Calzada de San Lázaro.
Si hay un lugar que recogía las calamidades e infortunios de los “cubanos” era la Calzada de San Lázaro, la que aparecía en un mapa de 1743 con el nombre Paseo de los Uveros, por la cantidad de uvas caletas que crecían en su extensión, y comenzaba en la Puerta de la Punta de la muralla hasta el leprosorio de San Lázaro, del cual tomó su nombre.
Era la misma vía en que conducían a los cadáveres al Cementerio de Espada a partir del 2 de febrero de 1806, la misma que se llamó durante un tiempo la Calle Ancha del Norte donde un genovés le quitaba la vida a los que entraban en su casa y los hacía chorizos. La misma calzada por la que transitaba nuestro Apóstol con un ramal de hierro desde la Real Cárcel hasta las Canteras tanto de ida, como de regreso. La misma donde los estudiantes de medicina “profanaron” el nicho del periodista asturiano Gonzalo Castañón Escaro.
Y fue al final de la misma calzada donde Leonard Wood jefe del gobierno interventor americano, decidió el 1 de mayo de 1902 trasladar la Universidad desde la Habana Vieja hacia la Colina de Aróstegui, conocida también como la "Loma de la pirotecnia" en el Vedado.
Por acuerdo del 17 de noviembre de 1905, el Ayuntamiento la nombró Avenida de Maceo, y por el número 204, del 6 de diciembre de 1909, aprobado el día 18, el Ayuntamiento la denominó Avenida de la República, pero al final volvió al primitivo nombre de San Lázaro, desde el Paseo del Prado hasta la Universidad.
Y fueron precisamente los estudiantes de este centro de altos estudios, los que convirtieron la Calzada de San Lázaro en su principal escenario bélico, primero para combatir al gobierno del general mambí Gerardo Machado, y luego al presidente Fulgencio Batista, los dos hombres que más hicieron por su Universidad y por Cuba en programas constructivos.
Fuente.
1. Plano (mapa) de la Inscripción hidrográfica del gran puerto y ciudad de La Habana, de 1743.
2. Plano (mapa), pintoresco de La Habana de 1863.
3. Lo que fuimos y lo que somos o La Habana antigua y moderna. José María de la Torre. Año 1857. Pág. 66.
Autor Ivo Basterrechea
Tomado de Facebook
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