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domingo, 26 de noviembre de 2023

Sofía y su agonía

 Sofia


Sentada en su vieja poltrona, escondida detrás de las coloniales rejas, día  a día,  Sofía mira   pasar los transeúntes. A veces su mirada se pierde tras las viejas fachadas y ya sus ojos no ven nada de lo que pasa debajo de su ventana.

Se escapa por el largo camino de los recuerdos, de las cosas idas o vividas. A veces se le confunden las fechas, y siente que todo se repite día a día, como si el tiempo le jugara una mala pasada, como si se hubiera detenido en una larga jornada,  en este lugar donde todo permanece estático y las personas actúan como robots movidos por un discurso interminable , monotemático y aburrido que ya a nadie emociona ni confunde, porque es el discurso del monarca Castro a sus súbditos; siempre ordenando más y más sacrificios y ya no hay formas de apretarse el cinturón sin que se desgarren las costillas.

Más de medio siglo ha pasado desde que rebeldes barbudos bajaron de la Sierra. Entraron en las ciudades prometiendo un cambio, declarando “una revolución hecha por lo humildes, para los humildes y con los humildes”. 

Los pobres humildes cayeron en la trampa de las promesas, creyeron que al fin había llegado "el mesías" que les resolvería sus problemas. Lo  aplaudieron con entusiasmo y lo apoyaron en todas sus decisiones arbitrarias en contra de los ricos, sin tener en cuenta los atropellos, los abusos, las confiscaciones de bienes, los fusilamientos, el destierro forzado y muchas medidas más que en contra de aquellos infelices dictaba el líder enfurecido, sembrando odio, sed de venganza, desunión incluso entre las familias.

Las masas entusiasmadas cumplían ciegamente las órdenes de aquel endemoniado "mesías" que les prometía un futuro luminoso lleno de bonanzas, prosperidad, con una nueva sociedad igualitarista, sin discriminación, sin prostitución, sin miserias, sin corrupción. Les prometía y les hacía trabajar y luchar en todos los terrenos, incluyendo las guerras “internacionalistas" guerrilleras y solidarias... Esfuerzos y sacrificios del presente -que nunca pasa por ser presente- en aras de un futuro mejor -que nunca llega por ser futuro- Todo supeditado al supuesto objetivo de crear una Cuba socialista, superior a cualquier sociedad moderna capitalista

Sofía busca y rebusca y no encuentra que fue lo que se trabó en el intento, aunque desfilan día a día en sus recuerdos los primeros juicios, los paredones de fusilamientos, la renuncia del Comandante Hubert  Matos, la desaparición de Camilo Cienfuegos, la alfabetización y su estribillo, de estudio, trabajo, fusil las tres opciones de aquel momento. Sofía recuerda las llamas que convirtieron la tienda El Encanto en cenizas… las movilizaciones por Playa Girón y los cubanos que vinieron a pelear en contra de los barbudos revolucionarios. Invasores mercenarios, como les llamó " el mesías", obviando que eran también cubanos con todo el derecho de luchar por la patria perdida.

por su mente desfilan las imágenes y los miedos de aquel octubre del año 62 y la crisis de los misiles, que por poco desata la tercera guerra mundial.

 Luego desfilan confusas imágenes de los alzados del Escambray y de la Sierra del Rosario. Imágenes que se confunden con los recuerdos de Julián, su hijo mayor, que se fue en un bote pesquero con su mujer y sus dos niñas, y ella llorando por temor al mal tiempo, y sus dos pequeñas nietas tan contentas porque iban a conocer la nieve. 

Otra vez las lágrimas empañan sus recuerdos por aquel día que se quedó llorando por el hijo, culpado de traidor, de gusano apátrida, el hijo y su familia condenados al destierro… Recuerdos que se mezclan con otros ocurridos veinte años después, cuando volvieron a encontrase en una visita de apenas unos días. Le duele pensar en su hijo Julián, en sus nietas perdidas para siempre por habitar en mundos diferentes…

Otra vez desfilan imágenes de los remotos primeros veinte años marcados por las tantas guerras en países en los que Cuba, a penas un punto en la geografía, era considerada como un faro y guía de América Latina, Asia y África por su cacareaba “Gran derrota del Imperialismo Yanqui en América”.  Uno de los países que se coló en la vida de todos los cubanos por aquella época, fue Angola…   

Para Sofía Angola es mucho más que un país de negros africanos.  Angola es el recuerdo imborrable de su nieto Adriano…

Las lágrimas se escapan involuntariamente. Sus pasos por el tiempo la llevan a la última vez que vio su rostro... Cuando partió con su uniforme verde olivo sólo tenía diecisiete años y su cabeza llena de sueños. Adriano partió pensando que el servicio militar pasaría rápido. Soñaba con el mar y con los barcos en los puertos.  Adriano quería ser marinero mercante y recorrer el mundo para regresar a la isla cargado de regalos para todos.

Pero Adriano se fue a la guerra, a cumplir una misión internacionalista y allá quedó su sangre derramada en vano… Al cabo de diez años le entregaron la cajita sellada, les dijeron que en ella venían los restos del muchacho. Era una cajita pequeña, de madera forrada de negro. Era igual a las diez mil cajitas que llegaron de regreso a casa allá por los años 90, como última remesa de la guerra en Angola.

Adriano no fue escogido para representar su ciudad en el cementerio donde descansan los restos de los mártires ilustres. Sólo catorce, de aquellos diez mil muertos en Angola regresados en cajitas, fueron enterrados en el mausoleo de los héroes. El pobre muchacho ni siquiera era militante de la juventud comunista de Cuba cuando perdió la vida. Era uno más del montón, un joven adolescente cubano cumpliendo un servicio militar obligatorio.

Adriano, otro joven cubano muerto en una guerra en un país extraño.

Adriano, un pobre recluta de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.

Por esa época, el gobierno cubano estaba empeñado en librar guerras de “liberación” en tierras lejanas para exportar la revolución fidelista_ socialista, en los países de tres continentes: Asia, África y América Latina, unidos por su odio  al desarrollo de las potencias capitalistas, y sobre todo, por su odio a Los  Estados Unidos de América. Era la época del sacrificio por el internacionalismo proletario…

Sofía, como la gran mayoría de las madres cubanas, nunca ha comprendido por qué el gobierno cubano  ha mandado y continua mandando a los jóvenes a pelear  y / o a cumplir misiones especiales en tierras extrañas  si siempre se han necesitado brazos fuertes, vigorosos  para trabajar y sacar la patria del estancamiento en que ha caído por los desastres y fracasos de  planes y más planes  que desde 1959 no acaban de dar resultados económicos satisfactorios para que los pobres dejen de ser tan o más  pobres que antes.

 Como un relámpago pasa ante ella el año del esfuerzo decisivo, seguido por el fracaso de la zafra de los diez millones… 

No puede evitar pensar en Chile y en el azúcar donado al gobierno de Salvador Allende.

De las seis libras de azúcar por persona de la cuota mensual, quitaron una para donarla a Chile

Han pasado más de treinta y cinco años de los acontecimientos del Palacio de la Moneda en 1973. Hace más de quince años que Augusto Pinochet entregó el gobierno de Chile a la democracia, pero esa libra de azúcar no regresa a la cuota, que se ha quedado ya reducida a cuatro desde el periodo especial de los años 90.

El azúcar, que tantas vidas ha salvado en estos años de crisis. De nada vale que el agua con azúcar, caliente o fría, sea lo único que puedan tomar muchos cubanos para comenzar el día. 

 El agua de zambumbia, hecha con azúcar prieta es parte de “lo nuevo” de estos tiempos.  Se ha impuesto en contra de gustos y costumbres por la falta de pan, galleta mantequilla y una buena taza de café con leche… ¿Quién se acuerda que el café con leche y el pan con mantequilla era el desayuno predilecto del cubano en otros tiempos?

 Son tantas y tantas las costumbres y tradiciones alimentarias cubanas que se han perdido en estos más de cincuenta años de constantes escaseces, que ya nadie se acuerda del café con leche ni de las frutas jugosas que se encontraban a montones en cualquier lugar.

Han pasado décadas y décadas en lo mismo:  acostarse y levantarse pensando dónde y cómo conseguir la comida del día…

Torpes y mal alimentados andan esos cuerpos que caminan como autómatas cargando una jaba plástica en la que echan lo que encuentren, a su paso, así sea en el latón de la basura de los barrios donde viven los que tienen mucho: los que compran en la shopping y no se sientan tras las ventanas de una habitación en ruina, a ver pasar la muchedumbre como jaurías deambulando por las calles en busca de comida.

Muchedumbre que no le importa  las absurdas leyes  que la privan de los más elementales derechos humanos, leyes que de tan ambiguas y absolutas, declaran ilegales a los nacidos en los campos y ciudades de otras provincias, si se atreven a mudarse para la capital aunque sea para un barrio de ¨”quita y pon”;  de esos que abundan en los alrededores de La Habana  donde hay niños que no tienen el derecho al litro de leche que le venden en la bodega a los otros, iguales a ellos, menores de siete años, que han tenido la suerte de nacer legales en la ciudad en ruinas.

Los ojos de Sofía están marchitos y agotados de ver tanta miseria en la que cinco décadas atrás era una de las zonas más alegre de La Habana: Prado y Neptuno, calles famosas también por el chachachá de Enrique Jorrín que la Orquesta Aragón inmortalizó con su estribillo:  La engañadora.

Desde su vieja y destartalada ventana, Sofía mira y mira y aunque no encuentre nada nuevo, ella sigue fiel, como un vigía oteando el horizonte, aunque nadie entienda qué puede mirar una señora, de más de setenta años, detrás de su ventana. A nadie le preocupa su existencia, pero ella está ahí: firme, esperando para ser de las primeras, en ver lo que ha de llegar algún día, a pesar del discurso oficialista y de la monotonía que persiste en enterrarla cada día…

 Esperanza E. Serrano

Julio 2010

 

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