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sábado, 15 de julio de 2017

No se vayan a dormir enfadados




Una mujer, madre de tres hijos, al despertarse tras una discusión descubrió que su marido estaba muerto en el sofá. Destrozada, insta a las parejas a no irse a dormir enfadadas.
Ashley Murrell, de 33 años, se enzarzó en una discusión acalorada con su marido Mikey de 36 después de que este último llegará tarde a casa tras una larga jornada laboral de 16 horas.
Ella le dio a entender que le preocupaba lo mucho que se estaba descuidando y, al no poder resolver su disputa, le dijo que durmiera en el sofá esa noche.
Cuando la señora Murrell, terapeuta de belleza, se despertó a la mañana siguiente, descubrió que su marido había muerto durante la noche.
Para agravar la tragedia, más tarde se enteró que su marido estaba haciendo horas extra como limpiador de alfombras para poder ahorrar dinero y llevarla a Praga en su aniversario el 3 de julio.
En homenaje a su esposo, la señora Murrell, que vive en Wellington, Somerset (Inglaterra), expresó: “Mikey era muy cariñoso, si entraba en un lugar y veía a alguien triste, él era la primera persona en intentar levantarle el ánimo”.
“Amaba absolutamente a su familia. Quería que sus hijos tuvieran todas aquellas cosas que él no tuvo en su vida, y trabajaba muy duro para conseguirlo”.
“Hacía turnos de 16 horas, siete días a la semana, para llevarnos a Disney cada año. Estaba muy agotado, pero hacía lo que fuera necesario para vernos sonreír”.
“Pero la cantidad de horas que estaba trabajando eran demasiadas. Estaba muy exhausto todo el tiempo, se estaba descuidando, y eso se cobró su salud rápidamente”.
“Al llegar a casa aquella noche, estaba hecho un desastre, nunca lo había visto tan agotado. No soportaba más verlo así y me enfadé. Estaba harta de esa situación”.


Le dije lo que pensaba y que durmiera en el sofá, lo cual fue estúpido, porque realmente solo quería que estuviera más cerca”.
Sincerándose sobre cómo descubrió a su marido muerto a la mañana siguiente, Murrell contó: “Cuando salí del dormitorio y lo vi a la mañana siguiente, supe de inmediato que algo andaba mal”.

“Estaba acostado exactamente donde lo dejé y tenía el rostro descolorido, con un aspecto gris”.
“Me acerqué y lo toqué, pero estaba frío, di un salto hacia atrás y salí corriendo de la sala”.
“Empecé a gritar ‘tú padre está muerto’ a mi hija de 14 años y salí corriendo a la calle gritando ‘Mikey está muerto’”.

“Me desmayé y los vecinos tuvieron que llevarme a casa. Era tan surrealista que no podía procesarlo. No sentía que estuviera muerto, sentía como si me hubiera dejado”.

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