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viernes, 5 de octubre de 2018
Soñar no cuesta nada
"Soñar no cuesta nada"
Dicen que soñar no cuesta nada. Quizás por eso Aurelia se la pasa soñando con un turista rico que la saque de Cuba.
Nació en un pueblo de campo, un batey de lo que antaño fuera un productivo central azucarero, y que ahora sólo es la ruina reveladora de un pasado mejor.
La miseria del cada día llevó a sus padres a no desear ni tener otros hijos. Quizás por eso ella siempre se creyó princesa, aunque anduviera con los pies descalzos y la cabeza rapada para evitar los piojos que llenaban las paredes del aula en su escuelita perdida en el monte.
Un día le llegó la adolescencia y con ella el destino a una escuela en el campo para continuar los estudios secundarios. Se internó con doce años y la pubertad a flor de piel.
En la escuela conoció a Wilfredo, el profe de matemáticas que le enseñó, no los números y las ecuaciones que nunca le interesaron, sino el sexo libre y por la libre.El sexo que produce placer aunque carezca de sentimientos, aunque se sea una niña y todo parezca extraño. En esa asignatura del sexo, Aurelia fue una alumna aventajada, quizás por curiosidad o tal vez por la necesidad de saciar los impulsos provocados por las hormonas revueltas...
Con doce años y sin haber tenido aún su primera menstruación, la linda Aurelia podía competir con las más adelantadas como lo haría cualquier meretriz de la antigüedad para adueñarse del mercado. A los catorce su profesor de historia, Clemente Hidalgo, un habanero cumpliendo el servicio social allá en el monte, le aseguró que ella era mejor en la cama que la misma reina Cleopatra.
Clemente se hizo amigo de sus padres. En cada visita les hablaba del mismo tema, embullándolos para que se mudaran para La Habana, porque allá "les iría mejor". Les aclaró que si las "cosas se hacen bien " no les aplicarían la ley de la ilegalidad establecida para los que viven en el interior y se trasladan para la capital sin tener los documentos requeridos legalmente para demostrar que poseen un lugar donde vivir en la capital. Les aconsejó que confiaran en él:
_ "Con los contactos que tengo en La Habana y con dinero, todo se puede resolver", les dijo.
Sin muchos esfuerzos los convenció para que dejaran todo por detrás. Les hablaba del talento de la niña "privilegiada", gracias al cual no debían preocuparse por nada. El les garantizaba que todo saldría bien y al final terminarían agradeciéndole lo que estaba haciendo por ellos. Estaba seguro que sería un buen negocio. Los turistas españoles, italianos, canadienses....pagarían una buena suma por compartir unas horas con ella en una cama en un buen hotel cubano...
El negocio echó andar en poco tiempo. A los dos años todo iba muy bien: Clemente manejaba un carro remodelado por cuarta o quinta vez, un Chevrolet del año 1950, pintado de negro y con algunas piezas plateadas muy brillosas que provocaban la envidia de cualquiera en la Isla. Los dólares, los euros y los chavitos fluían por todas partes, gracias a las dotes naturales y extraordinarias de la linda guajirita convertida en capitalina gracias a su profe de historia moderna.
Con solo 16 años ya la otrora niña logró uno de sus sueños: acomodar a sus padres para que no les faltara nada. El matrimonio está feliz, orgulloso de su hija.Tienen un apartamento pequeño allá en la zona del viejo Vedado. Apartamento que un turista italiano le dejó a la niña después de negociar con su dueña, una señora mayor que se iba del país quien, ayudada por la jefa de la Dirección de Viviendas de La ciudad de La Habana, pudo violar las leyes para vendérselo por una buen suma de euros. Todo se arregló para que en los papeles apareciera legalmente como un caso de permuta "humanitaria", de una casa en un batey en un pueblo perdido en el interior de Oriente por un apartamento en el Vedado. Maravillas del socialismo cubano que hace posible los sueños de una campesina de vivir en La Habana gracias a la magia de los dólares que tienen el don de violar las leyes absurdas, abrir las puertas cerradas, tumbar las murallas y burlarse de todos...
Aurelia se mira al espejo y se siente atractiva. Sabe que es bella y muy sensual. Lo siente cuando la miran los ojos seductores y hambriendos de placer de los vecinos y de los transeúntes de las noches vacías.
Su cuerpo de gacela, su pelo largo, sus ojazos negros y la cadencia de sus caderas al caminar por las viejas y mugrientas calles de La Habana Vieja, le quitan la respiración a cualquier hombre a cualquier hora del día o de la noche cuando ella pasa en su ir y venir en busca de clientes extranjeros. Los piropos que le susurran al oído sus admiradores la mantienen viva en su empeño por alcanzar la libertad.
Clemente le molesta, ya no soporta que se quede con la mayor parte del dinero que ella gana acostándose con los viejos extranjeros que le insinúan que no es ella precisamente lo que buscan. Aurelia está llegando a la edad de las mujeres. Bien sabe que los turistas de la Habana prefieren las niñas con caritas de ángeles y ojos asustados.
Está cansada de las pesadillas del hambre pero sobre todo, de los tantos cuerpos sin rostro que han dormido con ella en los tantos hoteles exclusivos para extranjeros que circundan los cayos y playas de Cuba, cual trofeos de los tantos logros de la revolución castrista...
Con su pensamiento ido entre cálculos y gestos, calle arriba, calle abajo, Aurelia sueña con ablandarle el corazón a un buen turista, aunque sea un viejo muerto de hambre, para que se case con ella y se la lleve de Cuba...
Esperanza E Serrano
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