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domingo, 23 de marzo de 2014

Desempolvando archivos: Fidel Castro Ruz, el mayor terrorista nacido en América



En marzo de 1955, la revista Bohemia publicó un artículo de Fidel Castro enviado desde la prisión de Isla de Pinos titulado Carta sobre la amnistía, en la que expresa: “Nosotros no somos perturbadores de oficio, ni ciegos partidarios de la violencia, la patria mejor que anhelamos se puede realizar con las armas de la razón y la inteligencia”. El colmo del cinismo. Fidel Castro fue liberado dos meses después, el 15 de mayo de 1955, y al mes siguiente fundó una organización terrorista: el Movimiento 26 de Julio (M-26-7), siendo desde entonces su máximo líder.

 

Durante los años 1957 y 1958, el Movimiento 26 de Julio realizaría centenares de acciones terroristas en lugares públicos, que se correspondían con su consigna de las tres C: 0 Cine, 0 Compra y 0 Cabaret

En esta foto que publicó la revista Bohemia en septiembre de 1957 se muestra al terrorista Odón Álvarez de la Campa Sotolongo –segundo Jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en La Habana-, con las dos manos amputadas y el cuerpo lleno de heridas, al explotarle la bomba que intentaba colocar en el popular barrio de Santos Suárez.
Una bomba detonada por el Movimiento 26 de Julio en la concurrida esquina de Galiano y San Rafael, destruyó el frente de la tienda.
(Revista Bohemia, 5 de mayo de 1957, p. 72)
En el Ten Cent situado en Galiano y San Rafael, uno de los lugares frecuentados por los niños pobres como yo, fue herida una señora que hacía compras con su nieta.
El terrorista Domingo René García Collazo perdió las dos piernas y una mano, mientras colocaba una bomba el 12 de junio de 1957
(Revista Bohemia, 12 de julio de 1959, p. 8)
El 27 de mayo de 2002, cuarenta y tres años después de que le tomaran esa fotografía, el exterrorista Domingo René García Collazo reconoce: “Aquí sí se ha hecho terrorismo”. Véase la entrevista que le hizo el periodista independiente José Antonio Fornaris:
 
En una casa de Artemisa, poblado de donde salieron muchos de los asaltantes del cuartel Moncada en 1953, Domingo René García Collazo habla de su época de revolucionario desde el sillón de ruedas al que está unido hace décadas, cuando le explotó una bomba en las manos.
 
Nosotros teníamos distintos trabajos a realizar, mandados por la organización desde La Habana (se refiere al Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro, conocido por las siglas M-26-7). Poníamos bombas, quemábamos caña y (hacíamos) otros tipos de sabotajes. Aquello era terrorismo. En todo el circuito norte (provincia Pinar del Río) teníamos esta forma de operar de acción y sabotaje. El señor Fidel Castro dice que aquí no se ha hecho terrorismo, pero aquí sí se ha hecho terrorismo”.
 
¿Recuerda usted en cuántas acciones de este tipo participó?
 
En varias. A muchos otros miembros de Acción y Sabotaje yo les preparaba las bombas, se las hacía. Cuando se iba a hacer un ‘trabajo’ en un pueblo, en teatros, en fiestas ... a dos miembros se le daba una bomba en un cartucho para que la pusieran en los baños ... pero siempre se trataba de evitar que fueran a cometer un crimen, que hubiera muertos”.
 
Pero eso podía suceder, como sucedió que murieron inocentes.
 
Sí, lógico. Dentro de toda esa cosa, era lógico que tenía que suceder. Me sucedió a mí. Cuando fui a poner las bombas que me quedaban, puse siete primero y me quedaban dos, eran nueve
 
¿Qué día, en qué momento sucedió esto?
 
Sí, mira, cuando fui a poner las bombas que me quedaban, que eran para hacerle daño a las casas de la fábrica La Calera, la fábrica de cemento y la del hermano de Manuel Pérez Galán, había una niña en la puerta de una de las casas y le dije al chofer del ‘yipi’ que diera la vuelta para esperar a que la niña se retirara, porque si ponía la bomba la niña iba a morir. El daño lo íbamos a hacer en un pasillo entre las dos casas, para que las bombas tumbaran las paredes. Pero, bueno... cuando dimos la vuelta, la bomba era para (que explotara a) las nueve de la noche, eran las nueve en punto y la bomba me hizo contacto. Me desbarató las dos piernas, que no pudieron salvarme ninguna, y la mano izquierda”.
 
¿Recuerda la fecha exacta?
 
Sí, el 12 de junio de 1957”.
 
¿Qué edad tenía usted en ese momento?
 
Tenía 26 años. Yo nací en 1930. Hacía un mes que me había casado”.
 
¿Qué sucedió después?
 
Estuve preso en Pinar del Río. Estuve bien todo el tiempo, porque siempre estuve con presos políticos. Luego me celebraron el juicio. Me pedían 17 años y me echaron 14. Luego vino una libertad condicional”.
 
Pudiéramos decir que rápidamente después de esto llegó Fidel Castro al poder y usted, en alguna medida, comenzó a formar parte de ese gobierno, ¿fue así?
 
Bueno, vino Castro (a Artemisa) el 17 de enero de 1959, habló con un capitán ayudante que yo tenía en el cuartel, le dijo que yo pasara al parque, que él quería hablar conmigo. Pude entrar al parque, los compañeros me llevaron. Me abrazó y, delante del pueblo, anunció que me daba el grado inmediato, que era el de comandante (grado máximo del ejército rebelde). Ese mismo día me nombró segundo jefe del regimiento de Pinar del Río. Escalona (Juan) era el jefe del regimiento”.
 
¿Cuáles eran sus ideas políticas cuando usted comenzó a luchar contra el gobierno de Fulgencio Batista?
 
Yo no tenía idea política alguna. Mi padre tenía camiones. Yo tenía cinco camiones. Yo fui agente de tres agencias de refrescos (soda), entre ellas la Orange Crush y la Royal Crown Cola, que eran compañías americanas. No me interesaba para nada la política”.
 
¿Por lo que narra infiero que usted era uno de los jefes del M-26-7 en Artemisa?
 
Sí, yo era uno de los jefes”.
 
¿Sabía usted lo que era el comunismo en esa etapa, simpatizaba con el comunismo?
 
No, yo no sabía lo que era el comunismo ni lo que era el socialismo. Ese tipo de sistema nunca me interesó. Yo aspiraba a una democracia. Por eso luché, para vivir en democracia, para vivir en libertad”.
 
A más de 40 años de haber pertenecido usted al Grupo de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, de haber construido artefactos explosivos y de haber colocado muchos de ellos en distintos lugares, ¿cree que el terrorismo es un método válido de lucha?
 
No, fue un error. Considero que nunca se debió haber hecho. Aunque aquí se dice que no se utilizó el terrorismo, esta revolución se hizo a base de terrorismo. Y lo tengo por experiencia propia, te lo puedo demostrar... te lo estoy demostrando. Mi estado físico, como quedé ..., deprimente. Eso, el terrorismo, lo detesto completamente”.
 
El hombre hace una pausa y ratifica: “No creo que el terrorismo conduzca a ningún gobierno a nada. Aquí se dice que no hubo terrorismo pero sí, aquí se hizo esta revolución a base de terrorismo”.
Urselia Díaz Báez
Una tarja colocada en el cine-teatro América, ubicado en la calle Galiano, Centro Habana, recuerda que el 3 de septiembre de 1957 murió destrozada la terrorista Urselia Díaz Báez -estudiante del Instituto de La Habana e integrante de los grupos de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio-, cuando le explotó la bomba que iba a poner en el cine.
Urselia llevaba un bonito vestido confeccionado con una tela estampada, de falda amplia, en la que podía ocultar, sin que se notara, la bomba-reloj que tenía muy bien atada al muslo con una cinta adhesiva. Según el plan, el artefacto se pondría en el salón del servicio sanitario para mujeres del teatro América
Esta es una foto de la tarja colocada en el cine-teatro América. En ella se expresa:
“A la memoria de Urselia Díaz Báez, que murió heroicamente luchando contra la tiranía el 3 de septiembre de 1957. ‘La muerte es una victoria y cuando se ha sabido vivir bien, el féretro es un carro de triunfo.’ José Martí.
‘A todos los compañeros de mi tierra os pido buenas acciones ciudadanas como prueba de vuestro recuerdo.’ Urselia. Tus compañeros de lucha. M.R.26-7.”
Cine-Teatro América

situado en Galiano entre Neptuno y Concordia
Aunque Urselia Díaz Báez solamente tenía dieciocho años de edad al momento de morir, ya había realizado varios actos terroristas en lugares públicos de La Habana, donde asistía un gran número de personas inocentes, como se muestra en el libro Tras las huellas de los héroes, escrito por la investigadora Nidia Sarabia y publicado en 1980 por la editorial Gente Nueva. En sus páginas se puede leer:
 
“Cierto día se le dio la encomienda de realizar una misión peligrosa: tenía que hacer explotar una bomba en el edificio Bacardí. Mientras, otra compañera realizaría una acción similar en el edificio de la Manzana de Gómez

Un miembro de su célula fue detenido. Los padres de Urselia, temerosos de ser delatados, consiguieron que su hija se trasladara a la casa de un familiar, pero ella accedió con tal de llevar a cabo una misión que se le había encomendado. Se trataba de realizar un sabotaje en un bar situado en las calles Ángeles y Estrella, a pocos metros de la casa de su tía, donde se escondía. Urselia llevó a cabo el mismo y se mezcló entre el público y la policía para observar el resultado de su operación.

Otro día realizó semejante operación en el Ten Cent de la calle Obispo”. 
El terrorista Sergio González López, ‘El Curita’,
Jefe de Acción y Sabotaje
del Movimiento 26 de Julio en La Habana
El periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista –único partido legal en la Cuba de Fidel Castro, publicó el 19 de marzo de 2008 un artículo titulado: Un curita que “estremeció” La Habana. En ese artículo se evidencia que las acciones realizadas por Sergio González López, ‘El Curita’, formaban parte de la estrategia terrorista de Fidel Castro Ruz. Ese artículo ha desaparecido de internet, pero si en google usted escribe Un curita que “estremeció” La Habana, comprobará que quedó el rastro de que fue publicado en el Granma pero ahora no puede visualizarse
 

Fwd: [granma] Boletín digital diario AÑO VI No. 65 - Yahoo! Grupos

es.groups.yahoo.com/group/unidad_latinoamericana/.../11185
1 entrada - 20 Mar 2008
Un curita que "estremeció" La Habana Si la prensa de entonces les negó justicia, la nuestra no deja de agradecerles que en la Cuba de hoy, ...
Los terroristas Enrique Hart Dávalos -Jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Matanzas-, Juan Morales Bayona y Carlos García Gil murieron el 21 de abril de 1958, cuando estaban “preparando unas bombas”.
El artículo ‘Mi hermano Enrique’, publicado en Granma el 21 de abril de 2008, cuyo autor es Armando Hart Dávalos -miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba y uno de los principales colaboradores de Fidel Castro desde los años cincuenta-, ha desaparecido del Granma. Si en google usted escribe: “El 21 de abril de 1958 murió mi hermano Enrique”, comprobará que ni el rastro quedó de que fue publicado por el Granma, pero sí puede verse en tres sitios, dos en Matanzas y otro en México, a donde lo envió su autor:
 
 
Mi hermano Enrique
Armando Hart Dávalos
21 de abril de 2008
 
El 21 de abril de 1958 murió mi hermano Enrique. El Movimiento 26 de Julio lo había nombrado Jefe de Acción y Sabotaje en la provincia de Matanzas. Ese trágico día se hallaba en una casa de la calle Yara, en el reparto Cumbre, de la ciudad yumurina, preparando unas bombas para su empleo generalizado en la insurrección y les explotaron los artefactos que destrozaron su vida y la de los jóvenes combatientes Carlos García Gil y Juan A. González Bayona.
 
Mi hermano ofrece la imagen del combatiente revolucionario de la etapa insurreccional, que pude apreciar en otros muchos compañeros durante aquellos años. Desde el mismo 10 de marzo de 1952 nos identificamos políticamente y comenzamos a relacionarnos con los grupos más activos, sobre la base de una doble condición: que se mantuvieran firmes las posiciones insurreccionales contra la tiranía, y que no estuvieran responsabilizados con el gobierno derrocado ni con los partidos tradicionales de la oposición.
 
El cuartelazo lo situó de súbito y sin que vacilara un segundo dentro de la vanguardia combatiente. Aquel día estaba de vacaciones en casa de unos tíos, en Trinidad, y tan pronto escuchó por radio la noticia, hizo las maletas, regresó a La Habana y empezó a interesarse activamente por la lucha contra la tiranía.
 
Él mismo me brindó la explicación de este hecho. Me dijo que antes del golpe no veía solución a la situación de Cuba, pero que el cuartelazo le había abierto al país el camino de la Revolución. Recordé entonces que meses antes, él había criticado a los máximos dirigentes ortodoxos porque no habían convertido el entierro de Chibás en un movimiento encaminado a la toma revolucionaria del poder.
 
Enrique fue uno de los jóvenes que acudieron a la Colina en aquellos memorables días después del golpe, aunque debe decirse que sus vínculos más fuertes no eran universitarios, porque desarrolló relaciones más estrechas con los trabajadores bancarios y después con los del Movimiento.
 
Para Enrique, la posición insurreccional contra el gobierno era una cuestión de principios. El problema clave de la definición política había pasado a ser la insurrección popular y la independencia política.
 
Se unió como todos nosotros a Fidel y al Movimiento 26 de Julio, pues fue allí donde encontró el lugar exacto para encauzar su rebeldía y sed de justicia social. Con la posibilidad que abría la jefatura política de Fidel y el ansia de acción que existía dentro de las masas juveniles y trabajadoras, Enrique se convirtió en uno de los hombres más intrépidos y audaces del movimiento clandestino.
 
En 1956 viajó por unos meses a Estados Unidos. Durante el tiempo que permaneció allí estuvo trabajando como obrero en una factoría, y cuando regresó a Cuba volvió más antimperialista que antes.
 
Estos son algunos de los recuerdos más queridos de aquel hermano que murió por sus ideales y convicciones, y a quien, como le dije a Faustino Pérez una vez, lo mató su exceso de dinamismo.
 
Murió luchando por desarrollar la insurrección popular, con un odio profundo hacia el medio político y social burgués, con un claro sentimiento antimperialista y con la idea muy firme de que esta era la Revolución de los trabajadores y los explotados.
 
Fidel y Raúl Castro ordenaron
los primeros secuestros aéreos del mundo
 
Por órdenes de Raúl Castro, terroristas integrantes del M-26-7 secuestraron 2 DC-3 de vuelos nacionales cubanos, para incorporarlos a la Fuerza Aérea Rebelde que radicaba en la Sierra Cristal. Esos aviones fueron posteriormente destruidos por la aviación del régimen tiránico de Fulgencio Batista en sendos raids aéreos.
 
El primer secuestro de avión en vuelos internacionales fue ordenado por Fidel Castro.
 
Cuando Omara González sintió que a su vida le quedaban pocos minutos, sacó de su cartera un rosario de cuentas de madera que le regaló su padre y se lo puso en el cuello. Uno de los asaltantes que llevaba un brazalete del Movimiento 26 de Julio, le ordenó a los pasajeros que se apretaran el cinturón de seguridad y que doblaran el tronco del cuerpo hacia delante con la cabeza sobre las piernas.
 
En medio de un forzado descenso, el avión Viscount de cuatro turbohélices de Cubana de Aviación se partió en dos y Omara González salió volando por el agujero del fuselaje hasta caer en las aguas infestadas de tiburones de la bahía de Nipe, cerca al pueblo de Preston en la provincia de Oriente, Cuba. Eran aproximadamente las 9 de la noche del primero de noviembre de 1958. El mundo no sabía lo que era el secuestro de un avión en vuelo internacional. La palabra más cercana a terrorismo era sabotaje.
 
En algún lugar de la Sierra Maestra, el comandante Fidel Castro esperaba noticias del desvío del vuelo 495 que había salido de Miami con destino a Varadero y que él había ordenado secuestrar. En el interior de la aeronave, sus compañeros de causa, Edmundo Ponce de León, Erasmo Aponte, Raúl Rolando y Pedro Lázaro Valdés, llevaban pistolas, carabinas, granadas, varios litros de repelente para mosquitos R-33 y otros pertrechos que serían usados en la ofensiva final contra el gobierno de Fulgencio Batista. La encomienda jamás llegó a su destino. Los piratas anunciaron a los pasajeros que su acción “nunca se había producido en el mundo”.
 
Omara González Rodríguez, sobreviviente del desvío y caída de un vuelo de Cubana de Aviación, 47 años después de ese acto terrorista quiso poner la tragedia del vuelo de Cubana de Aviación, -donde murieron tantas personas- en los radares de la historia del terrorismo. Ella y sus familiares creen que un mundo en el que la gente está oscultando en el pasado el origen de las amenazas terroristas de hoy, este episodio tiene que ser rescatado.
 
Por ahora, Omara González Rodríguez espera que el mundo sepa que Fidel Castro fue el primer profesor de los secuestros aéreos, y que a los pocos meses de la tragedia, cuando el Movimiento 26 de Julio llegó al poder, Castro la llamó para justificar la acción en nombre de la revolución.
 
Fidel Castro me pide que le relate qué había pasado. Y entonces me dice:
 
Mira, el sabotaje es así, te tocó a ti y te tocó, yo estoy ahora con una bomba en un cine y mi mamá llega y está ahí, pues le tocó a ella”.
 
González ha presentado su caso ante la fundación Judiciary Watch con la esperanza de que sea anexado como antecedente grave del patrocinio del gobierno de Cuba al terrorismo. En su casa de Coral Gables, acompañada por su madre y un primo hermano que la despidió en el aeropuerto de Miami de la calle 36, esa tarde del primero de noviembre de 1958, Omara relató en frases frenadas por su miedo inconsciente a revivir el drama, las horas de angustia a bordo del Viscount secuestrado.
 
Omara tenía 16 años. Regresaba con su maleta llena de ropa nueva a su casa en Varadero, de donde había salido dos días antes en compañía de su abuelo José Manuel Atanasio Rodríguez y su primo de 12 años Luis Sosa para pasar un fin de semana de compras en Miami. Era un viaje corto y barato. El pasaje de ida vuelta costaba 45 dólares y el vuelo se demoraba 25 minutos. Sólo se necesitaba la visa americana. La tía Julia los esperaba en Miami.
 
En esos años, el sur de La Florida era un hervidero de disidentes y perseguidos de Batista que enviaban armas y municiones a Cuba, algunas veces con el apoyo secreto del gobierno de Estados Unidos, para apoyar a la guerrilla de Fidel Castro.
 
En el negocio de la compra de armas, decía una crónica de la época, los rebeldes veían a Miami como una ama de casa mira al supermercado”.
 
El vuelo de Cubana salió retrasado del Aeropuerto Internacional de Miami, situado entonces en la calle 36. Estaba programado para las tres de la tarde y despegó a las 4:46. Las sillas no estaban entonces numeradas. Como todos querían tener asiento con ventana, González se sentó en la segunda fila, su primo en la primera y su abuelo de 62 años en la tercera. Los últimos en subir fueron el empresario norteamericano Osiris Martínez, su esposa Betty Jane y sus hijos Tony, de dos años, Byron de cuatro y Carl de cinco. Martínez había sido trasladado por una compañía estadounidense a gerenciar una fábrica de papel en Cuba.
 
González recuerda que cuando la azafata Ana Reina terminó de repartir las declaraciones de aduana, cuatro jóvenes se pusieron de pie y pistola en mano gritaron a los pasajeros que no se movieran. Uno de ellos se apostó en la parte delantera del avión y le apuntó con una pistola en la cara. A los pocos minutos los secuestradores levantaron la alfombra del pasillo delantero del avión, y abrieron una escotilla de la cual extrajeron unos uniformes verde oliva con brazaletes alusivos al 26 de Julio. Según un reporte de la revista Gente, uno de los secuestradores dijo:
 
No se muevan de sus asientos. Estamos haciendo algo que nunca se ha producido en el mundo. Podrán contarlo porque nos apearemos en una pista mejor que la de Varadero”.
 
Los secuestradores se desnudaron hasta quedar en calzoncillos y se pusieron los uniformes delante de los aterrorizados pasajeros. Uno de los piratas, el más agresivo, recuerda González, llevaba zapatos blancos. Desde un comienzo, insistía en que quería tomar el mando del avión. Aparentemente se trataba de Edmundo Ponce de León, expiloto de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Pero el veterano capitán de la aeronave, Ruskin Medrano, se negaba a cederle el puesto. “Tendremos que matarlo”, escuchó la muchacha. Uno de ellos dijo que le daría un tiro, pero los demás le ordenaron que lo hiciera con cuchillo..
 
Osiris Martínez dice que en sus pesadillas de la tragedia aún escucha el grito de dolor intenso que dio debajo del agua al golpearse brutalmente contra un objeto que le abrió tres agujeros en la cabeza.
 
Quizás por el trauma de ese golpe olvidó lo que ocurrió minutos antes cuando el avión de Cubana de Aviación secuestrado en el que viajaba se partió en dos al caer en la Bahía de Nipe en la noche del primero de noviembre de 1958.
 
Por puro impulso de supervivencia, no porque supiera nadar, Martínez logró salir a la superficie, y cuando ya su boca estaba libre, despidió un chorro de agua.
 
“Me salía y me salía agua como si fuera una manguera sin parar”, recuerda Martínez sentado en el sofá de su casa del suroeste de Miami donde vive con su tercera esposa.
 
Finalmente con la garganta libre, sacó alientos de donde no tenía y empezó a llamar como un loco los nombres de su esposa y su tres niños, rogándoles en español, sin reparar que solo hablaban inglés, que le dieran una señal de vida en medio de esa sopa negra de mar oscuro y combustible en la que escasamente flotaba.
 
Como no podía mantenerse a flote, logró asirse a un objeto que brillaba con el resplandor de las luces del cercano pueblo de Preston, al oriente de Cuba. Era una de las puertas del avión Viscount turbohélice que minutos antes un grupo de secuestradores intentaba aterrizar en un pequeña pista del ingenio azucarero de Preston para llevar a Fidel Castro armas, municiones y pertrechos comprados en Miami.
 
En medio de una ordalía demencial de sobrevuelos rasantes por pistas sin iluminación del oriente de Cuba, el avión se quedó sin combustible y se fue a pique en la bahía.
 
Edmundo Ponce de León, otro de los sobrevivientes y a quien testigos y documentos señalan como uno de los presuntos secuestradores del avión, sostiene que la aeronave cayó en la bahía como consecuencia de una confusión que se creó en la cabina.
 
Según Ponce de León, el piloto Ruskin Medrano intentó aterrizar en la pista sin iluminación del ingenio azucarero de Preston pero en su descenso descubrió que había sido bloqueada con unos barriles y debió alzar vuelo.
 
En medio de esa maniobra, la fragata Antonio Maceo, que estaba en la bahía, disparó una ráfaga de balas trazadoras al avión, lo que hizo que el piloto, confundido y nervioso, diera un viraje brusco hacia la bahía donde el Viscount se fue a pique, agregó Ponce de León. Los proyectiles no hicieron impacto en la aeronave, según Ponce de León.
 
Los demás sobrevivientes han declarado que el avión se precipitó en la bahía por falta de combustible.
 
Martínez explicó a El Nuevo Herald que uno de los secuestradores que estaba en la cabina se sentó en un asiento cercano a él y ordenó que se ajustaran los cinturones, porque el avión se había quedado sin combustible.
 
Ponce de León sostuvo que el avión tenía combustible de sobra, tanto así que el vuelo se retrasó en la plataforma del aeropuerto de Miami porque el líquido se salió de los tanques y la compañía de seguros no permitía su salida por cuestiones de seguridad. Empleados de Cubana de Aviación en Miami le dijeron a The Miami Herald horas después del accidente que la aeronave tenía suficiente combustible.
 
Mientras trataba de mantenerse a flote, Martínez se quitó la ropa desgarrada que llevaba y se quedó en calzoncillos, no sin antes sacar la billetera con su identidad impulsado por un presentimiento de que lo fuesen a confundir con uno de los secuestradores.
 
De pronto sintió una mano en el hombro, dice, y se percató que era Juana María Méndez, una pasajera embarazada que tampoco sabía nadar y trataba de salvarse.
 
Me dio un gran susto cuando la vi, y le dije que me iba a hundir a mi también. Ella se soltó y se hundió”, dijo Martínez.
 
La puerta del avión amenazó con sumergirse y Martínez trató de mantenerse a flote infructuosamente abrazando una almohada que pasó cerca. Entonces confió de nuevo en la puerta flotante sin apoyar mayor peso en ella, solo la barbilla, y volvió a gritar desesperadamente.
 
Nadie le respondió. Sobre la bahía caía una tenue lluvia.
 
Se tocaba la cabeza y se preguntaba cómo era posible que estuviera vivo si podía meter sus dedos en los agujeros que tenía en el cráneo.
 
Sobre un ala del avión que quedó inclinada por fuera de la superficie, dos hombres luchaban por no resbalar y caer al mar infestado de tiburones. Martínez sostiene que eran dos de los piratas aéreos. Más tarde los vio lanzarse al mar.
 
Cuando se fueron apagando los últimos quejidos, Martínez escuchó lo que parecía ser un chapuceo de remos. De pie, sobre una canoa rudimentaria iba hacia él un campesino de la región que le pidió que subiera, pero Martínez no tenía fuerzas y se había fracturado la mitad de las costillas por el cinturón de seguridad, que terminó rompiéndose.
 
Finalmente lo logró, pero como el bote tenía en el fondo agua fría de lluvia acumulada, el cuerpo corpulento del hombre de 5 pies 10 pulgadas de estatura que estaba en las aguas tibias del mar empezó a convulsionar, lo que hacia bandear peligrosamente la canoa.
 
“‘Nos vamos a virar, nos vamos a virar’, me decía el guajiro mientras yo temblaba sin control y él me ponía la luz de la linterna en la cara”.
 
La embarcación llegó a las playas de la bahía, adonde luego el mismo barquero llevó a Omara González y a su primo Luis Sosa, otros pasajeros sobrevivientes del avión.
 
El coronel Rodríguez, un primo de Martínez y oficial del Ejército de Fulgencio Batista que combatía en la zona contra los alzados de Raúl Castro, le envió 10 soldados que lo llevaron al hospital de Preston.
 
Con las heridas suturadas y envuelto en un escudo de esparadrapo alrededor de las costillas, Martínez se presentó en el primer piso del hospital a reconocer los cadáveres de su familia.
 
Alrededor del tobillo de una pierna amputada que le mostraron vio una cadena con el nombre de su esposa Betty Haney, con quien planeaba mudarse a Varadero.
 
La reconocí porque yo le había regalado una cadenita con el nombre de ella y dije sí, ésa es mi esposa”, expresó.
 
Los cuerpos de sus tres hijos no se los mostraron por las condiciones terribles en las que estaban.
 
Martínez se quería morir también.
 
A partir de ese instante no sólo ha tenido que cargar con el peso de la pena, ligeramente amortiguado por dosis diarias de antidepresivos, sino con el remordimiento que le producen los recuerdos de su mujer rogándole que no se fueran a vivir a Cuba.
 
Martínez aceptó un cargo de inspector de una gigantesca planta de conversión de bagazo de caña de azúcar en papel en la ciudad de Cárdenas, a pocos kilómetros de Varadero.
 
Le ofrecían un sueldo de $615 mensuales, una muy buena suma para la época, el triple de lo que ganaba en el mismo cargo, en la Bowaters Southern Paper Corporation de Tennessee.
 
A pesar de que había nacido en Cuba, Martínez no conocía Varadero, el lugar que escogió para alquilar una casa en la que comenzaría su nueva vida, lejos de los aletargadas parajes de Tennessee que tanto le aburrían.
 
Llamé a mi esposa y le dije: ‘Vende o regala la casa que tenemos y vente con los niños’”, recuerda Martínez.
 
Ella aceptó a regañadientes y se citaron en Miami. El vendría de La Habana y ella de Chattanooga, Tennesee, con los tres niños.
 
Contagiados quizás por la tristeza de su madre, los niños tampoco querían viajar a ese lugar remoto y extraño donde su papá había encontrado un mejor trabajo.
 
Martínez recuerda que los padres de Betty tuvieron que arrastrar a los niños que lloraban y gritaban hasta el avión que los llevó de Chatanooga hasta Atlanta. De allí tomaron un vuelo a Miami, donde los esperaba Martínez.
 
Los obstáculos que el destino le interpuso a su familia para no viajar a Cuba aumentaron a la llegada a Miami, relató Martínez.
 
Empleados de la oficina de Cubana de Aviación en el aeropuerto se negaron a que la familia abordara el avión alegando que los documentos de Martínez no estaban en regla. Martínez era ciudadano estadounidense. Después de la tragedia, el sobreviviente concluyó que el verdadero motivo de los impedimentos era que algunos de los empleados eran cómplices de la operación.
 
Ellos sabían que iban a poner en riesgo a una familia americana y por eso no querían embarcarnos, quizás no querían niños a bordo, pero sus excusas para no llevarnos eran estúpidas”, dijo Martínez.
 
Al subir al avión de Cubana de Aviación en el Aeropuerto de Miami esa tarde del primero de noviembre de 1958 con sus hijos de 5, 4 y 2 años, Betty le entregó a Martínez una póliza de seguro de vida firmada por ella, advirtiéndole melancólicamente “y con cierta rabia”, recuerda Martínez, que si moría en Cuba que no la enterraran allí.
 
El vuelo, que debía salir para Varadero a las 2 de la tarde, despegó alrededor de las cinco como consecuencia de la larga discusión de los empleados con Martínez.
 
Cuando el avión iba a la altura de los cayos de La Florida, recuerda Martínez, unos cuatro o cinco hombres jóvenes se pusieron de pie, sacaron armas y apuntaron a los pasajeros.
 
Entonces se fueron hacia adelante y... se vistieron como de combate. Uno de ellos salió corriendo y entró a la cabina, y entonces en vez de ir a Varadero, que era un vuelo tan corto, desviaron el avión para Mayarí Arriba, en las montañas de Oriente”, relató Martínez.
 
Al llegar a esa zona el avión empezó a buscar pistas de aterrizaje y hacer aproximaciones suicidas, agregó el sobreviviente “Trataron de aterrizar no se cuántas veces, los motores aquellos rugían porque parecían que íbamos a chocar porque ya estaban tocando la tierra”, dijo Martínez. “Hasta que uno dice ‘pónganse los cinturones porque no hay más gasolina’ y entonces explotó el avión. Era que había caído en la playa de la Bahía de Nipe”.
 
Martínez salió de Cuba a los pocos días con la ayuda de Wayne Smith, quien por entonces era funcionario de la embajada de Estados Unidos en Cuba y luego llegó a ser jefe de la Oficina de Intereses de Washington en La Habana.
 
Un mes después, Martínez volvió a Cuba. Esta vez con la idea de matar a uno de los secuestradores que, se había enterado, había sobrevivido.
 
Martínez se consiguió una pistola pequeña y visitó al secuestrador, cuyo nombre no recuerda con certeza. Lo visitó en una casa humilde de Puerto Padre. Su hermano le había ayudado a localizarlo. Pero al ingresar a la casa, se arrepintió de su misión.
 
Aquello era tan miserable, niños alrededor, que yo me olvidé de la pistola en el bolsillo”, relató.
 
Martínez se identificó.
 
El hombre se puso pálido... Hablamos muy poco y me marché”, dijo.
 
Fidel Castro había llegado al poder en enero de 1959 y Martínez no hacía ningún esfuerzo por callar su tragedia. Se la comentaba a quien fuese, afirmando que el gobierno revolucionario le debía una explicación.
 
Un día, recuerda, recibió una carta en su casa. Estaba firmada por Raúl Castro, quien comandaba el Segundo Frente, donde supuestamente dos de los piratas aéreos se reportaron. Castro quería hablar con él sobre el accidente.
 
Yo leí la carta y empaqué mis cosas y me fui de Cuba. Tenía el presentimiento de que algo malo me podía pasar”.

 
Hotel Lincoln, situado en Galiano y Virtudes
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El secuestro de Fangio por los castristas

Alfredo Relaño

17 de marzo de 2013

En España todo el mundo recuerda el secuestro de Di Stéfano en Caracas. Pero son muchos menos los que saben que esa operación estuvo inspirada por el secuestro, cuatro años antes, del pentacampeón de Fórmula 1 Juan Manuel Fangio por parte del Movimiento 26 de julio que dirigía Fidel Castro, entonces guerrillero en Sierra Maestra.

Al poco del accidentado desembarco del Granma, en diciembre de 1956, Castro envió a La Habana a uno de sus barbudos, Faustino Pérez, a fin de difundir el movimiento y crear agitación en La Habana. Su primer éxito fue enviar a Sierra Maestra a un periodista del New York Times, Hebert Matthews. También consiguió en los primeros meses enviar allí un equipo de televisión de la CBS.

Pero lo que de verdad hizo célebre la guerrilla de Castro fue el secuestro de Juan Manuel Fangio, entonces de lejos el deportista más célebre del mundo. La NBA no era seguida fuera de Estados Unidos, Pelé aún no había estallado, Joe Louis llevaba años retirado… Fangio había ganado los Mundiales de Fórmula 1 de 1951, 54, 55, 56 y 57, con cuatro marcas distintas: Alfa Romeo, Mercedes, Ferrari y Maserati. Había sido segundo en 1950 y 1953. En 1952 no había podido participar por un gravísimo accidente en la primera de las carreras.

La dictadura de Batista introdujo el Gran Premio de Cuba en 1957 para darle más brillo al Día de la Fiesta Nacional, el 24 de febrero. Ya en esa edición Faustino Pérez proyectó el secuestro, pero el mismo día hubo una caída de militantes, lo que le hizo aplazar la operación. La idea quedó viva para la edición siguiente: se trataba de secuestrar al piloto, tenerlo retenido hasta el final del premio y luego soltarlo. Eso haría su causa internacionalmente conocida. Y darles un golpe así a las autoridades les añadiría calor popular y prestigio.

Faustino Pérez encargó el operativo a Óscar Lucero, capitán de milicias, que cuenta con varios hombres para llevarlo a cabo. Colaborará con ellos Elio Constantin, periodista deportivo de la revista Carteles, que en la anterior edición ha hecho amistad con Marcelo Giamberto, apoderado del piloto. A Constantin le resulta fácil saber dónde va a estar Fangio en cada momento. Éste llega a La Habana el viernes 21 (la carrera es el lunes 24) y se hospeda en la habitación 810 del hotel Lincoln, en el centro de la ciudad. En la puerta de la habitación hay una guardia armada del SIM (la policía especial del régimen), así que ni pensar en capturarlo en la habitación. Por la noche tiene una entrevista en la televisión CQM, pero la compañía es mucha. Regresa al hotel a cenar y no sale más. Imposible. Se ha perdido el viernes.

El sábado se dispone un seguimiento: un coche tras él donde vaya. Otros dos vehículos esperan junto a un teléfono. Cuando cambia de lugar, el primer coche dice a uno de los otros el nuevo destino y éste le reemplaza. Así, con el seguimiento rotatorio, no se llama la atención. El sábado descansa toda la mañana. Luego, acude a un cóctel al Hotel Nacional. Parece un lugar propicio, pero una bronca entre un fotógrafo y un policía crea un alboroto. Regresa al Lincoln. Después de cenar, ya de noche, recorre caminando el circuito, pero de nuevo acompañado de seguridad, amigos y curiosos. Imposible actuar. Regresa al hotel. Otro día perdido. El domingo por la mañana, mientras Fangio hace las sesiones de entrenamiento (ganará la pole), Faustino Pérez se ve con Óscar Lucero, al que acusa de irresoluto. “¡Hay que hacerlo! ¡Si es preciso tomamos el Lincoln con los hombres que haga falta!”.

La ocasión se presenta cuando saben por Constantin que, ya al atardecer, Fangio va a bajar al hall del hotel a tomar un refresco junto a otros pilotos. Le esperan a la puerta del ascensor. Cuando ésta se abre, aparecen Fangio y Giamberto. Se adelanta un comando, Manuel Uziel, que primero quiere asegurarse:

—¿Quién de ustedes es Fangio?

—Yo.

—Acompáñeme. Está usted secuestrado por el Movimiento 26 de julio.
 
Fangio sonríe, pensando que es la broma de un admirador, pero Uziel saca una pistola del bolsillo y se la clava en las costillas.

—Es en serio. No haga nada y no le pasará nada.

Al tiempo amenaza a los acompañantes.

Suben a Fangio a un Plymouth verde. La obsesión de los secuestradores es tranquilizarle y convencerle de sus buenas intenciones, porque les preocupaba mucho la imagen que diera de ellos al soltarle. Así que Uziel le lleva primero a su propia casa, a presentarle a su mujer y a su bebé. Luego, con otro coche, a un piso franco en el que convalece un militante, Ramoncín, con graves quemaduras cuando intentaba fabricar un lanzallamas casero. Finalmente, a un chaletito de dos plantas en El Nuevo Vedado, propiedad de la viuda de un revolucionario, que vivía con sus dos hijas, de 17 y 21 años. Llegaron a las diez de la noche. El chalet contiguo es de una bailarina del Tropicana, amante de un pez gordo del régimen, siempre muy custodiado. Los secuestradores pensaron que nadie iba a suponer que lo escondieran en tal vecindad.

Le dieron la mejor habitación. Cenó filete con patatas. La mañana siguiente le llevaron el desayuno a la cama. Comió arroz con pollo con los secuestradores. Mientras, la ciudad era un pandemónium de registros y falsas noticias. Aunque había televisión, Fangio no quiso ver la carrera, ni escucharla por radio. Prefirió escuchar música.

La carrera fue un fracaso y tuvo un desarrollo trágico. Los organizadores retrasaron la salida, en la esperanza de que Fangio fuera rescatado. Empezó media hora tarde. En la sexta vuelta, el piloto local García Cifuentes pierde el control y su coche arrolla al público, con resultado de seis muertos y 40 heridos. Se da por terminada, con victoria para Stirling Moss, que en ese momento estaba en primera posición. Le avisan a Fangio, que entonces sí oye la radio y se muestra muy afectado.

Todo había acabado… O no. Ahora llega lo más difícil: devolver a Fangio. ¿Cómo, dónde? No estaba previsto. Un informador de los revolucionarios en el gobierno les avisa de que la intención de este es matarlo cuando aparezca, para cargarles el crimen. Se piensa en el mediador de la entrega: en un cura, en el director de la revista Bohemia… Ninguna alternativa parece buena. Mientras, se suceden los llamamientos de Giamberto y de la esposa de Fangio por la radio pidiendo su devolución. Hay nervios.

 
El propio Fangio sugiere que le entreguen a su embajador. Pero las proximidades de la embajada están custodiadas. El periodista mexicano Manuel Camín, amigo de los revolucionarios (y que gozará de la gran exclusiva de la entrevista al piloto), monta la entrega no en la embajada, sino en el apartamento del agregado militar de la misma, Mario Zaballe, que está de viaje, así que su apartamento no está vigilado. Allí acudirá el propio embajador, Raúl Aurelio Lynch, por una rara coincidencia primo del padre del Ché Guevara (Ernesto Guevara Lynch). Lynch sale de su embajada escondido en la trasera de un coche, para no ser seguido. Arnol Rodríguez, que luego contará la peripecia en su libro Operación Fangio (que inspiraría una película del mismo título, no fiel en todos los detalles, en la que Darío Grandinetti incorpora a Fangio), es el encargado de la entrega. A Fangio le intentan poner un sombrero. Todos le quedan pequeños. Sólo le colocan unas gafas para disimular su aspecto y le suben a un Cadillac con Arnol y dos chicas. Antes de medianoche está en el apartamento del agregado militar, donde le recibe su embajador. Arnol le despide con estas palabras: “Fangio, usted será nuestro invitado de honor cuando triunfe la Revolución”.

El golpe estaba dado. La revolución se aceleró. Fidel Castro ganó adeptos y su guerrilla saltó de Sierra Maestra para extenderse al resto de Cuba. Al amanecer del 1 de enero de 1959, Batista abandonaría Cuba. El 8 de enero, menos de 11 meses después del secuestro, Fidel Castro entraba en La Habana.

Fangio se retiró aquel mismo año de 1958. Siempre habló bien de sus secuestradores, pero no cumplimentó la invitación hasta 1981, cuando regresó, como presidente de la Mercedes. Se reencontró con Faustino Pérez y Arnol Rodríguez y conoció a Fidel Castro.

El Hotel Lincoln aún existe. Su habitación 810 está dedicada a Fangio.
Manuel Uziel
Este fue el integrante del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) que el 23 de febrero de 1958 encañonó con una pistola calibre 45 a Juan Manuel Fangio -cinco veces campeón mundial de automovilismo- y lo conminó a que lo acompañara porque era un secuestro.
Entrevista a Manuel Uziel,
el hombre que sacó a Fangio
a punta de pistola del Hotel Lincoln.
Armando López
25 de febrero de 2009
 
En la puerta del Hotel Lincoln, de La Habana, una placa de bronce recuerda: “En la noche del 23 de febrero de 1958, fue secuestrado por un comando del Movimiento 26 de Julio, dirigido por Oscar Lucero, el cinco veces campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio. La habitación 810, donde se hospedó el campeón, es un museo para turistas”.
 
Arnold Rodríguez, el conductor del auto que trasladó al secuestrado, fue invitado a Buenos Aires a un aniversario de la inauguración del museo en honor del corredor.
 
Pero a Manuel Uziel, el hombre que sacó al campeón del Hotel Lincoln a punta de pistola, Argentina nunca lo invitó. Cuba no lo menciona. Vive frente al mar en una fría playa de Nueva Jersey.
 
A los 16 años, Manuel Uziel tuvo su bautismo de fuego. Eran tiempos de Ramón Grau San Martín. Los problemas se resolvían a balazos. Su primera pistola la compró con los fondos de la Asociación de Alumnos del Instituto de la Víbora. Militaba ya en las filas de la juventud auténtica.
 
A Manuel Uziel le decían el Moro por su color moreno. Sus padres eran judíos turcos. Se crió en Luyanó. Iba a la sinagoga. Con 19 años era guaguero [empleado de autobuses] de la ruta 19. Era difícil entrar de cobrador de guaguas porque el sindicato era muy fuerte. Entró porque era el guardaespaldas del jefe del sindicato.
 
En las guaguas, enviaban a Uziel a cada problema. En un enfrentamiento en los muelles, le clavaron un gancho en la espalda. De ahí se lo llevaron preso para la Segunda estación de policía. Lo sacó una supuesta llamada del senador Eusebio Mujal. Cuando lo soltaron, supo que el que había llamado era Samuel Powell, un extroskista.
 
Fue Powell el que lo conectó con Mujal. El recién electo secretario general de los trabajadores lo haría su guardaespaldas, y lo sumaría al asalto de la sede de la Juventud Comunista, bajo las órdenes de Chico el Loco (Narciso Rodríguez). La acción desató profundos odios entre auténticos y comunistas. Narciso sería asesinado pocos meses después.
 
Mujal apoyó el golpe de Estado de Batista. Los comunistas ex aliados de Mulato Lindo, cuando el 4 de septiembre, callaron. Pero Uziel, fiel a los auténticos, por coraje, volvió a cobrar pasajes en las guaguas. Y se hizo amigo de Luis Miguel Hernández, ex jefe del Buró que operaba contra las bandas. Trabajaron juntos. Y en el proceso fue aprendiendo.
¿Aprendiendo a qué?
 
A ser revolucionario. Los grupos de acción y sabotaje no nacen del acaso. Si tú pones bombas, alguien tiene que enseñarte a ponerlas, a utilizar la dinamita. Había aprendido a preparar bombas en el Instituto de la Víbora, con Pepe Azeña, mi profesor de Educación Física. Con Mujal aprendí lo que era politiquear. Con Luis Miguel aprendí tácticas de sabotaje, aprendí a colocar una bomba.
 
¿Qué hacías cuando el asalto al Cuartel Moncada?
 
Eso fue cosa del 26 de Julio. Yo por entonces pertenecía a la Triple A de Aureliano Sánchez Arango. Y enseñaba a los novicios en la Escuela de Medicina de la Universidad de la Habana, en el manejo de armas.
 
¿Tuviste que ver con la balacera de la Escuela de Medicina?
 
Luis Miguel había estado medio asociado con Masferrer, pero al sumarse éste a Batista, querían matarse uno al otro. Nunca supe por qué Luis Miguel invitó a los Tigres a la Escuela de Medicina. Fue una provocación. El caso es que cuando los hombres de Masferrer llegaron al aula, nos tirotearon. Hirieron a Luis Miguel en el hígado. Yo escapé de milagro.
 
¿No era de locos todo esto?
 
El ambiente en Cuba era de violencia, de revolución. Me asocié con un grupo de resistencia cívica que dirigía Manolo Ray. Se cumplía un año del asesinato de Frank y Josué País y, para recordarlos, me ordenaron volar el túnel del río Almendares.
 
Pero ese atentado no ocurrió. ¿Qué pasó?
 
Ray era ingeniero. Me enseñó cómo se volaba un túnel. Pero mis gentes estaban empezando en la lucha… Lo único que hicimos fue poner un petardo de cuatro libras en el centro del túnel, que ni se enteró.
 
La Triple A fue de las organizadoras del ataque al Palacio Presidencial. ¿Participaste en este?
 
Ni por asomo. Los que participaron los metieron en una nave y no podían salir de ahí, por eso no se filtró a la Policía. Yo pasé el ataque a Palacio bañándome en el mar en el club Cubanaleco.
 
¿Complicó a la resistencia contra Batista el fallido ataque a Palacio?
 
La policía se apareció a registrar la casa de mis padres. Yo no estaba ahí. Pero no pude ir más a trabajar a las guaguas. No podía comprometer a mi familia. Tuve que pasar a la clandestinidad.
 
¿Cuándo ingresas en el 26 de Julio?
 
Cuando me encuentro en la Clínica Marfán (convertida en casa de huéspedes) con Oscar Lucero. Fue cómico. El grupo de la Triple A desconfió de la gente del 26. Y ellos de nosotros. Ambos grupos cargamos nuestras armas. Lucero y yo nos reímos mucho. Luego me llevó con Faustino Pérez. Así comencé con el 26 de Julio.
 
¿Con qué tiempo antes te avisaron que debías secuestrar a Fangio?
 
Unos minutos. William, el jefe de mi capitanía, se apareció y nos dijo: “Prepárense, vamos a secuestrar al corredor argentino que se hospeda en el Hotel Lincoln”.
 
¿Ocurrió algo inesperado durante la acción?
 
Cuando llego a eso de las 8:00 de la noche a la puerta del Lincoln, con una granada y una ametralladora bajo el saco, alguien me llama: “Manolo”. ¡Tremendo susto! Era un muchacho joven. Me lo había presentado un compañero del Instituto. Quería pertenecer al 26. Pero no le tenía confianza, parecía muy alocado.
 
¿Cómo saliste del atolladero?
 
El muchacho conocía a medio hotel porque los dueños eran de Camagüey, de donde era su familia. Y le dije: “Vamos adentro”. Pasamos al bar Los Tres Monitos. En la cantina oigo que le dicen a una mujer: “Prepárate, tu hombre va a bajar”. Y ahí le pregunté al muchacho: “¿Todavía quieres pertenecer al 26 de Julio?”. Pues cuida la puerta. En la acera de enfrente estaban Oscar Lucero con su mujer, Blanca Muir. Me entregaron una pistola.
 
¿No te sentías como en una película?
 
Fangio caminaba hacia la mujer, cuando lo agarré por un brazo y pegándole el cañón de la pistola en las costillas, le dije: “Esto es un secuestro, usted se viene conmigo ahora”. Casi me derrumbo cuando los que lo rodeaban se echaron a reír. El único que no se reía era yo. Tuve que darle un empujón al mulato que protegía a Fangio para que me tomaran en serio.
 
¿Por dónde andaba Arnold Rodríguez?
 
Arrimó el auto. El chico de Camagüey (Primitivo Aguilera) montó a mi lado. Primero llevamos a Fangio a mi cuarto. Un pasajito en la avenida Ayestarán, donde estaban mi mujer y mi hijita. Después a casa de las americanitas, donde apareció Faustino Pérez y otros mandones del 26 de Julio. Me pasé la noche en un balconcito con una ametralladora vigilando al corredor. Al otro día, Faustino, Emma Montenegro (la hija de Carlos Montenegro, el novelista) y Arnold Rodríguez se ocuparon de entregar a Fangio al embajador argentino.
 
¿Qué hiciste después del secuestro?
 
Me escondí. Habían metido presos a mis padres y mis hermanos. Cuando los soltaron, me asilé en la Embajada de Paraguay y me fui para Venezuela. Al triunfo de la revolución regresé a Cuba. Fidel me nombró al frente de la Caja del Retiro del Transporte. Estuve ahí un año. Pero cuando la invasión de Bahía de Cochinos me metieron preso. Nunca confiaron en mí. Me sacaron para llevarme ante el comandante Manuel Piñeiro, alías Barbarroja, que me propuso que ingresara en el G2.
 
¿Por qué no aceptaste?
 
No quería nada con esa gente. Le dije que quería volver a Venezuela y me propuso que me integrara a las brigadas para derribar a Rómulo Betancourt. “¡Ni muerto!”, le dije. Dejé para siempre Cuba, rumbo a Venezuela, en 1961. De ahí pasé a Puerto Rico, a Miami, a las Islas vírgenes, a Nueva York.
 
¿Crees que Fidel en sus inicios era comunista?
 
Ni lo fue ni lo es. Es un pandillero enamorado del poder al que le salieron bien las cosas.
 
¿Valió la pena que secuestraras a Fangio?
 
En aquel momento era lo que había que hacer. Además, eso no es lo peor que yo he hecho.
 
Los grupos de acción y sabotaje del 26 de Julio, ¿eran terroristas?
 
No implantábamos el terror indiscriminado. Apuntábamos a un objetivo específico. No para implantar el terror en la población.
 
La pregunta que no le hice a Uziel: ¿No es terrorismo el secuestro del vuelo 495 de Cubana de Aviación, Miami-Varadero, el 3 de noviembre de 1958, por un comando del 26 de Julio, que provocó que el Viscount cayera en picada en la Bahía de Nipe, donde hallaron la muerte 17 personas, entre ellas mujeres embarazadas y niños?
Residencia situada en las afueras de La Habana donde Juan Manuel Fangio permaneció secuestrado
Los terroristas Fidel Castro y Faustino Pérez
Las palabras del comandante Faustino Pérez -jefe nacional de Acción y Sabotaje del M-26-7 y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba hasta su fallecimiento el 24 de diciembre de 1992-, demuestran el proceder terrorista del M-26-7: “Otro gran impacto se produjo una noche en la capital: las nueve de la noche, exactamente a una hora, 100 bombas en la capital
 
 
Faustino Pérez, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba estaba muy orgulloso de un acto terrorista cometido el 28 de mayo de 1957: “aquí una vez se voló un registro de electricidad: se alquiló una casa, se hizo un túnel desde la casa hasta la calle, hasta el registro de electricidad, se coloca una bomba, y estuvo tres días sin electricidad la mayor parte de la capital. Eso produjo su tremendo impacto también, figúrense lo que significa eso, las fábricas paradas, la Cía. Eléctrica, los refrigeradores no andan, todas esas cosas
 
Generales castristas
orgullosos de su historial terrorista
 
Varios integrantes de los grupos de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio dirigido por Fidel Castro que ahora son generales del ejército castrista realizaron un sinnúmero de actos terroristas, relatados por ellos para el libro Secretos de Generales de Luis Báez, publicado en Cuba en 1996. Por ejemplo, el general Demetrio Montseny, ‘Villa’, narra sus experiencias como terrorista: “quemamos dos guaguas, se inutilizaron algunos otros transportes, saboteamos el tendido eléctrico y colocamos varios petardos”.
 
En varias ocasiones logramos paralizar la ciudad. Saboteamos el transporte por carretera y ferrocarril, pusimos petardos y bombas, lanzamos cocteles Molotov, dejamos la ciudad sin electricidad ajusticiamos chivatos y traidores, incluyendo al gallego José Morán. También tuvimos que lamentar la explosión de un arsenal de explosivos que teníamos en la calle Aguilera que le llamábamos el laboratorio de ‘fabricar bombas’”, nos dice el general Demetrio Montseny, demostrando que se siente orgulloso del terrorismo que realizó el Movimiento 26 de Julio, bajo las órdenes de Fidel Castro.
 
El hoy general Samuel Rodiles Planas narra: “En unión de varios compañeros puse petardos y bombas, la más importante fue en la Compañía Cubana de Electricidad, la que dirigí como Segundo Jefe de Acción y Sabotaje en Guantánamo. También tiré cócteles Molotov”.
Algunos destrozos ocasionados en La Habana
por los terroristas integrantes
de los grupos de Acción y Sabotaje del M-26-7
Clandestinos es una película que le
rinde culto al terrorismo en Cuba
Los terroristas
Agustín Gómez-Lubián Urioste y Julio Pino Machado murieron el 26 de mayo de 1957, al estallarles la bomba que iban a colocar en el edificio del Gobierno Provincial de Las Villas
Julio Pino Machado era el jefe de los grupos de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Las Villas. Agustín Gómez-Lubián Urioste era el jefe del Directorio Revolucionario 13 de Marzo en la provincia de Las Villas.

En la pared del frente de la casa natal de Pino Machado fue develada una tarja en su honor el 7 de febrero de 1989. En dicho acto hicieron uso de la palabra la madre de Pino Machado y el secretario ideológico del Partido Comunista de la actual provincia de Villa Clara.
Además de los integrantes de los grupos de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio que resultaron muertos o heridos al colocar bombas como les pasó a la estudiante Urselia Díaz Báez y al dirigente sindical Odón Álvarez de la Campa que perdió las manos cuando le explotó la bomba en la barriada obrera de Santos Suárez, otras personas inocentes murieron o resultaron lisiadas

 

Cuba tenía una larga tradición de espectáculos de cabaret, esos lugares no escaparon al terror castrista: Magaly Martínez perdió un brazo en Tropicana, cinco coristas y el coreógrafo Alberto Alonso resultaron heridos en Sans Souci.

 

En el cine Payret cuatro personas quedaron gravemente heridas por la explosión de una bomba.

 

En el ten cent de Galiano, uno de los lugares más frecuentados por niños pobres como yo, fue herida una señora que hacía compras con su nieta. 

 

Sólo quien desconozca la realidad cubana o sea un estalinista de pura cepa, puede pretender negar el historial terrorista de Fidel Castro.

domingo, 16 de marzo de 2014

Venezuela. La oposición protesta contra la injerencia de la dictadura cubana


 Miles de personas participan en la movilización que salió de la Plaza del Indio de Chacao y de Plaza Las Américas de El Cafetal.

La oposición venezolana protesta contra la injerencia de la dictadura cubana
afp

La oposición venezolana protesta contra la injerencia de la dictadura cubana.


Por primera vez desde que comenzaron las protestas el 12 de febrero, la oposición se manifestará este domingo contra de la injerencia de la dictadura cubana en los asuntos internos de Venezuela. Los cubanos se han infiltrado en la médula administrativa, financiera y militar del país. Muchos lo consideran como una ocupación extranjera propiciada por el difunto expresidente Hugo Chávez.
El movimiento estudiantil y los parlamentarios opositores han convocado esta nueva manifestación; entre ellos la diputada María Corina Machado, que este viernes fue golpeada por un grupo de chavistas en Puerto Ordaz (estado Bolívar, al sur) mientras participaba en una protesta contra el régimen de Nicolás Maduro.
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se solidarizó con Machado y denunció que la diputada chavista Nancy Ascencio participó en la agresión en Puerto Ordaz, como lo hizo el año pasado cuando le fracturó el tabique nasal en el Parlamento, en Caracas.

En Chacao a las diez de la mañana

Juan Flores, dirigente estudiantil de la Universidad Simón Bolívar (USB), aseguró que los jóvenes no quieren que las Fuerzas Armadas venezolanas sigan obedeciendo las órdenes de un régimen como el de Cuba. En este sentido, el líder estudiantil informó de que «nos vamos a movilizar para exigir que las fuerzas cubanas salgan del país. Por eso invitamos a todos los venezolanos a encontrarnos en la plaza El Indio de Chacaoa las 10:00 de la mañana, con nuestra bandera tricolor en mano, para defender la dignidad venezolana».
Flores rechazó la represión y la persecución del Gobierno de Maduro contra los jóvenes que protestan pacíficamente. «Ayer (por el sábado) vimos cómo personas discapacitadas fueron golpeadas, maltratadas y detenidas en la Plaza Altamira por los cuerpos de seguridad del Estado, sólo por ejercer nuestro derecho a la protesta. Le decimos a Maduro que los venezolanos no vamos a seguir permitiendo estos atropellos», aseguró.
En relación a la injerencia cubana en Venezuela, el diputado opositor Carlos Berrizbeitia ha denunciado en un vídeo la penetración del temible G2 (Seguridad del Estado cubana) en el Gobierno de Caracas. En concreto, nombra a tres militares cubanos, entre ellos el comandante Ramiro Valdés, a quien sitúa al frente de la «ocupación». Cuba vive de los 100.000 barriles de petróleo diarios que le envía Venezuela.
Berrizbeitia denuncia que la «ocupación» cubana en Venezuela empezó en 2004 con la asistencia sanitaria. Los médicos cubanos que han sido como un «caballo de Troya» para los barrios populares. La cifra oscila entre los 30.000 y 100.000 agentes disfrazados de médicos y técnicos.
Los cubanos dominan la informática, las Fuerzas Armadas Bolivarianas, la emisión de documentos de identidad y pasaportes, notarías, registros mercantiles, puertos, aduanas, importación de alimentos y medicinas, sistema electoral y un cable de fibra óptica submarino que Venezuela construyó para la isla. 

Inicia concentración en la plaza El Indio de Chacao

Organizada desde la oposición es en contra de la presencia cubana en la Fuerza Armada Nacional

La tortura es
uno de los delitos
más graves internacionalmente

En Venezuela, las organizaciones de derechos humanos la consideran una práctica institucionalizada en cuerpos policiales y militares. La impunidad ha protegido  a los torturadores y el Estado está en mora con el cumplimiento de las recomendaciones de la Organización de Naciones Unidas

Beethoven. Symphony No.9

En días tristes como hoy sólo Beethoven  ayuda a calmar mi angustia
London Symphony Orchestra, cond. Josef Krips

jueves, 6 de marzo de 2014

Arenga de Maduro a "colectivos chavistas" deja dos muertos

El sargento de la Guardia Nacional Bolivariana Agnes Isaac López Lión y el "mototaxista" José Gregorio Amaris Cantillo murieron por impactos de bala en el sector Los Cortijos
Un manifestante es arrestado por miembros de las fuerzas armadas de Venezuela en Caracas. (AP)
ALEJANDRO BOTÍA/ESPECIAL
CARACAS. El llamado hecho por el presidente venezolano Nicolás Maduro el miércoles a los "colectivos" sociales que apoyan a la “revolución bolivariana” para eliminar las protestas tienen lugar en el país desde hace tres semanas, causaron en menos de 24 horas sus primeras dos víctimas.
El jueves, el sargento de la Guardia Nacional Bolivariana Agnes Isaac López Lión y el "mototaxista" José Gregorio Amaris Cantillo murieron por impactos de bala en la avenida Francisco Miranda, en el sector Los Cortijos, en el este de Caracas, durante un enfrentamiento entre chavistas y opositores.
De acuerdo con testigos, los hechos comenzaron a tempranas horas de la mañana, cuando grupos de motorizados afectos al oficialismo arribaron a la zona y comenzaron a levantar las barricadas levantadas en las calles laterales por los manifestantes antichavistas.
Según la reseña de un portal local de noticias, todo comenzó cuando un grupo de paramilitares atacó a los manifestantes e intentó ingresar a los edificios. Desde los edificios aledaños empezaron a lanzar piedras y objetos contundentes contra los motorizados.
Estos respondieron derribando señales de tránsito que fueron usadas para forzar las rejas de acceso a algunos edificios y arrojaron piedras contra algunas ventanas. La presencia de la Policía Nacional calmó brevemente la situación, hasta que llegó un destacamento de tanquetas de la Guardia Nacional para intentar desbloquear las calles.
Durante la refriega fue quemado luego un vehículo particular y se produjeron disparos contra el grupo que intentaba desmontar las barricadas. Agentes de seguridad presentes en la zona aseguran que los mismos se produjeron desde los edificios aledaños.
Estas muertes se producen menos de 24 horas después de que Maduro llamara a las Unidades de Batalla Bolívar Chávez (grupos de militancia compuestos por civiles), a los obreros y campesinos, "a hacer valer la orden de nuestro comandante Hugo Chávez”.
El mandato directo de Maduro a los grupos que lo apoyan durante los actos en conmemoración del primer aniversario de la muerte del líder de la revolución bolivariana fue: “Candelita que se prenda, candelita que apagamos con nuestro pueblo”.
La oposición considera a los llamados colectivos sociales escuadrones paramilitares que el Gobierno emplea para amedrentar a la población. Grupos de motorizados armados y vestidos con prendas alusivas al chavismo han sido vistos en concentraciones opositoras portando armas y disparando.
Militares se niegan a reprimir
Mientras en Caracas el llamado presidencial a los colectivos para detener las protestas dejó sus primeras víctimas, en Valencia, sigue sin conocerse el paradero de dos coroneles que el martes en la noche fueron detenidos tras negarse a a reprimir las manifestaciones.
El periodista Isnardo Bravo, exreportero de la desaparecida estación televisiva RCTV, identificó a los oficiales como Julio Malpica y José Tovar Bordones. Su detención motivó las protestas de la oposición en Valencia el miércoles, durante el aniversario de la muerte de Chávez.
Miles de opositores marcharon por la capital del estado Carabobo hasta la sede del Comando Regional de la Guardia Nacional (Core 2) para repudiar las detenciones y exigir la libertad de los oficiales.

domingo, 2 de marzo de 2014

El patrón de la muerte. La reconstrucción de los hechos compromete a la Guardia Nacional Bolivariana.

La reconstrucción de los fallecimientos de Robert Redman, Génesis Carmona, Geraldine Moreno y José Alejandro Márquez revela acciones y omisiones que comprometen a la Guardia Nacional Bolivariana con homicidios de civiles o con perpetradores de esos delitos cometidos a partir del 12 de febrero

 


Puede que Robert Redman, Génesis Carmona, Geraldine Moreno y José Alejandro Márquez nunca se hayan conocido. Puede que alguno de ellos haya tenido apenas tiempo para leer el nombre del otro en las redes sociales. Puede que la mayoría piense que solo tienen una cosa en común: que forman parte de la lista de 18 venezolanos fallecidos desde el 12 de febrero, cuando una ola de protestas, disturbios, cierres de vías públicas y represión de cuerpos militares y policiales se convirtió en noticia mundial por el efecto que esa convulsión puede tener en el futuro de Venezuela.
Redman fue asesinado en Chacao de un tiro en la cabeza el 12 de febrero; Carmona fue víctima de un disparo en la cabeza el 18 de febrero en Valencia; Moreno perdió la vida el 22 luego de recibir dos descargas de perdigón en el rostro en la capital  carabobeña; y Márquez falleció por graves lesiones en el cráneo luego de una operación militar de orden público. En todos los casos hay denuncias que apuntan a que las acciones y omisiones de la Guardia Nacional Bolivariana han sido la causa de las muertes o han estado vinculadas con las situaciones que las originaron. El Jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, Vladimir Padrino, pidió en Twitter el 27 de febrero no caer "en el juego de hacer ver a la FANB como instrumento de represión”.
La reconstrucción de esos casos –basada en relatos de testigos, actas policiales, documentos, videos y fotografías– arroja pistas sobre cómo integrantes del componente de la FANB se han excedido en el uso de la fuerza, pero también refleja otro punto que debe ser investigado: la posible actuación coordinada con quienes perpetraron los homicidios.
Los asesinos se colaron detrás de la GNB
Una tanqueta blanca de la Guardia Nacional Bolivariana subió desde la avenida Francisco de Miranda por el bulevar Arturo Uslar Pietri y dobló a la derecha, en contravía, en la esquina de la calle Monseñor Juan Grilc, que lleva al dispensario del Seguro Social y al viejo mercado de Chacao. Detrás de ella venía un pelotón motorizado de guardias nacionales –entre 40 y 60 funcionarios– y poco después 2 hombres vestidos con chaquetas negras en una motocicleta de ese color: fueron ellos quienes, al cabo de unos minutos, hicieron los disparos que mataron a Robert Redman, estudiante de aviación de 31 años de edad, e hirieron al menos a otros 2 jóvenes. Eran más de las 8:00 pm del 12 de febrero y la jornada violenta del aniversario de la Batalla de La Victoria aún no había finalizado.
“Varios guardias se bajaron apuntando hacia las ventanas, amenazaban como si quisieran que no nos asomáramos”, afirma un testigo. Los pasillos de algunos edificios cercanos quedaron manchados con los restos de las bombas lacrimógenas que la GNB disparó esa noche contra las residencias. Militares y estudiantes se habían enfrentado en la avenida Francisco de Miranda y los muchachos se replegaron corriendo al norte por el bulevar que conduce al Centro San Ignacio. Entraban en algunos inmuebles y locales cuando les lanzaban los gases o les disparaban perdigones. Luego, con terquedad, se reagrupaban. Esa noche Redman no estaba dispuesto a abandonar la zona de conflicto. Habían transcurrido pocas horas de los asesinatos de Juan Montoya –miembro de un colectivo del 23 de Enero– y Bassil Dacosta –joven carpintero– en las adyacencias de la Fiscalía General de la República en medio de los disturbios con los que terminó la marcha de estudiantes y opositores ese día. Redman había cargado a Dacosta cuando aún le quedaba un hilo de vida: las investigaciones posteriores vincularon a funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia con esos dos homicidios.
La tanqueta y los guardias motorizados llegaron hasta la esquina del mercado viejo de Chacao, donde hay un mural en honor al terrorista venezolano Carlos “el Chacal” y dieron la vuelta para regresar al oeste –esta vez en el sentido correcto de la flecha– por la misma calle para luego enfilarse hacia el norte. Cuatro testigos concuerdan en una observación: detrás de los guardias motorizados venían los homicidas, que se quedaron agazapados en la calle adyacente al mercado viejo. Los militares los dejaron actuar.  Vecinos del lado este y oeste de la calle Monseñor Juan Grilc coinciden en que pasaron de 5 a 10 minutos entre la retirada de guardias y la salida de la motocicleta con los asesinos. Todos aseguran que la vieron avanzar en dirección oeste, hacia la esquina donde está la cancha Néstor “Látigo” Chávez. Los hombres que iban en el vehículo tenían cascos con viseras que cubrían por completo sus rostros. Primero hicieron una parada a la altura del dispensario del Seguro Social y luego avanzaron hacia la esquina frente a la cancha. En el lugar ya había entre 20 y 30 personas reunidas de nuevo entre manifestantes, curiosos y otros.
“Habíamos salido de nuevo. Unos estaban en la esquina de más abajo, pendientes de si la GNB subía otra vez desde la avenida Francisco de Miranda. Ese día pasaron muchas motos y nadie le prestó atención a la que venía de la calle oscura de enfrente. Cuando estaba a pocos metros del rayado, los tipos se detuvieron, giraron como para retornar al Seguro e inmediatamente se escucharon los disparos. Una persona cayó como a tres metros de mí y corrí en dirección contraria a la moto. Más adelante vi a una muchacha herida”, relata un estudiante universitario que participó en la protesta esa noche.
Fue Redman quien cayó muy cerca de una alcantarilla en la esquina de la cancha, con un tiro preciso que entró por el lado derecho de su frente, de acuerdo con actas del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas. Vestía jean, camisa beige con el dibujo de una estrella, un suéter azul y blanco y una bandera nacional como pañuelo, la misma ropa con la que había participado en la protesta de la mañana y cargado a Dacosta. La muchacha herida, de 20 años de edad, recibió un tiro en el tórax que le comprometió parte de un pulmón.
En su cuenta de Twitter, @EscualidoReload, Redman escribió a las 6:25 pm un tuit que resumía su jornada: “Hoy me pegaron una pedrada en la espalda, un cascazo por la nariz, tragué bomba lacrimógena, cargué al chamo que falleció, y ¿tú qué hiciste?”. Su padre, Derek Redman, de 77 años de edad, calcula que su hijo salió de la casa a Chacao cerca de las 7:00 pm. “Cuando llegué en la tarde lo encontré en la computadora poniendo fotos de la marcha en Facebook. Tenía el brazo izquierdo lleno de sangre y le pregunté si lo habían rasguñado. Me dijo que era la sangre del muchacho que cargó. Vimos unas fotos y me explicó que no se enfocó en los voceros en la tarima, sino en la gente y en la concentración. Cuando dijo que iba a salir, le advertí que era peligroso. Él se llevó su cámara, para todos lados la llevaba. Le gustaba registrar de todas esas actividades”, recuerda el padre de Roberto, que era hijo único y había perdido a la madre hace 12 años.
Las fotos del álbum familiar muestran a Roberto Redman adolescente sentado en un simulador de vuelo en una sala de videojuegos. Hace 2 años su padre pudo empezar a costearle la carrera en 2 escuelas de aviación. La bitácora de piloto del fallecido tiene pocas hojas llenas; en octubre del año pasado completó 55,5 horas de vuelo y planeaba buscar empleo en los aeropuertos. En otras fotos la víctima aparece con su madre en una de las cumbres del Ávila, o en La Carlota cerca del fallecido presidente Hugo Chávez, cuando en 1999 –con 17 años de edad– participó como voluntario para llevar comida a las víctimas del deslave en Vargas. También era corredor. Sus zapatos de entrenamiento desgastados aún están al pie de su cama, así como una pesa y su bola de boliche, un deporte con el que ganó varios trofeos que exhibe un estante de la sala.
A las 7:21pm del día de su muerte, Roberto escribió en la red social “Arde Chacao”, junto a la foto de una barricada en la avenida Francisco de Miranda. “#ALmomento Herido en antebrazo de perdigón de plomo en Chacao”, trinó al cabo de media hora. “¿Dónde andas metido?”, le preguntó uno de sus seguidores. La respuesta de Redman fue su último tuit, a las 8:17 pm: “En Chacao”. Treinta minutos después, el alcalde Ramón Muchacho confirmó que había un muerto en las protestas de esa noche. Dos testigos que vieron cómo la moto de los pistoleros se aproximaba de frente señalan que el parrillero fue quien sacó el arma e hizo varios disparos. Otras tres personas que en ese momento se encontraban cerca del dispensario aseguran que vieron a la moto huir por esa misma calle, a contravía. El acta del Cicpc sobre el caso, fechada el 13 de febrero, señala que en el lugar del crimen se recolectaron 13 conchas de balas calibres 9 milímetros, de 4 marcas diferentes a las encontradas en la escena del crimen de Dacosta y Montoya. Hubo comentaristas que relacionaron el asesinato del joven carpintero perpetrado en la mañana con el de Redman. La directora de la organización Control Ciudadano, Rocío San Miguel, experta en temas de seguridad y defensa, escribió tres días después en su cuenta de Twitter: “El mundo entero debe saber que a Roberto Redman lo asesinaron de un tiro en la nuca porque vio quien había asesinado horas antes a Bassil Dacosta”. Las actas policiales indican que en la zona fueron recogidas dos gasas con sangre de Redman, un teléfono Blackberry y una gorra azul, aunque no se menciona la cámara.
Se precisa el modelo de la moto usada por los homicidas: una Kawasaki KLR 650. Redman padre recuerda que un policía le dio detalles: “Según los funcionarios, el que disparó tenía un pantalón verde militar, chaqueta negra y casco entero”. Antes de enterrar a su hijo, Derek Redman hizo que le pusieran a Roberto una gorra como la que lucía en casi todas las fotos y la bandera grande que el muchacho siempre llevaba a las marchas.
Guardias que  guían a motorizados
Tres de la tarde del 18 de febrero en la avenida Cedeño de Valencia. Estudiantes protestan en un área de 150 metros. Aparece un grupo de motorizados con armas y se para a menos de 100 metros de los opositores. Tras intercambiar insultos, al menos 3 pistoleros accionan sus armas. La Guardia Nacional Bolivariana no actúa en ningún momento. Resultado: un muerto y 8 heridos.
Pocos minutos antes de las 8:00 pm del 19 de febrero en la entrada principal de la urbanización Tazajal, también en la capital de Carabobo. Vecinos queman cauchos y trancan una vía de servicio a la autopista. A 200 metros, otros observan la protesta. La GNB llega disparando perdigones sin mediar palabra. Ataca también a quienes observaban. Resultado: un muerto y varios heridos.
Por acción u omisión, la GNB ha tenido responsabilidad en los dos sucesos en los que hubo fallecidos en Valencia durante las protestas. “Actúan como si respondieran a directrices políticas”, señala Liliana Gutiérrez, tía de Enyerson Ramos, uno de los heridos de bala en la Cedeño. “Tiraron a matar y se fueron”, asegura sobre la acción de los militares Rosa Orozco, madre de Geraldine Moreno, que murió en Tazajal.
Emboscados. Ocho cuadras. Todo el suceso vinculado con la muerte de Génesis Carmona y los ocho heridos de bala en la avenida Cedeño ocurrió en ocho cuadras, entre las intersecciones con la avenida Bolívar y la Fernando Figueredo.
Varios comerciantes que llegaron al lugar después de las 6:00 am de ese día coinciden en que la zona amaneció tomada por la GNB con varias motos y tres tanquetas.
Los estudiantes fueron a intersección de la Bolívar con la Cedeño a las 10:00 am y desde ese momento la Guardia empezó a replegarse, movilizándose hacia otros lugares y dejando desguarnecida parte de la manifestación. Se apostaron al principio y al final de la Cedeño, por lo que los estudiantes quedaron confinados en esa vía.
Pasadas las 11:00 am los opositores empezaron a caminar hacia el Palacio de Justicia, que está ubicado a 1,2 kilómetros del lugar. Mientras caminaban las ocho cuadras, hallaron el piquete de la GNB en ese punto, con el fin de impedir el paso de la marcha. Unos dialogaron y lograron continuar, pero otros quedaron rezagados en la Cedeño.
Mientras esto ocurría, la Fuerza de Motorizados de Carabobo se reunía, a petición del gobernador Francisco Ameliach (el día anterior envió un tuit en el que exigía un “contraataque fulminante”), en el Comando Regional Número 2 de la GNB, en la zona industrial. En un video grabado esa mañana se escucha un discurso de alguien que no se logra identificar, que le pide a los motorizados ir “al contraataque, a sacar a los fascistas de aquí”. El alcalde opositor Enzo Scarano asegura que es la voz de Ameliach. En el CORE 2 estuvieron hasta las 11:00  am.
A la 1:00 pm miembros de la Fuerza de Motorizados decidieron ir al lugar de la manifestación. Gilberto Ceballos, director del Instituto Nacional de Tránsito Terrestre de Valencia y líder de la organización, estuvo en la reunión del CORE 2 y también iba en moto con el grupo. Advierte que encontraron un piquete de decenas de guardias nacionales y no pudieron entrar por la parte baja de la Cedeño. Estaban tratando de llegar, dicen, a la casa del PSUV, la cual supuestamente estaba siendo rodeada por algunos opositores.
Los motorizados afectos al gobierno se acercaron a la casa del partido por otras vías y se encontraron con los estudiantes. Ceballos asegura que todos mantuvieron la paz. Hay dos videos tomados a la 1:30 pm a unas cuadras de la sede del PSUV que muestran a un grupo de motorizados encapuchados y armados encabezado por guardias nacionales en moto. "Vete de ahí, que viene la guardia con los chavistas atrás", se escucha decir en el material audiovisual. "¡A ellos sí los cuidan! ¡Apoyados por los militares!", dice otra persona del video.
Pasadas las 3:00 pm comenzó la balacera en la Cedeño. Mecánicos que trabajan en la avenida afirman que simpatizantes del oficialismo también entraron a pie usando una escalera auxiliar. Una testigo dice que el piquete de la guardia desapareció cuando se inició una primera tanda de detonaciones. Los motorizados llegaron lanzando cohetes y los estudiantes se replegaron hacia abajo cerca del Metro, en el cruce con la Bolívar.
Enyerson Ramos, que fue herido de bala, afirma que un grupo chavista se apostó en la avenida Carabobo, justo al frente de ellos. Intercambiaron insultos y se lanzaron piedras hasta pasadas las 2:00 pm. Se fueron y al rato regresaron en moto a través de esa avenida, que ya no tenía ningún resguardo militar. Tras seguir los insultos por unos 15 minutos, al menos 3 sujetos sacaron pistolas y dispararon. Lo hicieron desde la esquina de un local como quedó registrado en un video tomado por unos pacientes de la Clínica Venezuela.
Ramos fue uno de los primeros heridos. Cuando escuchó las detonaciones se volteó y empezó a huir, pero una bala le pegó por la espalda y le salió por el tórax. Corrió una cuadra hasta darse cuenta de que estaba herido porque tenía la camisa mojada de sangre. Un motorizado le prestó auxilio y lo bajó por la Cedeño para llevarlo al Centro Médico Guerra Méndez, a menos de un kilómetro del lugar. En la ruta se topó con un piquete de la GNB, posiblemente el mismo que había encontrado  la Fuerza Motorizada, según Ceballos. Los militares no los dejaron pasar y tuvieron que tomar una vía alterna más larga.
Ceballos asevera que los pistoleros no son de su grupo. Agrega que nunca estuvieron en ese punto de la Cedeño y alerta sobre la existencia de “radicales” que no responden a ninguno de los dos sectores políticos. Pide no seguir culpando a los motorizados porque se están generando fricciones que “se pueden salir de las manos”.
Génesis Carmona, que murió de un tiro en la parte trasera de la cabeza que recibió en las cercanías de la estación del Metro, fue la última en llegar a la clínica y la trasladó el mismo motorizado que llevó a Enyerson. Su herida pudo ser causada por esos pistoleros que fueron bajando hasta ese punto: hay videos en los que se les ve disparar a menos de 200 metros de donde ella estaba. Hicieron que los jóvenes se replegaran y tomaron sin problema el control de toda la avenida. El ministro de Interior, Miguel Rodríguez Torres, dijo que a Carmona le dispararon por detrás y que suponía que el tiro "vino de sus filas". El material gráfico muestra que los que disparaban hicieron huir a los manifestantes, que les dieron la espalda para correr avenida abajo.
Trabajadores de la zona señalan que en medio de la balacera unos motorizados de la GNB entraron a la avenida Cedeño provenientes de la Figueredo. En vez de seguir hacia los pistoleros, cruzaron a la derecha en la calle Briceño Méndez y se perdieron de vista.
A quemarropa. Desde la tarde había sido montada una barricada en el semáforo de la avenida Valencia frente a la autopista. Vecinos de los edificios Tazajal Suites y Bayona Country,  a 200 metros del lugar, observaban la situación. A las 8:00 pm apareció por primera vez la GNB. Lo hizo en unas 10 motos con 2 funcionarios cada una. Los parrilleros dispararon perdigones.
Los manifestantes corrieron hacia los edificios. Tres intentaron saltar el portón del Tazajal Suites para resguardarse. Uno no lo logró y recibió varios perdigonazos en la espalda. Moreno corrió hacia su edificio y volteó mientras lo hacía, por lo que recibió una ráfaga en la cara que la hizo caer. Una moto de la Guardia se paró a unos dos metros de la muchacha y el parrillero se bajó. Le disparó a quemarropa en la cara. Los médicos que la trataron aseguran que los perdigones eran de metal. Murió dos días después.
Vecinos informaron que hay un video que dura menos de un minuto. La persona que lo grabó no lo subió a Internet, pero lo entregó al Ministerio Público. Varios fiscales nacionales acudieron al lugar el 24 de febrero para iniciar las investigaciones.
Una fractura compromete a los militares en Candelaria
“Se tropezó con una señora y cayó al piso”. Los guardias nacionales dieron esa explicación cuando los médicos del hospital Vargas les preguntaron por qué el paciente que llevaron esa noche a la emergencia –el ingeniero informático José Alejandro Márquez, de 45 años de edad– tenía una fractura en la base del cráneo. Los uniformados, adscritos al Destacamento Norte del Regimiento Capital de la Guardia del Pueblo en Maripérez, escribieron una versión semejante en el acta policial: patrullaban en Candelaria cuando un hombre les gritó improperios, les lanzó una botella, se negó a ser requisado,  intentó huir corriendo, chocó contra una mujer, se desplomó al piso y se golpeó la parte posterior de la cabeza. Esa historia, sin embargo, no coincide con la reconstrucción de los sucesos del 19 de febrero, cuando se ejecutó en varios puntos de Caracas una operación nocturna de represión de manifestantes opositores que bloqueaban calles en la ciudad.
Márquez se encontraba en las adyacencias de la esquina de Candilito cuando los militares irrumpieron en una camioneta Toyota. En esa zona los opositores habían colocado una barricada, con basura en llamas, en la avenida Urdaneta, en pleno centro de Caracas, en un área no muy lejana del palacio de Miraflores, donde el presidente Nicolás Maduro y voceros del gobierno han dicho que no tolerarán cierres de vías como fórmula de expresión de malestar político.
El ingeniero usaba su teléfono inteligente para tomar fotos y videos que subía en tiempo real a su cuenta de Facebook. Los militares bajaron del vehículo y comenzaron a disparar perdigones sin mediar palabras. Un grito anónimo a los funcionarios dio un giro a la situación: “¡Los están grabando!”. Fue entonces cuando dirigieron la atención hacia un hombre calvo, en franela y jean: era Márquez. Dos de los uniformados se adelantaron para ordenarle que les entregara el aparato, pero él se negó. Un testigo señala que uno desenfundó un arma de manera intimidatoria. Cuando los demás guardias nacionales se acercaban para rodearlo, el ingeniero decidió correr.
Mientras lo hacía se oyó una detonación y un grito de los agentes del orden: “¡Chamo, le dimos!”. Márquez efectivamente había caído, aunque no por un disparo, sino por un tropiezo. Los presentes aportan un dato clave: se desplomó de frente y se golpeó la parte delantera –no la trasera– de la cabeza. Desde el suelo levantó la mano como señal de que se iba a incorporar. Fue entonces cuando le arrebataron el teléfono, lo golpearon una vez y se lo llevaron. Eran aproximadamente las 9:00 pm, el presidente Nicolás Maduro hablaba de medidas económicas en  una cadena de radio y TV mientras las redes sociales explotaban con relatos fragmentados de las acciones de la GNB y de civiles armados en varios puntos de la ciudad, incluido ese del centro capitalino donde vecinos captaron en un video parte de lo que ocurrió con el ingeniero.
Los familiares de Márquez se preocuparon por haber perdido contacto con él  y salieron a buscarlo esa misma noche sin información alguna de los militares. Cuando llegaron al hospital Vargas una médica que no se identificó hizo una confesión. “Nos dijo que hubo doctores que tuvieron que intervenir porque  en el hospital le estaban pegando los militares”, contó Ernesto Márquez, padre de la víctima, que no tiene dudas de que su hijo fue salvajemente agredido mientras estuvo detenido por los guardias nacionales. “Lo secuestraron, lo robaron, lo golpearon y lo tiraron”, añadió. Médicos que trataron el caso fueron consultados sobre el punto y negaron que el paciente recibiera tales maltratos en el centro de salud. Los parientes, sin embargo, dudan de que la caída haya provocado una lesión de tal magnitud que causara la muerte cerebral del hombre en día y medio y su fallecimiento cuatro días después de que fue aprehendido.
Márquez ingresó en el centro asistencial y le diagnosticaron traumatismo cráneo encefálico leve. La sangre en los oídos era señal clara de la lesión. Estaba consciente, aunque alterado, confundido y agresivo, según describen los especialistas. Anotó su nombre y aportó algunos datos personales. Los médicos consultados afirman que no pudo, sin embargo, dar un relato coherente de qué le pasó. En la institución fue imposible hacerle una tomografía, pero la primera evaluación con la escala de Glasgow –procedimiento aplicado para medir el nivel de consciencia– dio un resultado de 14, cercano al grado idóneo de 15.
Márquez fue trasladado al Centro Médico en San Bernardino luego de que sus familiares consiguieron una ambulancia. Las nuevas evaluaciones revelaron el crecimiento de un edema cerebral, el desplome de los indicadores de consciencia e imágenes del cerebro que hacían temer un daño severo. En la sala de cuidados intensivos lo visitaron el jueves dos civiles que se identificaron  como fiscales del Ministerio Público y que querían conocer su estado de salud. El viernes, a las 2:15 pm, se les comunicó la noticia de la muerte cerebral y el domingo, cerca de las 5:00 pm, el fallecimiento.
Los abogados del Foro Penal asumieron el caso. Gonzalo Himiob afirma que tiene documentos que le permiten probar que el ingeniero fue llevado por la GNB al hospital con una fractura en la parte trasera de la cabeza y que esa lesión lo mató.
Que esté comprobado que los militares lo hayan trasladado al hospital es relevante. Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional,afirmó en su programa de VTV Con el Mazo Dando que el ingeniero era un mercenario que fue asesinado por sus compañeros. Sus únicas pruebas fueron fotografías del Facebook de Márquez  que lo mostraban con lo que parecían vestimenta y armamentos militares. El diputado obvió que la víctima practicaba un deporte denominado Airsoft –como lo aclaró la federación venezolana de la disciplina– en el que se usan réplicas de armas y atuendos semejantes a los de los soldados. Márquez nunca se contuvo de hacer bromas pesadas sobre Maduro –“Si me dan el chance le vuelo ese c…”–, pero no iba más allá, según su familia. “Se limitaba a asistir a marchas y pensar que el país podía cambiar”, dice Himiob.