ética versátil capaz de revertirlo todo sin la menor consecuencia.
¿A dónde fue a parar aquella Moral Comunista que estigmatizaba el dinero? Hoy nos encontramos a una cúpula gobernante ―junto a sus allegados y parientes― sedienta de dólares y dispuesta a todo para conseguirlos. Pero si quien no simpatiza con ella recibe un solo dólar, generalmente de un modo legal y justo, le cae encima todo el peso de la propaganda totalitaria con el socorrido «argumento del mercenario» en una reacción tan desmedida que llama a reflexión. Me preguntaré, para no salirme del tema, por nuestros intelectuales, artistas y académicos oficialistas. ¿Quién les paga? ¿Quién pone la comida en su mesa? No es el gobierno con los 20 dólares mensuales, son sus colegas capitalistas en el exterior. A imagen y semejanza de la cúpula partidista han sabido aprovechar muy bien las bondades del “Imperio” y de la democracia. Esta es la razón fundamental por la cual necesitan enarbolar el lenguaje del reencuentro y la concordia, el cual mantiene abiertas las puertas al intercambio cultural. Junto a académicos e intelectuales, los artistas ―no solo comprometidos con la Revolución, sino hasta militantes del Partido único― viajan a Miami en un trueque unidireccional y regresan con los bolsillos llenos de dólares. Amén del hecho (notado ya por Antonio Rodiles), que un verdadero intercambio debería llevar a la Isla a Willy Chirino y a Gloria Estefan tal y como se hace con Silvio y Pablo desde la otra orilla, mi pregunta es: ¿será que son consecuentes nuestros profesionales de las artes y las letras porque siempre se trató de la Doble Moral Comunista? Desde esta óptica se entiende que un revolucionario acuse a un exiliado de fundamentalista mientras aprueba y apoya los ancestrales e inamovibles estatutos del Partido único.
Por una parte, es cierto que una actitud democrática tiene que ser necesariamente inclusiva; por otra, no se puede pasar por alto, sin más, el vergonzoso juego de los que guardan lealtad al régimen a cambio de un par de permisos de salida al año y bajo la condición de delatar, llegado el momento, tanto a sus colegas en la Isla como a sus propios anfitriones que, en el exterior, les llenan los closets y las barrigas. Para solucionar esta paradoja debemos determinar primero de dónde proceden los ruegos conciliatorios y, en un segundo paso, entre quienes debe establecerse la concordia.
II
Es un hecho: el reclamo de acercamiento proviene de la alta dirección del Partido único, que con su estilo peculiar de trabajo ha movilizado a «todos los factores» (Iglesia, incluida) en pos de tal meta. También es obvio que, viniendo de esa instancia la petición, solo cabe esperar la exclusión de los no deseados por el régimen. A los que se dejan llevar por esos cantos de sirena es bueno hacerles ver que no se trata de algo nuevo, sino de la adaptación a condiciones aún más adversas del mandamiento castrista de Palabras a los intelectuales. Otra vez la práctica del divide y vencerás: se amplía el concepto «dentro de la Revolución» de tal modo que el propio exilio termine aislando a los ahora rebautizados como «incorregiblemente contrarrevolucionarios». De acuerdo a la idea castrista de reconciliación, esos ―como dice la tonada― no son cubanos. La parte positiva del asunto es que la historia de la Revolución se puede contar desde la perspectiva de la ampliación del concepto «dentro la Revolución»: mientras más se expande este, más aquella se diluye y volatiliza.
Hablando en plata, la emigración (económica o no) no necesita hacer las paces con nadie, pues tampoco es la responsable (con beligerancia o sin ella) de la ruina de la nación, sino, en todo caso, de su sobrevivencia. Es evidente que la división, la separación y las diferencias comenzaron a afectar ya ―más que a las familias― al propio funcionamiento del sistema (régimen). La emigración (exilio, incluido) no debe confundir el reencuentro con la permisibilidad. Con la élite partidista y la nomenklatura de segunda y tercera generación ―que se prepara para controlar el país tras una muy previsible privatización de empresas estatales― no se negocia. Si algún acuerdo hará menester sea, pues, con la sociedad civil.
Los militantes simples del Partido (único) tienen todas las posibilidades de insertarse sin pasado lastrante alguno en la futura sociedad democrática, pero pudieran comenzar desde ahora a ayudarse a sí mismos. Nada los obliga ya a seguir apoyando y participando de los excesos del régimen si tienen una posibilidad mínima de ganarse la vida en el sector privado. Ya nada justifica ni la indiferencia ni el desconocimiento.
No es posible que los creadores y pensadores independientes sean hostigados, vejados, arrestados, mientras los orgánicos y oficialistas viajan alegremente al extranjero capitalista e “imperial” como premio por su sórdida lealtad. No es posible que los opositores sean apaleados y encarcelados al tiempo que se habla en Cuba de recuperación de la diáspora. De manera que no es suficiente el estar en desacuerdo con el régimen ni tampoco soltar por aquí y por allá alguna que otra frase filosa. No se obliga a nadie a definirse, pero se debe explicitar lo que se siente. Hay muchos profesionales en la Isla que se ven ante el dilema de ser sinceros y consecuentes o derrumbarse internamente, corrompidos por la doble moral revolucionaria. El bocadillo de Padura fue osado, sin duda alguna, pero el guión de la reconciliación ya estaba escrito.
Hasta aquí solo he intentado invertir la propia lógica castrista. «Dentro», «inclusivismo» significaría entonces: todo menos los «incorregiblemente revolucionarios». La diferencia reside en que este último grupo no es una minoría excluida cualquiera, sino la élite política y militar ―excluyente ella misma― que ha arruinado a la nación y que detenta el poder totalitario por algo más de 50 años.
III
Como he mostrado en varios post para el caso de las reformas raulistas en general, también el acercamiento entre cubanos ―si este se promueve desde el Partido único― hay que recibirlo con sospecha. Al sector académico e intelectual (izquierdoso, marxista y militante) le conviene el movimiento, pero no el cambio, porque la admisión de currículums del exterior sería realmente embarazosa para una galopante mediocridad que escala posiciones en los centros docentes, culturales y científicos por el solo hecho de la confiabilidad política. No es el abrazo entre cubanos lo que interesa a este sector, sino las invitaciones de los colegas de afuera y el dinero de las instituciones “enemigas”. En efecto, ¿cómo podrían convencer a alguien en el exterior con su cantaleta reconciliatoria si evaden, en el mejor de los casos, a los que se desempeñan de forma independiente en la propia Isla?
En mi opinión, hay una jugada clara en todo esto: la reconciliación, además de ser el cebo para que la propia emigración financie la Cuba postchavista, es también la manera de involucrar a los emigrantes en la política de cambios raulista con lo cual, de paso, se divide al exilio acorralando a la parte beligerante.
Todavía circula en la blogosfera una declaración hecha por Fidel Castro en los ochenta y en la que conmina a marcharse de Cuba a los que no son revolucionarios, acotando que no se les quiere y no se les necesita. Pues bien, hoy cabría revertir la situación: el exilio no necesita de intelectuales orgánicos y académicos oficialistas, sino de esos florecientes proyectos independientes que coordinan a los que ―además de crear y pensar― trabajan también por la libertad y la democracia dentro del país. En realidad, ¿quién podría querer a unos profesionales cuyo desempeño se enmarca entre el lamido de botas (de la nomenklatura), el ser mantenidos (por el “Imperio”) y la delación periódica (de los no revolucionarios) a fin de conservar la posición ganada? Definitivamente, los anfitriones “imperialistas” deberían revisar sus políticas de intercambio, pero también los promotores de Miami harían bien con sacar otras cuentas a la hora de enrolarse en una empresa tan unilateral, sobre todo con músicos y artistas.
Es posible ―hasta un punto― mantenerse dentro de la institucionalidad sin ser políticamente confiable, solo que en tal caso el infiel suele ser anulado bajo un manto de silencio y denegaciones. Ante la opción de la complicidad, con el fin de obtener prebendas y reconocimiento, aplaudo la renuncia y la relocalización en proyectos independientes. Así, pues, si bien no el gobierno norteamericano pero si la emigración ―desde las universidades, galerías, museos, etc.― podría enfocarse en facilitar el intercambio con esta vía alternativa. Solo entonces será válido plantearse la pregunta por la morada de la cultura cubana, cuyo futuro no está en la Cuba oficialista sino en los espacios alternativos hacia donde se escurren día a día los nuevos creadores, obviando olímpicamente a las vacas sagradas que, desde aquellas reuniones de 1961 en la Biblioteca Nacional, crecieron más bien como carneros. Si algo debe quedar claro hasta para las mentes más obtusas es que el punto de unión de todos los cubanos no puede ser el topos «dentro de la Revolución», sino el espacio público de la sociedad civil.
Fundamentalistas, en suma, son los que todavía hoy permanecen bajo el amparo de las instituciones y legitiman con su participación, letra y membrecía las políticas culturales, educacionales y científicas, asentadas todas en aquél abominable y bochornoso acto inaugural (Pecado Original) de la cultura revolucionaria que fue Palabras a los Intelectuales, en el que Fidel trazó las pautas de su aventura dictatorial y exclusionista: «Dentro de la Revolución, todo; [fuera] de la Revolución, ningún derecho». Y donde lo más osado que se le oyó musitar a un intelectual fue: «Tengo miedo».
tomado de:

http://www.estadodesats.com/

martes, 7 de febrero de 2012

Cuba.El concurso de fotografias "Pais de Pixeles" entrega sus premios,

Fotografía de Alexander Sánchez Rivas, primer premio de País de Píxeles.
El I Concurso independiente de Fotografía Social País de Píxeles entregó este sábado sus premios en La Habana, donde fue inaugurada además una exposición colectiva con las 40 obras finalistas.
La convocatoria del evento fue lanzada en abril de 2011 con el tema "Cuba y la paisajística actual de su gente", al margen de las instituciones gubernamentales y abierta a todos los cubanos que desearan "captar la imagen futura de nuestro presente nacional".
Unos 80 participantes enviaron más de 600 obras que se publicaron progresivamente en un blog colectivo creado para el concurso e insertado dentro de la plataforma Voces Cubanas.
El primer premio fue para Alexander Sánchez Rivas y, el segundo, para Ernesto Miguel Blanco Sanciprián, ambos de Holguín. El tercer premio lo consiguió Martha Mayra, de Cienfuegos.
Asimismo, recibieron menciones Alina Guzmán Tamayo, Alejandro Menéndez Vega, Claudio Fuentes Madan y William Cácer Díaz.
El jurado estuvo integrado por jóvenes artistas de la plástica, la fotografía y la curaduría: Sahily Borrero (presidenta), Mady Letamendi y Romy Rosales.
Para la elección se tuvo en cuenta el voto de los internautas en el sitio del concurso, de acuerdo con la convocatoria. Los premios principales recibieron cámaras semiautomáticas Panasonic y tarjetas SanDisk SDHC de 32 GB.
"País de Píxeles demuestra el deseo de participación que poco a poco se impone sobre la apatía típica de las nuevas generaciones", dijo el escritor y bloguero Orlando Luis Pardo Lazo, impulsor de la iniciativa y colaborador de DIARIO DE CUBA.
"Es otra manera de recuperar la voz colectiva desde lo individual. Es no pedir permiso para ser creativos. Recuperar el deseo de protagonizar nuestra libre expresión sin censuras de ningún tipo, ni estéticas ni políticas", añadió.
La premiación se realizó en el espacio Estado de Sats, donde se inauguró la exposición y se proyectaron imágenes de las obras concursantes en paredes, suelo y techo.
Los participantes esperan poder llevar la muestra a ciudades del interior de la Isla, aprovechando los contactos creados gracias al concurso.
Tomado de:
http://www.diariodecuba.com/cultura/9458-el-concurso-de-fotografia-pais-de-pixeles-entrega-sus-premios

sábado, 4 de febrero de 2012

Jóvenes cubanos: El Sexto

 

El sexto:La evolución es  imparable.

LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -Inscribir símbolos, imágenes o palabras sobre paredes e incluso sobre la simple roca, es una tradición tan antigua como la vida social. Los romanos llamaban graffiti a esas expresiones que pretendían dejar un testimonio duradero y casi siempre anónimo.
“Devuelvan mis cinco euros”, dice el Sexto.
A finales de los sesenta, en medio de la explosión “contracultural”, los grafitis asaltaron el metro de New York y la cultura underground trepó muros para lanzar mensajes libres de toda manipulación, como una guerrilla urbana sin mayor violencia que su arte de ruptura en lucha contra el arte establecido y más allá de las vanguardias. Algunos, como Basquiat, partieron desde los márgenes y conquistaron el espacio de las galerías y el favor de la crítica.
“Me considero un ser humano que necesita expresarse ante todo, y de lo único que puedo hablar es de lo que me rodea. Me pueden considerar un opositor o la palabra que ellos quieran inventar. Ya eso es por parte de ellos. Yo sí voy a seguir haciendo lo que hago, aunque me cueste la vida”, dice el Sexto.
Extendiéndose por Europa y por el mundo, el grafiti, además de convertirse en un vehículo de libre expresión, alcanzó un importante significado en la oposición al sistema establecido, como si quisiera tatuar su testimonio en la piel viva de la sociedad, a la vista de todos.
“Quítenme los sprays, quítenme las manos. Habrá otros jóvenes como yo que griten fuerte y levanten sus puños, tatuándote la ciudad”, dice el Sexto.
Como es sabido, o al menos muy visible, la propaganda del gobierno cubano ha tratado minuciosamente de apoderarse de toda posible pantalla pública, de todo espacio donde quepa un lema, una parrafada de Fidel Castro, un alarido ideológico, un trozo del discurso en jefe. Y no había grietas en esa pantalla pública que es la superficie de la ciudad, pero las abrieron aquellos primeros aventureros anónimos que, con sus simples pintadas, daban testimonio de que la unanimidad fue siempre una falacia enmascarada con los grafitis oficiales.
“Tachan mis grafitis con pintura rosada”, dice el Sexto, divertido.
A lo largo de los ochenta, los noventa (sin hablar de letreros llanamente antigubernamentales), y de casi toda la primera década del nuevo siglo, no aparecían, o no resultaron tan notables, más que algunas inscripciones certeras, como reVés. Pero eran como botellas lanzadas a un mar muerto y, por supuesto, con un mensaje anónimo, porque se daba por supuesto que no valía la pena otra cosa.
Pero en 2009, al veinteañero Danilo Maldonado se le ocurrió poner por todo el reparto habanero de San Agustín un simple mensaje que reproducía uno de los controles de teclas de una grabadora (Rev, rebobinar), con dos flechas debajo apuntando hacia atrás. Cuando, poco después, un amigo suyo fue detenido por haber puesto ese grafiti en una pared de su casa, los agentes le preguntaban lo mismo todo el tiempo: “¿Quién te dio dinero para hacer eso? ¿De dónde sacaste el spray?”
Fue así como Danilo descubrió que con sus humildes recursos, podía llamar a las puertas del poder. Los que no querían escuchar ninguna palabra que no fuera de aceptación, encontraban ahora un mensaje visual y no podían cerrar los ojos ni siquiera por cansancio, porque se trataba de un mensaje para abrir los ojos. Y ellos lo sabían muy bien.
El segundo grafiti de Danilo era una cara, su cara, con una inquisitiva expresión, una estrella de cinco puntas, partida, y dos palabras: ¿Qué pasa? Esa inscripción apareció por toda La Habana. Pero en ese mismo año 2009 se le ocurrió la idea de crear un personaje imposible pero probable, casi en broma: un superhéroe que nos salvara de “esto” a todos, y tomó como plataforma de despegue la machacante campaña mediática del gobierno en torno al caso de los “Cinco Héroes”.
Así surgió el “Sexto Héroe”, sátira sobre farsa: el Sexto, en fin. Y a Danilo le sorprendió cómo mucha gente comprendió de inmediato la idea y se identificó con el personaje, lo que le dio mucho ánimo para seguir adelante, aunque también descubrió que ya no tenía el control sobre el significado del Sexto, porque había muchos matices de interpretación y hasta connotaciones que nunca se propuso.
Para él, ese personaje representaba simplemente a cualquier persona, porque lo que un determinado individuo haga, puede ser hecho también por otro. El gobierno puede apoderarse de muchos héroes para su interés exclusivo, pero cualquiera puede ser un “héroe” libre porque, aunque tantas personas crean que no se puede hacer nada porque nadie hace nada, resulta que siempre hay alguien que se atreve a expresar abiertamente lo que siente, lo que piensa, lo que quiere.
Danilo había encontrado el sentido de su vida, así de sencillo: solo quería expresarse honesta y libremente. Si había grafitis de propaganda gubernamental por todas partes, ¿por qué él no podía hacer grafitis que fueran su más genuina y legítima expresión personal: su arte, en fin?
Su arte, en fin, lo llevó a lanzar flyers (volantes) por toda la ciudad. Y sucedió que a la policía política se le ocurrió la brillante idea de poner un falso flyer, firmado supuestamente por el Sexto, en la puerta de Antonio Rodiles, uno de los organizadores de Estado de SATS, en el que se acusaba a este proyecto de “Socialista, Antiimperialista, Totalitario y Seguroso” (SATS!), citando además, oportunistamente, un fragmento de un artículo de la destacada opositora Marta Beatriz Roque, donde ella exponía su particular interpretación y sus dudas con respecto a ese proyecto.
El resultado de esa torpe escaramuza contrainteligente: el Sexto fue invitado por Estado de SATS y, más aún: Danilo se siente gratificado luego de esta falsificación provocadora a costa de su firma, porque lejos de crear divergencias, tuvo como efecto la coincidencia de dos caminos. Tratando de dividir, unieron.
Como Danilo lo ha hecho todo por sí mismo y como nadie puede acusarlo (sucio truco perenne) de seguir instrucciones de otros, su argumento para los que lo acosan, lo persiguen, lo arrestan y le hacen oposición violenta, es que él se gobierna a sí mismo, pero que a ellos les ordenan ir a donde está él, y necesitan carros patrulleros, policías, segurosos, armas y calabozos para intentar controlarlo a él, que, sin embargo, para su lucha, no necesita nada más que unas latas de pintura, la verdad de su arte y unos “papelitos”.
Al final de la entrevista en Estado de SATS, Rodiles le pregunta si tiene algún mensaje para el gobierno y el Sexto dice: “La evolución es imparable. Como viene el día tras la noche o el invierno tras el verano. El tiempo de ellos ya pasó y no podemos quedarnos esperando a que ellos determinen cuál sea o no el tiempo de nosotros. El tiempo de nosotros vamos a cogerlo como mismo ellos cogieron el suyo”.
Pero no es nada fácil. Un día, a unas cuadras de su casa, se le acercó un carro con chapa particular chillando gomas y se bajaron, dice él —que mide casi dos metros—, “cuatro tipos grandísimos”, que le fueron encima como si estuviera armado o fuera un terrorista. Pero en ningún momento lo encapucharon, como informaron algunos medios pretendiendo dramatizar el hecho. Su madre y su abuelo lo buscaron en la estación de policía más cercana y no recibieron ninguna información.
El hecho es que lo llevaron para la estación de policía, de Zapata y C, en el Vedado, y, sin dejarle hacer ninguna llamada telefónica, lo metieron en una celda. Pero después lo sacaban a cada rato para interrogarlo. “¿Viste que para nosotros tú no eres nada? ¿Viste cómo te cogimos?”
“En todo el tiempo que estuve arrestado vi más de diez caras diferentes”, dice el Sexto.
Esas caras querían saber quién te da dinero y qué relación tienes tú con Yoani Sánchez, y hasta el tercer día no dejaron que su madre hablara con él. “¿Tú crees que es justo que les hagas eso a tu mamá y a tu hermana?” Cuando por fin lo llevaron para su casa al cuarto día, en el mismo auto en el que lo trajeron, le preguntaron si lo habían tratado bien, casi pidiéndole disculpas. Luego sabría Danilo de la campaña que se desató en internet a favor de su liberación.
“Estaré haciendo grafitis hasta que sepa por qué lo hago”, dice el Sexto. “Creo que es por necesidad: como caminar, como soñar”.
Alexis Jardines, también entrevistado por Estado de SATS, cuenta un chiste de la época soviética: “No pienses. Si piensas, no hables. Si piensas y hablas, no escribas. Si piensas, hablas y escribes, no firmes”. Pero Danilo, al dar la cara, está expuesto al último acápite: “Si piensas, hablas, escribes y firmas, no te sorprendas”. Genial apólogo: eso es lo que hay.
Recuerdo haber leído hace muchos años un texto del poeta ruso Evtushenko donde confesaba su vergüenza porque, en un futuro, nuestros hijos se asombrarían de que haber dicho ahora lo que a uno le parece la verdad parezca un acto valiente.
Ellos tachan sus grafitis con pintura rosada y le dicen que se quite un pulóver que dice Laura Pollán vive. Danilo no se lo quita. Ellos se lo desgarran (Laura Pollán no tiene derecho a existir ni siquiera cuando ya no existe). Danilo cree que ellos están conscientes de lo que hacen. Es posible. También es posible que no sepan lo que hacen porque no les importa saber, porque para los esbirros, y para tantos otros, lo más fácil es no saber.
Nosotros vamos a derrumbar la pared, vamos a mostrar nuestros propósitos para un porvenir, para nuestros hijos, para nuestra familia. Vamos a acabar con ese miedo”, dice el Sexto.

Sobre el autor:
Ernesto Santana ZaldívarErnesto Santana Zaldívar Puerto Padre, Las Tunas, 1958. Graduado del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona en Español y Literatura. Ha sido escritor radial en Radio Progreso, Radio Metropolitana y Radio Arte. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Distinciones obtenidas: Menciones en el género de cuento de los concursos David, de 1977, y Trece de Marzo, de 1979; premios en los concursos Pinos Nuevos, de 1995, Sed de Belleza, de 1996 (ambos en el género de cuento), Dador, de 1998, (proyecto de novela) y Alejo Carpentier, de 2002 (novela), Premio Novelas de Gaveta Franz Kafka, de 2010, por su novela El Carnaval y los Muertos