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sábado, 16 de septiembre de 2023

Los cubanos opinan: Zanjoneros

 ZANJONEROS

Nicolás Águila 


El sambenito de zanjonero es un insulto lanzado por Fidel Castro que los cubanos anticastristas no debemos hacer propio. Más que para la galería, la descalificación castrista iba dirigida contra aquellos dentro del régimen —particularmente en el seno de las Fuerzas Armadas— que se decantaban por los nuevos aires de la perestroika hacia fines de los ochenta. Mas el descalificativo no debe rechazarse solo por ser de orientación castrista, sino por constituir una injusticia histórica clamorosa. El difunto tirano no le llegaba ni a la suela a Máximo Gómez, quien encabezaba la lista de firmantes 'zanjoneros'; o a aquellos hombres del 68 que sacrificaron vida, familia y hacienda luchando denodadamente durante diez años por la independencia de Cuba.  

No debe faltarse a la memoria de aquellos jefes mambises que capitularon al aceptar como solución provisoria la Paz del Zanjón. Ni a sus subordinados que los secundaron desde Oriente hasta Las Villas, exceptuando algún que otro oficial. Esos hombres se echaron al monte heroicamente con el machete en la mano y muchos de ellos regresarían a la manigua en 1895 con renovados bríos patrióticos. Mas para 1878 se hallaban totalmente exhaustas las tropas mambisas, constituidas por hombres que en su mayoría andaban hambrientos, a pie, descalzos y en harapos.

 Por otro lado, entre los independentistas reinaba el caudillismo, el regionalismo, el fulanismo y la división. La tregua era más que inevitable. La capitulación se volvió un clamor entre las tropas mambisas. Arsenio Martínez Campos, recién nombrado Gobernador y Capitán General de Cuba, había llegado a la Isla en plan pacificador y supo vender muy bien una tregua que les permitía a los insurrectos regresar tranquilamente a sus casas, asegurando un alto grado de libertad de expresión y de prensa que ya quisiera la Cuba de hoy (lo cual por cierto daría lugar a una fuerte y descollante sociedad civil cubana post-Zanjón). Debe añadirse que se pactó con garantías y sin deshonor, en contra de lo que suele sostener la historiografía maniquea, más propagandística que analítica, o incluso tal como pensaba el propio José Martí. 

Otra cosa es que se quiera destacar la actitud intransigente en Mangos de Baraguá del general Antonio Maceo, quien en definitiva tuvo que salir de Cuba escoltado por tropas españolas porque el corojo combativo no llegó a romperse como se esperaba.

Vicente García también se negó a firmar el Pacto del Zanjón. No era lo que se dice un zanjonero; era otra cosa: era pesetero. Le exigió a Martínez Campos una fuerte suma de dinero para él y sus hombres como condición para deponer las armas. A lo cual el capitán general español accedió finalmente aunque de mala gana. ¿Creen que por eso estoy menoscabando la valía del León de Santa Rita? De ningún modo. Vicente García, como otros hacendados del 68, perdió sus propiedades al levantarse en armas contra España. Creo que era justo que recibiera una compensación condigna. "El dinero no apesta", le dijo el emperador Vespasiano a su hijo Tito. Y vivir por la pasta es vivir —diría un cínico que ignora el valor de todo pero conoce bien el precio de cada cosa.

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