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martes, 7 de septiembre de 2010

La ingobernabilidad democrática como instrumento de lucha


Víctor E. Sanchez, periodista independiente
Santiago de Cuba, 04 de septiembre del 2010 - La ingobernabilidad democrática es la reivindicación social de todos los derechos. Una actitud permanente en el ejercicio de la democracia, que comienza con la auto liberación de las personas, asumiendo como derecho lo conceptos universales de la libertad y desobedeciendo todo aquello que la coarte. La ingobernabilidad democrática es aplicable en todos los regímenes dictatoriales: totalitarios, autoritarios, etc. pero siempre tomando en cuenta sus propias peculiaridades.

La ingobernabilidad democrática es una derivación de la lucha cívica no violenta. Toma de ésta, las demandas de todos los derechos: políticos, civiles, etc. pero no interfiere en los derechos de los demás, contemplados en las leyes internacionalmente reconocidas. Se fundamenta principalmente en el emplazamiento a los gobernantes para que respeten los derechos ciudadanos, incluyendo los contemplados en la Carta Universal de los Derechos Humanos.

Los métodos de los sistemas totalitarios son procedimientos científicamente probados y metodológicamente aplicados. Se necesita para enfrentarlos un procedimiento que contenga los elementos mínimos de comportamiento diario y ante las acciones represivas como: los actos de repudio, los registros, las detenciones y los encarcelamientos. Se deben tener en cuenta aquellas prácticas comunes, tanto físicas como psicológicas, que los órganos de inteligencia usan contra los activistas políticos y sociales, para que conozcan premeditada como reaccionar ante ellas.

La ingobernabilidad democrática necesita de una voluntad cívica, que debe formar parte de una disciplina espiritual y psicológica de los líderes, para llevarla a cabo. Y de una conciencia nacional, comenzando por la dirigencia superior opositora, para evitar que las artimañas del poder puedan hacerlos caer en su propia trampa.

La indefensión adquirida es parte de los mecanismos sistémicos de los regímenes totalitarios, que se establece como una cultura. El uso excesivo de la fuerza y el castigo ejemplarizante de cualquier actitud contestataria, impiden el surgimiento de reclamos públicos o manifestaciones. Incluso de los servicios básicos de la población, entonces qué decir, de los derechos civiles y políticos, que conllevan más riesgos y son menos atractivos para la población común.

La fuerza de la ingobernabilidad democrática está en su reclamo y cuestionamiento generalizado al gobierno, responsable de todo: de lo que se atribuye y de los daños y perjuicios que su incompetencia causa a la población. La inconformidad social, política y económica deben ser las herramientas básicas para emplazar a los representantes del régimen a cualquier instancia. La sociedad debe interiorizar que le asiste la razón moral para defender su derecho a reclamar y protestar ante las condiciones en que vive el país. Las demandas sociales son los pilares de los fundamentos políticos, no se puede ver una cosa separada de la otra. La representación política se adquiere liderando las aspiraciones sociales de los pueblos.

La ingobernabilidad democrática, aunque es un fenómeno de masas, debe ser orientada, canalizada y liderada por la oposición política y la sociedad civil. La estrategia consiste en empoderar a la población en su justo de reclamo de sus derechos, comprometer a las autoridades con su responsabilidad de servir ante la sociedad y saturar la represión como estrategia de lucha.

Los líderes de la oposición política y de la sociedad civil son los primeros que deben interiorizar el alcance y estrategia de la ingobernabilidad democrática. Entender que con la implementación masiva de sus métodos alcanzarán el propósito de la unidad en la lucha, sin buscar esa unidad estructural, que muchos se proponen y que se hace imposible de lograr. No obstante, la efectividad de la ingobernabilidad democrática depende de la capacidad de los líderes de preparar y capacitar a sus activistas en este método de lucha, que a su vez serán los encargados de ponerlos en práctica y servir como detonantes en las demandas sociales.

Las acciones bajo este método de lucha deben ser de interés común, nunca en beneficio o propósito de una persona. Lo único que es individual es la actitud y comportamiento bajo estas prerrogativas, en las circunstancias especificas de enfrentamiento.

La estrategia ante la actitud de indiferencia o de oídos sordos, que las autoridades puedan asumir a los reclamos presentados por la población, será la divulgación masiva de las denuncias presentadas, los reclamos sociales y de las propias deficiencias del régimen, que aunque todo el mundo las conoce, al ser puestas en evidencias obliga la reacción de las autoridades gubernamentales.

Los reclamos masivos, no necesariamente tienen que ser manifestaciones populares, tal vez puedan aparecer espontáneamente en etapas subsiguientes, cuando las masas adquieran una mayor responsabilidad en la toma de decisiones. Sin embargo, la ingobernabilidad democrática, contempla el método de la protesta masiva interna, que hace más efecto, más civilizada, participan entes pensantes y ponen en menos riesgos a la población, que casi siempre queda como víctima de los excesos y abusos de las fuerzas represivas.

Uno de los propósitos más importantes de la Ingobernabilidad Democratícela es la masificación y diversificación de la lucha en busca de la represión saturada. No podemos tener hombres montañas, hombres orquestas, que sean objetivos ejemplarizantes del régimen y potenciales candidatos a la manipulación. La lucha tiene que estar presente en los campos y las ciudades. Los lugares de silencio tienen que adquirir su propia voz.

Eso es imposible de controlar y la ingobernabilidad se hará presente. Y lo fundamental, no existe el marco legal para reprimir a quien demanda lo que por moral se le debe dar. La causa inventada aquí no tiene cabida, no hay cárcel para tanta gente. ¡Pa’la calle!

La Ingobernabilidad Democrática no es ocultar lo que hacemos, sino desobedecer lo que se nos impone. La importancia de esta iniciativa es que aunque el enemigo conozca la estrategia, no tiene la capacidad de neutralizarla, porque parte de su propia naturaleza. La Ingobernabilidad Democrática tiene la fuerza de la lluvia, que aunque la veamos venir, no se puede evitar. Entonces, como dijera nuestro Apóstol José Martí: “Es la hora de los hornos, y no ha de verse más que la luz”

miércoles, 18 de agosto de 2010

Las artimañas del socialismo en el siglo XXI

Víctor E Sánchez
Periodista Independiente
victorernestosanchez@ymail.com

Santiago de Cuba, 16 de agosto - En este siglo, el fenómeno político-social llamado “socialismo” ha tenido una evolución sui generis. En el siglo pasado la imposición de las ideas socialistas, como mejor se lograba era mediante una “revolución”. Esa revolución usurpaba el poder, desmontaba todas las estructuras institucionales y diseñaba una sociedad a su medida.

El derrumbe de la Unión Soviética y su campo socialista obligaron a rediseñar el sistema, incluyendo los mecanismos para llegar al poder. Esa nueva forma de llegar al poder es por elecciones, por lo que a esta nueva versión del socialismo, se le denomina: Socialismo del Siglo XXI.


En este proceso histórico, se ponen de manifiesto dos condicionales, los países que ya eran y se mantienen bajo un régimen socialista y los países que deben convertirse al socialismo. Estos últimos, se regirán por las normas contempladas en las metodologías del Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, los países que mantuvieron el socialismo ortodoxo, el desgaste político, económico y social les impiden continuar esa posición, y para sostenerse, irónicamente tienen que realizar ciertas presuntas aperturas.


Se pudieran decir que todos estos países, van en la misma dirección, aunque se encentren en diferentes etapas históricas. El propósito de los que gobiernan a todos estos países es el mismo, el control total del poder de forma vitalicia. O sea, que el Socialismo del Siglo XXI, en cualquiera de sus etapas conduce al comunismo marxista, como bien asegurara Fidel Castro recientemente.


La manipulación social es el común denominador de la ideología socialista. Por medio de ella, se puede lograr una democracia de origen, para luego convertirla en una dictadura en funciones, pero siempre aludiendo a su supuesta legitimidad democrática. Y a nombre de la justicia social y de la promesa de distribución de la riqueza por decreto, justifican coartar la libertad económica como mecanismo de sometimiento político. Muchas personas, tratando de proteger su capital en estos sistemas en sus principios han colaborado con las autoridades, que luego de consolidado el poder se han vuelto contra ellas. El sistema se va cerrando hasta convertirse en un verdadero sistema totalitario.

En el caso de los países que se ven obligados a mutar el sistema, pequeñas aperturas y limitadas libertades son las más efectivas movidas políticas. Se hicieron populares las reformas que se les hicieron al sistema chino y vietnamita. En el caso cubano todavía se espera que se realicen reformas significativas, pues hasta la fecha sólo han sido medidas cosméticas en momentos circunstanciales. No obstante, para garantizar el patrimonio económico de los herederos de la nomenklatura, se necesita legitimar el sistema político.


Los cambios, como estrategia política, vendrán desde arriba. Algo que a muchos de los antagonistas al régimen no les gustará, y tal vez ni fuesen sus expectativas, pero serán inevitables. Las aperturas satisfacen siempre a las mayorías y se consideran políticamente correctas. Lo que no siempre se visualiza es que un cambio de actitud en los regímenes totalitarios va más allá de lo que se dice o se ve. En política, siempre lo importante es lo que no se dice.


Analicemos los últimos acontecimientos en Cuba, para entender que la liberación de los presos políticos y otras concesiones no obedecen a las causas que les atribuyen, sino a los propios intereses de quienes los propiciaron. Sus propósitos y verdaderos intereses están por encima de las aparentes circunstancias actuales.


El régimen necesita adaptarse a las nuevas estructuras y conceptos contemplados en el llamado Socialismo del Siglo XXI. Ese proceso lleva un cambio de imagen. Y que mejor, que la liberación de presos políticos. Algo que la oposición, por razones lógicas se atribuye, poniendo como protagonistas a las Damas de Blanco y la protesta cívica de Fariñas, que obligó a las autoridades cubanas a mantenerlo en un régimen especial de cuidado médico.

Sin embargo sabemos que ambas cosas ya estaban controladas: Fariñas gozaba de una serie de prerrogativas y privilegios por encima de las tradicionales actitudes del régimen cubano y las Damas de Blanco fueron circunscriptas a una zona neutralizada, para que su actuar con ciertas libertades, pareciera propio de una sociedad democrática.


En días reciente visité una familia de varios opositores, profesionales y muy bien preparados intelectualmente, aquí en el poblado del Cristo. El intercambio me dio la medida de las aspiraciones básicas del pueblo cubano. Al comentarle, que tal vez en Cuba se produjeran algunos cambios como la libertad económica de las pequeñas empresas, la compra y venta de propiedades, incluyendo casas, tierras y automóviles, la entrada y salida libremente del país, el acceso a todo tipo de información, incluida la Internet y hasta más, que se pudieran producir unas elecciones multipartidistas, la reacción fue inmediata: eso es lo que queremos, para qué queremos más. En las normas del Socialismo del Siglo XXI están contempladas todas estas variantes, y muchas más y no desaparece el control totalitario del poder.


La reaparición de Fidel Castro, como un capricho personal, no obedece a las prescripciones de los órganos de inteligencia. Eso complica la estrategia del cambio. No es que Raúl Castro sea un reformista, pero si aspira a dejar a su familia en una posición política y económica segura. Por tanto, va jugando con el tiempo y los cambios. Tampoco puede arriesgarse a una transición tan rápida, que comprometa su propia seguridad, personal y jurídica.


Sin embargo, el tiempo apremia. El gobierno está contra la pared en el tiempo, su tiempo es medible y limitado. La oposición es abstracta, por lo que tiene todo el tiempo a su favor. No obstante, el gobierno sabe que no existe una oposición estructurada, calificada y con una base social mucho menos, así que con los recursos del poder y la maquinaria política con que cuenta, puede lograr una aparente democracia de origen.


A no ser por algún imponderable, el régimen dispone de las fuerzas necesarias para dosificar los cambios a su medida. Aún así, no todo está perdido: el socialismo como fenómeno social tiene que buscársele el antídoto en la misma sociedad. Incluso, utilizar sus propias armas es válido para hacerlo desaparecer. En este sentido creo muy válido el trabajo que viene desarrollando el Centro de Estudios Estratégicos para la Democracia Proactiva, aquí en Santiago de Cuba, para enfrentar de una forma inteligente, las artimañas del Socialismo en el Siglo XXI..

Tomado de(www.aplopress.com)