Por ADAM GELLER Associated Press
Poco después de la llegada de Fidel Castro al poder, su gobierno
confiscó refinerías, hoteles y plantaciones de azúcar que eran los
signos más visibles del control que ejercía Estados Unidos sobre la
economía isleña.
Una revisión de los reclamos de bienes
confiscados, no obstante, revela que muchos de los perjudicados fueron
individuos y familias, más que empresas. Y buena parte de lo que fue
confiscado tal vez no tenía un valor muy alto en dólares, pero era el
sostén y el orgullo de individuos y familias.
Casi el 90% de los
reclamos hechos por estadounidenses a los que se les confiscaron
propiedades son individuos, según un estudio de la Universidad Creighton
encargado por la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados
Unidos.
"Dejaron de todo: acciones, pólizas de seguros de vida,
obras de arte, automóviles", expresó Michael Kelly, profesor de derecho
en Creighton que participó en el estudio, realizado en el 2007. "¿Vio
esos Chevy del 57 que siguen dando vueltas? Uno de cada tres
probablemente sea reclamado" por alguien en Estados Unidos, agregó.
"Esto va a ser un problema muy difícil de resolver".
La Comisión
de Reclamos en el Extranjero, conocida por sus siglas en inglés, FCSC,
aceptó 5.900 reclamos de propiedades confiscadas. Se cree que valían
1.900 millones de dólares y que esa cifra, ajustada a la inflación,
equivaldría a 7.000 millones de dólares de hoy.
Algunas de las
pérdidas fueron cuantiosas. La Cuban Electric Company perdió plantas
generadoras de electricidad por valor de 268 millones de dólares. El
reclamo está hoy en manos de Office Depot, que se quedó con la empresa
luego de varias fusiones. Las pérdidas de International Telephone and
Telegraph Corp. ascendieron a 131 millones de entonces y las de Exxon,
incluida una refinería, superaron los 71 millones.
Ocho de cada
diez reclamos, no obstante, fueron por propiedades valuadas en 10.000
dólares o menos por la FCSC, que también procesa reclamos de propiedades
confiscadas en Irán, Vietnam y la Unión Soviética. Estos reclamos están
amparados por leyes internacionales, que prohíben a los gobiernos
confiscar propiedades sin ofrecer compensaciones.
Aproximadamente
el 70% de los reclamos estadounidenses involucran ganado. También se
reclaman tierra o edificios, sobre todo en La Habana y la antigua Isla
de los Pinos, frente a la costa sur de Cuba y donde se radicó una enorme
colonia estadounidense. Hay reclamos asimismo de pensiones perdidas,
cuentas bancarias y propiedades personales, incluidas joyas y muebles.
Cuando
los profesores de Creighton viajaron a Cuba hace casi una década
trataron de identificar propiedades confiscadas, incluidos edificios que
alguna vez albergaron una universidad y una clínica administrada por
curas católicos.
"No queda casi nada", dijo uno de los profesores, Patrick Borchers. "Lo único que hay es muros derribados".
Bienes confiscados, "papa caliente" en la relación EEUU-Cuba
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OMAHA, Nebraska, EE.UU
Un aroma a café viene de la cocina mientras Carolyn Chester revisa
unas fotos viejas que saca de cuatro cajas de la mesa del comedor.
Aparecen amigos tomados de los brazos en una playa cubana.
Hombres con trajes y mujeres con vestidos de fiesta en una discoteca de La Habana.
En
casi todas las fotos aparecen un hombre elegante con un bigote con
algunas canas y una mujer de cabello negro con las cejas arqueadas como
las de una estrella de cine de los años 50, los padres de Chester, que
sonríen por su buena fortuna, sin saber que pronto los abandonaría.
"Siempre oí hablar de Cuba", dice Chester. "De todo el dinero
que perdimos y de que 'tal vez algún día...', pero no entendía de qué
hablaban".
Ahora, casi 60 años después y a 2.300 kilómetros (1.500
millas) de distancia, ese día podría estar cerca para Chester y muchas
otras personas como ella. Para que se haga realidad, no obstante, una
nueva diplomacia, que todavía no ha sido ensayada, tendrá que ajustar
viejas cuentas.
"Siempre oí hablar de Cuba... de todo el dinero que perdimos y de que 'tal vez algún día...', pero no entendía de qué hablaban".
Poco
después de que Fidel Castro asumió el control de Cuba en 1959, su
gobierno comenzó a confiscar propiedades de miles de ciudadanos y
empresas estadounidenses. En el caso de Edmund y Enna Chester, las
pérdidas incluyeron una hacienda 32 hectáreas con animales y un Buick
nuevo que, quien sabe, todavía podría estar circulando por las calles de
La Habana.
En 1996 el Congreso estadounidense aprobó una ley que
estipula que Cuba deberá compensar a los estadounidenses por lo
confiscado como requisito previo para que se levante el embargo.
Ese
requisito no fue mencionado por el presidente Barack Obama cuando
anunció en diciembre que Estados Unidos y Cuba reanudarían sus lazos
diplomáticos. Dada la fragilidad de la economía cubana, algunos expertos
dicen que las empresas cuyas propiedades fueron confiscadas podrían
darse por satisfechas si se les permite volver a operar allí y darían
vuelta la página.
Pero la memoria de las empresas no perdura tanto
como las de las familias. Eso queda claro en sitios como la pequeña
vivienda de Chester en Omaha, en un lote esquinero, donde un retrato
pintado de su madre, con un marco dorado, observa los amarillentos
títulos de propiedad y las acciones que hoy no valen nada.
Son
recordatorios de la Cuba que existió antes de la llegada de Castro. Y la
amargura generada por lo que vino después aún sigue presente.
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En
las oficinas de una dependencia federal poco conocida hay más de 5.900
reclamos de muebles, fábricas, ropa y vehículos que alguna vez
pertenecieron a estadounidenses en Cuba.
Detrás de cada reclamo hay una historia, una vida que quedó atrás.
La
historia de Edmund Chester comenzó poco después de que fue dado de baja
por el ejército y regresó a su casa en Louisville, Kentucky, donde
consiguió un trabajo como reportero de un diario. En sus horas libres
aprendió por su cuenta a hablar español y en 1929 fue contratado por la
Associated Press, que lo envió a La Habana.
Chester pasó la década
siguiente informando desde todo el Caribe y América Latina. Su trabajo
denotaba su amor por Cuba, cuya música y arte llenaron su casa hasta su
muerte, y dio lugar a dos importantes relaciones.
La primera nació
cuando cubrió en 1933 una revuelta que puso a un antiguo sargento,
Fulgencio Batista, a cargo de las fuerzas armadas cubanas. Dos décadas
después, cuando Bautista era el dictador de Cuba, le encomendó a Chester
-quien por entonces era un amigo cercano y compañero de pesca, y que no
ejercía el periodismo- que escribiese una biografía autorizada, con una
foto de los dos sonriendo en la tapa.
La segunda relación surgió
en 1939, cuando Chester fue a Chile para cubrir un terremoto y vio a
Enna, 20 años más joven que él, en la piscina de un hotel.
En
1940, CBS contrató a Chester como jefe para América Latina. En CBS
Chester llegó a ser director de noticias y de eventos especiales de la
cadena y trabajó en Nueva York con el legendario periodista Edward R.
Murrow.
Volvió a Cuba en 1952 y compró una cadena de radios en la
isla donde las empresas estadounidenses dominaban la economía. La Habana
era un imán para los estadounidenses, incluidas celebridades como Frank
Sinatra y Marlon Brando, que iban allí a divertirse.
Chester
vendió las radios después de unos pocos años y su creciente familia
seguía dividiendo su tiempo entre La Habana y Florida.
Abrió una
agencia de relaciones públicas en La Habana y una granja de 30 hectáreas
en la isla. En 1957 Chester compró acciones de la empresa telefónica
cubana por valor de 250.000 dólares.
Este asesor de Batista, a
quien también le redactó discursos, empezó a inquietarse cuando los
rebeldes de Castro comenzaron a ganar terreno.
"Estoy de acuerdo en que deberíamos irnos de Cuba lo antes posible", le escribió a su esposa desde La Habana en julio de 1958.
Se
reunió con su familia en la Florida tres días antes de la Navidad. Pero
pocos días después Batista huía del país y el primero de enero de 1959
las fuerzas de Castro tomaron control del país.
Cuando la Unión
Soviética empezó a enviar petróleo a Cuba, Estados Unidos le ordenó a
las refinerías de la isla -que eran propiedad de firmas estadounidenses y
de otros países- que no procesasen el crudo de su gran enemigo de la
Guerra Fría.
El gobierno cubano se apropió entonces de las
refinerías y EE.UU respondió eliminando las protecciones a los precios
del azúcar cubano, que generaban el 90% de las divisas fuertes de la
isla. Cuba nacionalizó las principales haciendas y para cuando el
presidente John F. Kennedy impuso el embargo, ya había confiscado una
cantidad de propiedades.
Librado a su suerte, Edmund Chester
escribió que su nido se "había colado, como unos huevos revueltos, por
la tiranía de Fidel Castro".
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La Comisión de
Reclamos del Extranjero, cuyas siglas en inglés son FCSC, recibió miles
de reclamos de propiedades confiscadas en Cuba. Las más grandes eran de
empresas como la Cuban Electric Company, dueña de una planta eléctrica
confiscada de 268 millones de dólares. Luego de numerosas fusiones
empresariales, el reclamo está hoy en manos de Office Depot.
La mayoría de los 5.900 reclamos aprobados, sin embargo, eran de individuos y familias.
Expertos en el tema difieren en torno a la validez de los reclamos, que están amparados por las leyes internacionales.
"Hoy
por hoy, lo único que hay son los recuerdos más que nada", dice Robert
Muse, abogado de Washington que representa a compañías con reclamos.
"Para muchos, luego de ser desposeídos (de sus propiedades) crean un
mundo idealizado que tal vez no existió realmente".
Sin embargo,
Mauricio Tamargo, presidente de la comisión de arreglos hasta el 2019 y
hoy abogado que representa a personas con reclamos, dijo que las
confiscaciones produjeron perjuicios permanentes a familias
estadounidenses.
"Muchas jamás se recuperaron económicamente",
sostuvo Tamargo. "Tú sabes, nadie jamás pensó que pasarían 50 años y no
habrían sido compensados".
--
A los 60 años, Edmund Chester
tenía tres hijos pequeños y no podía darse el lujo de jubilarse. Con los
últimos ahorros que le quedaban, se dedicó a criar pollos.
"La
granja de pollos fue un desastre financiero", dice su hijo Edmund Jr.
"No me di cuenta lo mal que estaban las cosas hasta que revisé los
archivos y aparecieron todos los documentos legales. El proveedor de
alimentos, el banco hipotecario, todos estaban detrás suyo".
El
estrés hizo mella en Chester, cuyas facultades mentales estaban
diluyéndose. Les dijo a sus hijos que temía que los hombres de Castro lo
iban a matar y les enseñó a usar armas. Se despertaba gritando en medio
de la noche.
Antes de morir en 1975 a raíz de una serie de
derrames cerebrales, el viejo Chester seguía esperanzado en recibir
compensaciones por la confiscación de propiedades que fue "tan rápida,
tan violenta y tan completa".
Su esposa, Enna Chester murió en
2001, lo único que le quedó a Carolyn Chester fueron rollos de películas
viejas y una gran cantidad de papeles y deudas.
Cuando se fue a
Omaha con su familia en 2006, consiguió trabajo en la oficina de
admisiones de la facultad de medicina de la Creighton University, donde
le mostró a su compañeros fotos de su familia en Cuba.
Un día una
colega le comentó al pasar que había escuchado que estudiantes y
profesores de la facultad de derecho estaban investigando reclamos de
propiedades confiscadas en Cuba. ¿Castro no se había quedado con las
tierras de la familia?
---
En 2005, el gobierno
estadounidense encargó varios estudios, incluido uno sobre las
propiedades confiscadas y otros sobre los reclamos. Un grupo de
Creighton ganó la convocatoria.
Los profesores reclutaron
estudiantes y pasaron una semana estudiando viejos reclamos hechos en
Washington. Dos profesores viajaron a Cuba a inspeccionaron viviendas y
negocios mencionados en los reclamos. Comprobaron que los nombres de las
calles habían cambiado y que algunos edificios se encontraban en muy
mal estado, mientras que otros habían desaparecido.
"Esta es la
vida de la gente, cosas que perdieron. Y no será posible recomponer
esto", dijo el profesor de ciencias políticas Rick Witmer, señalando
hacia los archivos de un banco de datos de una computadora que armó a
partir de los detalles de los reclamos. Un archivo habla de una familia
que perdió obras de arte y los muebles de la casa. Otro de una fábrica
de cigarrillos.
Cuba no tiene dinero para pagar por los reclamos
en su totalidad, dice el profesor de derecho Michael Kelly. En 2007, los
profesores de Creighton advirtieron reclamaciones podrían producir neto
a sólo 3 o 4 centavos de dólar.
Las leyes estadounidenses, no
obstante, le exigen al gobierno que lo intente. El embargo comenzó con
una directiva presidencial. Pero en 1996, en medio de grandes tensiones
derivadas del derribo de dos aviones de exiliados cubanos que tiraban
panfletos sobre la isla, el Congreso aprobó la ley Helms-Burton, que
estipula que el Congreso es el único que puede levantar el embargo.
La
revisión de los reclamos aprobados ofrece un panorama de una era en la
que Cuba concentraba mucha riqueza estadounidense. Hoy, los principales
reclamos, de empresas como Exxon y Coca Cola, podrían resolverse si el
gobierno cubano les da el derecho a operar en Cuba, dice Kelly. Pero las
otras personas que tienen reclamos tienen que hacerse a la idea de que
el país simplemente no tiene el dinero para compensarlos, acotó.
En
2007, los profesores de Creighton ofrecieron una conferencia de prensa
para dar a conocer los resultados de sus investigaciones de los reclamos
y dijeron que lo más probable es que se recuperen entre tres y cuatro
centavos por dólar perdido.
"Cuando se abra la economía cubana,
tendremos la bancarrota más grande del siglo XXI a 90 millas (145
kilómetros) de nuestras costas", dijo Kelly. "Tenemos que ser ingeniosos
para hacer desaparecer esos reclamos".
A las personas que tenían
reclamos se les había venido diciendo que sus pérdidas serían ajustadas a
la inflación. Los 1.900 millones de dólares confiscados en los años 60
equivaldrían a mucho más hoy, al menos en los papeles. La perspectiva de
que las pérdidas de Chester, que alguna vez fueron calculadas en
489.000 dólares, sean devaluadas ofusca a Carolyn Chester. Y cuando un
inversionista la llamó proponiéndole comprar su reclamo por una suma
mucho más baja, directamente se enfureció.
En diciembre, Chester
escuchó que Obama iba a hacer un pronunciamiento sobre Cuba y pidió el
resto del día libre. De vuelta en su casa, encendió el televisor debajo
del retrato de su madre y escuchó atentamente al presidente cuando habló
de revisar una "política rígida, basada en eventos que tuvieron lugar
antes de que la mayoría de nosotros hayamos nacido".
Para Chester,
el discurso confirmó que los políticos y las empresas quieren dar
vuelta la página y se alegrarían si desaparecen los reclamos.
Fidel
Castro no se quedó con las propiedades solamente, dice Chester. Se
llevó la seguridad financiera de sus padres, el bienestar de su familia,
la salud de su padre y toda posibilidad de una herencia que pueda
reparar los escalones rajados de su puerta.
Cincuenta y seis años después, dice, "no voy a permitir que me despojen de nuevo".
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