La vida es corta. Nuestro paso por la tierra, en la escala de lo infinito, ni siquiera marca un punto, por eso es de sabios vivir la vida a plenitud, sin apurarse, disfrutando cada momento, sea de placer o de dolor, aprendiendo a ser mejores cada día, a reciclar nuestras energías positivas, y a no dejarnos vencer por la cobardía que genera una mísera existencia dominada por la negatividad de la vida misma. Vivir es mirar la vida de frente, y no dejarnos vencer por la incertidumbre del presente o del mañana. Vivir a plenitud es el reto mayor para crecer desde adentro, desde la esencia de nuestro yo.
A todos nos gusta el placer de amar, de tener buena salud.. El placer de comer los alimentos y las golosinas preferidas. A muchos nos embriaga el placer de soñar con un mundo lleno de alegrías, de paz, de prosperidad, de solidaridad humana.
Todos anhelamos vivir sin preocupaciones económicas y nos place grandemente no tener deudas, vivir sin estrecheces, disfrutando a plenitud el confort de la sociedad moderna. Nos deleita el placer del triunfo cuando logramos alguna meta propuesta, sobre todo si para alcanzarla hemos luchado con perseverancia, con ahinco, con fe.
La felicidad nos invade cuando nos sentimos amados, respetados y correspondidos por las personas que queremos y que representan el centro de nuestras vidas en el seno familiar, en la comunidad, en nuestro centro de trabajo o de estudio, en nuestro medio, en nuestra cotidianidad, en nuestra patria.
La vida sin problemas, no es vida, no existe. La vida es un reto constante. Crecemos en el dolor y aprendemos de los tropiezos y errores que cometemos a diario, si actuamos despojados del ego que tanto nos domina, y que a veces nos lleva a creer que somos perfectos, que otros son los culpables de nuestros problemas, de nuestros fracasos, de nuestras torpezas, de nuestras inhibiciones, de nuestros miedos, de nuestras derrotas.
El dolor nos hace ver la vida desde otro ángulo y nos aniquila o nos engrandece en dependencia de cómo lo afrontemos. Sobreponerse al dolor y seguir adelante, es la via para seguir viviendo.
Cuando perdemos a un ser querido, no nos queda otra alternativa que tomarlo con resignación, porque es ley universal que nacemos y morimos, que llegamos un día señalado y nos vamos otro cualquiera, sin sospechar siquiera cuándo, cómo, en qué circusntancias.
Llegamos a este mundo desnudos, con nuestros instintos en el estado puro, innato. El reto es crecer y desarrollar saludablemente esos instintos y afrontar la vida con valentía, con la seguridad de que podemos y queremos defenderla contra vientos y mareas, porque la vida vale la pena vivirla, sobre todo porque es nuestra única oportunidad de conocer este mundo, que no es perfecto, pero es nuestro mundo, por eso, amigo/a, disfruta hasta la saciedad cada momento, cada experiencia, con la convicción de que ese momento y esa experiencia de vivirlo, son únicos, irrepetibles, sean buenos o malos, nunca más volverás a vivirlos y mucho menos de esa manera, tal y como se te presentaron, quizás sin tú esperarlo. ¡Sonriéle a la vida siendo util a ti mismo y a los demás, y ella en cambio, te sonreirá mucho más!
Esperanza E Serrano
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El misterio del amor
Por algo pasan las cosas