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sábado, 18 de enero de 2020

Depresión, desgarramiento, frustración...




Depresión, desgarramiento, frustración es lo que siento cuando mis ojos chocan con imágenes de La Habana.
Cuba duele. Una isla bella transformada en ruinas. Un pueblo que se ríe de sus desgracias. Una juventud cuya mayor aspiración es irse del país.
Matrimonios que no quieren tener hijos para no condenarlos a crecer en la miseria, por la incertibumbre de no saber, ni siquiera imaginar,  lo que el mañana traerá.
Viejos que sacrificaron sus mejores años  en aras de crear un futuro mejor para sus hijos, para las nuevas generaciones de cubanos. Jóvenes ayer, hoy ancianos, que apostaron y depositaron sus sueños y aspiraciones  en las utopías castristas cargadas de promesas que nunca se cumplieron y hoy, al cabo de más de 60 años, ese futuro, con el que tanto soñaron y por el que tanto se sacrificaron, se ha convertido en un presente desperanzador y  agobiante que los golpea sin misericordia.
 Socialismo o muerte, ha sido  la consigna.
Primero hundir a la isla antes que entregar el poder, esa es la posición de la casta militar mafiosa que dicta las leyes e impone su fuerza brutal con su régimen seudo esclavista moderno.
Esclavos somos  los cubanos de allá y los de acá. Los de allá porque directamente sufren en carne propia las condiciones  absurdas e inhumanas que les impone el régimen que los somete y explota como dueños absoluto de sus destinos.
Esclavos indirectos  los de acá, nosotros, los amantes de la familia y lo que ésta representa. Cerramos los ojos y las entendederasy nos sacrificamos para no ver morir de hambre a los seres queridos que se quedaron allá. Enviamos dinero, medicinas, ropas zapatos, etc, para ayudar  un poquito a mejorar las condiciones de vida de quienes nos necesitan allá. Esclavos indirectos obligados a escoger entre la familia y la dictadura, ciclo viciosos, muy bien orquestado por los mafiosos dueños de Cuba. Nosotros salimos de Cuba, renunciamos a nuestros derechos ciudadanos como cubanos porque preferimos vivir sin patria pero sin amo.Pero, seguidores de nuestro corazón solidario y hermano en las desgracias, regularmente enviamos ayuda monetaria, dólares que, sabemos,  engrosan las arcas de la cúpula castrista y sus más fieles colaboradores. Frustración que nos lleva a tomar decisiones ante las preguntas sin respuestas ¿Qué hacer? ¿Negar ayuda? ¿Cerrar los ojos ante tanta miseria, ante tanto dolor?
Dios, nunca me he sentido tan impotente ante esta triste realidad, yo que siempre me he caracterizado por ser contestataria, independiente, prepotente, autosuficiente, rebelde...
¿Cambios en Cuba? Ojalá.
Mis esperanzas y mi fe las deposito en las nuevas generaciones que vendrán después del 2020.
Moriré un día cualquiera de un mes, de un año insignificante y como tantos otros cubanos exiliados no veré el fin de este negro capítulo en la historia de nuestra añorada patria,
Esperanza E Serrano

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